¿En Qué Nombre somos Congregados?
H. H. Snell
Todas las
citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido
tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los
lugares en que, además de las comillas dobles ("") se indican otras
versiones mediante abreviaciones que pueden ser consultadas al final del
escrito.
"Donde están
dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos."
(Mateo 18: 20).
Este es el único
lugar en la Escritura donde se encuentran estas preciosas palabras. El Señor
estaba hablando de la Iglesia, o Asamblea. El evangelio de Mateo es el único
que menciona a la Iglesia. El motivo es obvio. La línea de verdad de Mateo
trata a Jesús como el Mesías, el Hijo de David, el Hijo de Abraham. Este es el
motivo por el cual Su derecho al trono, Su nacimiento en Belén, y algún otro
testimonio de los profetas, se encuentran exclusivamente allí; y por eso el
sermón en el monte, las parábolas del reino, y las profecías en cuanto al
futuro de los Judíos, de la Cristiandad, y de los Gentiles, son presentadas aquí
de manera tan completa. En una palabra, el evangelio de Mateo expone
detalladamente que Jesús "a lo suyo vino", presentó pruebas continuas
de Su Mesiazgo, y que allí podía introducir el reino; pero "los suyos [los
Judíos] no le recibieron". En lugar de que la nación le diera la
bienvenida, sólo unos pocos pescadores y mujeres, y algunos otros, Le
recibieron como el Mesías; ellos estuvieron así en el terreno del reino, y
fueron partícipes de Su bendición. El pueblo celebró un concilio para
destruirle, de modo que Él, eventualmente, prescindió de ellos como "La
generación mala y adúltera". (Mateo 12: 14, 45; Mateo 16: 4). Siendo ese
el caso, pareció ser un momento adecuado para que el Señor sacara a relucir lo
que había sido "mantenido oculto desde tiempos eternos", a saber, que
Él se había propuesto introducir otro orden de bendición, muy distinto del
Judaísmo — Su Iglesia. Por lo tanto, Él dijo a Pedro, "sobre esta roca
edificaré (no, yo he edificado, o yo edifico,
sino edificaré) mi iglesia". Lo que era la Iglesia o Asamblea no es
revelado hasta el apostolado de Pablo (Efesios 3: 5); sólo que, al prescindir
de los Judíos por un tiempo como un pueblo bajo los tratos gubernamentales de
Dios, Él haría otra cosa — "edificaré
mi iglesia". (Mateo 16: 18).
Cualesquiera que
sean los tipos y sombras de la Iglesia que puede haber habido en el Antiguo
Testamento, esta es la primera vez en la Escritura en la que se habla
claramente de ella. Luego, en Mateo 18, cuando habla de un hermano que ha
pecado contra otro, Él menciona nuevamente la Iglesia, o Asamblea, no como
estando ella aquí en el lugar de infalibilidad, sino de autoridad en cuanto a
disciplina. En esto el Señor enseña claramente que el poder de toda autoridad
en la disciplina de los que yerran aquí, así como también el secreto del éxito
en la oración unida, es que Él está "en medio de ellos". "Porque
donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de
ellos". (Mateo 18: 15 al 20). Es importante observar que aunque estas
palabras sólo se encuentran aquí, hay una notable alusión a ellas en referencia
a un caso de disciplina asamblearia en Corinto — leemos, "En el nombre de
nuestro Señor Jesucristo, reunidos vosotros", etc. (1ª. Corintios 5: 4).
Tal vez pocos
pasajes de la Escritura son más frecuentemente citados en toda la Cristiandad que
el versículo que estamos considerando ahora, aunque aparentemente es muy poco
entendido por muchos. A menudo se lo cita mal. Hemos oído decir, «donde dos o
tres se encuentran en mi nombre», pero ello no es la Escritura; y algunas veces
se añade, como si fuera parte del versículo, «y eso, para bendecirlos.» Por
otra parte, refiriéndose a este versículo, una persona ha dicho, «Nosotros nos
reunimos en el nombre de Jesús»; y otra, «nosotros nos reunimos sencillamente
en el nombre de Jesús»; o, «el nombre de Jesús
es suficiente para que nos reunamos»; pero ninguna de estas aseveraciones son
declaraciones Escriturales. Jesús dijo, "Mi nombre". La pregunta es,
por tanto, «¿Qué es ahora Su nombre?»
Algunos comienzan una carta con 'Querido hermano en Jesús', y concluyen con,
'Suyo en Jesús'. Y si bien no dudamos que ellos tienen una buena intención, sin
embargo, un momento de reflexión acerca de la verdad de la Sagrada Escritura
mostraría que nosotros no estábamos en Él en los días de Su carne, sino que
estamos en Él resucitado y ascendido; y, por medio del don del Espíritu Santo,
estamos unidos a allí a Aquel que ha sido hecho Señor y Cristo. (Hechos 2: 36).
Por tanto, nunca leemos en la Escritura que nosotros estamos 'en Jesús', sino
en "Cristo Jesús" (Romanos 8: 1), o, "completos en él, que es la
cabeza de todo principado y potestad". (Colosenses 2: 10). Lo que sí
leemos es acerca de los que duermen en Jesús, pero la traducción correcta debe
ser, "durmieron por medio de Él". (1ª. Tesalonicenses 4: 14). Un asunto
de gran interés para las almas es en cuanto a si sus pensamientos meditan de
continuo en Jesús, como Él era en la tierra, (lo que es muy bienaventurado en
su lugar) o están ocupadas con Cristo mismo glorificado, el cual es nuestra
vida y nuestra justicia, y en quien, por la maravillosa gracia, somos hechos aceptos
y bienaventurados.
Por consiguiente,
en lugar de decir juntos en mi
nombre, nuestro Señor dijo, "congregados
en mi nombre". Para nosotros reunirnos
implica la actividad de nuestras voluntades; ser "congregados"
implica la ejercitación de otro poder, Uno
que congregue; y así es. El Espíritu Santo en la tierra, durante la
ausencia de nuestro Señor, nos atrae a Su nombre, dándonos la conciencia y el
disfrute de estar alrededor de Aquel que está en medio. No se trata de una asociación
voluntaria de hombres, sino de una clara acción del Espíritu Santo atrayendo
nuestros corazones a aquel muy precioso Nombre, al cual la nueva vida que hemos
recibido se deleita en ir, bajo la guía del Espíritu y la Palabra de verdad. ¡Cuán
solemne, y no obstante, cuán inefablemente bienaventurado es tener la
conciencia de ser "congregados" por el Espíritu de Dios! Pero aunque
esta acción del Espíritu Santo al congregarnos incluiría a los que están en
Cristo, necesariamente excluye a los que no están en Cristo; pues, ¿Cómo
podrían ellos ser verdaderamente congregados en Su nombre, en quien no han
creído? ¡Qué cosa tan falsa ello sería! ¡De qué manera esta sola Escritura
demuele toda idea de meras confederaciones y asociaciones humanas para la obra del
Señor! Ciertamente el Espíritu Santo es Aquel que da testimonio y el
Glorificador del Señor Jesús durante Su ausencia, y por tanto, para aquellos
que Le conocen, Su "nombre es como ungüento derramado". (Cantares 1:
3).
Jesús dijo,
"Donde están dos o tres congregados en mi
nombre, allí estoy yo en medio de ellos". La pregunta para cada
corazón es, ¿estamos nosotros congregados en Su nombre? porque ciertamente esto
excluye todo otro nombre. Cuán
solemne y severamente el Espíritu Santo, por medio del apóstol, reprendió la
primera expresión de un creyente que decía, "Yo soy de Pablo", y
otro, "y yo de Apolos. Él apela de inmediato a ellos como miembros del
cuerpo de Cristo, y pregunta, "¿Acaso está dividido Cristo? ¿Fue
crucificado Pablo por vosotros? ¿O fuisteis bautizados en el nombre de Pablo?"
(1ª. Corintios 1: 12, 13). No fue que ellos se propusieron dejar de reunirse en
el nombre del Señor Jesús, sino solamente adoptar sus nombres, quizás como una
señal de respeto hacia Pablo y Apolos. No obstante, esto es considerado
decididamente un agravio, y es declarado carnal y no espiritual. Algunos podrían
no haber comprendido el valor reconfortante y cautivador de ser reunidos a Su
nombre, y otros podrían haber perdido la frescura de ello. Es difícil saber cómo
cualquier Cristiano, que ha saboreado el consuelo y el poder de ser reunido a
Su nombre, podría tolerar la sustitución o la adición de otro nombre. Si nosotros
no supiéramos que el cisma, o el sectarismo, es una obra de la carne, hubiésemos
pensado que ello era imposible. ¡Lamentablemente! ¿Qué es el hombre?
Cuando el Señor
mencionó Su Iglesia o Asamblea, se estaba refiriendo a lo que era futuro,
sabiendo bien lo que tendría lugar en cuanto a Su muerte, resurrección, y el
descenso del Espíritu Santo. Inmediatamente después de decir, "edificaré
mi iglesia", etc. (Mateo 16: 18), se dice, "Desde entonces comenzó Jesús a declarar
a sus discípulos que le era
necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales
sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día".
(Mateo 16: 21). Se dice, "Desde entonces", porque la Iglesia sólo
podía estar fundamentada sobre Su muerte y resurrección, y formada por el
descenso del Espíritu Santo después de Su exaltación a la diestra de Dios. Este
cambio en el llamamiento, posición, y características esenciales de la Iglesia
de Dios, contrastada con Israel, es el motivo por el cual el lugar de
adoración, ya sea en Jerusalén o cualquier otro lugar, ya no es más el asunto,
sino si estamos congregados en el nombre del Señor Jesucristo.
A
los Judíos debe haberles parecido extraño haber oído al Señor hablando
así de Su propio nombre como el centro de reunión. Ellos podrían haber pensado,
«¿Por qué tanto silencio acerca del espléndido templo, y todas sus imponentes
ceremonias? ¿Por qué todo esto es ignorado?» Poco imaginaban ellos que su
hermoso templo se convertiría pronto en un montón de ruinas y escombros.
Habiéndole rechazado Su propia nación, "los suyos" serían de allí en
adelante esos pocos que "le recibieron" (Juan 1: 11, 12); y habiendo
sido dejada desierta la hermosa casa de Dios en la tierra por el pecado de Judá,
la casa "del Padre" sería la que en lo sucesivo ocuparía sus
corazones. Todo es así cambiado. Por tanto, en lugar de estar congregados en el
lugar de hermosas piedras, como casa de Dios en la tierra, un orden de cosas
espiritual ha suplantado el santuario Terrenal; de modo que ahora los que están
verdaderamente congregados de acuerdo con el pensamiento del Señor están
congregados en (o, a) Su nombre.
¿Qué hemos de
entender por "mi nombre"? Porque Él tiene ahora un nombre que es
sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el
venidero. (Efesios 1: 21). Ahora Su nombre ya no es solamente
"Jesús"; porque Pedro dice a los judíos, "a este Jesús a quien
vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo". (Hechos 2: 36).
Este es el motivo por el cual en 1ª. Corintios 5 no es, como a veces hemos
oído, «en el nombre de Jesús», sino "En el nombre de nuestro Señor
Jesucristo". (1ª. Corintios 5: 4). La diferencia es de una importancia
inmensa para las almas; porque aquellos que hablan de reunirse al nombre de
Jesús, tienen ante ellos a Cristo como Él era en la tierra, y son como Sus
discípulos en la tierra, los cuales estaban realmente en el terreno del reino,
el cual no es donde la verdad nos ha puesto. El hecho de estar congregados en
el nombre de nuestro Señor Jesucristo conecta nuestros corazones con Cristo en
la gloria, donde Él está ahora, y donde solamente se Le conoce ahora; y podemos
estar seguros que es allí donde el Espíritu Santo, el Glorificador de Cristo,
nos dirige. Habiendo sido el Judaísmo dejado de lado por un tiempo, es
introducido este nuevo orden de cosas, formado por la venida del Espíritu
Santo, y activado por Su poder residente; de modo que ahora el nombre del Señor Jesús
ha de ser asociado con todo.
Nosotros somos congregados en Su nombre; para pedir al Padre en oración en Su
nombre. Todo lo que hagamos de palabra o de hecho ha de ser hecho en el nombre
del Señor Jesús. Los apóstoles
obraron sus milagros en Su nombre; y en breve, en el nombre de Jesús se doblará
toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la
tierra; y toda lengua confesará que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios
Padre. (Juan 16: 23; Colosenses 3: 17; Filipenses 2: 10, 11).
Nos hemos explayado
un poco acerca de estar congregados en Su nombre, debido a la manera descuidada
en que muchos parecen considerar estas palabras de nuestro bendito Señor; y
porque juzgamos que es necesario que el significado verdadero de esas palabras
sea entendido, si realmente queremos comprender lo que sigue a continuación, a
saber, "allí estoy yo en medio de ellos". Nosotros podemos contar con
Su presencia solamente cuando estamos verdaderamente congregados en Su nombre.
El hecho de que
Él
está "en medio" es algo especial. Ello es más fácilmente percibido
que expresado. El ojo de la fe Le discierne a Él; el incrédulo no Le ve. El
hecho de que Él está "en medio" de una compañía reunida así no debe
ser confundido con el morar del Espíritu Santo. Todos los que tienen el
Espíritu — el otro Consolador — Lo tienen para siempre. Leemos, "para que
esté con vosotros para siempre". (Juan 14: 16). Él está morando siempre en
nosotros individualmente, y en la Iglesia en la tierra, incluso cuando no está
congregada. Entonces, es un error suponer que el Espíritu Santo está presente
sólo cuando estamos congregados en el nombre del Señor. Sin duda Él está allí,
y el poder de todo ministerio y de toda adoración. Pero, "allí estoy yo en
medio de ellos", es un hecho condicional, y no es el Señor (como algunos
han dicho) presente por el Espíritu Santo, sino el Señor en medio en espíritu,
aunque está personalmente sentado en el trono del Padre. Es muy feliz disfrutar
así Su presencia. ¿Existe algo de carácter colectivo comparable a ello en la
tierra? ¿No es ello la clase más celestial de bendición colectiva que podemos
conocer en la tierra?
Para estar nosotros
congregados en el nombre del Señor Jesucristo, y en el disfrute pleno de Su
presencia "en medio", debemos conocerle —
1º. como Aquel que
consumó nuestra eterna redención;
2º. como Aquel que
envió el Espíritu Santo;
3º. como Aquel que
es la cabeza del cuerpo — del un solo cuerpo;
4º. como Aquel que
anda en medio de los candeleros de oro, ante quien somos individual y
colectivamente responsables;
5º. como Aquel que
viene en breve a recibirnos a Sí mismo.
Hay otros aspectos
de nuestro Señor que podrían ser añadidos a esta lista; pero esos serían
reconocidos por aquellos que están, en cualquier medida, arraigados en la
gracia y la verdad que vinieron por medio de Jesucristo.
Con respecto al
primer punto del párrafo anterior, ¡qué libertad de alma nos da el conocimiento
de que Él está en medio, el que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con Su
sangre! Los que consideran tales reuniones como un medio de gracia para obtener
salvación, están completamente apartados del pensamiento del Señor. Sabiendo
que tenemos redención en Cristo y a
través de Su sangre, nosotros recordamos gozosamente a Aquel que nos redimió a
tal precio; y estando seguros que somos hijos de Dios por la fe en Cristo
Jesús, y habiendo recibido el Espíritu de adopción, nosotros adoramos "al
Padre en espíritu y en verdad". Nosotros recordamos que Jesús estuvo por nosotros
en la cruz, vemos que Él
es por nosotros en la gloria, y esperamos Su venida nuevamente, cuando "estaremos
siempre con el
Señor". ¿Cómo es posible que los incrédulos puedan compartir esto, por muy
afables que sean? La Escritura contempla más bien que "un incrédulo"
entre en una asamblea así, y esté tan impresionado por lo que vio y oyó, como
para postrarse y declarar que "verdaderamente Dios está entre vosotros".
(1ª. Corintios 14: 24, 25). Nosotros sabemos que esto ha sido algunas veces el
feliz testimonio de eso.
En cuanto al
punto 2, Aquel que dijo, "allí estoy yo en medio de ellos", ha enviado
el Espíritu Santo. Antes de dejar el mundo Jesús dijo, "cuando venga el
Consolador, a quien yo os enviaré del Padre", etc. (Juan 15: 26),
prometiendo así enviar el Espíritu Santo; y en Hechos 2 leemos que Jesús,
"siendo pues por la diestra de Dios ensalzado, y habiendo recibido del Padre
la promesa del Espíritu Santo, él ha derramado esto que veis y oís".
(Hechos 2: 33 – VM). Entonces, el Espíritu Santo ha sido "enviado del
cielo", como consecuencia de la obra terminada de Jesús, y, como hemos
visto, va a estar con nosotros para siempre. (Juan 14: 16). Esto no es
meramente una influencia espiritual, o una emanación de parte de Dios, sino el
Espíritu Santo mismo, el cual es uno con el Padre y con el Hijo. Nosotros somos
"juntamente edificados" (no juntamente congregados, sino juntamente
edificados) "para morada de Dios en el Espíritu". (Efesios 2: 21,
22). Por consiguiente, Dios mora con Su pueblo en la tierra. Individualmente,
Él mora en nuestros cuerpos, y ha sido enviado a nuestros corazones;
colectivamente, la Iglesia es "el templo de Dios". (1ª. Corintios 6:
19; Gálatas 4: 6; 1ª. Corintios 3: 16). ¡Qué hecho tan maravilloso es que una
Persona divina mora en nosotros! Por lo tanto, estando la presencia de Dios con
nosotros, ¡qué mesura, qué obligaciones en cuanto a santidad, y qué consagración,
están necesariamente involucradas! ¿Cómo es posible que puedan estar
verdaderamente congregados en el nombre del Señor aquellos que no son
conscientes de haber sido limpiados de sus pecados por Su sangre, y,
consecuentemente, no son conscientes de ser la morada actual del Espíritu Santo
en la tierra?
El punto 3 se
refiere a que Aquel que está en nuestro medio es la Cabeza del cuerpo — a saber,
la Asamblea. Resucitado y ascendido Él está sentado a la diestra de Dios, el
cual "le dio ser cabeza sobre todas las cosas a la asamblea, la cual es su
cuerpo, la plenitud de aquel que lo llena todo en todo". (Efesios 1: 20 al
23 – JND). Entonces, ¿cómo podemos nosotros estar pensando correctamente en Él
como estando ahora en medio, no asiéndonos "de la Cabeza"? Esta fue
la causa de mucho fracaso con los santos Colosenses. El apóstol se refirió a
algunos que se habían "hinchado sin causa por su mente carnal, pero no
asiéndose a la Cabeza, de la cual todo el cuerpo, nutrido y unido por las
coyunturas y ligamentos, crece con un crecimiento que es de Dios".
(Colosenses 2: 18, 19 – LBLA). De modo que Aquel que está en medio nuestro
atrae nuestros corazones hacia cada miembro de Su cuerpo en la tierra, mientras
los corazones se ocupan con adoración de Él mismo, y nos hace sensibles a
nuestro propio lugar de privilegio y servicio como miembros del "un solo
cuerpo", y de unos con otros. Así pues, asiéndose "de la Cabeza",
cada miembro de Su cuerpo se convierte en un objeto de nuestro interés y amor.
Todo círculo más estrecho que esto es rechazado por el fiel como sectario, y
todo circulo más amplio que esto lleva claramente para ellos el carácter de una
asociación y confederación meramente humanas. Para los tales también el sólido
alarde de la utilidad no logra desprender el corazón de la fidelidad a Aquel
que está en medio de aquellos así congregados a Su nombre. Tan importante es
esto a la luz de la Escritura, que el "un solo pan" sobre la mesa del
Señor es el testimonio permanente del "un solo cuerpo". Leemos,
"Porque nosotros, siendo muchos, somos un solo pan, un solo cuerpo; porque
todos participamos de ese único pan" (1ª. Corintios 10: 17 – JND); y en
otro lugar a todos los santos se les ordena que anden o vivan "de una
manera digna de la vocación con que habéis sido llamados, con toda humildad y
mansedumbre, con paciencia, soportándoos unos a otros en amor, esforzándoos por
preservar la unidad del Espíritu en
el vínculo de la paz. (Efesios 4: 1 al 4 – LBLA). También encontramos que
nuestro Señor, en Su oración de encomienda al Padre, justo antes de ir a la
cruz, deseó fervientemente que todos los que creyesen en Él por medio de la
palabra de Sus discípulos pudieran manifestar unidad. Él dijo, "para que
todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean
uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste". (Juan 17: 20,
21). Sobre todo, sabemos que un objetivo de la muerte del Salvador fue que Él
pudiese "congregar en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos".
(Juan 11: 52). De este modo, la oración de Jesús, Su muerte en la cruz, el
sitio de primacía dado a Él en Su ascensión, la acción del Espíritu Santo
enviado a bautizar a todos los creyentes en un solo cuerpo, y Su operación en
nosotros para guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz, todo esto
muestra que Aquel que está "en medio" de los que han sido congregados
en Su nombre, tiene el mayor interés en nuestro reconocimiento práctico del
"un solo cuerpo" y del "un solo Espíritu". ¿De qué otra
manera podríamos estar inteligentemente congregados en torno a Aquel que es la
"Cabeza" de este "un solo cuerpo"? Entonces, ¿acaso no es
el abandono del "nombre del Señor Jesús" como el único centro de
reunión, por el de un edificio eclesiástico, el rechazo mismo del terreno
Cristiano para la adopción de un orden de cosas Judío? Cuán amada para el
corazón de Jesús, y cuán preciosa para Él debe ser la relación de aquellos de
quienes el Espíritu Santo habla como ¡"miembros de su cuerpo, de su carne
y de sus huesos"! (Efesios 5: 30). ¿Es necesario añadir que no existe
ninguna otra membresía reconocida en la enseñanza de los apóstoles?
'Un solo
Espíritu con el Señor
La sonrisa de amor del Padre
Reposa siempre
sobre los miembros aquí,
Como en la Cabeza
en lo alto.'
El punto 4 hace
referencia a que si el Señor es conocido así como estando "en medio",
y el poder del Espíritu Santo permanente es debidamente considerado, ¿cómo podría
haber en aquellos que han sido congregados así la ausencia de dependencia,
reverencia, y la conciencia de estar bajo la guía divina? ¿Quién, si es
convocado por la máxima autoridad de su país a una audiencia preferente, se
atrevería a prescribir lo que se debería hacer durante la honrosa entrevista?
¿Y podríamos nosotros rendir menos homenaje a Aquel que está "en
medio", si nuestras almas se hubieran percatado debidamente de este hecho
de gracia? Imposible que pudiera haber espacio para cualquier orden humano de
disposición en una presencia tal. Nada ha sido más claramente revelado que Él,
como Hijo sobre Su casa, Aquel que Juan vio "en medio de los siete
candeleros", nos hace responsables ante Él tanto a título colectivo, como a título
individual. Casi todas las epístolas,
pero especialmente los capítulos 2 y 3 de Apocalipsis, muestran esto. Para aquellos
que están congregados en Su nombre Él busca una conducta adecuada a Él; y esa
oración, adoración, el ministerio de la Palabra, o lo que sea que suceda, será
de acuerdo con Su pensamiento, y en el poder del Espíritu Santo, el cual
reparte "a cada uno en particular como él quiere". (Léase 1ª.
Corintios 12). Aquí no hay sitio alguno para la sabiduría carnal. El hombre en
la carne no es reconocido; solamente santos en Cristo. Lo primero es
enteramente desconocido aquí. Esto indica la santidad del terreno, así como su
dignidad. Si nosotros tuviésemos un sentido más verdadero y profundo del Espíritu
Santo que mora en nosotros, del Señor Jesús en medio nuestro, y de que somos
una nueva creación en Él, miembros de Su cuerpo, ¡qué reverencia, qué sentida
debilidad y que total impotencia en nosotros mismos habría allí; y qué poder
del Espíritu Santo se haría realidad, mientras Él toma de las cosas de Cristo y
nos las hace saber! Ya sea que se trate de un asunto de conducta personal, o de
edificación, o de disciplina, el único pensamiento de primordial importancia
debe ser con respecto a qué es idóneo para Él, el "santo y verdadero"
— que está en medio nuestro. Si al tratar con los demás, tanto con respecto a
atar o desatar, nosotros tenemos Su mente, cómo puede ser de otra manera que no
sea el cumplimiento de Su palabra, "De cierto os digo que todo lo que
atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la
tierra, será desatado en el cielo". (Mateo 18: 18). Esta, la maravillosa
manera de nuestro Señor de ratificar en el cielo lo que es así hecho en la
tierra conforme a Su voluntad, no sólo nos lleva a una asociación muy cercana
con Él mismo, sino que no puede dejar de investirnos con un sentido muy solemne
de la santidad del terreno en la tierra, sobre el cual Él misericordiosamente
nos ha puesto durante Su ausencia. ¡Que el Señor nos de a todos un sentido más
profundo de Su propio pensamiento en todas estas cosas!
Y por último, el
punto 5. El hecho de que Él viene de nuevo debe ser siempre el pensamiento y la
expectativa recurrentes de aquellos que están conscientemente congregados en Su
nombre. La Palabra repetida tres veces, "vengo pronto", en el último
libro de la inspiración, debe hacernos sensibles a la posibilidad de que cada
vez que estamos reunidos así en la tierra puede ser la última, o que el
congregarnos a Él en Su venida puede tener lugar en el momento siguiente.
(Apocalipsis 3: 11; 22: 7; 22: 12). Cuando Jesús mismo se presenta como "la
estrella resplandeciente de la mañana", sabemos que el Espíritu y la
Esposa dicen, ¡Ven! (Apocalipsis 22: 16, 17).
Estas son solamente
unas pocas de las muchas líneas de enseñanza que nosotros creemos que están
incluidas en las palabras de nuestro Señor, "donde están dos o tres
congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos". Estas
enseñanzas son de creciente importancia debido a la manera audaz y atroz en que
la Cristiandad está anexando Su precioso nombre para certificar doctrinas y
procedimientos muy no Escriturales. Algunos que sostienen y propagan las
doctrinas más blasfemas del momento reivindican para sí el lugar y el nombre de
Cristianos; y el Fariseísmo moderno, y el resurgimiento de doctrinas Judías,
son asociados con Cristo y el Cristianismo de manera profesa.
Los que son
espirituales, y son guardados en el amor de Dios, percibirán que en esta breve
Escritura de Mateo 18: 20, no hay el menor reconocimiento del hombre en la
carne; el objeto de toda la atracción es Cristo: "allí estoy yo en medio de ellos"
es todo lo
que se dice; y esto es suficiente para la fe; porque sólo la fe puede asir la
verdad de Dios, y nosotros "por fe andamos, no por vista". (2ª.
Corintios 5: 7). Observen que esta inestimable bendición, y también el poder al
tratar con los demás, son incluso para "dos o tres" congregados así. ¡Qué alentador
para aquellos que desean estar
aquí por el Señor en estos postreros días! ¡Qué clara línea de demarcación
define dicha Palabra entre el estar así congregados conforme al pensamiento del
Señor, y el estar ocupados con meras tradiciones y confederaciones de hombres!
¡Que nosotros podamos, por medio de la gracia, ser fieles al Señor hasta que Él
venga!
H.
H. Snell
Traducido del Inglés por: B.R.C.O. –
Agosto de
2019.-
Otras
versiones de La Biblia usadas en esta traducción:
LBLA = La
Biblia de las Américas, Copyright 1986, 1995, 1997 by The Lockman Foundation,
Usada con permiso.
JND = Una
traducción literal del Antiguo Testamento (1890) y del Nuevo Testamento (1884)
por John Nelson Darby, traducido del Inglés al Español por: B.R.C.O.
VM = Versión
Moderna, traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada por
Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza).
Título original en inglés: In What Name are we Gathered?, by H. H. Snell
Versión Inglesa |
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