SUS MANDAMIENTOS
Todas las citas
bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas
de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en
que además de las comillas dobles ("") se indican otras versiones
mediante abreviaciones que pueden ser consultadas al final del escrito.
De la revista "An Outline
of Sound Words." Vol. 81 - 90.
Aunque los Cristianos han sido
libertados del yugo de la ley la cual, como Pedro dice, "ni nuestros
padres ni nosotros hemos podido llevar" (Hechos 15: 10), las justas
demandas de la ley se cumplen en los creyentes verdaderos del Señor Jesucristo
que no andan "conforme a la carne, sino conforme al Espíritu". Los
Cristianos no tienen los diez mandamientos, dados a Israel, como la norma de
vida de ellos. Nosotros tenemos a Cristo como nuestro ejemplo, una naturaleza
divina que tiene la capacidad de agradar a Dios, y el Espíritu Santo como el
poder que nos capacita para andar para la complacencia de Dios en este mundo.
Los Evangelios nos muestran lo que Cristo era para Dios en este mundo, y Sus
mandamientos no eran sino la expresión formal de lo que se expresaba
vivencialmente en Él mismo, pues Él nunca pidió a los demás que hiciesen algo
más de lo que Él expresaba perfectamente en Su propia vida delante de ellos.
¿Cuáles son los mandamientos del Señor?
Ya hemos visto que lo que el Señor
mandaba Él lo expresaba en Su propia vida, pero dio los mandamientos para que lo
que se veía en Él se manifestara en Sus discípulos. Los Evangelios contienen
muchos de los mandamientos del Señor. En el Evangelio de Mateo, capítulo 5,
leemos, "Así alumbre vuestra luz delante de los hombres" (Mateo 5:
16); "No resistáis al que es malo" (Mateo 5: 39); "Al que te
pida, dale" (Mateo 5: 42); "Amad a vuestros enemigos" (Mateo 5:
44); y, "Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre… es perfecto".
(Mateo 5: 48). Estos son solamente unos pocos de los mandamientos dados por el
Señor en los Evangelios Sinópticos, cada uno de los cuales fue expresado en Su
propia vida, y que Él desea ver en las vidas de los Suyos como dándole a
conocer a Él ante los hombres, y como complaciendo a Él y a Su Dios y Padre.
En el Evangelio de Juan el Señor
mandó a Sus discípulos, "Permaneced en mí" y "permaneced en mi
amor" Juan 15: 4, 9), y a continuación de estos leemos, "Este es mi
mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado". (Juan 15:
12). A Simón Pedro el Señor dio mandamientos para su personal servicio,
"Pastorea mis ovejas" y "Apacienta mis corderos" (Juan 21:
15 a 17); y cuando Pedro deseó saber qué iba a hacer Juan, el Señor le dijo,
"Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti?" (Juan 21:
22). Debemos permanecer en el Hijo de Dios, en dependencia de Él, y en comunión
con Él, viviendo siempre en la conciencia de Su gran amor por nosotros, y
manifestando amor divino a nuestros hermanos, procurando hacer Su voluntad y
siguiéndole a Él.
En las Epístolas tenemos
muchos de los mandamientos del Señor tanto para el santo individual como para
el mantenimiento de lo que es debido a Dios en Su asamblea. Nosotros debemos
bendecir a los que nos persiguen, no debemos vengarnos nosotros mismos, sino
vencer con el bien el mal (Romanos 12: 14 a 21). Debemos someternos a las
autoridades que hay y no deber nada a nadie (Romanos 13: 1, 8). Ninguna palabra
corrompida debe salir de nuestra boca y no debemos contristar al Espíritu Santo
(Efesios 4: 29, 30). Toda una lista de mandamientos divinos, o exhortaciones divinas,
son encontrados en 1ª. Tesalonicenses 5: 15 a 22, y muchos otros son
encontrados en las demás epístolas. Después de haber escrito muchas cosas en
relación con el orden de Dios en la asamblea, el Espíritu de Dios por medio del
Apóstol Pablo añadió, "Si alguno se cree profeta, o espiritual, reconozca
que lo que os escribo son mandamientos del Señor". (1ª. Corintios 14: 37).
