NUESTRO CAMBIADO CENTRO DE GRAVEDAD
Todas las citas
bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas
de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares
en que además de las comillas dobles ("") se indican otras versiones
mediante abreviaciones que pueden ser consultadas al final del escrito.
"Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo".
(Juan 12: 32).
"Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado
de la ley del pecado y de la muerte". (Romanos 8: 2).
El centro de gravedad ha sido
cambiado para nosotros que conocemos que somos amados por nuestro Señor
Jesucristo. Una vez dicho centro fue el mundo. ¡Qué atracción sus lazos y
engaños tenían para nosotros! A pesar de nuestras decepciones continuas en él,
este ejercitaba una influencia sobre nosotros que no podíamos resistir; nuestras
almas no regeneradas no tenían ni el poder ni el deseo de moverse fuera de su
influencia, y los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria
de la vida — una trinidad del mal — conformaban nuestras vidas. No sabíamos que
era la ley del pecado y de la muerte lo que nos mantenía en esta esclavitud,
pero lo era, y el mundo que no es del Padre era el centro de gravedad para
nosotros.
Pero un nuevo Objeto nos ha
reclamado, y ese Objeto es Cristo, y lo que es tan notable acerca de esto es
que es como siendo levantado de la tierra Que Él se volvió atractivo para
nosotros. Ser levantado de la tierra significó ser expuesto a ignominia pública
por los hombres y ser maldito por Dios. (Deuteronomio 21: 23). El Nazareno,
cuando fue levantado y crucificado clamó, "Mas yo soy gusano, y no hombre;
Oprobio de los hombres, y despreciado del pueblo. Todos los que me ven me
escarnecen; Estiran la boca, menean la cabeza… ellos me miran y me observan"
(Salmo 22), y Gálatas 3: 13 nos dice que "está escrito: Maldito todo el
que es colgado en un madero". Así fue el levantamiento de Jesús de la
tierra, ¿y qué podía haber de atractivo en eso? Ese es un gran misterio; ¡para
los judíos ello era un tropezadero, y para los gentiles locura! Un Mesías
glorioso aplastando a sus opresores mediante un poder irresistible habría sido
atractivo para los Judíos, y un monstruo que podría haber entronizado sus
vicios y hacer que sus locuras parecieran honorables habría sido bienvenido y
adorado por los gentiles; pero Uno que "se despojó a sí mismo… se humilló
a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz" (Filipenses
2: 7, 8), no podía ser atractivo
para los hombres naturales; para ellos en Él no había parecer o hermosura, y
cuando Le vieron no había atractivo para que Le desearan. (Isaías 53).
Es evidente que este levantamiento desconcertó a los que
oyeron acerca de ello porque dicen al Señor, "Nosotros hemos oído de la
ley, que el Cristo permanece para siempre. ¿Cómo, pues, dices tú que es
necesario que el Hijo del Hombre sea levantado? ¿Quién es este Hijo del Hombre?"
(Juan 12: 34). Ser levantado sería en opinión de ellos un final ignominioso
para una carrera prometedora. ¿Quién seguiría o pondría alguna confianza en Uno
que había sido expuesto a la ignominia pública de la crucifixión? Ciertamente
el Nombre de Aquel que había sido cortado de la tierra de los vivientes
mediante la muerte de malhechor perecería para siempre, porque, "su
generación, ¿quién la contará?" se necesitaba luz para aclarar este
misterio, por lo que el Señor, en lugar de responder la pregunta de ellos tal
como podían haber esperado, les advierte que hagan uso de la luz mientras
resplandecía, que crean en la luz para que sean hijos de la luz. Ahora bien, la
luz es agradable y es bueno para los ojos contemplar el sol; entonces el Señor
clamó y dijo, "Yo, la luz, he venido al mundo, para que todo aquel que
cree en mí no permanezca en tinieblas". (Juan 12: 46).
Todas las cosas son claras
para la fe, y Cristo crucificado — aunque para los Judíos tropezadero y para
los gentiles locura — es luz para nosotros que creemos, Él es la sabiduría de
Dios y el poder de Dios.
¿Habían oído estas personas
que tenían tanta curiosidad por saber quién era este Hijo del Hombre que iba a
ser levantado, que Jesús había dicho, "como Moisés levantó la serpiente en
el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que
todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna"? (Juan 3:
14, 15). Ciertamente parece como si lo hubiesen oído, y si es así, ¿por qué
deberían haber olvidado el otro aspecto de la gran historia, "Porque de
tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo
aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna"? (Juan 3: 16).
El hecho es que si era una necesidad debido al estado de pecaminosidad del
hombre y su total lejanía de Dios, que un pariente, Uno hecho en semejanza de
carne de pecado, pero sin pecado, fuera levantado como substituto y
representante de ellos, un sacrificio por el pecado, para que se les abriera un
camino de la muerte a la vida, el propio Dios ha satisfecho esa necesidad dando
a Su Hijo unigénito. Y el Hijo unigénito de Dios es también el Hijo del Hombre.
El hombre natural en su soberbia filosófica y científica queda atónito ante el
misterio encarnado, pero cuán grande es la luz que penetra en el alma de quien
lo cree. Ello cambia todo para nosotros y hace que nos gloriemos en la cruz de
Cristo y cantemos:
'Oh, la cruz de Cristo es
maravillosa,
Allí aprendo el amor de Dios
hacia mí.'
Sí, tan grande fue el amor de
Dios al mundo que Él debió intervenir para rescatar a los hombres de perecer;
tan grande fue Su amor que Él debió extraerlos para Sí mismos de la
destrucción. Él no podía sufrir que ellos existieran para siempre en tinieblas
sin ningún conocimiento de Sus anhelos para con ellos: de ahí el levantamiento
del Hijo del Hombre — ¡el don del amor de Dios al mundo! ¡Qué maravilloso es
que en la Cruz sobre la cual fue escrito oscuramente el odio de los hombres a
Dios, esté inscrito el amor de Dios a los hombres! El odio es el trasfondo que
pone de relieve brillante al amor, y es el amor que ha llegado a ser atractivo
para nosotros que creemos. Dios nos es dado a conocer en Cristo Jesús, y Él es
más resplandeciente y mejor que lo más brillante y bueno que el mundo nos puede
ofrecer. Así que nuestro centro de gravedad ha cambiado; el Hijo de Dios que
nos amó y se entregó por nosotros se ha convertido en el Objeto de nuestros
afectos. En Él el amor de Dios resplandece, y "ha resplandecido en
nuestros corazones, para darnos la luz del conocimiento de la gloria de Dios,
en el rostro de Jesucristo". (2ª. Corintios 4: 6 - VM). Como una estrella
que se había desviado de su órbita pero había regresado a estar bajo la
influencia del sol central, así nosotros, una vez errantes y alejados de Dios,
debido a que estábamos bajo una influencia maligna y destructiva, hemos vuelto
al Pastor y Obispo de nuestras almas, y Él nos ha llevado de regreso a Dios.
Pero es una certeza que debe
haber una afinidad entre el objeto atraído y el centro de atracción. No
obstante lo alto que un hombre pueda saltar en el aire, él regresa a la tierra,
porque su cuerpo es de la tierra; y solamente esas almas en las que hay una
obra que las hace una en naturaleza y vida con Cristo son atraídas del mundo a
Cristo, y las Escrituras hablan claramente de esta obra. Tomen Juan 1: 12, 13
como un ejemplo; a saber, "Pero a todos los que le recibieron, a los que
creen en su nombre, les dio derecho de ser hechos hijos de Dios, los cuales
nacieron… de Dios". (Juan 1: 12, 13 – RVA). Es esta obra de ser "nacido
de Dios" a la cual yo me refiero, mediante ella todos los que son objetos
de ella tienen una nueva vida y una nueva naturaleza, y ellos deben gravitar
hacia Cristo.
Ellos lo harán completamente y
corporalmente cuando sus cuerpos sean
transformados y hechos semejantes al cuerpo de la gloria Suya. Yo se que la
enseñanza de la Escritura Santa en cuanto a los muertos en Cristo que
resucitan, y a los que viven y creen en Él que son transformados y arrebatados al
encuentro del Señor en el aire (1ª. Tesalonicenses 4: 16, 17) es motivo de
burla como siendo físicamente imposible: se dice que la ley de gravedad lo
impediría. Pero los que se burlan son ignorantes con respecto a Dios, y yerran,
"no conociendo las Escrituras, ni el poder de Dios". (Mateo 22: 29).
Es, obviamente, un hecho científico que los cuerpos naturales están controlados
por leyes naturales, y si estos cuerpos nuestros no pudiesen ser transformados,
los burladores tendrían motivos para reírse. Pero, ¿qué dicen las Escrituras?
Dos veces se nos dice que seremos transformados.
"He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos
transformados…" y esto mortal será vestido de inmortalidad (1ª. Corintios
15: 51 a 53), y, "Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la
humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya".
(Filipenses 3: 20, 21). Nos enteramos que vamos a ser revestidos de nuestra
habitación celestial, para que lo mortal sea absorbido por la vida (2ª.
Corintios 5: 1 a 4), y que vamos a ser arrebatados a las nubes para
encontrarnos con el Señor, en el aire. (1ª. Tesalonicenses 4: 16, 17). Ahora
bien, cuando estos cuerpos naturales sean transformados en cuerpos espirituales
— cuerpos de gloria — ¿podrán las leyes naturales seguir controlándolos?
Ciertamente no. Dichos cuerpos serán controlados entonces por leyes espirituales.
Si los cuerpos de la tierra deben gravitar hacia la tierra, los cuerpos de
gloria gravitarán hacia la gloria, y tales cuerpos serán nuestros por el poder
del Señor. Cuando el arrebatamiento de la Iglesia tenga lugar ni una ley
natural será violada ni sustituida, sino que nosotros seremos libertados de la
ley natural mediante la trasformación que tendrá lugar en nosotros "según
la operación de aquel poder con que (Él) puede también sujetar a sí mismo todas
las cosas". (Filipenses 3: 21 – VM). Eso es futuro, se trata de la
esperanza bienaventurada que eleva nuestros corazones en gozosa expectativa, y
es tan segura como la Palabra de Dios.
Pero yo hablo del presente.
Una transformación tan grande como la que tendrá lugar en nuestros cuerpos ya
ha tenido lugar en nuestras almas, y Cristo ha llegado a ser nuestro nuevo
centro. Él nos atrae a Sí mismo en nuestros pensamientos y afectos. Pero la
carne aún está en nosotros, esa vieja naturaleza que ama el mundo y las cosas
malas que hay en él, y consecuentemente la ley del pecado y de la muerte tiene
la oportunidad de operar contra nosotros y mantenernos en su cautiverio: por
tanto, necesitamos conocer el poder de la ley del Espíritu de vida en Cristo
Jesús, porque sólo esto puede hacernos libres de la ley del pecado y de la
muerte. (Romanos 8: 2). Nosotros tenemos un nuevo Objeto fuera de nosotros — Cristo
una vez crucificado por nosotros, pero ahora entronizado en la gloria, viviendo
por nosotros allí y haciendo intercesión por nosotros; y tenemos un nuevo poder
dentro de nosotros — el Espíritu de vida, el Espíritu Santo, (y el nuevo poder
obra en nosotros en relación con el nuevo Objeto fuera de nosotros) y la
libertad de la vida eterna es nuestra, ello es cuando nos ocupamos de las cosas
del Espíritu, y esto significa que es a medida que Cristo llena nuestra visión,
porque de Él habla el Espíritu, que experimentamos esta libertad de vida y paz,
pero nada menos que esto es la verdadera vida de los hijos de Dios.
Ello no es producido mediante
el hecho de que uno se ocupe de sí mismo, sino por ocuparse con Cristo: no por
denunciar lo malo, sino por estar ocupados en lo bueno; no por ningún esfuerzo de
la naturaleza, sino por el Espíritu Santo. La ley del Espíritu de vida en
Cristo Jesús nos hará libres para el feliz servicio del Dios bendito conforme
al modelo de la libertad en la que Jesús Le sirvió a Él cuando estuvo aquí.
Y el Espíritu dentro de
nosotros es el poder mediante el cual ponemos nuestros afectos en las cosas que
son de arriba, en Cristo mismo donde Él está, y así Él es nuestro nuevo centro
de gravedad; mediante Su dulce poder que constriñe Él nos atrae hacia Él, y
nosotros Le conocemos como el Objeto resplandeciente y hermoso que llena y satisface
nuestros corazones.
J. T.
Mawson
(1871-1943)
Traducido del Inglés por: B.R.C.O. – Marzo 2020.-
Otras
versiones de La Biblia usadas en esta
traducción:
RVA = Versión Reina-Valera 1909 Actualizada
en 1989 (Publicada por Editorial Mundo Hispano)
VM = Versión
Moderna, traducción de 1893 de
H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY,
Suiza).