INTENTOS DE UNIR LA IGLESIA
Todas las
citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido
tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60).
De la revista
"An Outline of Sound Words." Vol. 51 – 60.
Ciertamente cada
Cristiano verdadero desea ver una Iglesia unida, donde Cristo, la Cabeza del
cuerpo, dirige y controla; donde el Espíritu Santo es el poder para adorar,
para el ministerio y para el testimonio; donde las Santas Escrituras son
aceptadas como el estándar de Dios de la verdad; y donde los santos andan en
santa separación del mundo que no conoce a Dios, y crucificó al Salvador de
ellos, el muy amado Hijo de Dios.
Pero el cristiano
instruido sabe que la iglesia, en lo que se refiere a su responsabilidad en el
testimonio, está dividida, fracturada y arruinada. De lo que Cristo habla como
"mi iglesia", nunca puede ser estropeado ni arruinado; la obra de la
nueva creación de Dios nunca puede ser tocada por la mano del enemigo. (Mateo
16: 18); pero todo lo que ha sido puesto en la mano del hombre en responsabilidad
ha estado marcado por el fracaso.
Los grandes sistemas
religiosos de la Cristiandad, ya sean el Católico, el nacional o el
independiente, no pueden ser reconocidos como la iglesia de Dios, porque no son
un organismo vivo como lo es el cuerpo de Cristo. Sean cuales sean sus
pretensiones, dichos sistemas no son divinos en su origen; son grandes
organizaciones humanas, regidas en gran medida por los principios del mundo.
Por algún tiempo,
tenaces esfuerzos han sido realizados para unir los diferentes sistemas
religiosos de la Cristiandad, y aunque hasta ahora ha habido poco éxito como
para ser registrado, rápidamente se acerca el día cuando ellos se fusionarán en
un vasto sistema que la Escritura llama "gran Babilonia", un sistema
cuyos carácter y juicio son claramente revelados en el Apocalipsis. (Apocalipsis
capítulos 16 al 18).
Pero los
movimientos surgidos en la Cristiandad tienden a propagarse con aceptación entre
los santos de Dios. Los Cristianos verdaderos lamentan debidamente las
divisiones que han surgido entre ellos, y muchos están ejercitados en lo que se
refiere a la posibilidad de remediar y unirse. Si este ejercicio procede del
Espíritu Santo, con las señales que indican el accionar del Espíritu, entonces
nada más que el bien podría resultar de un ejercicio tal.
Al comienzo del
siglo 19 hubo, indudablemente, un movimiento del Espíritu de Dios, llamando a santos
desde los grandes sistemas humanos de la Cristiandad a andar conforme a la
verdad de la Escritura, reconociendo sólo a Cristo como Cabeza de la iglesia.
El poder espiritual que marcó el movimiento fue manifestado en un modo de vida ajeno
al mundo de aquellos que en sencillez se reunían al Nombre del Señor, y en el
terreno de que la iglesia es el "un solo cuerpo".
Sería bueno
preguntar, ¿son los movimientos para unir los fracturados fragmentos de los
hermanos hoy en día el fruto de un profundo ejercicio de alma por parte de
santos que desean andar en separación de todo lo que es del mundo, para la complacencia
y la voluntad de Dios? Si ello es así, entonces Dios los prosperará. Si el
ejercicio procede de motivos distintos a la realización de la voluntad de Dios,
puede ser que el Señor permita que la unión
tenga lugar, pero si Él tarda, ello puede ser el preludio a un mayor deterioro,
y a una pérdida adicional de poder espiritual, y de las grandes verdades que
ellos profesan sostener.
Nunca debemos pasar
por alto que la causa primordial de todas las divisiones ha sido la debilidad
espiritual, y el Señor a menudo ha permitido que se produzca la separación
debido a la disminución del tono moral, y debido a que nosotros no hemos andado
en el poder de la verdad que Él nos ha dado tan misericordiosamente. Doctrinas peculiares,
y acusaciones de inconsistencia con la verdad, han sido razones ostensibles
para las divisiones; y algunas veces las excusas han ocultado las razones
reales para las divisiones; pero incluso donde ha habido verdad en las
acusaciones, la división pudo haberse evitado a menudo si hubiese habido poder
espiritual para hacer frente a las crisis.
Tampoco podemos
pasar por alto que muchos intentos de unir han fracasado seriamente, trayendo un
mayor dolor y una mayor división en muchos casos. Siendo esto así, bien podríamos
preguntarnos si el Señor ha estado mostrando Su desaprobación en tales casos.
Cuando las diez
tribus se rebelaron, Israel se dividió, Roboam procuró unirlos mediante la
fuerza, pero Jehová le envió un mensaje diciendo, "Esto lo he hecho yo".
(1º. Reyes 12). La causa ostensible e inmediata de la división fue la necedad
del rey al rechazar el consejo de los ancianos; pero la causa fundamental fue
la idolatría de Salomón, porque leemos, " Y se enojó Jehová contra
Salomón, por cuanto su corazón se había apartado de Jehová Dios de Israel,… Y
dijo Jehová a Salomón: Por cuanto ha habido esto en ti, y no has guardado mi
pacto y mis estatutos que yo te mandé, romperé
de ti el reino, y lo entregaré a tu siervo… lo romperé de la mano de tu
hijo". (1º. Reyes 11: 9 al 12). El reino nunca fue reunido de nuevo, y no
lo será hasta que el Señor venga.
Bien puede ser que
el gobierno de Dios hacia los hermanos en su fracaso esté en la misma línea que
hacia el reino de Israel. Si esto es así, ciertamente nuestra sabiduría y nuestro
juicio propio se manifestarían inclinando nuestras cabezas bajo el justo gobierno
de Dios, y esperando la venida del Señor para unir a todos Sus santos.
Traducido del
Inglés por: B.R.C.O. – Julio 2019.-