El Estudio Dispensacional
Samuel Ridout
Sección 8ª de "Cómo estudiar la Biblia", de S.
Ridout
Todas las citas
bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas
de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares
en que además de las comillas dobles ("") se indican otras versiones
mediante abreviaciones que pueden ser consultadas al final del escrito.
Hemos tenido algunas dudas en
cuanto a dejar esta porción de nuestro tema sin tocar por tanto tiempo, porque,
en un sentido, es de primera importancia que todo nuestro estudio de la
Escritura debe estar en la línea de una clara comprensión de los grandes hitos
dispensacionales de la verdad divina. Por lo tanto, la posición (8ª. en este
escrito) no indica que el tema es de menor importancia que los otros que han
sido tratados antes.
Por 'Estudio Dispensacional'
nos referimos al estudio de las diversas edades, épocas o administraciones (o, dispensaciones)
en las que se divide la historia de los tratos de Dios con la humanidad desde
el principio hasta el final de los tiempos. Tal vez muchos lectores de la
Biblia nunca han pensado seriamente acerca del hecho en sí mismo evidente de
que Dios ha tenido diferentes métodos
de tratar con los hombres desde el principio hasta el presente. Incluso cuando
no hay una completa ignorancia en cuanto a esto, la diferencia entre las
administraciones (o, dispensaciones) sólo ha sido débilmente captada por la
mayoría del pueblo de Dios. Lejos está de nosotros el hecho de decir que alguna
porción de la Escritura no puede ser aprovechada sin esto: pero lo cierto es
que fracasamos en su aplicación y uso completos a menos que nos demos cuenta de
su configuración.
Por ejemplo, los hijos de Dios
en todo tiempo han acudido al libro de los Salmos como un depósito de
experiencia inspirada en el que ellos encuentran la expresión para sus
necesidades, dolores, fracasos, pruebas, dudas y temores, así como para sus
alegrías, responsabilidades, fe, esperanza, deber, amor y todos los frutos de
la vida divina que allí abundan. De hecho, estamos persuadidos de que el pueblo
de Dios padece en este día tan ajetreado debido a su descuido de las
experiencias divinamente registradas que encontramos a lo largo del maravilloso
libro de los Salmos. Pero, por este mismo hecho, repetimos que es de la mayor
importancia, no, es una necesidad, que entendamos la verdadera configuración
dispensacional de estos poemas inspirados.
Por ejemplo, santos piadosos
se han visto obligados a considerar los que son llamados Salmos imprecatorios (N.
del T.: especialmente los Salmos 2,
37, 69, 79, 109, 139 y 143) como perteneciendo a una época más tosca,
posiblemente no inspirados de la misma manera que lo son las elevadas
expresiones de alabanza y adoración. Así, un insulto involuntario es colocado
sobre la inspiración de ellos, y al mismo tiempo se pierde de vista mucha
enseñanza importante.
Del mismo modo, la ausencia en
los Salmos del Espíritu de adopción, del conocimiento de la aceptación actual y
eterna, de la esperanza celestial contrastada con la terrenal, y de la relación
con la Persona de nuestro Señor Jesús — estos y muchos otros rasgos obligan al
lector inteligente a reconocer que en el libro de los Salmos él no está en el
terreno Cristiano característico. Todo esto es visto, hasta cierto punto, por
todo cristiano debidamente familiarizado con la Biblia; y sin embargo muchos de
estos, por falta de conocimiento de los grandes esquemas dispensacionales,
serían incapaces de explicar exactamente por qué no encontramos la misma
libertad en los Salmos que sí encontramos, por ejemplo, en la epístola a los
Filipenses. La explicación es a la vez sencilla y satisfactoria. Leemos, "Todo
lo hizo hermoso en su tiempo" (Eclesiastés 3: 11), y aún no había llegado
el tiempo, en y para la dispensación en la cual fueron escritos los Salmos,
para sacar a la luz la verdad Cristiana. Tal cosa habría sido echar vino nuevo
en odres viejos. (Marcos 2: 22).
Lo mismo puede ser dicho en
cuanto a los Profetas, y de hecho de todas las Escrituras del Antiguo
Testamento. Nosotros debemos tomar la verdad en su conexión correcta, o no
lograremos aprehenderla correctamente. Este es uno de los primeros axiomas del
estudio de la Biblia. Tenga usted claro el contexto inmediato y circundante si
espera entender el significado de algún pasaje en particular. Es la aplicación
de este principio lo que podemos llamar estudio dispensacional.
Comencemos suponiendo que el
lector cristiano conoce bien la letra del Antiguo y del Nuevo Testamento, pero
nunca le ha llamado la atención el hecho del cual estamos hablando. Supondremos
también, en la medida de lo posible, que su interés ha sido despertado de
alguna manera común, más que por la lectura de algún libro en el que se pone de
manifiesto la verdad dispensacional. De esta manera tal vez podamos obtener
indicios de métodos útiles para el estudio adicional a lo largo de estas
líneas.
Supongamos, por ejemplo, que
en la lectura familiar diaria ellos han llegado al capítulo 53 de Isaías, y uno
de los hijos pregunta,
«¿De quién está hablando el
profeta aquí?» y enseguida obtiene la respuesta,
«Pues del Señor Jesús, por
supuesto. Él es Aquel que fue despreciado y desechado entre los hombres, y
Aquel sobre el cual cayó el castigo por nuestra paz.»
«Entonces, padre, ¿por qué no
dice claramente que era el Señor Jesús?»
«Porque el Señor Jesús no
había venido aún, y Dios estaba diciendo, por medio del profeta, muchos cientos
de años antes, de qué manera el Señor Jesús sería tratado cuando Él viniese.
Nosotros sabemos que habla del Señor Jesús, porque si acudes al Nuevo
Testamento en el libro de los Hechos, tú encuentras a Felipe predicando al
etíope sobre el Señor Jesús desde este mismo pasaje.» (Ver Hechos 8: 32 al 35.).
«¿Es ese el motivo por el cual
nunca encontramos mencionado el nombre del Señor Jesús en el Antiguo
Testamento?»
«Sí; Él no había nacido aún,
ni había padecido ni había muerto por nuestros pecados. Hombres de Dios tenían
la esperanza y estaban esperando la venida del Salvador que había sido
prometido desde el principio.»
«¿David no conocía al Señor
Jesús?»
«No; porque él vivió muchos
cientos de años antes que el Señor Jesús naciera.»
«Bueno, ¿entonces ¿cómo pudo
David ser salvo? ¿No fue un hombre pecador?»
«Sí; el Salmo 32 no solamente
nos dice que él había pecado, sino también que sabía cuán bienaventurado era
que sus pecados fueran perdonados. Él no lo supo por completo; sólo sabía que
Dios era muy misericordioso y que llegaría el momento algún día cuando todo se
aclararía; así que todos los que realmente tenían fe confiaban en Dios, y
aunque a menudo tenían muchas pruebas y dudas, también tenían fe y esperanza y
no eran dejados solos en la oscuridad.»
Otro hijo dice,
«Bueno, creo que me gusta más
el Nuevo Testamento, porque no sólo nos dice que alguien vendría, sino que nos
dice que Él ha venido, y nos habla del amor de Dios y de todo lo que el Señor
Jesús ha hecho por nosotros.»
«Sí», dice el padre; «y no
entenderíamos mucho del Antiguo Testamento si no tuviéramos el Nuevo que nos
dice claramente todo acerca del Señor Jesús.»
Esta pequeña conversación
despierta pensamientos en la mente de él. A medida que cumple con los deberes
del día ello se le vuelve a ocurrir, y en alguna oportunidad saca un Nuevo
Testamento de su bolsillo para leer un poco de la palabra de Dios.
«He aquí, nuevamente», él
dice, «¿por qué nosotros llevamos el Nuevo Testamento en lugar del Antiguo?» Y
obviamente su conciencia cristiana le da la respuesta correcta.
Gradualmente, mientras él continúa
sus lecturas diarias tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, esta luz
aumenta en claridad. Él reconoce aquello sobre lo cual ha más o menos actuado
siempre, que una atmósfera diferente impregna el Nuevo Testamento distinta de
la que impregna el Antiguo. Él también se da cuenta de qué manera nuestro Señor
habla de Su propia venida. Él lee, "Bienaventurados los ojos que ven lo
que vosotros veis; porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo
que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron".
(Lucas 10: 23, 24). Él relaciona con esto otra declaración más sorprendente aún,
donde el Señor promete a Sus discípulos, en Juan 16, "Os conviene que yo
me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me
fuere, os lo enviaré" (Juan 16: 7).
Al llegar al libro de los
Hechos, él encuentra al Consolador enviado según la promesa, y en su estudio de
la epístola a los Efesios, encuentra que el Espíritu Santo ha sido dado como un
sello, "Las arras (garantía) de nuestra herencia hasta la redención de la
posesión adquirida". (Efesios 1: 14). Él también encuentra que el Espíritu
Santo no fue dado hasta que nuestro Señor fue glorificado, hasta después que la
redención hubo sido consumada (Juan 7: 1 a 53). Encuentra, asimismo, en
conexión con el Espíritu Santo, que la seguridad, el conocimiento del presente
perdón de pecados (Efesios 1: 7), el Espíritu de adopción, de filiación
(Romanos 8: 15), y muchas otras características, abundan en las Epístolas, las
cuales no son encontradas en el Antiguo Testamento. Habiéndose acostumbrado
gradualmente, digamos, a hacer notas de sus pensamientos en su cuaderno, él
llega a alguna conclusión como lo que sigue:
1. «La historia Bíblica está dividida
en dos partes, marcadas por el nacimiento y la vida de nuestro Señor Jesús en
la tierra. Todo lo que tuvo lugar antes de eso, está narrado en el Antiguo
Testamento; y lo que tuvo lugar después de eso en el Nuevo. El Antiguo
Testamento está en la sombra, con brillantes destellos de esperanza. El Nuevo
Testamento está en el pleno resplandor de la luz.»
2. «Toda la historia del Nuevo
Testamento está dividida en dos partes y está marcada por el don del Espíritu
Santo en Pentecostés. Todo lo anterior a eso narra la vida perfecta de nuestro
Señor Jesús, y aún trata, más o menos, con los Judíos. Todo lo que sigue
después de eso habla de la obra consumada de Cristo y de cada bendición en Él
disfrutada por cada creyente.»
Nos atrevemos a decir que un
descubrimiento como este marcaría una época en la vida de cualquier cristiano. La
Biblia se convertiría en un nuevo libro para él, este libro nuevo
resplandecería con el lustre de un amor que antes él había aprehendido
débilmente, y el gozo de una redención conocida llenaría su corazón. Ha
comprendido el gran hecho de la verdad dispensacional. Aún queda mucho por
aprender, pero esta parte es esencial y la más importante de todas.
Como es el caso con todo
conocimiento, y especialmente el conocimiento Escritural, lo que nosotros aprendemos
no sólo nos da enseñanza acerca del asunto que está ante nosotros, sino que
plantea interrogantes adicionales y proporciona una clave para su respuesta.
Acostumbrado a hacer preguntas acerca de cada versículo mientras lo lee,
gradualmente se percata, de su estudio de las Epístolas, que hay una clara
esperanza que el Espíritu de Dios ha puesto en los corazones del pueblo del
Señor. Así como en el Antiguo Testamento todo miraba hacia la venida del
Mesías, así en el Nuevo Testamento, después de la muerte, resurrección, y
ascensión de nuestro Señor, todo mira hacia otra venida. Una creciente
convicción crea conciencia en él de que la expectativa de la que se habla en
profundidad en las Epístolas no es la expectativa de la restauración del reino
a Israel, o un gradual mejoramiento en la tierra y la puesta en marcha del
Milenio. Al contrario, él ve que el Cristianismo separa al creyente del mundo,
que él pertenece al cielo, y que habiendo sido resuelto todo interrogante en
cuanto a su salvación él anhela estar allí. Además, él encuentra que en lugar
de la muerte, la sombría compañera de toda esperanza de progreso humano y de
bendición terrenal, Dios coloca delante de él una "esperanza
bienaventurada" que no es otra que la venida del Señor Jesús en cualquier
momento a sacar a Su pueblo de la tierra, resucitar a los que duermen,
transformar a los que viven, y trasladarlos a todos al cielo. (1ª. Tesalonicenses
4: 13 al 18).
En otras palabras, él aprende
lo que caracteriza a la época actual. Ello es una redención consumada por el
sacrificio de Cristo, la presencia del Espíritu Santo como el testigo de esto,
uniendo a los creyentes al Señor Jesús, y guiando sus esperanzas a esperar Su
segunda venida para trasladarlos al cielo.
Sin embargo, a medida que
él
continúa su lectura y estudio del Antiguo Testamento, con no menos amor que
antes, pero con un interés mucho más claro, encuentra un progreso que también
lo recorre. Por ejemplo, hay ciertos grandes hitos que se destacan como cumbres
de montaña, dividiendo todo el campo de la verdad del Antiguo Testamento en
distritos claramente señalados. La mayor parte del Antiguo Testamento tiene que
ver con una nación, el pueblo escogido por Dios. Estos están bajo la ley. A la
luz de sus estudios del Nuevo Testamento, él encuentra que hay un sentido
especial en que el creyente no está ahora bajo la ley, como él estaba en el
Antiguo Testamento. También encuentra que los profetas, tanto en los días de
Samuel como en los de Elías, así como en los de los posteriores que pusieron
sus mensajes por escrito, hicieron referencia a esta ley y a la relación de
este pueblo terrenal, Israel, con Dios. Él encuentra que este período de los
tratos de Dios podría ser llamado nacional,
porque Él trata a toda la nación por igual. Muchos de los cuales son hijos de
Dios y muchos no lo son. No obstante, todos tienen una cierta relación con Él,
están bajo la ley, reconocen su pecaminosidad y su vulnerabilidad al castigo.
Encuentra al mismo tiempo que la fe atraviesa esta nube y se aferra a la gracia
y a la misericordia de Dios, pero que la administración (o, dispensación), o el
modo de los tratos de Dios, está marcada por la distancia y las condiciones
sobre las que el hombre podía recibir bendición.
Mirando hacia atrás a la época
que precedió a esta, él encuentra en el libro de Génesis un período no marcado
por este trato nacional ni
por la dación de la ley. Hay una relación de pacto con Dios que reconoce la fe
de Abraham, Isaac y Jacob, y estos disfrutan de una comunión de acuerdo con la
fe de ellos como individuos.
Mirando un poco más atrás,
encuentra un breve relato del origen de las naciones y le sigue el rastro hasta
el establecimiento del gobierno ordenado bajo Noé. Antes de eso hubo un largo
período en el que el hombre fue dejado a sí mismo, y la anarquía y la violencia
llenaron la tierra; y esto, en su mirada hacia atrás, lo lleva hasta la caída y
el breve período de la inocencia que la precedió.
Volviendo de nuevo a su
cuaderno de notas, él hace anotaciones tales como las que siguen:
1. «El hombre fue creado
inocente, y los tratos de Dios con él en el Huerto en Edén fueron completamente
diferentes de todo lo que ha habido desde entonces.»
2. «Desde Set hasta el diluvio
parece que hay un período cuando el hombre fue dejado en gran medida a sí mismo,
sin gobierno, y sin interacción con Dios excepto donde hubo fe.»
3. «Con Noé parece comenzar
una nueva forma de los tratos de Dios con los hombres. Ellos son puestos bajo
un gobierno, y divididos en naciones.»
4. «Abraham marca el gran
comienzo de los tratos de Dios en pacto o acuerdo con los hombres.»
5. «Moisés comienza el gran
capítulo de la historia nacional en la que encontramos, no un pacto o un
acuerdo mediante promesa, sino un pacto con ciertas condiciones relacionadas
con él, prometiendo Dios bendecir si el hombre guarda Su ley.»
De esta manera, en el curso de
la lectura regular, con el pensamiento y el estudio supondremos que él ha
alcanzado una más o menos clara comprensión de la diferencia entre los modos de
obrar de Dios con el hombre antes de la caída, antes del diluvio, en los
tiempos de Noé, y del llamamiento de Abraham, con la posterior historia
nacional de Israel.
Supondremos que él hace ahora otra anotación:
«Antes de la caída tenemos el estado de inocencia,
separado de toda la historia posterior de los modos de obrar de Dios con el
hombre. Toda la historia del Antiguo Testamento después de la caída está
dividida en cuatro grandes períodos:
1. Anarquía, desde Caín hasta el diluvio.
2. Gubernamental, desde Noé hasta Abraham.
3. Patriarcal, desde Abraham hasta Moisés.
4. Una nación escogida bajo la ley, desde Moisés hasta
el
final del Antiguo Testamento.»
Al meditar más acerca de este
calendario él ve que el período llamado «patriarcal» es más bien la
introducción a todos los tratos de Dios con Israel, y presenta el aspecto de la
fe de todo el período, y finalmente llega a una triple división para el Antiguo
Testamento.
Todo lo que tal estudiante
necesita ahora es la ayuda de algún libro básico para recopilar todos los
resultados de su estudio dispensacional y verificarlos en su integridad. Si se
dijera, ¿Quién ha llegado tan lejos con el conocimiento de las dispensaciones,
sin ayuda? Nuestra respuesta sería, Alguien debe haberlo hecho, o nosotros no
tendríamos nuestro conocimiento actual de la verdad dispensacional y además,
estamos persuadidos que si el prejuicio está ausente, no lleva mucho tiempo
para convencer a un sincero lector de la Biblia y a un estudiante de la verdad
de lo trascendental de lo que hemos estado hablando.
No necesitamos señalar tanto
la ventaja como la necesidad de un claro conocimiento de esta clase. No estamos
sosteniendo en la actualidad ningún esquema dispensacional rígido, excepto la
evidente diferenciación del actual período, o período Cristiano, de todos los
demás, junto con la esperanza de la venida del Señor que concluye el período
actual de la gracia. Esto nos lleva a considerar lo que viene después que el
pueblo de Dios sea trasladado al cielo al final de la época actual. En el
interés de la uniformidad continuaremos siguiendo a nuestro supuesto estudiante
de la Biblia en su búsqueda.
Él encuentra una gran cantidad
de Escrituras, particularmente en los Salmos y en los Profetas, que hablan de
un tiempo glorioso que se avecina. Evidentemente, no son tiempos Cristianos los
que están descritos — a menos, de hecho, que privemos a las palabras de su
significado literal y espiritualicemos todo, haciendo que las brillantes
descripciones del reino y de la bendición de Israel en la tierra sean imágenes
de la bendición espiritual para la Iglesia, tal como indican los compendios en
las versiones comunes de nuestra Biblia.
Él No encuentra ningún tiempo
en el pasado, ni siquiera en los días más florecientes de David y Salomón,
cuando se cumplieron estas predicciones. De hecho, muchas de ellas fueron
escritas mucho después de la división del reino en dos partes. Evidentemente, ellas
esperan un tiempo futuro más allá de la época Cristiana actual y quizás, sin
tenerlo absolutamente claro, tiene en su mente algo que expresa con palabras
como estas:
«La esperanza futura para el
Cristiano no es el mejoramiento de este mundo, sino la venida del Señor
Jesucristo a sacar a Su pueblo de él. En el Antiguo Testamento muchas profecías
hermosas hablan de un tiempo cuando este mundo florecerá como la rosa. Esto
será, muy probablemente, después que el período Cristiano haya concluido.»
Probablemente para el
estudiante habitual de la Biblia la armonización de estos dos pensamientos — a
saber, la venida del Señor a sacar a Su pueblo del mundo (que tanto la
experiencia como la Escritura muestran por igual que está empeorando, en lugar
de mejorar), como la introducción de un reinado de justicia, con el
conocimiento de Jehová cubriendo la tierra como las aguas cubren el mar — o
bien será una tarea demasiado difícil, o solamente se logrará después de un
estudio largo y con oración. No obstante, nosotros estamos tratando con posibilidades
más que con realidades, y continuaremos, con fines ilustrativos, suponiendo que
el estudiante llega a sus conclusiones como resultado de sus propias labores.
De hecho, podemos decir que
existe aquí un peligro de tener la verdad preparada a nuestro alcance,
resumiendo lo que otros han alcanzado como resultado de una búsqueda larga y
laboriosa y una meditación en oración. Donde la verdad es aprendida de esta
manera, es decir, de segunda mano — ya sea verdad doctrinal o la que ahora nos
ocupa, el esquema profético de los modos de obrar de Dios — el conocimiento
será un conocimiento de carácter superficial o liviano, teniendo poco poder
moral, y posiblemente se renuncie a él tan fácilmente como había sido
adquirido. Nosotros estamos realmente muy agradecidos por todos los resultados
de creer en el estudio y la investigación, y estamos seguros que uno que
desprecia el ministerio escrito de este carácter probablemente no progresará
mucho en la verdad, y posiblemente pueda caer en el error; pero el camino se
encuentra entre zanjas a ambos lados del mismo; y existe un claro peligro en
aprender la verdad de los libros en lugar de las Escrituras. Lo primero produce
a menudo resultados rápidos, pero la autoridad es a menudo la de algún maestro
prominente más que la de la palabra de Dios y el Espíritu Santo.
Posiblemente el peligro del
que hablamos es mayor en relación con la verdad profética que con cualquier
otra. Existe tanto de un carácter comparativamente histórico que ocupa la mente
más que la conciencia y el corazón; surgen curiosas preguntas, y existe una
soberbia sutil al tener un conocimiento que los demás no poseen. Por lo tanto,
estamos justificados en animar e instar a los Cristianos a que realicen
estudios por sí mismos, y que se esfuercen en hacer de la investigación
original una parte prominente de su trabajo Bíblico. En la educación,
dondequiera que puede ser practicado, el trabajo de laboratorio es exigido al
estudiante de química, física, biología, etc. Nosotros pedimos más de este
'trabajo de laboratorio' en la palabra de Dios. Todo estudiante de la Biblia
debe ser un investigador original en algún campo, sin importar cuán limitado o
elemental sea su trabajo.
¿Cómo va a ser introducido el
Milenio? Sus estudios del Antiguo Testamento en los Profetas y en los Salmos
presentan un oscuro cuadro de la condición del mundo y del pueblo de Dios
profesante. Ellos muestran desobediencia, ausencia de piedad, y apostasía que
se eleva cada vez más alto hasta que la tierra misma es vista como siendo un
caos moral, y no se puede esperar nada más que el juicio de Dios. Nuestro
estudiante encuentra que este juicio es el tema prominente en los Profetas.
Lejos de que el mundo mejore gradualmente y que el mal ceda lentamente —
la más extraña de las transmutaciones — y se
transforme en justicia, el juicio de Dios es pospuesto sólo por un tiempo, y
debe caer tanto sobre la nación de Israel como sobre el mundo en general.
Al pasar al libro de Apocalipsis,
la gran profecía del Nuevo Testamento, él encuentra que la mayor parte del
libro está ocupada con juicios del más espantoso y completo carácter — sobre
las naciones civilizadas del mundo, sobre el pueblo terrenal de Dios que ha
sido llevado a la apostasía bajo el Falso Profeta, y sobre la gran Babilonia,
la cual lleva signos inequívocos de ser la Iglesia apóstata. Después de la
imposición de todos estos juicios, él encuentra tanto en la profecía del
Antiguo Testamento como en el libro de Apocalipsis la aparición del Hijo del
Hombre en el clímax del juicio, derrocando a Sus enemigos, e introduciendo el reino
mismo de justicia y paz en la tierra que los santos de antaño anhelaban y al
cual apuntaban las profecías.
Trabajando hacia atrás y hacia
adelante él ve que se habla de este período de juicio como una obra hecha con
"prontitud" (Romanos 9: 28; Isaías 28: 22). Él también ve que este
período ha sido acortado especialmente "por causa de los escogidos"
(Mateo 24) — no los Cristianos de la época actual, sino un remanente de Judíos
piadosos que se vuelven al Señor después que la Iglesia ha sido trasladada al
cielo, y son sometidos a terribles persecuciones debido a su fidelidad a
Cristo.
De este remanente se habla
frecuentemente en Apocalipsis (Apocalipsis capítulos 6 al 14), en el libro de
los Salmos y en los Profetas. Es por causa de estos que los días de la gran
tribulación serán acortados. De hecho, la última semana de las setenta
predichas en Daniel (Daniel 9: 24 al 27) está dividida en dos partes, siendo
sólo la última mitad el tiempo de la gran tribulación, cuando el padecimiento
sea tan grande que a menos que los días hubiesen sido acortados ninguna carne
podría salvarse (Mateo 24: 22). Él encuentra en relación con esta última
Escritura citada que la aparición del Hijo del Hombre seguirá "inmediatamente
después de la tribulación de aquellos días".
Nuestro estudiante encuentra
esta venida descrita en Apocalipsis como una victoriosa salida a la batalla a
la manera del Salmo 45 e Isaías 63. Él ha alcanzado la solución del problema
que lo ha ocupado, y halla en el reino glorioso de Cristo por mil años amplio
espacio para todas las brillantes descripciones del Antiguo Testamento.
El mismo capítulo en
Apocalipsis (20) que habla de este reino milenial glorioso añade una breve
descripción del período final de tiempo cuando Satanás, que ha sido atado, es
desatado por una pequeña temporada, y nuevamente la gran lección de la
inveterada e incurable enemistad del corazón del hombre natural es manifestada
en el último y definitivo acto de rebelión, el cual es seguido por el castigo
eterno y la retribución del mal en los ángeles caídos y los hombres inicuos, de
modo que nada se entrometerá jamás en la gloriosa nueva creación de Dios, la
cual será por toda la eternidad la esfera de una dicha y un gozo indecibles en adoración,
en comunión, y en servicio a Dios y a nuestro Señor Jesucristo, en la presencia
del Padre, el Hijo y el Espíritu, para el pueblo celestial en lo alto, y una
tierra nueva en la cual mora la justicia.
De este modo el estudiante,
mediante la guía del Espíritu de Dios, y quizás como resultado de un lento y
cuidadoso arduo estudio y en oración de los materiales abundantemente provistos
en la palabra de Dios, habrá construido un puente de verdad que se extiende de
la eternidad hasta la eternidad, sobre el comparativamente estrecho lapso de
tiempo de unos pocos miles de años de duración. Sin embargo, este lapso es de
tal trascendental importancia que cada posible pregunta que pudo ser planteada acerca
del bien y el mal no solamente ha sido discutida, sino que ha sido manifestada
y se ha permitido que sigan su curso, para que al final del tiempo, con los
portales de la eternidad abiertos, ello será con el conocimiento de que no más
preguntas puedan jamás ser planteadas.
¡Qué vislumbre presenta este
trascendental tema de esa calma eterna en que Dios está entronizado! ¡Desde la
eternidad hasta la eternidad Él es Dios! La inquieta malicia de Satanás y la
exigua rebelión del hombre caído no lo han desviado a Él del único incesante
propósito que Él se propuso en Sí mismo antes del principio de los siglos,
glorificar a Su Hijo, reunir todas las cosas en Cristo, "en la
administración del cumplimiento de los tiempos" (Efesios 1 – VM), y tener
reunidos en torno a Él mismo un universo de criaturas inteligentes, adoradoras,
capaces de entrar en Sus pensamientos y disfrutar de Su amor; criaturas de
diversas familias, pero todas las familias de los cielos y de la tierra
nombradas con Su nombre que es el Padre de nuestro Señor Jesucristo; y en estas
familias una brilla con un tierno resplandor de radiante belleza más
maravillosa que todas las demás. Es "la novia, la esposa del Cordero".
(Apocalipsis 21: 9 – VM).
No obstante, nosotros no debemos
pensar que con la construcción del puente, suficiente y adecuado para que
pasemos sobre toda su longitud, hemos completado el estudio de la verdad dispensacional.
En realidad, sólo hemos esquematizado lo que nos invita a un estudio más
profundo y minucioso. Quedan muchos detalles por explorar, muchas cuestiones
por resolver; el lugar de muchos acontecimientos menores por encontrar; pero en
todo ello, teniendo el gran esquema, podremos encajar los detalles con
creciente facilidad.
Añadimos una palabra de
especial énfasis con respecto al período en que estamos viviendo. Los fines de
los siglos, o 'edades', han llegado sobre nosotros (1ª. Corintios 10: 11). La
Iglesia es el misterio que desde el principio ha estado oculto en Dios, un
misterio, o secreto, ahora dado a conocer (Efesios 3), cuya correcta
aprehensión proporciona la clave para el conocimiento de toda profecía, y
muestra la gracia peculiar y la dignidad maravillosa del lugar al cual han sido
llevados pecadores de los Gentiles como nosotros mismos, con Judíos que por
gracia han creído en Cristo.
Como ya ha sido dicho, esta
época actual, o período de los modos de obrar de Dios, está marcada por la
presencia del Espíritu Santo de manera especial, no meramente descansando sobre
los hombres para poder e iluminación en el conocimiento de la verdad, sino
morando en ellos y uniéndolos, en abundante benevolencia y vital actividad, a
Cristo que es la Cabeza de Su cuerpo la Iglesia, y los unos a los otros como
miembros de ese cuerpo. Esto abre un inmenso y muy preciado campo de verdad que
tiene el mayor encanto porque presenta el clímax de todos los propósitos de
Dios — Su obra maestra, podríamos decir de manera reverente.
En Colosenses 1: 24, 25, el apóstol
habla de un ministerio especial que le había sido encomendado además de aquel del
evangelio. No se trataba, obviamente, de que uno contradijera al otro, sino más
bien que esta administración especial de Dios, que le fue dada para dar a conocer
"el misterio", era suplementaria a la del evangelio. Aquí aparece una
expresión notable que es bueno notar: a saber, "de la cual yo llegué a ser
ministro, conforme a la administración de Dios que me es dada para con vosotros
para completar la palabra de Dios".
(Colosenses 1: 25 – JND). Una lectura fortuita de esta cláusula sugeriría
meramente que estas verdades habían sido predichas antes, y que ahora se
estaban cumpliendo. De hecho, no es este el caso; pues como hemos dicho, la
verdad de la Iglesia no fue dada a conocer y apenas se puede decir que haya
sido predicha. Los tipos en el Antiguo Testamento requieren un conocimiento del
"misterio" incluso para relacionarlos con la Iglesia.
La palabra que llama la atención
es "completar"; y lo que nosotros hemos afirmado aquí es que la gran
verdad de la Iglesia como el cuerpo de Cristo, compuesto de Judíos y Gentiles,
bautizados y habitados por el Espíritu Santo (todos los santos del actual
período, desde Pentecostés hasta la venida del Señor), es la revelación cumbre
que nos ha llegado en las Escrituras. En ese sentido el ministerio de Pablo, si
bien no es el último cronológicamente, ni siquiera moralmente, es el clímax de
toda revelación divina. Todo lo que se saca a relucir después, en particular
las nobles escenas que pasan ante nosotros en el libro del Apocalipsis, no son
nuevas verdades, sino más bien ampliaciones de lo que ya ha sido declarado
tanto en el Nuevo como en el Antiguo Testamento. De hecho, podemos decir que el
libro del Apocalipsis retoma el tema de la profecía del Antiguo Testamento,
dándole mayor claridad y ampliación. Pero no hay ninguna nueva doctrina
involucrada allí, y el lugar y el destino de la Iglesia en él expuestos ya han
sido anticipados y revelados en los escritos de Pablo.
Por tanto, de una manera muy
evidente este ministerio del "misterio", esta revelación de la verdad
de la Iglesia de Dios, es la completación de todo el canon de la Escritura. Ella
es la cúspide sobre la estructura perfecta que completa el todo. Es la piedra
angular del arco, que une todo y hace un puente perfecto desde la eternidad
hasta la eternidad.
Por consiguiente, si uno es
ignorante en cuanto a la verdad de la verdadera naturaleza y el verdadero lugar
de la Iglesia de Dios en Sus modos de obrar, no puede tener claridad en cuanto
a los vastos propósitos que Él ha formado. Un asunto como este merece la
cuidadosa atención, y la atención con oración, del estudiante de la Biblia.
Por lo tanto, las Epístolas,
particularmente las de Pablo, nos revelan la naturaleza, el carácter y la
constitución de la Iglesia como el cuerpo de Cristo, la casa de Dios, habitada
por el Espíritu, y destinada a ser la esposa en el día venidero del cual hemos
hablado. Se encontrará que la constitución de la Iglesia proporciona una amplia
provisión para toda adoración, el disfrute de toda comunión, el ejercicio de
cada actividad, y el cumplimiento de cada responsabilidad que recae sobre ella.
Ya sea que la consideremos como un cuerpo compuesto de muchos miembros, todos
unidos a la Cabeza, y veamos las variadas funciones de estos miembros, que
difieren entre sí, y todos trabajando juntos armónicamente para la edificación
de ella misma en amor (Efesios 4: 16); o ya sea que la consideremos como la
casa de Dios que descansa sobre el fundamento puesto por los apóstoles y
profetas, hombres inspirados que nos han dado las Escrituras del Nuevo
Testamento, nosotros vemos cada provisión que la sabiduría y el amor divinos
podían hacer. Se hace provisión para los detalles más minuciosos. Se anticipan
las mayores necesidades; y tan hermoso es el organismo vivo que incluso ahora a
los principados y potestades en los lugares celestiales se les da a conocer por
medio de la Iglesia la multiforme sabiduría de Dios (Efesios 3: 10).
Un organismo tan delicado, tan
maravilloso, debe tener un entorno adecuado en el cual operar. Esto ha sido
proporcionado en la posición Cristiana. Esta se caracteriza por la redención
consumada de Cristo a través de la cruz; por Su resurrección como el testimonio
de la aceptación de Dios de todo lo que Él ha hecho; por Su ascensión a lo alto
para ser nuestro Sumo Sacerdote que nos sostiene en las pruebas del camino; y
nuestro Abogado para restaurarnos si nos alejamos de Él; Por el Espíritu Santo
para darnos la conciencia de nuestra cercanía a Dios, el sentido de la filiación,
con su acompañador poder de dignidad y libertad, junto con el conocimiento de
todas las demás bendiciones espirituales en los lugares celestiales en Cristo
que son nuestra porción actual.
Ninguna de nuestras palabras
puede enfatizar la trascendental importancia de una correcta comprensión de
todo esto. Es solamente cuando la libertad Cristiana es realizada que nuestras
serias responsabilidades, tanto como individuos y como miembros de la Iglesia
de Dios y de unos de otros, pueden ser llevadas a cabo. El ministerio, ya sea
en el evangelio de la gracia de Dios como es predicado a las personas no
salvas, o en la exposición de Su palabra a Su pueblo; la disciplina, ya sea en
cuanto al cuidadoso servicio pastoral diario de los que han sido así dotados, o
los variados grados de amonestación de advertencia, incluso hasta el extremo de
la expulsión, todo esto sólo puede ser llevado a cabo de manera correcta en la
santa pero muy misericordiosa atmósfera de la libertad con que Cristo nos ha
hecho libres.
Una vez que estas verdades
características de la posición Cristiana han sido comprendidas, el estudiante
de la Biblia verá cuán incongruente es difuminar en un confuso todo las varias épocas
o administraciones (dispensaciones) de la Escritura. ¡Cuán limitada es esa
libertad que no ve más allá de la letra — que toma, por ejemplo, el libro de
los Salmos como siendo igualmente relevante para el Cristiano que las Epístolas
de las que estamos hablando!
Lejos de que esto lo lleve a
despreciar la preciosa revelación que es presentada allí, él se llenará de
asombro y admiración por la perfección de esta y de cada porción de la palabra
de Dios. De hecho, su disfrute de ella se verá reforzado al darse cuenta que
"alguna cosa mejor" ha sido provista para nosotros — sin embargo, una
cosa mejor que sólo nos da la capacidad de disfrutar todo lo que el Antiguo
Testamento revela.
¿Acaso no podemos decir que la
mayor parte de la confusión que ha entrado entre el pueblo de Dios, la falta de
poder y libertad, con la correspondiente intrusión de la mundanalidad y la
mezcla de los santos con el mundo, ha sido el resultado de la falta de
seguimiento, bajo la guía del Espíritu de Dios, de la plena verdad del
Evangelio, incluyendo, como lo hace, todos los rasgos característicos del
Cristianismo?
Esto nos lleva a otro rasgo de
la verdad dispensacional o profética predicho claramente en la palabra de Dios.
No solamente todas las cosas conducen al gran clímax, sino que incluso la
Iglesia, que debería haber sido la guardiana de los más inestimables secretos
de Dios, ha fracasado en su sagrada responsabilidad; y como resultado ha
entrado una ruina en lo que respecta al testimonio humano. La Escritura predijo
todo esto, y la época actual de la maravillosa gracia no es una excepción a la
triste regla — una lección que obtenemos de todas las épocas — que todo lo que
es confiado al hombre fracasa. Sólo Dios es fiel. Así que no hay espacio para
la autocomplacencia mientras nos detenemos en las asombrosas verdades que hemos
estado sugiriendo. Más bien, la vergüenza y la confusión de rostro serán lo
conveniente en nosotros al considerar nuestra condición actual y la de toda la
Iglesia profesante, y al compararla con el glorioso ideal difundido ante
nosotros en las Epístolas.
¿Dónde está la virgen pura
desposada con Cristo? (2ª. Corintios 11: 2). ¿Dónde está la unicidad de corazón
y alma? ¿Dónde está ese un solo cuerpo unido a la única Cabeza, movido por un
solo y mismo Espíritu? ¿Dónde está ese templo santo en el que nada profano o
del mundo se entromete? Bendito sea Dios, sabemos que Sus propósitos permanecen.
Él ya ve a la Iglesia como será en la gloria, pero nosotros mismos, con
tristeza, juicio propio y humillación, tomamos nuestro lugar como lo hizo
Daniel para su tiempo, y decimos: "Nuestra (es) la confusión de
rostro". (Daniel 9: 7).
Por lo tanto, el resultado del
estudio dispensacional será dar una mayor amplitud, un conocimiento más
profundo, y una conformidad de pensamiento más exacta, del propósito de Dios
revelado en Su palabra de lo que es posible donde toda la Escritura ocupa un
único nivel inerte.
Al concluir nuestro pequeño
libro presentaremos una lista de literatura útil acerca de esta parte de
nuestro tema. Sin embargo, lo que estamos procurando enfatizar en este momento
es la gran importancia, no, la necesidad de que cada uno forme su propio
esquema del conocimiento dispensacional. Se pide encarecidamente al estudiante
que vuelva a leer lo que hemos dicho sobre ese tema.
Samuel Ridout
Traducido del Inglés por: B.R.C.O. – Abril 2020
N. del T: se
recomienda la lectura de: LA ENSEÑANZA DE J. N. DARBY CON RESPECTO A
DISPENSACIONES, EDADES, ADMINISTRACIONES Y LOS DOS PARÉNTESIS
Escrito de
R. A. Huebner en la siguiente dirección: http://presenttruthpublishers.com/pdf/DISPENSACIONES-ETC.pdf
Otras
versiones de La Biblia usadas en esta
traducción:
JND
= Una traducción del Antiguo Testamento (1890) y del Nuevo Testamento (1884)
por John Nelson Darby, versículos traducidos del Inglés al Español por:
B.R.C.O.
VM = Versión
Moderna, traducción de 1893 de
H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY,
Suiza).