"¡Abba, Padre!"
J. T. Mawson
Todas las citas
bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas
de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares
en que además de las comillas dobles ("") se indican otras versiones
mediante abreviaciones que pueden ser consultadas al final del escrito.
Al comenzar este
año ocupémonos de nuevo de este Nombre que es en verdad el comienzo de todo
lenguaje Cristiano. Los "hijitos" conocen al Padre (1ª. Juan 2: 13),
y ABBA es el lenguaje del niño; sin
embargo, hay una dulzura y una riqueza de significado en dicha palabra que el santo
más anciano en la tierra no ha comprendido del todo. Es notable que ella no haya
sido traducida a nuestra lengua Española, y de hecho Pablo, inspirado por el Espíritu
Santo, no nos dio su equivalente en Griego en Romanos 8: 15 y en Gálatas 4: 6.
Dicha palabra es dejada allí tal como el propio Señor la usó cuando, en Su agonía
de sangre, se postró en oración en el Huerto. Nos es dejada, y nos es dada, y nosotros
podemos ocupar la misma palabra, el mismo sonido, que salió de Su boca cuando Él
se dirigió a Su Padre allí.
Consideremos esta
palabra cómo y cuándo el Señor la usó, pues entonces podemos obtener una
entrada más completa en su significado. Sus discípulos no pudieron velar con Él
en esa hora solemne, pero ahora nosotros podemos mirar hacia atrás y
contemplarle a Él allí. ¡Qué santa e incuestionable sumisión, y qué confianza impregnó
Su oración! Él se arredró de lo que estaba ante Él, si hubiera sido posible Él
habría pedido ser librado de ello, (ver
nota), pero la voluntad del Padre era suprema, Su voluntad debía ser cumplida cualesquiera
que pudiesen ser el costo y el padecimiento, leemos, "¡Ahora está turbada
mi alma! ¿Y qué diré? ¡Padre, sálvame de esta hora! mas por esto mismo vine a
esta hora". (Juan 12: 27 – VM, JND) y así, cuando la agonía pasó, Él dijo,
"la copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber?" (Juan 18: 11).
(N. del T.: compárese con Mateo 26: 39; Hebreos 5:
7, 8).
Es Marcos quien nos
dice que Él dijo, "Abba, Padre". (Marcos 14: 36). Marcos que escribe de
Él como el Siervo perfecto. Su senda de servicio Le había llevado a esta hora
oscura cuando tuvo que decir, "Mi alma está muy triste, hasta la muerte".
(Marcos 14: 34). ¿A quién podía Él recurrir? Sólo a Aquel a quien Él servía con
esa santa y perfecta consagración y en quien estaba toda Su confianza, Él pone
el asunto completo en Sus manos diciendo, "mas no lo que yo quiero, sino
lo que tú". (Marcos 14: 46). Una vez más decimos, ¡qué bienaventurada
sumisión, qué confianza, y qué intimidad! Y qué corazón puede concebir el
afecto con el que el Padre Le contemplaba en aquel entonces. Él había dicho, "Por
eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida,… Este mandamiento recibí de mi
Padre". (Juan 10: 17, 18). ¿Acaso no fluyó ese amor sobre Él en el huerto?
Y, ¿no era Él consciente de ello? Ciertamente fluyó, y ciertamente Él lo era, y
nos parece que en presencia de esa efusión de confianza y santa sumisión a la
voluntad del Padre, y de ese flujo descendente de inefable afecto aprendemos
algo de lo que el Nombre, Abba,
implica. "Abba" describe una relación en la que el conocimiento de un
amor perfecto encuentra una respuesta en perfecta confianza. Así es como lo
vemos revelado. Fue perfectamente revelado en y por Él.
Pero nosotros hemos
sido llevados, conforme a la gracia inimaginable, a esta relación, y el Nombre,
Abba, puede estar en nuestros labios cuando dirigimos nuestras oraciones a Dios.
El Nombre describe para nosotros el carácter de la relación. No se trata de una
relación de esclavitud o de temor. No permanecemos a distancia sino que nos
acercamos. Implica una santa intimidad unida con la más profunda reverencia. Describe
un amor hacia nosotros, y un cuidado por nosotros, que nos atraen y nos unen con
vínculos inquebrantables a Aquel que lleva ese Nombre, un amor y un cuidado que
crean dentro de nosotros una confianza y una sumisión cada vez mayores. En vista
de los padecimientos de este tiempo actual de los que habla Romanos 8, y que
muchos de los hijos de Dios están sintiendo profundamente, este Nombre es el
más dulce, el más bienaventurado. Es siendo conscientes de esto que podemos
decir, "sabemos que todas las cosas cooperan juntas para el bien de los
que aman a Dios, los que son llamados según su propósito". (Romanos 8: 28 –
VM).
Y Gálatas 4: 6 nos
ayuda. "Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el
Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!". Este es el Espíritu de
Dios, pero en este carácter especial y activo de esta manera especial. Es el
Espíritu de Su Hijo, y ciertamente si hemos de conocer el significado de este
clamor debemos contemplar a Su Hijo.
"Me llamaréis:
Padre mío, y no os apartaréis de en
pos de mí", (Jeremías 3: 19), fue la palabra de Dios a un pueblo
reincidente en días antiguos, y nos parece que ese Nombre, Abba, es el que nos
guardará de vagar, y nos preservará de la preocupación. Nosotros descansaremos
en el conocimiento de Sus perfectos amor y cuidado por nosotros, y cualquiera
que pueda ser nuestra porción en el futuro, la sumisión a Su voluntad y la
confianza en Su amor impregnarán nuestras vidas hasta que los padecimientos de
este tiempo actual den lugar a la gloria que será revelada en nosotros, que
somos los hijos amados y los destinados herederos de Dios.
J. T. Mawson
Traducido del Inglés por: B.R.C.O. – Octubre 2019.-
Otras versiones de La Biblia usadas en esta traducción:
JND = Una traducción del Antiguo Testamento (1890) y del Nuevo
Testamento (1884) por John Nelson Darby, versículos traducidos del Inglés al
Español por: B.R.C.O.
VM = Versión Moderna, traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión
1929 (Publicada por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza).