LA
MANERA DE DIOS PARA CONGREGARSE
Robert F. Kingscote
Todas
las citas bíblicas se encierran entre
comillas dobles ("") y han sido tomadas de la Versión Reina-Valera
Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en que, además de las
comillas dobles (""), se indican otras versiones mediante
abreviaciones que pueden ser consultadas al final del escrito:
1ª. Corintios 14
Todos los Cristianos han examinado, más
o menos, la palabra de Dios para averiguar el modo de salvación; ¡pero cuán
pocos de ellos, después de haberse convertido, han escudriñado la Palabra para
averiguar de qué manera el Señor quiere que se congreguen como Su pueblo para
la adoración! Aunque todos creen que hay una sola manera de ser salvo, muchos
consideran que cada uno debe elegir por sí mismo cómo debe adorar. Ellos dicen,
«Yo adoro a mi manera, y usted adora a la suya. No hay mucha diferencia, con
tal de que todos lleguemos al cielo al final.» sin embargo, el pensamiento del
Señor en cuanto a la reunión de Su pueblo está revelado en la Biblia tan
claramente como lo está el modo de salvación. Y permítame preguntarle, querido
lector, si alguien le dijera, «¿Puede usted presentarme la autoridad que la Escritura
le da para la manera en la cual usted se reúne con otros Cristianos?» ¿Podría
usted enseñársela desde la Palabra de Dios? Ciertamente si nosotros debiésemos
estar siempre preparados para presentar defensa ante todo el que nos demande
razón de la esperanza que hay en nosotros con mansedumbre y reverencia (1ª.
Pedro 3: 15), nosotros debiésemos también dar una respuesta a todo aquel que
nos demanda el motivo para nuestra manera de reunirnos como creyentes en el Señor
Jesucristo.
Nosotros confirmamos, entonces, que el
Señor no nos ha dejado en la oscuridad en cuanto a esto, sino que nos ha
revelado claramente en las Escrituras cuál es Su pensamiento en cuanto a las reuniones
Cristianas.
Examinemos, por tanto, la Palabra de
Dios, y aprendamos de ella de qué manera el pueblo del Señor solía reunirse en
los primeros días del Cristianismo; porque tenemos que regresar al principio,
cuando la Iglesia de Dios fue establecida por vez primera, para verificar la
verdad de Dios acerca de ello. Y si nosotros entendiésemos los pasajes que
hablan directamente del pueblo del Señor reuniéndose, debemos tener en cuenta
una verdad muy importante, la cual, podemos decir, caracteriza al Cristianismo,
a saber, la venida de Dios el Espíritu Santo a morar en la tierra en la Iglesia
de Dios, después que el Señor se sentó a la diestra de la majestad en las
alturas. (Hebreos 1: 3).
Hay dos grandes verdades que
constituyen el fundamento de todo el Cristianismo. En primer lugar, Cristo
glorificado a la diestra de Dios, como consecuencia de haber consumado
perfectamente la obra de la redención; en segundo lugar, el descenso del
Espíritu Santo, como consecuencia de la exaltación de Cristo, a morar en la
Iglesia (o Asamblea) de Dios en la tierra.
Obviamente, el Espíritu Santo ha existido siempre; porque el
Espíritu Santo es Dios. En el primer capítulo mismo de la Biblia leemos acerca
del Espíritu de Dios moviéndose sobre la faz de las aguas; y las antiguas
profecías de la Escritura fueron dadas por "santos hombres de Dios",
hablando "siendo inspirados por el Espíritu Santo" (2ª. Pedro 1: 21).
Pero el Espíritu Santo nunca vino a permanecer o morar en la tierra hasta que
la gran obra de la redención hubo sido consumada. Por ello leemos, en Juan 7:
39, " Esto empero lo dijo respecto del Espíritu, que los que creían
en él habían de recibir; pues el Espíritu Santo no había sido dado todavía, por
cuanto Jesús no había
sido aún glorificado."
(Juan 7: 39 – VM). Preste atención. ¿Por qué el Espíritu Santo no había sido
dado todavía? Porque "Jesús no había sido aún glorificado." Pero
después que Jesús fue glorificado, el Espíritu Santo descendió para morar en la
Asamblea de Dios en la tierra.
La Escritura enseña que Dios no habita con los hombres sobre
ningún otro terreno que no sea el de la redención consumada. No fue sino hasta
después que los hijos de Israel fueron redimidos de Egipto que Dios habitó en
medio de ellos, primero en el tabernáculo, y posteriormente en el templo. Ellos
cantaron así en el lado del desierto que linda con el Mar Rojo, "Condujiste
en tu misericordia a este pueblo que redimiste; Lo llevaste con tu poder a tu
santa morada (o, tu santa habitación)." (Éxodo 15: 13). El pueblo había
sido redimido, y entonces Dios habitó en medio de ellos. Pero, si Dios tiene
una morada, ella debe ser santa. Así que ella es llamada "santa
morada." Por eso todo leproso, y todo aquel que padecía de flujo, y todo
contaminado con muerto, debía ser echado del campamento de Israel, "para
que no contaminen el campamento de aquellos entre los cuales yo habito."
(Números 5: 2, 3).
Pasando ahora a Hechos 2, encontramos el relato de Dios acerca del
descenso del Espíritu Santo para morar en la tierra en el terreno de "la redención
que es en Cristo Jesús"; porque, como vimos en Juan 7, la venida del
Espíritu Santo iba a ser como consecuencia de que Cristo fuese glorificado; y
el hecho de que Él ha sido glorificado es la respuesta a Su obediencia perfecta
a la voluntad de Dios hasta la muerte, y muerte de cruz. (Filipenses 2: 8, 9;
Juan 13: 32).
Él se hizo Hombre para poder padecer en la cruz por nuestros
pecados, y por nosotros ser hecho pecado (2ª. Corintios 5: 21); y ahora,
habiendo glorificado a Dios en el lugar mismo donde Él resolvió la cuestión de
nuestros pecados, Dios Le ha glorificado como Hombre a Su propia diestra.
Su posición en la gloria es la demostración de que la obra de la
redención ha sido consumada plenamente, y que Dios ha adquirido gloria por
medio de ella. Dicha posición es también la demostración, querido creyente en
Él, de que todos tus pecados han desaparecido para siempre, porque Él no podría
tener tus pecados sobre Él allí donde Él está.
En Hechos 2: 1-4, la Escritura presenta, en unas pocas palabras,
un relato de uno de los hechos más maravillosos jamás registrados. Es el relato
del descenso desde el cielo de Dios el Espíritu Santo para morar en la tierra.
Bien podríamos decir con Salomón, "Mas ¿es verdad que Dios habitará con el
hombre en la tierra?" (2º. Crónicas 6: 18).
Cristo había estado aquí, había muerto, y había resucitado, y
había ido al Padre, y entonces Dios el Espíritu Santo descendió para morar en
la tierra en la Asamblea de Dios. Así que, en Efesios 2: 22 leemos, " en
quien vosotros también sois juntamente edificados para morada (o, habitación)
de Dios en el (o, por el) Espíritu."
Es un hecho muy maravilloso que realmente haya una Persona divina,
Dios el Espíritu Santo, morando en este momento en la tierra, en Su morada o
habitación, la Asamblea. Él mora también en todo individuo que ha creído, y
cuyo cuerpo ha llegado a ser ahora en templo del Espíritu Santo. (1ª. Corintios
6: 19).
Muchos piensan en el Espíritu Santo más como una especie de
influencia que como una Persona divina. Le pediré a usted, por tanto, que
considere conmigo dos o tres pasajes que se refieren a este asunto. El primero
es Hechos 10: 19, 20: "Y mientras Pedro pensaba en la visión, le dijo el
Espíritu: He aquí, tres hombres te buscan. Levántate, pues, y desciende y no
dudes de ir con ellos, porque yo los he enviado."
El Espíritu Santo dijo aquí, "Yo los he enviado." Es una
Persona divina que dice y envía. Usted no podría hablar de una influencia como
enviando a tres hombres y diciendo, " yo los he enviado."
Por otra parte, Hechos 13: 1, 2, 4: "Había entonces en la
iglesia [asamblea] que estaba en Antioquía, profetas y maestros: Bernabé, Simón
el que se llamaba Niger, Lucio de Cirene, Manaén el que se había criado junto
con Herodes el tetrarca, y Saulo. Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo
el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he
llamado… Ellos, entonces, enviados por el Espíritu Santo, descendieron a
Seleucia,…"
Nuevamente aquí, el Espíritu Santo es visto como una Persona
divina, dirigiendo a los siervos del Señor con respecto a al ministerio de
ellos. Una influencia no dice, "Apartadme", ni envía a los siervos
del Señor.
Además, el Espíritu Santo distribuye dones diferentes en la
asamblea, "repartiendo a cada uno en particular como él quiere." (1ª.
Corintios 12: 8-11). Aquí se trata claramente de una Persona divina que da y
reparte, y es soberana al hacerlo: "como él quiere."
Nosotros hemos visto ahora claramente, es lo que yo confío, desde
la Palabra de Dios, que Dios el Espíritu Santo, una Persona divina, ha venido a
morar en la tierra, y que los Cristianos son edificados juntamente para ser Su
morada o habitación. En Juan 14 el propio Señor habla del Espíritu Santo
viniendo a morar con nosotros. "Yo rogaré al Padre, y os dará otro
Consolador, para que esté [habite, more] con vosotros para siempre" (en
contraste con el Señor dejándolos para ir al Padre); "el Espíritu de
verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero
vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros."
(Juan 14: 12, 16, 17).
Los creyentes no pueden ver al Espíritu Santo así como tampoco el
mundo puede; pero ellos dicen lo que el mundo no puede decir, «Nosotros Le
conocemos, porque Él mora con nosotros, y está en nosotros.»
Entonces, teniendo en cuenta el hecho de que el Espíritu Santo ha
venido a morar en la tierra, pasemos ahora a algunas Escrituras que hablan
directamente del pueblo del Señor reuniéndose, ya sea para participar de la
Cena del Señor, para la adoración, o para la oración.
Consideraremos primero Hechos 20: 7: "El primer día de la
semana, reunidos los discípulos para partir el pan, Pablo les enseñaba,
habiendo de salir al día siguiente."
El Apóstol y los que estaban con él habían estado una semana en
Troas (versículo 6); pero no fue sino hasta la víspera de su partida que los
discípulos se reunieron para partir el pan, siendo ese el primer día de la
semana, lo cual muestra que era la costumbre de ellos reunirse así para partir
el pan; y el Apóstol Pablo, estando en Troas, se congregó con ellos.
Nosotros vemos aquí que el pueblo de Dios solía reunirse el primer
día de la semana para "partir el pan"; es decir, para comer la Cena
del Señor. ¿Quiénes se reunían? Los discípulos creyentes en el Señor Jesús.
Esta no era una compañía mezclada de creyentes e incrédulos, reunidos para oír
el evangelio predicado, sino una compañía formada por los que eran salvos, por
los discípulos; y en esta ocasión el objeto de ellos fue recordar a Aquel que
había muerto por ellos, y que había resucitado, para recordar a Aquel que había
quitado todos sus pecados, y los había hecho aptos para morar en la gloria de
Dios en la casa del Padre. Fue para anunciar (o, proclamar) la muerte del Señor
hasta que Él regrese para tomar consigo para siempre a todos los que Él ha amado,
y por quienes Él se entregó a Sí mismo. (1ª. Corintios 11: 26).
Es importante observar dos cosas en el Nuevo Testamento. En primer
lugar, la predicación del evangelio a todo el mundo (todos los Cristianos están
familiarizados con esto); y, en segundo lugar, la reunión de todos los que eran
salvos — los hijos de Dios — como una asamblea de los miembros del cuerpo de
Cristo. El pasaje que hemos estado considerando es una muestra de lo último, es
decir, de la reunión de los que eran salvos. En este caso el objeto fue partir
el pan.
Pues bien, supongamos que todos los miembros del cuerpo de Cristo
en el lugar donde usted vive se hubiesen ejercitados en cuanto a la manera
Escritural de reunirse, y que ellos actuasen conforme a Hechos 20: 7, "El
primer día de la semana, reunidos los discípulos para partir el pan." ¡Qué
cosa bienaventurada ello sería; una reunión o congregación de los santos de
Dios!
La siguiente pregunta sería, Ahora que estamos juntos, ¿cómo hemos
de llevar a cabo la reunión? ¿Qué debiéramos hacer? ¿Hay alguna Escritura que
nos guíe en este asunto, o Dios ha dejado que lo organicemos como
mejor nos parezca?
La respuesta es sencilla. Dios nos ha dado normas y mandamientos
divinos en cuanto a la reunión de Su pueblo, especialmente en un capítulo del
Nuevo Testamento, el cual me temo que es poco estudiado por el pueblo del
Señor. Ese capítulo es 1ª. Corintios 14. Nosotros hemos leído, en Hechos 20: 7,
"reunidos los discípulos para
partir el pan." Y usted verá que la primera frase de 1ª. Corintios 14: 23
dice, "Si pues toda la iglesia estuviere reunida en un mismo lugar"
(1ª. Corintios 14: 23 – VM). Nosotros encontramos aquí la circunstancia misma
que hemos estado suponiendo; toda la asamblea del pueblo del Señor reunida en
un lugar. Pero alguno podría decir, «¿Cómo sabe usted que la asamblea estaba
compuesta solamente por creyentes verdaderos? ¿Acaso no podía haber sido una
compañía mezclada de creyentes e incrédulos?» La respuesta está en los
versículos 24 y 33: "Dios no es Dios de confusión, sino de paz. Como en
todas las iglesias [asambleas] de los santos." Esta era una asamblea de
los santos. ¿Y quiénes son los santos? Todo creyente verdadero en el Señor
Jesús es un santo, o un santificado (apartado). Todos los Cristianos son "amados
de Dios", o santos por llamamiento (Romanos 1: 7). ¡Qué hermosa expresión
es esa: "Iglesias
[asambleas] de los santos"!
Cuán bienaventurado es reunirse así—como los que son salvos, y lo saben —
alrededor de Aquel que está en medio de dos o tres reunidos en Su nombre para
adorar "en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores
busca que le adoren." (Juan 4: 23).
Hemos visto que Dios el Espíritu Santo descendió para morar en la
tierra en Su morada o habitación, y que de los Cristianos se dice que son una
morada de Dios por medio del Espíritu.
Nosotros encontramos la misma verdad en la primera epístola a los
Corintios. "¿No sabéis que sois [colectivamente] templo de Dios, y que el
Espíritu de Dios mora en vosotros?" (capítulo 3: 16). Cuando se habla del
individuo, se dice, "¿O ignoráis que vuestro
cuerpo es templo del Espíritu Santo?" (capítulo 6: 19).
Por otra parte, en el versículo que ya hemos considerado leemos,
"Dios… en todas las iglesias [asambleas] de los santos." (1ª. Corintios
14: 33). Por tanto, sabemos que, cuando el pueblo del Señor se encuentra
reunido así, Dios el Espíritu Santo esta realmente presente para dirigir y
guiar en la asamblea; y no sólo eso, sino que el Señor está en medio, según
Mateo 18: 20: "Porque donde dos o tres se hallan reunidos en mi nombre,
allí ¡estoy yo en medio de ellos."
(Mateo 18: 20 – VM). ¡Qué verdad bienaventurada! ¡Cuando dos o tres se reúnen
en Su nombre, el Señor Jesús esta realmente presente en medio!
Suponga que el Señor Jesús diese a conocer a todo Su pueblo en el
lugar donde usted vive, que Él aparecería personalmente en cierto lugar a las
once de la mañana del siguiente día del Señor; ¡cuán ansioso estaría todo
verdadero creyente por estar allí! Todos acudirían en masa desde todas las
partes de la ciudad para encontrarse con Él;
y si se detuviera a uno de ellos y se le planteara la pregunta, «¿A dónde va
usted esta mañana?», la respuesta sería, sin duda, «¿Acaso usted no sabe que
nosotros vamos a encontrarnos con el Señor?»
Fue algo como esto lo que leemos en Mateo 28: 16, 17: "Pero
los once discípulos se fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había
ordenado. Y cuando le vieron, le adoraron; pero algunos dudaban." El Señor
Jesús había dicho, "¡bienaventurados aquellos que no han visto, y han
creído!" (Juan 20: 29 – VM); y Él está tan verdaderamente presente para la
fe en medio de los dos o tres reunidos a Su nombre, como si nosotros pudiéramos
verlo a Él. Si alguien nos preguntara en el día del Señor, cuando vamos a
recordarle en el partimiento del pan, «¿A dónde van ustedes?», nosotros
podríamos responder, «vamos a encontrarnos con el Señor.»
En el caso que hemos estado suponiendo, si el Señor apareciera en un
lugar y hora determinados, Él mismo sería el Centro al que todos se reunirían;
y ello es lo mismo para la fe siempre.
Regresando a 1ª. Corintios 14, en el versículo 23 tenemos, "
Si pues toda la iglesia estuviere reunida en un mismo lugar." (1ª.
Corintios 14: 23 – VM). El Espíritu Santo está en la asamblea para dirigir y
guiar, y el Señor Jesús está en medio.
Veremos ahora lo que se hacía en la asamblea. En el versículo 15
encontramos oración y canto. "Oraré con el espíritu, pero oraré también
con el entendimiento; cantaré con el espíritu, pero cantaré también con el
entendimiento." El espíritu no es aquí el Espíritu Santo personalmente,
sino el propio espíritu de un hombre, aunque guiado por el Espíritu Santo. Él
oraba y cantaba de manera inteligible, no se limitaba meramente a decir
palabras cuyo significado no entendía.
En el versículo 16 ellos bendecían, o daban gracias. Esto pudo ser dar
gracias, por ejemplo, en la Cena del
Señor. "La copa de bendición que bendecimos", o, "por la que
damos gracias." (1ª. Corintios 10: 16).
También había enseñanza.
"para enseñar también a otros." (1ª. Corintios 14: 19).
En el versículo 24 tenemos el
profetizar. Profetizar, en el sentido del Nuevo Testamento, no solamente
significa predecir acontecimientos futuros, sino revelar el pensamiento de Dios
en cualquier ocasión especial; y el resultado de ello es edificación,
exhortación y consolación. (1ª. Corintios 14: 3). Debemos recordar que los
primeros Cristianos no tenían el Nuevo Testamento entero como nosotros lo
tenemos ahora; pero el Espíritu de Dios revelaba la verdad directamente a
través de los profetas para la edificación de los santos.
En el versículo 26 leemos, "¿Qué hay pues, hermanos? Cuando
os reunís, cada uno tiene un salmo, tiene una enseñanza, tiene una revelación,
tiene una lengua extraña [idioma extranjero], tiene una interpretación
[traducción]. Háganse todas las cosas para edificación." (1ª. Corintios 1:
26 – VM). Aquí, cada uno tenía un
salmo, o una doctrina (o, enseñanza), etc., lo cual muestra que había libertad
para que cualquier hermano en la asamblea participara, pero solamente guiado
por el Espíritu Santo; porque el Apóstol añade, "Hágase todo para
edificación." Ahora bien, los Corintios habían sido dotados enormemente.
Nada les faltaba en ningún don (1ª. Corintios 1: 7). Ellos tenían el don de
lenguas — es decir, el poder de hablar en idiomas extranjeros — y,
evidentemente, ellos daban más importancia a estas manifestaciones exteriores
del Espíritu, que a la edificación de la asamblea.
En aquellos días había revelaciones directas de Dios dadas a los
santos, pues las Escrituras del Nuevo Testamento no estaban entonces completas;
y aunque no hay ahora revelaciones aparte de lo que está escrito en la palabra
de Dios, el principio es aplicable tanto ahora como entonces, de que hay
libertad para que cualquier hermano participe en la asamblea si es guiado por
el Espíritu, y entonces el resultado debe ser la edificación. El Apóstol no los
estaba reprendiendo por participar en la asamblea; sino en lo que él insiste es
que si ellos participaban, debía ser para edificación. Además, el versículo 31
elimina toda duda: "Porque podéis todos
profetizar uno a uno, para que todos aprendan, y todos sean consolados."
(1ª. Corintios 14: 31 – VM).
Había libertad para que todos
profetizaran, obviamente guiados por el Espíritu, porque entonces no habría
confusión alguna, " porque
Dios no es Dios de confusión, sino de paz, como sucede en todas las iglesias de
los santos." (1ª. Corintios 14: 33 – VM).
Las mujeres debían guardar silencio en la asamblea (versículo 34).
"porque no les es permitido hablar, sino que estén sujetas, como también
la ley lo dice." Y el Apóstol añade, "porque es indecoroso que una
mujer hable en la congregación." (versículo 25).
Se podría decir, «Aunque de la lectura de este capítulo parece que
los primeros Cristianos solían reunirse de esta manera, las cosas son ahora
diferentes, y nosotros tenemos que adaptarnos a los tiempos en que vivimos.»
La respuesta es hallada en 1ª. Juan 2: 24: "Permanezca en
vosotros lo que habéis oído desde el principio."
(1ª. Juan 2: 24 – VM). Nosotros debemos regresar al principio, a la verdad que
fue revelada en aquel entonces, para averiguar el pensamiento de Dios acerca de
cualquier cosa. No ha habido ninguna nueva revelación desde aquel día. Los
"mandamientos del Señor" son los mismos hoy en día como lo fueron en
los días del Apóstol. No obstante, alguno puede decir, «Yo no creo que haya
algún mandamiento que nosotros debamos
cumplir de la manera enseñada en 1ª. Corintios 14.» Pero, ¡Cuán claras y cuán
solemnes son las palabras inspiradas de Pablo en el versículo 37, "Si
alguno piensa que él es profeta, u hombre inspirado, reconozca que las cosas
que os escribo son mandamientos del Señor."!
(1ª. Corintios 14: 37 – VM).
Las cosas escritas en este capítulo no son las opiniones del Apóstol
Pablo, ni siquiera son sus
mandamientos. Son "mandamientos del
Señor"; "Mas si alguno quiere ser ignorante, sea ignorante."
(1ª. Corintios 14: 38 – VM).
Querido lector, ¿ha obedecido usted estos mandamientos del Señor?
¿Se reúne usted con el pueblo del Señor de la manera de la que se habla en este
capítulo? ¿O dice usted, «Esto fue escrito solamente para los Corintios.»? Aquí
usted se equivoca. Esta Epístola está escrita para usted también; porque si
usted es un creyente en Cristo, usted está incluido entre aquellos a los que
está dirigida. Considere el segundo versículo del capítulo 1. ¿A quiénes está
dirigida la Epístola? "A la iglesia [asamblea] de Dios que está en
Corinto, es decir, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos,
juntamente con todos los que en todo
lugar invocan el nombre de nuestro
Señor Jesucristo, Señor de ellos y el nuestro." (1ª. Corintios 1: 2 – VM).
¿Acaso no está usted entre ellos?
Recuerde las palabras del Señor Jesús, de qué manera Él dijo,
"Si me amáis, guardad mis mandamientos…El que tiene mis
mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama." (Juan 14: 15, 21).
"¿Acaso tiene Jehová tanta
complacencia en holocaustos y sacrificios, como en el obedecer la voz de
Jehová? He aquí, el obedecer mejor es que sacrificios, y el escuchar que
el sebo de los
carneros." (1º. Samuel 15: 22 – VM).
Robert
F. Kingscote
Otras versiones de La
Biblia usadas en esta traducción:
VM = Versión Moderna,
traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada por Ediciones
Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza).
Traducido del Inglés por: B.R.C.O. – Enero
2019.-