La Obediencia demuestra el Amor
Aquellos que aman al Señor
Jesús encuentran deleite en todo lo que Él ha hablado y ciertamente desean
conocer y hacer Su voluntad. Acerca de esto el Señor dijo en Juan 14: 21,
"El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama".
Cuando pensamos en quién es el Señor Jesús, y lo que Él ha hecho por nosotros,
hay ciertamente un afecto que responde en nuestros corazones a Él, y la
evidencia de ese amor es que buscamos conocer lo que Él desea que seamos y
hagamos para Él. Sus deseos están expresados en Sus mandamientos, y el
verdadero discípulo valora estos mandamientos y procura hacerlos. El Señor
habla luego de la bendición que viene a los que valoran y hacen lo que Sus
mandamientos dicen, leemos, "y el que me ama, será amado por mi Padre, y
yo le amaré, y me manifestaré a él". (Juan 14: 21).
Nuestro amor a los hijos de
Dios es expresado también mediante la obediencia a los mandamientos de Dios,
tal como está escrito, "En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios,
cuando amamos a Dios, y guardamos sus mandamientos. Pues este es el amor a
Dios, que guardemos sus mandamientos". (1ª. Juan 5: 2, 3). No es amor a
los hijos de Dios alentarlos en un camino equivocado, ni acompañarlos en dicho
camino, o darles nuestro apoyo de alguna manera en lo que no es de acuerdo a la
voluntad de Dios. El amor verdadero es expresado mostrándoles lo que Dios
desea, y debemos hacer eso andando nosotros mismos en la senda de Su voluntad y
rehusando hacer algo contrario a lo que Él ha mandado.
Sus Mandamientos no son Gravosos
Incluso si la obediencia a la
voluntad de Su Padre significó padecimiento y dolor para el Hijo de Dios en la
tierra, no obstante, Él pudo decir, "Me deleito en hacer tu voluntad, Dios
mío". (Salmo 40: 8 – LBLA). El Apóstol Pablo pudo gloriarse "en las
tribulaciones" como algo normal para el Cristiano al hacer la voluntad de Dios
(Romanos 5: 3 a 5), y, "por amor a Cristo", él pudo gozarse "en
las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias"
(2ª. Corintios 12: 10), sabiendo que está era la voluntad de Dios para él.
El Señor nos ha dado Sus mandamientos
para que la naturaleza divina pudiera tener modos en los cuales expresarse, y
toda expresión de la naturaleza divina manifiesta nuestro deleite en la
voluntad de Dios y Le complace. Los mandamientos divinos son gravosos para la
carne, pero no son gravosos para la naturaleza divina, incluso si el dolor, el
padecimiento, la aflicción y la persecución puedan resultar del hecho de hacer
la voluntad de Dios. Un Cristiano que está bajo la influencia del mundo
encontrará que es gravoso obedecer los mandamientos del Señor, pero si él
renuncia al mundo y juzga la carne que codiciaba las cosas del mundo, entonces
la naturaleza divina tendrá libre curso para deleitarse en la voluntad de Dios
y en hacerla.
Andando como el Hijo de Dios Anduvo
Uno de los preciosos
privilegios del creyente verdadero es saber que él conoce a Dios, y este
conocimiento es adquirido "si guardamos sus mandamientos". (1ª. Juan
2: 3). Andar en obediencia a la voluntad de Dios da la conciencia de que
conocemos a Dios cuya voluntad procuramos hacer. El mero profesante, el cual no
tiene la naturaleza divina, el que no es un hijo de Dios, él mismo se
desenmascara como falso al no buscar o hacer lo que Dios ha mandado. Todo
Cristiano profesante mediante su profesión dice que conoce a Dios, pero su
actitud hacia los mandamientos de Dios es la prueba de si su profesión es real
o falsa.
Todo Cristiano profesante
mediante su profesión dice también que él permanece en el Hijo de Dios, y la
prueba es, ¿Anda él como el Hijo de Dios anduvo en este mundo? Uno de los
mandamientos de Dios es que el Cristiano "debe andar como él anduvo".
(1ª. Juan 2: 6). Este no es un mandamiento nuevo; es lo que el Señor pidió a
Sus discípulos que hicieran cuando Él estuvo aquí en la tierra, a saber, es lo
que Él dijo a Simón Pedro cuando mandó, "Sígueme tú". (Juan 21: 22).
Este mandamiento antiguo resume todos los mandamientos del Señor Jesús, pues todos
nos dirigen a seguirle a Él al expresar la vida divina que fue vista en su
perfección en Él en testimonio rendido al Padre, y el antiguo mandamiento es
encontrado en "la palabra que habéis oído desde el principio", es
decir, en el ministerio del Hijo de Dios aquí en la tierra.
Juan añadió, "Sin
embargo, os escribo un mandamiento nuevo, que es verdadero en él y en
vosotros". (1ª. Juan 2: 8). Lo que el Señor manda ahora desde el cielo es
un mandamiento nuevo dado otra vez desde el nuevo lugar al cual Él ha ido, pero
en sustancia es lo mismo que lo que Él mandó mientras estuvo en la tierra.
Cuando estuvo en la tierra lo que Él mandó era encontrado en Él; fue la vida
divina en que Dios fue manifestado. Lo que Él manda ahora como un mandamiento
nuevo no solamente es encontrado en Él en el cielo, sino también es encontrado
en los Suyos, en los hijos de Dios en la tierra, pues Él les ha comunicado Su
propia vida, la vida en la cual la naturaleza de Dios es expresada. Como
teniendo la naturaleza de Dios podemos andar como el Hijo de Dios anduvo, pero
debe existir el desechar todo lo que es de la carne que impide la expresión de
la vida divina.
"Cuanto Pedimos, Recibimos de Él" (1ª. Juan 3: 22 – VM).
Es tanto una responsabilidad
como un privilegio guardar los mandamientos del Señor. Si amamos a nuestro
hermano no lo veremos en necesidad y cerraremos contra él nuestro corazón y
nuestra compasión. Cuando andamos con una buena conciencia, "confianza
tenemos en Dios". (1ª. Juan 3: 17 a 21). Con esta santa confianza en la
presencia de Dios podemos pedir libremente esas cosas que son necesarias para
el cumplimiento de la voluntad del Señor, sabiendo que las recibiremos, "porque
guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de
él". (1ª. Juan 3: 22). Nadie que camina en obediencia a Dios pediría nada
más que lo que sería para Su honra y Su gloria.
Lo que Dios requiere de
nosotros es "Que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y nos amemos
unos a otros como nos lo ha mandado". (1ª. Juan 3: 23). ¡Cuánto hay en el
Nombre del Hijo de Dios! Nos habla de la grandeza de Su Persona, del poder de Su
fuerza, de Su relación eterna con el Padre, de Su fama y de Su gloria; y el
Padre quiere que entremos en algo de lo que es exhibido en Su Nombre, creyendo
aquello que nos es presentado en las Santas Escrituras, porque creer en Su
Nombre es lo que nos da la vida eterna que está en Él (Juan 20: 31). Es
teniendo la vida que Dios da que podemos amarnos unos a otros, amor que ha de
ser manifestado aquí abajo para que los hombres sepan que somos discípulos del
Hijo de Dios e hijos de Dios.
Aquel que guarda los
mandamientos de Dios, que cree en el Nombre del Hijo de Dios, "permanece
en Dios, y Dios en él". (1ª. Juan 3: 24). Si bien es cierto que todo hijo
de Dios permanece en el Hijo de Dios, y que el Hijo mora en él por el Espíritu,
también es cierto que nosotros podemos permanecer en Cristo como dependiendo de
Él y como estando en comunión con Él de una manera práctica, y en la medida que
permanecemos en Él, también Él permanecerá en nosotros. En Juan 15: 4 tenemos
la exhortación del Señor que nos dice, "Permaneced en mí, y yo en vosotros",
y debido a esto podemos comprender que en la medida que guardamos Sus
mandamientos, así permaneceremos en el Hijo, y el Hijo permanece en nosotros
para manifestar lo que Él es en testimonio en este mundo. Qué bendición y
privilegio tan maravillosos son para nosotros el conocer nuestro lugar como
permaneciendo en el Hijo, y el Hijo permaneciendo en nosotros.
Traducido del
Inglés
por: B.R.C.O. – diciembre 2019.-
Otras versiones de La
Biblia usadas en esta traducción:
LBLA = La Biblia de las
Américas, Copyright 1986, 1995, 1997 by The Lockman Foundation, Usada con
permiso.
VM = Versión Moderna,
traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada por Ediciones
Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza).