Características de los Creyentes
G. Davison
Mayo – Octubre 1965
Todas las citas
bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas
de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares
en que además de las comillas dobles ("") se indican otras versiones
mediante abreviaciones que pueden ser consultadas al final del escrito.
1ª. Epístola de Pedro
capítulo 2: 1 a 16
En 1ª. Pedro
capítulo 2 tenemos una descripción detallada de los santos de Dios. El apóstol
Pedro, guiado por el Espíritu Santo para escribir a creyentes recientemente
convertidos, perfila muchos de los privilegios que eran de ellos. Él usa
ciertos apelativos para describir la magnitud de las bendiciones a las cuales
ellos habían sido traídos a través de la fe en nuestro Señor Jesucristo. Hay
unos trece apelativos en esta sección de su epístola, y todos son ciertos para
cada santo de Dios. Un nombre describe quién es una persona; un título se
relaciona con algún cargo que esa persona puede ocupar, mientras que un
apelativo describe alguna característica distintiva de la persona.
El primero de estos
apelativos se encuentra en el versículo 2 — "niños recién nacidos".
Es obvio que esta descripción emana de lo que el apóstol ya había traído ante
ellos en el capítulo anterior. Él les había asegurado que ellos habían nacido de nuevo,
"no de una
simiente corruptible, sino de una que es incorruptible, es decir, mediante la
palabra de Dios que vive y permanece". (1ª. Pedro 1: 23 – LBLA, JND).
Ellos no habían alcanzado este lugar de bendición mediante una sobresaliente
observancia de la ley, o de una diligente atención a las fiestas y ceremonias
del Judaísmo, sino a través de una obra enteramente nueva en sus almas que era
el resultado del poder soberano de Dios. No se trató de un logro producido por
la perfección humana, sino de una obra nueva y divina en sus almas mediante la
energía del Espíritu Santo de Dios. Fue una obra que los había traído al reino
del Cristianismo — un reino completamente aparte del Judaísmo. Esta obra había
sido efectuada en ellos por el Espíritu Santo a través del testimonio rendido a
la obra de Cristo predicado a ellos en el evangelio. Era un comienzo
completamente nuevo en un nuevo reino espiritual, y por eso el apóstol se
dirige a ellos como "niños recién nacidos".
Como esta obra
espiritual había sido producida mediante el uso de la palabra de Dios en el
poder del Espíritu, se deduce que esta nueva naturaleza espiritual sólo podía
ser alimentada por esa misma palabra, y por tanto, Pedro los exhorta a desear
"la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para
salvación". (1ª. Pedro 2: 2).
En el versículo 5
el apóstol se refiere a ellos como "piedras vivas". Como tales ellos formaban
parte de la "casa espiritual" de la cual Cristo mismo es "la
piedra principal del ángulo", (versículo 6). La expresión "piedras
vivas" describe a los santos como teniendo tanto la naturaleza como la
vida de Cristo, y formados así para tener su lugar en esta nueva "casa
espiritual". Por tanto, esta tercera denominación, "casa
espiritual", los describe como "juntamente edificados para morada de
Dios en el Espíritu". (Efesios 2: 22).
El versículo 5
habla también de un "sacerdocio santo". Tanto en el tabernáculo como
en el templo la casa es descrita primero y después el sacerdocio. El edificio
primero, después una compañía santificada para acercarse a Dios en Su casa, ya
sea en el tabernáculo o en el templo. Pedro en sus escritos se ocupa del templo
como un tipo de la "casa espiritual" y del "sacerdocio
santo". Es digno de mención el hecho de que el escritor de la epístola a
los Hebreos (presumiblemente el apóstol Pablo) siempre se refiere al tabernáculo
como el tipo de la casa,
mientras que Pedro se refiere al templo
en la misma conexión. Acercarse
parece ser el excepcional privilegio relacionado con el tabernáculo, y mostrar,
el del templo. Ese es el
pensamiento que tenemos en nuestro capítulo, ya que si bien de los santos se
dice que ofrecen "sacrificios espirituales", era en testimonio a
Cristo que ellos lo hacían. Antiguamente, siendo la casa una casa material, ella
era distinta de la compañía de sacerdotes que tenían el privilegio de ministrar
a Dios para Su complacencia, pero hoy en día los santos que están unidos a
Cristo componen tanto la casa como el sacerdocio. El Cristianismo es, por
tanto, una concepción completamente espiritual.
"Por lo cual
esto está contenido en la Escritura: He aquí que yo pongo en Sión la piedra
principal del ángulo, escogida, preciosa; y aquel que creyere en ella no
quedará avergonzado". (1ª. Pedro 2: 6 – VM).
"Aquel que creyere". Al recordar a
los santos que ellos habían creído el testimonio presentado en relación con el
Señor Jesucristo, Pedro procede a mostrarles que aunque la nación consideró desecharle
(versículo 4), Dios Le había situado en el más elevado pináculo de la gloria.
Como habiendo creído en Él, ellos nunca serían avergonzados. Ellos nunca se
arrepentirían de haber aceptado a Jesucristo como el Mesías verdadero en lo que
respecta a Israel, pero que era ahora "la principal piedra del
ángulo" de la nueva casa espiritual a la que ellos habían sido traídos.
Como "la principal piedra del ángulo" Cristo mantiene unido todo el
edificio. Así que la obediencia de la fe los había traído a esta posición
exaltada donde se encuentra toda la preciosidad de Cristo. Ellos asumieron el carácter
de la "piedra angular" con toda Su preciosidad descansando sobre
ellos.
"Pero
vosotros, sois una raza escogida, un sacerdocio real, una nación santa, un
pueblo para posesión (de Dios); a fin de que mostréis las excelencias de aquel
que os ha llamado de las tinieblas a su luz maravillosa". (1ª. Pedro 2: 9
– JND).
"Una raza escogida". Esta siguiente
descripción de ellos indica precisamente eso, una "raza escogida".
Ellos fueron integrados en una compañía completamente nueva que llevaba los
rasgos de Cristo. ¡Qué honor! Qué privilegio es poder reproducir los rasgos de
Cristo y manifestar así que ellos eran de una nueva raza espiritual. Israel bajo
la ley fracasó completamente en producir rasgos que fueran agradables para
Dios, pero ahora existía esta nueva raza que manifiesta los rasgos de Cristo y
anda así bajo la mirada de Dios para Su complacencia. Esto sólo podía ser
producido por el Espíritu Santo, y sólo creyendo podían ellos recibir el Espíritu.
Pero ellos habían creído, tenían el
Espíritu, y las características
de Cristo eran puestas a la vista, mostrando en verdad que ellos eran "una
raza escogida".
"Un sacerdocio real". Los sacerdotes
eran aquellos que eran consagrados al servicio de Dios. Sacerdotes reales, o
regios, mostraría la dignidad de su llamamiento. Manteniéndose en todo momento
al servicio de Dios, teniendo siempre presente que lo que ellos hacían al
servirle a Él, ascendía a Él como una ofrenda sacerdotal.
"Una nación santa". Si esta nueva
raza iba a funcionar como una compañía sacerdotal, ello sólo podía ser en
condiciones santificadas. Este es el sentido de la palabra "santo" —
santificado, o apartado. Sin duda ello implicaba ser apartado de todo lo que es
pecaminoso, y del Judaísmo en el cual no se encontraba ninguno de estos rasgos
espirituales. La compañía cristiana era apartada de todo lo que mantendría al
hombre lejos de Dios y obstaculizaría su servicio a Él en la libertad del
Espíritu Santo. Este estado santificado es doble en carácter — a saber, santificado
de lo que es contrario a Dios, y santificado
para lo que es agradable a Él. Ello
implica ser mantenido en la libertad a la que Cristo ha traído a los Suyos, y
en el disfrute de las bendiciones espirituales que son experimentadas en el
nuevo círculo Cristiano aparte de todo lo que obstaculizaría el disfrute de
este nuevo privilegio. Por tanto, Israel, como una nación que servía a Dios, ha
sido sustituido. (Versículo 9).
"Un pueblo para posesión (de
Dios)". No solamente ellos estaban en el disfrute inmediato de las
bendiciones que eran suyas como perteneciendo a Cristo, sino que eran un pueblo
al cual Dios reconocía como Suyo. Él había formado una compañía para Sí mismo,
una compañía que mostrara los rasgos de Cristo; que Le sirviera como
sacerdotes, y que se mantuviera en primer lugar como Su pueblo, dispuesto a
hacer Su voluntad. Como un pueblo tal, ellos tenían el privilegio de mostrar las
excelencias de aquel que los había llamado de las tinieblas a Su luz
maravillosa. (1ª. Pedro 2: 9 – JND). "Excelencias" (en griego 'aréte')
ha sido traducida a veces como 'virtudes'. El Judaísmo se había caracterizado
por la oscuridad, Dios en Su amor era desconocido; pero ahora ellos estaban en
la luz plena de la revelación de Dios como había sido dada a conocer a través
de Su Hijo bienamado. Como sacerdocio real ellos estaban mostrando a los
hombres las excelencias de Dios. De esta manera Dios estaba encontrando Su
complacencia en ellos como Su propia posesión en este mundo.
¡Cuán bueno es para nosotros tener en cuenta estos sencillos
pensamientos! Cualquier cosa que podamos hacer delante de los hombres, como
mostrando las excelencias de Dios, asciende siempre a Él como una ofrenda
aceptable. En este servicio sacerdotal cada creyente, como apartado por Dios
para Su propia complacencia, puede tener parte.
"Vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois
pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero
ahora habéis alcanzado misericordia". (1ª. Pedro 2: 10).
Si nosotros tenemos presente que el apóstol Pedro estaba escribiendo a
aquellos que antes eran Judíos, entenderemos el motivo por el cual él se
refiere constantemente a las Escrituras del Antiguo Testamento que, en gran
medida, tienen a la nación de Israel a
la vista. Él aseguraría así a los santos a quienes escribe que lo que la nación
como tal alcanzará en el mundo
venidero, ellos mismos ya lo habían
obtenido de una manera más elevada y bienaventurada caracterizada por la fe en
Jesucristo, Aquel a quien la nación había rechazado.
La descripción de ellos como "pueblo de Dios" es citada de
Oseas 2: 23. La primera vez que nosotros leemos acerca de Dios llamando a
Israel "Mi pueblo" fue cuando Él habló a Moisés desde la zarza que
ardía en fuego (Éxodo 3: 7). Después de esto, la primera demanda al Faraón
(Éxodo 5: 1) fue, "Deja ir a mi pueblo". Ese fue el principio de la
historia de Israel así conocida, pero con cuánta tristeza leemos posteriormente
en Oseas 1; 9, "Ponle por nombre Lo-ammi, porque vosotros no sois mi pueblo, ni yo seré vuestro Dios". La totalidad de los dos primeros
capítulos de Oseas están ocupados con el curso descendiente de la nación
mientras se sumergían en la adoración idolátrica, por lo que ya no llevaban los
rasgos del pueblo de Dios. No obstante, hacia el final del capítulo 2, el
profeta habla del momento cuando, en el mundo venidero, ellos serán nuevamente
reconocidos públicamente como el "pueblo de Dios". Sin embargo, esto
será en el terreno de la soberana misericordia de Dios cuando, limpiados de los
ídolos y de la adoración de ellos, adorarán nuevamente al Dios verdadero.
El apóstol es conducido por el Espíritu Santo a asegurar a estos
creyentes que ellos ya estaban en relación con Dios como Su pueblo, aquellos en
quienes Él podía encontrar ahora Su complacencia, y de ellos podía obtener una
respuesta en acción de gracias y alabanza a la gracia y a la misericordia que
Él había mostrado hacia ellos. Dos cosas eran ahora verdad acerca de ellos como
"pueblo de Dios" — a saber, ellos estaban en el favor divino en
cuanto a la relación con Dios, y estaban capacitados para responder a Él en
agradecida alabanza para la complacencia de Su propio corazón de amor.
"Extranjeros" (versículo 11) es el siguiente apelativo usado
por el apóstol, y les recordaría que ellos habían sido llamados con un
llamamiento divino (Hebreos 3: 1). Un
extranjero es una persona que no pertenece al lugar en que ella puede estar
residiendo. Pedro ya les había recordado a estos santos que ellos eran
extranjeros en los distritos en los que estaban obligados a vivir — Ponto,
Galacia, etc. (1ª. Pedro 1: 1) — pero el pensamiento acerca de ser extranjeros
en este versículo es algo mucho más profundo que eso. Como estando en
provincias Romanas, ellos pueden haber adoptado los modales y las costumbres de
esos lugares, y pueden haber llegado a caracterizarse por los rasgos de las
personas entre las cuales ellos habitaban. De ahí esta exhortación a llevar el
carácter de extranjeros, y por tanto, a abstenerse de pasiones carnales que
batallarían contra sus almas. Esto implicaría que ellos se mantuvieran
apartados de todas esas cosas en las que los impíos encontraban sus vidas y su
placer. Como extranjeros ellos tenían que manifestar mediante su modo de vida
que ¡sus corazones habían sido puestos en cosas más resplandecientes arriba! La
conducta de ellos apoyaría así el testimonio de ellos de Cristo resucitado.
"Peregrinos" (versículo 11. Como tales ellos miraban hacia el
final de la senda por la cual se movían, sabiendo que tenían un lugar en el
cielo en el que serían recibidos a la venida de su Señor.
"Extranjeros" los relacionaría con lo que está alrededor; "Peregrinos" con lo
que está adelante. Un extranjero es uno que
manifiesta que no pertenece al lugar en el cual él puede estar, mientras que un
peregrino muestra que está de tránsito hacia lo que está delante de él, no
teniendo ningún deseo de establecerse hasta que llega a ese lugar. Israel fue extranjero
en Egipto y peregrino en el desierto. Entonces, esos son los términos usados
por el apóstol para animar a estos creyentes a ser encontrados apartados del
mundo que los rodea, y a avanzar hacia la meta que estaba adelante de ellos. ¡Cuán
bueno es para nosotros el hecho que
se nos haga recordar constantemente estas cosas, para que no olvidemos la
gloria que está adelante y nos establezcamos en este mundo actual!
"Siervos de Dios" (versículo 16). Este parece ser el último
de los apelativos usados por el apóstol en este capítulo, e involucraría todo
lo que lo ha precedido. La palabra griega traducida como "siervos" es
en realidad "esclavos", y hablaría de aquellos completamente
consagrados a la voluntad de Dios. Qué enseñanza para nosotros es notar las relaciones
en la que se encuentra esta descripción, y las prescripciones que la rodean.
"Someteos… al rey… a los gobernadores" (versículos 13, 14). "Honrad
a todos"; "Amad a los hermanos"; "Temed a Dios";
"Honrad al rey" (versículo 17). "Criados, estad sujetos con todo
respeto a vuestros amos" (versículo 18). Es evidente que dondequiera que
estemos, y en cualquiera que sea la esfera en que nos podamos encontrar, debemos
caracterizarnos por la conducta consistente con nuestra posición como
"siervos (esclavos) de Dios". Si esto a veces implica padecimiento,
Dios lo tendrá en cuenta como que "merece aprobación".
Los restantes versículos del capítulo muestran que si somos llamados a
padecer por el Nombre de Cristo, el propio carácter de Cristo nos caracterizará
como aquellos que pertenecen a Dios. Prestemos una seria atención a todos estos
rasgos, con el fin de que ellos puedan caracterizarnos de manera correcta en
nuestras vidas mientras estamos en este mundo — un testimonio a los hombres de
que Dios nos ha llamado "de las tinieblas a su luz maravillosa". (1ª.
Pedro 2: 9 – JND). ¿Qué podría ser más a propósito para complacer a nuestro
Dios?
G. Davison
Traducido del Inglés por: B.R.C.O. – Noviembre
2019.-
Otras versiones de La Biblia usadas en esta traducción:
JND = Una traducción del
Antiguo Testamento (1890) y del Nuevo Testamento (1884) por John Nelson Darby,
versículos traducidos del Inglés al Español por: B.R.C.O.
LBLA = La Biblia de las
Américas, Copyright 1986, 1995, 1997 by The Lockman Foundation, Usada con
permiso.
VM = Versión Moderna,
traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada por Ediciones
Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza).