LA NECESIDAD DE LA EXPIACIÓN
Mientras la Biblia está
sembrada con expresiones del amor y la gracia de Dios, es un error suponer que alguna vez, por un instante, o en el menor
de los grados, Él renuncie a Su Justicia, santidad, o majestad. Sería una imperfección en su divino carácter, si uno de sus
atributos o cualidades fuere ejercido a expensas de otro. Hay mucho malentendido acerca de esto. Algunos parecen pensar que
para perdonar el pecado, Dios simplemente tiene que pronunciar un decreto, dar un mandamiento, y todo está hecho. Eso, ellos
suponen, es todo lo que se requiere. Pero si eso fuese así, ¿en qué clase de condición quedaría el universo? Si el perdón
de las transgresiones fuese un simple asunto de emoción en la mente de Dios, ¿dónde estaría la seguridad de la ley? No existiría.
Dios no podría mantener más Su trono. Si alguna vez se hiciese público en el universo, que la infracción de las leyes divinas
no tuvo consecuencias, y que esto daría por cerrado el tema, el resultado sería un caos moral: no habría ninguna estabilidad
moral en el universo.
Pero lo opuesto de esto
es la verdad. A causa de que Dios es justo, Él no puede tratar con el pecado de esta forma tan liviana y fácil. Acaso Cristo
no dijo:-"hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido."
(Mateo 5:18). "De toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio." (Mateo 12:36).
Luego, esto es una cosa
muy solemne. Es solemne acordarse de que ni un solo pecado, de cualquier criatura mortal, nunca puede acontecer sin recibir
su debida recompensa de castigo. La justicia exige esto. Si Dios no mantiene Sus leyes invioladas así, Él deja de ser justo;
Él ya no puede gobernar más en medio de Sus criaturas; Sus criaturas conocerían que Sus leyes no significaban lo que decían,
y esas leyes serían tratadas con desprecio; o, haciéndolas cumplir algunas veces, cuando Él escoge, y otras veces no, Él sería
un tirano arbitrario y poco razonable. Al ser Dios así, poco razonable y variable, Sus propias criaturas Le faltarían el respeto,
y el universo estaría en desorden.
Pero alguien dirá, ¿Cómo
es, entonces, que el perdón libre es proclamado en el evangelio? ¡Ah! eso es lo que la cruz explica. Hablando humanamente,
Dios tuvo que enfrentarse con esta dificultad; Él amaba al pecador pero, ¡no podía hacer absolutamente nada con sus pecados!
Aquí estaba el dilema; y el camino de salida se encontró en el don de Su Hijo, al hacerse carne, y en humana naturaleza, de
hecho al llevar, sufrir y experimentar el castigo debido a todos mis pecados. Hay dos notables expresiones usadas para darnos
a entender lo que la naturaleza de Dios es: "Dios es amor" (1 Juan 4:8), pero también -"Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas
en él." (1 Juan 1:5). La luz en Su naturaleza demanda que toda tiniebla y pecado deban ser desterrados lejos de Su presencia.
Nadie con una mancha de pecado puede acercarse a Él. De hecho, con una mancha de pecado sobre nosotros, no desearíamos hacerlo;
nuestro deseo sería huir lejos, lejos de esa luz que nosotros no podríamos soportar.
Con todo, Su corazón de
amor anhelaba tener al pecador en Su propio hogar. Y Él encontró, y proporcionó, un modo por el cual esto podía ser llevado
a cabo, y que es este -"Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios." (1
Pedro 3:18). Pero para entender esto, nosotros debemos entender algo de la persona de Cristo. Si Él hubiese sido solamente
hombre, por mucho que haya sido justo y perfecto, Su muerte no habría sido un sacrificio adecuado para los pecados de millones
de seres humanos. Si un ángel - el más alto - el arcángel - pudiese haberse ofrecido él mismo - su vida no era suya propia
para darla; pero de haberla dado, habría sido totalmente insuficiente. Además,
como Gobernador del universo, Dios no podía llegar a acuerdos con Sus criaturas por infracciones de Sus leyes. Sus leyes no
estarían, entonces, salvaguardadas de ser quebrantadas de nuevo; ya que estarían abiertas a que otra persona, en un tiempo
futuro, tomase el riesgo de quebrantar la ley, sabiendo que él o algún otro por él, podría ofrecer aquello que satisfaría
al Todopoderoso por su crimen. Así, parece estar claro que Dios no podía aceptar nada de Sus criaturas en satisfacción por
la rebelión.
Entonces, ¿qué se debía
hacer? ¿Podía Dios dejar el pecado sin castigo, y así tener Su carácter empañado, como Uno que puede ser complaciente con
el mal? ¡No! no obstante lo que suceda, Dios debe mantener Su propia gloria intachable. Pero el amor que podía amar a pecadores
indignos encontró un camino de salida para la salvación de ellos. Lo que la criatura no pudo hacer, Dios mismo lo ha hecho.
El Padre dio al Hijo, y el Hijo, en amor y compasión, asumió la tarea. Él se hizo carne, para ofrecer, en la naturaleza de
hombre, lo que la ofendida Majestad del cielo podía aceptar. Y esto no fue una fantasía. Él experimentó la ira de Dios debido
al pecado. Él mismo llevó nuestros pecados en Su propio cuerpo en el madero. ¡Miren al jardín de Getsemaní! Él pide, implora,
que si fuese posible, la copa que incluso Él anticipaba con tanto sufrimiento, pasara de Él. Él no estaba aún bebiendo la
copa, la copa de la temible ira de Dios contra el pecado, sino la simple anticipación Le hizo sudar como grandes gotas de
sangre cayendo hasta la tierra. No fueron los sufrimientos humanos los que hicieron propiciación por el pecado; ni el látigo,
o los clavos, o el escarnio; estos fueron sufrimientos de parte del hombre por la justicia. Más que esos, muchos más que esos
Él sufrió en la cruz de parte de Dios por el pecado, "a aquel que no conoció pecado, le hizo pecado, a causa de nosotros,
para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él." (2 Corintios 5:21 - Versión Moderna). Ninguna criatura podría haber
soportado la ira de Dios contra el pecado; pero Él, siendo Dios, así como hombre, pudo hacerlo; y la gloria de Su persona
le dio al sacrificio un valor que no sólo fue profundo, sino infinito.
Luego, si alguna vez pudiese
haber sido posible para Dios renunciar a un ápice de Su justicia, habría sido
hecho, entonces, a petición de Su propio Hijo amado. Pero eso sería imposible. Pronto ustedes verían al sol caer del centro
de nuestro sistema, y todos quedaríamos en tinieblas y confusión. Sería más fácil abandonar la ley de gravedad, que Dios se
desviase ni una hebra de Su justicia. Escuchen la súplica agonizante en Getsemaní - "¡Padre mío, si es posible, pase de mí
esta copa! mas no como yo quiero, sino como tú." (Mateo 26:39 - Versión Moderna). Y Él "se fue de nuevo, por segunda vez,
y oró diciendo: ¡Padre mío, si esta copa no puede pasar, sin que yo la beba, hágase tu voluntad!" (versículo 44 - Versión
Moderna). "Y dejándolos de nuevo, se fue, y oró por tercera vez, diciendo otra vez las mismas palabras." (versículo 44 - Versión
Moderna). Entonces Él se levanta, y pasa con tranquilidad y dignidad incomparable a través de todos los horrores de esa hora;
las laceraciones del látigo Romano, a causa de las cuales, algunas veces el criminal moría; la escarnecedora corona de espinas,
la obscenidad de los soldados, los esputos sobre Él, los golpes en el rostro, la forma burlona en que hincaron la rodilla
delante de Él, los interrogatorios delante de Pilato, a quién Él dice tranquilamente:- "No tendrías potestad alguna contra
mí, si no te hubiera sido dada de arriba." (Juan 19:11 - Versión Moderna).
¡Cuán majestuosamente
humilde se yergue Su figura a través de estas escenas! Y, con todo, esto era solamente preliminar - sólo el vestíbulo del
sufrimiento por el pecado en que Él debe entrar aún. Porque esto no fue sufrir por el pecado: esto era sufrir de parte de
los hombres por la justicia. Fue solamente sobre la cruz que Él llevó nuestros pecados; e incluso entonces, no fue el hecho
de haber sido clavado, o la sed - estas eran aflicciones humanas. Más allá y sobre todo esto, Jehová cargó en Él el pecado
de todos nosotros. La mente humana más grande nunca puede concebir a lo que Él tuvo que someterse, a experimentar y soportar
la ira de Dios contra el pecado. Esto es lo que arrancó de Él el clamor: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?"
La cruz de Cristo mantiene vigente el testimonio eterno de que no se puede prescindir de la justicia de Dios, ni puede
ser abatida.
Por consiguiente, si Dios y el pecador se encuentran una vez en juicio, no puede haber sino un resultado - condenación;
y si la culpa es inamovible, salvo por medio de la sangre de Cristo, se infiere que el castigo y la proscripción deben ser
eternos.
Pero aparte de ser el
testimonio de la justicia divina y eternal, la cruz de Cristo es también el testimonio del amor insondable de Dios. Ya que,
¿por qué se permitió que Cristo fuese crucificado? No por algún pecado Suyo propio, ya que Él no tenía ninguno. Pero lo que
contemplamos allí, es al único Hombre justo que jamás haya vivido, sufriendo por el pecado sobre la cruz: el único Hombre
justo, ¡abandonado por el Dios siempre justo! Sabemos bien la solución de la incógnita: - "Mas él herido fue por nuestras
rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados."
(Isaías 53:5). ¡Oh! ¡qué amor hubo en Él para pasar a través de todo esto, para proporcionar una vía de escape para pecadores
indignos y desagradecidos! Y qué amor en Dios para dar a Su Hijo, - "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a
su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna." (Juan 3:16).
La justicia de Dios es
un hecho solemne. El superficial sistema de pensamiento llamado Nueva Teología no tiene medios para satisfacerla; pero Getsemaní
y el Calvario son las advertencias públicas de Dios a la humanidad, de que las demandas de Su justicia deben ser satisfechas.
Si de alguna forma se hubiese podido escapar de ellas, o pudiesen haber sido burladas, el Hijo de Dios no habría sido enviado
nunca aquí abajo a nuestro mundo. Pero en el Calvario Él satisfizo, para el creyente, cada demanda que la justicia tenía contra
él, y la sangre de Jesucristo, el Hijo de Dios, nos limpia (a los creyentes) de todo pecado. Son tres veces felices aquellos
que están al abrigo de esa sangre; terrorífico será el despertar de aquellos que son tan necios como para pensar que ellos
pueden evadirse o burlarse de las demandas de la justicia divina.
E.
J. Thomas
Traducido
del Inglés por: B.R.C.O. - Mayo 2005.-