SANTIFICACIÓN
F. B. Hole
Todas las
citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido
tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los
lugares en que, además de las comillas dobles ("") se indican otras
versiones mediante abreviaciones que pueden ser consultadas al final del
escrito:
Las Escrituras
tienen mucho que decirnos acerca de la santificación, tanto en el Antiguo
Testamento como en el Nuevo; y dondequiera que la encontremos la palabra tiene
el significado fundamental de una separación,
o un apartamiento. En el Antiguo
Testamento la palabra es usada libremente tanto acerca de cosas como de
personas. En el Nuevo Testamento es usada principalmente, aunque no
exclusivamente, acerca de personas; y aplicándola a los creyentes, ella tiene
un significado doble — a saber, un significado primario y uno secundario. El
problema que muchos tienen es que el significado secundario ha eliminado el
primario en sus mentes. De ahí las dificultades que ellos sienten en relación
con este importante asunto.
La
santificación de los creyentes significa para muchas personas, quizás
para la mayoría, un proceso mediante el cual ellos son hechos cada vez más
santos y agradables a Dios; mientras que su significado primario es que por un
acto de Dios ellos han sido apartados para Él, y de acuerdo con esto, el
crecimiento de ellos en la santidad se convierte en una necesidad.
Entonces,
la idea primordial de la palabra, ya sea que tomemos su uso en
el Antiguo Testamento o en el Nuevo, es la de apartar o poner aparte para Dios.
Una persona o cosa santificada es una apartada de usos comunes para ser para posesión,
uso, y disfrute de Dios. En contradicción a la santificación está la profanación.
El sacerdote de la época
de Aarón no debía contaminarse… no debía hacerse profano: leemos, "Siendo
hombre principal entre su pueblo no se ha de contaminar, haciéndose profano".
(Levítico 21: 4 – VM). Los sacerdotes de la época milenial venidera van a hacer
esto, "enseñarán a mi pueblo a hacer diferencia entre lo santo y lo
profano". La palabra misma usada allí significa 'común o contaminado', y
obviamente, es justamente cuando una cosa es puesta para un uso común que ella
se contamina. Eso es visto fácilmente en relación con los asuntos ordinarios de
la vida. Cuando un terreno es abierto libremente al público se convierte en un
'terreno común', e inmediatamente reglas deben ser establecidas para
conservarlo en condiciones. Dejado a sí mismo pronto se convertiría, más o
menos, en un basurero.
En el sentido
primario de la palabra, todo creyente ha
sido apartado o puesto aparte para Dios. Se trata de un hecho de naturaleza
absoluta. Nosotros podemos hablar de ello como santificación posicional.
En el sentido
secundario, todo creyente ha de estar
apartado para Dios. Ello no es santificación posicional sino santificación progresiva.
Lo primario es un
hecho objetivo; lo secundario es una experiencia
subjetiva, que siempre debe
seguir y emanar a continuación del hecho objetivo.
Es probable que
las
cosas se salgan de lugar y se distorsionen en nuestras mentes si nosotros
permitimos que la experiencia subjetiva eclipse el hecho objetivo, como tantos lo
hacen.
Si algunos de
nuestros lectores se inclinan por cuestionar lo que acabamos de formular en
cuanto al significado primario de la palabra, que ellos consideren tres hechos,
a saber,
1º. Cosas
inanimadas — altar, fuente, utensilios — eran santificados bajo la ley. No
podía haber ningún cambio subjetivo, ningún aumento en la santidad en ellos.
Pero ellos podían ser puestos en una posición
separada, totalmente dedicados al servicio de Dios.
2º. El propio Señor
Jesús fue 'santificado y enviado al mundo', así pues leemos, "¿al que el
Padre santificó y envió al mundo,
vosotros decís: Tú blasfemas, porque dije: Hijo de Dios soy?" (Juan 10:
36); y además, Él dijo, "yo me santifico a mí mismo". (Juan 17: 19).
No podía haber ningún cambio subjetivo en Él — ninguna santificación en el
sentido progresivo. La santidad del orden más intenso, divino y absoluto, fue
siempre Suya. Pero Él pudo ser apartado por el Padre para Su misión como
Revelador y Redentor, y luego enviado al mundo. Asimismo, al dejar este mundo y
entrar en la gloria del Padre, Él pudo apartarse a Sí mismo en una nueva posición
como el modelo y el poder de
la santificación de Sus seguidores.
3º. Llega a
nosotros la enseñanza, "santificad a Dios el Señor en vuestros corazones".
(1ª. Pedro 3: 15). Aquí también el único sentido posible de
"santificad", es el de apartar posicionalmente. En nuestros corazones
hemos de poner aparte a Dios el Señor en una posición completamente única. Él
ha de ser exaltado allí sin un
rival.
Ahora bien, en
cuanto a nosotros mismos tenemos que comenzar con esta santificación absoluta y
posicional que es nuestra por el acto de Dios. Si no lo hacemos, estemos
seguros de que obtendremos ideas defectuosas, si no pervertidas, acerca de la
santificación práctica y progresiva que ha de ser nuestra, ya que la una emana
de la otra. La santificación práctica esperada es conforme al carácter de la
santificación posicional conferida.
La primera mención
de la santificación en la Biblia es en relación con la creación, cuando Dios
santificó el día séptimo en que Él reposó (Génesis 2: 3); la segunda mención es
en relación con la redención, cuando Él sacó a Israel de Egipto. Aquí de lo que
se trató fue de personas, pues Él dijo, "Santifícame todo primogénito".
(Éxodo 13: 2 – VM). Los que habían sido redimidos mediante sangre fueron apartados
para Dios posicionalmente, y debido a que lo fueron, una manera muy especial de
vida llegó a ser de ellos, o más bien llegó a ser de los Levitas, los cuales
más tarde fueron los sustitutos de los primogénitos (Números 3: 45; Números 8:
5 al 19).
El
tipo que nos proporciona el libro de Éxodo es uno muy instructivo. En
Éxodo 12 los hijos de Israel son protegidos del juicio mediante la sangre del
cordero, el cual prefigura el perdón y la justificación que llegan a nosotros
por medio del Evangelio. En Éxodo 15 ellos son sacados directamente de Egipto,
habiendo sido quebrantado el poder de Faraón, lo cual ilustra la salvación.
Ambos capítulos prefiguran la redención. Pero en Éxodo 13 tenemos la
santificación. El pueblo justificado por la sangre es apartado, o puesto
aparte, para Dios; y debido a que Él los reclama para Sí mismo, no tolerará
ningún reclamo rival. Él hizo efectivo Su reclamo contra el reclamo de Faraón.
Él quebrantó el poder de Egipto y, libertando a Su pueblo, Él los trajo a Sí
mismo. Toda la historia posterior de ellos tenía que regirse por este hecho.
En
todo esto Dios mostró muy claramente que cuando Él tenía la intención
de bendecir a un pueblo Él los apartaría para Sí mismo, en vez de permitirles
ser un pueblo común, contaminado, profanado. Ellos fueron santificados para Él.
Cuán
totalmente profanado por el pecado ha sido el hombre. Su mente, su
corazón, todo el curso de la naturaleza con él, han sido invadidos por toda
clase de mal. Si la gracia se dispone a ganarlo, él debe, en la naturaleza
misma de las cosas, ser apartado para Dios.
Entonces,
nosotros comenzamos asiéndonos del gran hecho de que hemos
sido santificados. La Escritura es muy precisa y clara en cuanto a este punto,
y quizás el ejemplo más sorprendente que ella nos proporciona es el caso de los
Corintios. De todos los Cristianos de la época apostólica, de los cuales
tenemos conocimiento, ellos se destacan como los menos caracterizados por la
santificación de tipo practico. La conducta de ellos estaba abierta a mucha censura,
y la obtuvieron del Apóstol Pablo en un lenguaje muy claro. Sin embargo, en su
primera epístola a ellos él los llama "santos", como "santificados
en Cristo Jesús". (1ª. Corintios 1: 2). Más adelante, en la misma
epístola, después de mencionar muchas de las abominaciones que llenaban el
mundo pagano, él dijo, "Y esto erais algunos de vosotros: mas… habéis sido
santificados". (1ª. Corintios 6: 11 – VM).
Nada
podría ser más claro que esto. Nosotros no llegamos a ser el pueblo
santificado de Dios por medio de alcanzar cierta norma de santidad práctica.
Nosotros somos los santificados de Dios, y debido a ello, la santidad, o la
santificación práctica, nos incumbe. Si lo primero fuera la senda de Dios ello
sería conforme al principio mismo de la ley. Lo segundo mencionado es la senda
de Dios y es conforme al principio de la gracia.
Esta santificación
absoluta o posicional nos llega de dos maneras. En primer lugar, es por la obra
de Cristo. "Somos santificados
mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre".
(Hebreos 10: 10). Leemos además, "Por lo cual también Jesús, para santificar al
pueblo mediante su propia
sangre, padeció fuera de la puerta". (Hebreos 13: 12). Creyendo en Él estamos
en el valor de Su ofrenda y somos así apartados para Dios tan plenamente como
hemos sido justificados.
En segundo lugar,
nosotros
somos santificados por el Espíritu Santo. A los Tesalonicenses Pablo escribió
en su segunda epístola, "Estamos en la obligación de dar gracias a Dios,
respecto de vosotros, hermanos, amados del Señor, por haberos escogido Dios,
desde el principio, para salvación, en santificación
del Espíritu y en creencia de la verdad". (2ª. Tesalonicenses 2: 13 –
VM). Pedro también escribió en su primera epístola, "elegidos… por la obra santificadora
del Espíritu"
(1ª. Pedro 1: 1, 2 – LBLA). Allí está el obrar del Espíritu Santo en nuestros
corazones, culminando en el nuevo nacimiento del cual leemos en Juan 3, cuando
"lo que es nacido del Espíritu, espíritu es". Luego, además, cuando
el evangelio es recibido en fe el Espíritu mora en el creyente, sellándole
hasta el día de la redención. Mediante ese sello el creyente es marcado como
perteneciente a Dios: es santificado como apartado para Él.
A los Corintios
Pablo escribió en su primera epístola, "Cristo Jesús, el cual nos ha sido
hecho por Dios… santificación"
(1ª. Corintios 1: 30). Nosotros somos apartados en Él, puesto que Suya fue la
sangre derramada por nosotros, y también hemos recibido el Espíritu como el
fruto de Su obra. Nosotros, así como los Corintios, hemos sido "santificados…
en el nombre del Señor
Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios". (1ª. Corintios 6: 11).
Una vez que hemos echado mano del hecho de que hemos sido santificados
en este sentido absoluto, nosotros estamos preparados para enfrentar nuestras
responsabilidades en cuanto a la santificación práctica que se basan en ello.
Una de las peticiones para los Suyos expresada por el Señor, tal como está
registrada en Juan 17 fue, "Santifícalos por medio de
la verdad; tu palabra es verdad". (Juan 17: 17 – JND). De ahí la importancia
de prestar la debida
atención a la Palabra de Dios, ya que mientras más la conocemos realmente, más
es ejercida en nuestras vidas su poder santificador.
"Esta es la
voluntad de Dios: vuestra santificación",
es lo que Pablo escribió a los Tesalonicenses. (1ª. Tesalonicenses 4: 3 – LBLA),
mostrando que no se trata de algo opcional para el Cristiano, algo a lo que hay
que dedicarse o que hay que evitar como dicte la imaginación. Además, Dios
mismo lo resuelve por Sus santos, y abarca todo en su alcance, pues Pablo
siguió orando por ellos, "Y el mismo Dios de paz os santifique por completo" (1ª.
Tesalonicenses 5: 23). Todo en
nosotros va a estar bajo el toque santificador del Dios de paz.
Pero por otra
parte, está el lado nuestro del asunto. Existen medidas que debemos tomar para
su progreso. Debemos 'evitar' ciertas cosas; debemos 'apartarnos de iniquidad';
debemos 'limpiarnos' de los utensilios(o vasos) de deshonra, los cuales enseñan
el error de una especie que derriba la fe; entonces podemos ser instrumentos para
honra, santificados, útiles para el Dueño de la casa. Leemos, "Pero en una
casa grande no solamente hay vasos de oro y plata, sino también de madera y de
barro; y algunos para honra y algunos para deshonra. Por lo tanto, si alguno se
habrá limpiado de estos, separándose él mismo de ellos, él será un vaso para
honra, santificado, útil para el Dueño". (2ª. Timoteo 2: 19 al 21 – JND).
En todos estos
modos de obrar la obra práctica de santificación progresa. Se trata, de hecho,
de la gran obra que el Señor está llevando a cabo con Su iglesia; siendo Su
objetivo santificarla y limpiarla "mediante el lavamiento del agua por la
palabra". (Efesios 5: 26 – JND). La obra de santificación y limpieza se
está llevando a cabo hoy en día en los individuos de los cuales está compuesta
la iglesia.
Una y otra vez en la Escritura se nos exhorta a la
santidad. ¿Cuál es la diferencia entre esto y la santificación que hemos estado
considerando?
No hay una
diferencia real. La misma palabra Griega es traducida por ambas palabras Españolas,
y al igual que se habla de "santificación" se habla de "santidad"
(1) como posicional y absoluta y (2) práctica y progresiva. Por ejemplo, cuando
leemos, "Por tanto, hermanos santos,
participantes del llamamiento celestial…" (Hebreos 3: 1), no debemos
entender que esto significa que ellos estaban muy avanzados en la santidad
práctica, sino que ellos eran un pueblo apartado para Dios como participando en
el llamamiento celestial. Hebreos 5: 11 al 14, indica que ellos no estaban muy
avanzados, y poco después encontramos que son exhortados a seguir "la paz
con todos, y la santidad"
(Hebreos 12: 14), lo cual infiere lo mismo. Los hermanos santos deben seguir la
santidad. En la primera epístola de Pedro encontramos exactamente lo mismo.
Él dice, "sed también vosotros santos"
(1ª. Pedro 1: 15)
a las mismas personas a las que él dice, "vosotros sois… nación santa"
(1ª. Pedro 2: 9).
Debido a que somos santos debemos ser santos. La
santidad, que va a caracterizarnos de manera
práctica, es según la santidad que ahora es nuestra por el llamamiento de Dios.
Los creyentes en Cristo son llamados frecuentemente
"santos" en el Nuevo Testamento. ¿Está el uso popular de este término
en consonancia con el uso Escritural?
De ninguna manera.
Popularmente
se supone que un "santo" es una persona eminentemente santa. Las
autoridades Católico Romanas todavía hacen santos mediante un largo proceso
llamado 'canonización'. Si nosotros viviésemos entre Católicos Romanos y
dijésemos, «voy a visitar a los santos», ellos probablemente se imaginarían que
vamos a visitar algún santuario local e invocar la ayuda del espíritu de alguna
de estas personas canonizadas. Y muchos que no son Católicos Romanos no se han
sacudido del todo estas ideas. Un santo no es una persona de piedad inusual,
que después de la muerte tiene derecho a ser representado en efigie o en un
retrato con una aureola alrededor de su cabeza, sino el creyente común y
sencillo — cada uno que ha sido apartado para Dios por la sangre de Cristo, y
por la posesión del Espíritu Santo.
Que todo creyente
verdadero es un santo significa que cada uno de nosotros somos responsables de
seguir la santidad. Quizás un motivo por el que la idea Católica Romana acerca
de un "santo" persiste tan firmemente es que ella conduce a las
personas a sentir que la santidad no es una preocupación particular de ellos,
sino solamente de unos pocos. Estas personas especiales pueden procurar la
santidad; ¡el resto de nosotros puede vivir vidas relajadas en el mundo!
Procuremos mantener
el pensamiento Escritural.
¿Van juntas la justificación y la
santificación?
Sí, van juntas,
en
lo que se refiere a la santificación posicional. En 1ª. Corintios 6: 11, donde de
lo que se trata es de la obra llevada a cabo "en el nombre del Señor
Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios", la santificación es mencionada
incluso antes de la justificación. Los Corintios habían sido limpiados y
apartados para Dios en el mismo terreno y por la misma acción por los que
habían sido justificados, y así también nosotros.
Viendo que van juntas, ¿estamos
en lo cierto al hablar de santificación por la fe, así como hablamos de
justificación por la fe?
En la Escritura
tenemos la declaración definitiva de que somos justificados "por la
fe" (Romanos 5: 1), pero en ninguna parte leemos que somos santificados
por la fe. No obstante, así como el
hecho de haber sido justificados lo sabemos por medio de la fe y no por
nuestros propios sentimientos, así también sabemos que hemos sido apartados
para Dios por medio de la fe y no por medio de sentimientos. Dios declara que
somos justificados como creyentes en
Jesús, y nosotros Le creemos. Él declara que somos santificados para Él como creyentes
en Jesús, y otra vez Le
creemos.
Otro asunto es que
si de lo que se trata es la santificación práctica. Eso es progresivo, y debe
haber un aumento en ella hasta el fin. Nosotros debemos estar
"perfeccionando la santidad en el temor de Dios" (2ª. Corintios 7: 1),
y Pablo oró por los Tesalonicenses hasta el fin para que pudieran ser
santificados "en la venida de nuestro Señor Jesucristo" (1ª. Tesalonicenses
3: 13). Obviamente, la santidad no está separada
de la fe, pero hablar de santidad por medio de la fe, como si la fe la
produjera por sí sola, es excluir elementos del vivir Cristiano que de ninguna
manera debiesen ser excluidos.
Entonces, ¿cuáles son estos elementos? ¿Cómo es producida
la santificación o santidad práctica?
En la última parte
de Romanos capítulo 6, la santidad es presentada como siendo el "fruto"
de haber sido libertados de la esclavitud del pecado. Pues bien, es "la
ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús" la que nos libra "de la ley
del pecado y de la muerte". (Romanos 8: 2). Mientras más estamos bajo la
ley (o, control) del Espíritu, más disfrutamos de la libertad del control del
pecado., Por lo tanto, evidentemente, el
control del Espíritu Santo es un elemento muy importante en la
santificación práctica.
Además, cuando el
Señor
estaba orando por los Suyos, como está registrado en Juan 17, Él dijo,
"Santifícalos por medio de la verdad; tu palabra es verdad". (Juan
17: 17 – JND). El Espíritu de Dios y la Palabra de Dios están íntimamente
relacionados. Ellos estaban en la creación, como muestran los tres primeros
versículos de Génesis 1. También están juntos en el nuevo nacimiento, y de
nuevo en el asunto de la santificación práctica. Nosotros podemos hablar de santidad
por medio de la Palabra de verdad
así como de santidad por medio del
Espíritu.
También podemos
hablar de santidad por medio del amor
a la luz de 1ª. Tesalonicenses 3: 12 al 13). A medida que el amor aumenta,
nuestros corazones son afirmados (o, fortalecidos) en santidad.
Y una vez más, hay
santidad mediante la separación de todo lo
que es inmundo, junto con la limpieza de toda contaminación (o, inmundicia)
de la carne y del espíritu. 2ª. Corintios 6: 14 a 7: 1 nos dice esto. Y 2ª.
Timoteo 2: 16 al 22 nos dice lo mismo, pero en un contexto algo diferente.
Aquí están,
entonces, cuatro elementos además de la fe mediante los cuales la santificación
práctica es producida.
A veces nos encontramos con aquellos que hablan acerca de
estar 'completamente santificados' de
una manera que sugiere una pretensión de absoluta libertad de la presencia del
pecado. ¿Hay algún apoyo para esto en la Biblia?
Sí lo hay, a saber,
1ª. Corintios 5: 23, al cual ya nos hemos referido. Leemos, "Y el mismo
Dios de paz os santifique por
completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado
irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo". Pero el
contexto muestra que la expresión "por completo" se refiere al hombre
completo en su naturaleza tripartita — "espíritu, alma y cuerpo". No
hay nada parcial acerca de la obra de la gracia de Dios. Su influencia
santificadora llega a cada parte de nosotros, y es llevada a cabo hasta "la
venida de nuestro Señor Jesucristo". Cuando Él venga, la santificación del
hombre completo será llevada a su plenitud y perfección; pero no antes.
Mientras habitamos
estos cuerpos, derivados de Adán, el pecado está todavía en nosotros; sin
embargo, mientras más experimentamos la obra santificadora de Dios, menos nos
sometemos al poder del pecado. No hay excusa alguna para el creyente cuando
peca, en vista de que dispone de un amplio poder para preservarle. No obstante,
todos tropezamos (u, ofendemos) a menudo, como Santiago nos ha dicho en su
epístola; y todos lo confesaremos, a menos que nuestro sentido de lo que es
pecado esté tristemente embotado, o simplemente nos estemos engañando a
nosotros mismos.
Una vida de
santidad práctica es verdaderamente una vida Cristiana en condiciones y normal;
pero aquel que más la vive es el que menos habla de su santidad; él no vive
para sí mismo ni habla acerca de sí mismo. El objetivo de su vivir y el tema de
sus palabras es CRISTO.
F.
B. Hole
Traducido del Inglés por: B.R.C.O. –
Agosto de
2019.-
Otras
versiones de La Biblia usadas en esta traducción:
LBLA = La
Biblia de las Américas, Copyright 1986, 1995, 1997 by The Lockman Foundation,
Usada con permiso.
JND = Una
traducción del Antiguo Testamento (1890) y del Nuevo Testamento (1884)
por John Nelson Darby, traducido del Inglés al Español por: B.R.C.O.
VM = Versión
Moderna, traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada por
Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza).