POSESIÓN; o, EL OTRO LADO DEL JORDÁN
H. H. Snell
De la Revista 'Pasture for the Flock of God', 1875 ('Pastos para el
Rebaño de Dios')
Todas
las citas bíblicas se encierran entre
comillas dobles ("") y han sido tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada
en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en que, además de las comillas
dobles (""), se indican otras versiones, tales como:
LBLA =
La Biblia de las Américas, Copyright
1986, 1995, 1997 by The Lockman Foundation, Usada con permiso.
Josué, capítulos 5 y 6
Fue mediante el poder de Dios que el pueblo de Israel fue llevado a la
tierra prometida. La única forma para salir ellos de Egipto a Canaán fue a
través de la muerte y el juicio, enunciados por el Mar Rojo, y el Jordán. Sus
pies están ahora en la tierra donde los ojos de Dios y la bendición de Dios
están siempre. Todo es de Dios. Ellos poseen
ahora lo que desearon durante tanto
tiempo. Ellos no esperaban estar en la tierra, porque ya estaban allí, y cada
centímetro sobre el cual ellos estaban fue para su propio disfrute. Esto es
para nosotros como la verdad de la epístola a los Efesios, donde se nos
considera como estando sentados ahora en los lugares celestiales en Cristo.
Esto trasciende al hecho de haber muerto y resucitado, es la verdad de la
ascensión — en Cristo, el cual está en los lugares celestiales. Es aquí donde
la gracia de Dios ha establecido a todo creyente. Quizás el creyente no lo
sepa, pero él es acepto en el Amado, bendecido con toda bendición espiritual en
los lugares celestiales en Cristo (Efesios 1: 1-14). Conocer esto como una
realidad divina da verdadero descanso de alma. Nosotros estamos, entonces, en cuanto
a vida espiritual y posición, en Cristo
en lugares celestiales, o, conforme al tipo, en la tierra prometida ahora. Una
cosa es conocer esto como una
doctrina de la Escritura; y absolutamente otra es que nuestras almas lo crean
de tal modo como para entrar en el Lugar Santísimo, dentro del velo rasgado, y
poseer gozosamente, por así decirlo, la buena tierra (Hebreos 10: 19.22). Pero
nosotros no alcanzamos las bendiciones que Dios quisiera que abrazáramos ahora,
si no nos interesamos activamente, poseemos, y disfrutamos esta cercanía
bienaventurada a Dios ahora; porque
Él, el cual ascendió al cielo, y está sentado a la diestra de Dios, siendo Él
nuestra vida, nuestra justicia, y nuestra santificación, nosotros vivimos para
siempre — justos como Él es justo, y tan cerca de Dios como Él está, debido a
la gracia y al poder abundantes de Dios para con nosotros en Cristo. Cuando
estamos conscientemente cerca, entrando donde Dios nos ha establecido, nosotros
no tratamos de acercarnos, y no nos esforzamos para estar allí, sino que nos
regocijamos por el hecho de que Él nos ha establecido allí. Él lo hace todo,
mediante Su gran poder, y las abundantes riquezas de Su gracia. No hay esfuerzo
alguno en esto; nosotros vemos a Jesús nuestro Señor, nuestra Cabeza, nuestra
Vida, nuestra Justicia, y nos regocijamos por el hecho de que estamos allí en
Él; sí, en efecto, totalmente completos en Él, que es la Cabeza de todo
principado y poder (Colosenses 2:10). Tal como cantamos algunas veces con
reverencia y alegría —
'Tan cerca, muy cerca de Dios,
Más cerca no puedo estar;
Porque en la persona de Su Hijo
Yo estoy tan cerca como Él.
'[Tan preciado, muy preciado
para Dios,
Más preciado no puede ser;
El amor con el cual Él ama a Su Hijo,
Tal es Su amor hacia mí.' [*]
[*] N. del T.: traducción libre de las estrofas
tercera y cuarta del himno " A MIND at perfect peace with God", compuesto
por Catesby Paget (siglo 19), cuyas letra y melodía se pueden ver en: http://www.stempublishing.com/hymns/ss/428
Esa es la altura a la cual la
gracia y el poder de Dios en Cristo, por medio de Su sangre preciosa, nos ha
llevado, de modo que esperamos nada menos que la adopción, a saber, la redención de
nuestro cuerpo, a la venida
de nuestro Señor. (Romanos 8: 22, 23). Ello es más que estar protegidos por la
sangre del Cordero, como Israel en Egipto lo enuncia; más que la liberación del
poder de la carne y de Satanás, a través de la muerte y el juicio, y tener vida
de resurrección en el desierto; ello es estar ya en la posesión y disfrute de
los lugares celestiales por medio de la fe, en vida y poder espirituales. Todo
Cristiano está allí; pero ¡parece que pocos lo saben! Nosotros podemos decir
que todos los Cristianos están, en algún sentido, en todos los tres lugares. Es
un hecho que nosotros estamos aún en
este mundo, o, en Egipto, aunque no
somos de él; en cuanto a experiencia,
nosotros estamos pasando a través de un desierto,
una región que es seca y estéril, que no puede producir nada para nuestras
almas; y en cuanto a la fe, nosotros
estamos en vida espiritual, y estamos en
Cristo Jesús en lugares celestiales. Observen solamente que en el libro de
Josué, no todo fue paz y gozo después que ellos entraron en la tierra, sino, al
contrario, todo fue conflicto; porque ellos tuvieron que luchar arduamente para
perdurar donde Dios los había llevado, y disfrutar lo que Dios les había dado.
Y lo mismo sucede con nosotros, porque nosotros, que hemos entrado en nuestra
posesión actual en los lugares celestiales, tenemos que luchar con espíritus
malos en las regiones celestes para perdurar allí, y disfrutar las bendiciones
dadas a nosotros por Dios. Y solamente los tales, adviértase, conocen este
conflicto recio y terrible — un conflicto "no contra sangre y carne",
sino "contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes."
(Efesios 6:12).
La primera cosa que a los
hijos de Israel se les ordenó que hicieran, después que hubieron pasado a
través del Jordán, llevadas doce piedras a la tierra, y levantadas doce en
medio del Jordán, para alabanza a Dios, fue hacer "cuchillos afilados",
y volver a circuncidar por segunda vez (Josué 5:2). Se trata de un mandato de
suma importancia; porque "la carne" no puede ser usada al servicio de
Dios, no puede ser reconocida como teniendo lugar alguno en los lugares
celestiales. Se debe renunciar a ella completa y decididamente. Sea la carne en
sus fases morales, intelectuales, o religiosas (¡Desgraciadamente, cuán
engañosa es, desesperadamente mala!) ella debe ser negada completamente. Su
sabiduría así como su justicia, sus modos de refinamiento así como de violencia
y corrupción, su iniquidad, tanto eclesiástica como social, deben ser
desechadas completamente — sus reivindicaciones, sus pretensiones, su soberbia,
sus pasiones, en resumen, hay que 'despojarse' completamente del "viejo
hombre" (Efesios 4:22). Ello necesita un cuchillo afilado, pero debe
hacerse. El intento de ser algo en la carne niega la obra de Cristo en la cruz,
y que hemos muerto con Cristo. En los Cristianos, el hecho de que ella surja en
cualquier forma socaba el
valor real de la cruz, y es perder, temprano o tarde, el disfrute actual de esa
obra en el alma. Resumiendo, considerarnos nosotros mismos como estar viviendo
en la carne, en lugar de haber muerto con Cristo y estar vivos en Él, es negar
que hemos cruzado el Mar
Rojo o el Jordán, y confesar de manera práctica que estamos aún en Egipto entre
los que 'esperan ser salvados', en lugar de poseer
y disfrutar nuestro verdadero lugar y
las nuevas relaciones y privilegios como estando sentados en Cristo Jesús en
los lugares celestiales.
En segundo lugar, ellos
celebraron el fundamento y las bendiciones presentes de su liberación guardando
la pascua. La pascua nunca fue olvidada; fue celebrada en Egipto, en el
desierto, y en la tierra prometida. Es así con respecto a nosotros, debe
tenerse y se tendrá en recuerdo imperecedero, que la muerte y el derramamiento
de la sangre del Cordero de Dios es el fundamento único de todas nuestras
bendiciones. Si nosotros hemos entrado ahora dentro del velo, ello es por la
sangre de Jesús. Nuestro derecho a estar allí para siempre es que Jesús ha
entrado al cielo mismo mediante Su propia sangre. Esto no se ha de olvidar
jamás, porque
'Todo nuestro gozo en la
tierra, en el cielo,
Lo debemos a Su sangre.'
La pascua fue celebrada,
entonces, por ellos después que entraron a la tierra. Ahora bien, se nos dice
que Cristo, nuestra pascua, fue sacrificado por nosotros (1ª. Corintios 5:7); ¿y
acaso nosotros no tomamos alguna vez parte en la intención y el valor
verdaderos de la cena del Señor, a menos que la comamos como los que están ya
en Cristo en los lugares celestiales, y, por tanto, volvemos atrás la mirada a
Su muerte en la cruz? Es decir, Le
vemos ahora coronado de gloria y honor (Hebreos 2:9), y Le recordamos tal como
Él estuvo en la muerte por nosotros en la
cruz. Nosotros recordamos a Jesús, y mostramos Su muerte hasta que Él venga. Y,
viendo que nosotros debemos todas nuestras actuales y eternas bendiciones a la
virtud imperecedera de Su sangre preciosa, ¿cómo podemos olvidar alguna vez esa
rica, esa abundante misericordia, al amarnos así, lavándonos de nuestros
pecados en Su propia sangre, haciéndonos reyes y sacerdotes para Dios Su Padre?
(Josué 5:10; Apocalipsis 5:10).
En tercer lugar, ellos se
alimentaron, "comieron del fruto de la tierra" (Josué 5:11). Ellos no
dependieron ya más de la suministración de la provisión diaria por la mañana,
fiel e infalible como ella era; sino que ellos tuvieron ahora un suministro continuo
e ininterrumpido siempre a mano. Es así ahora: las almas que están en los
lugares celestiales de manera consciente pueden alimentarse de Él
incesantemente; no disfrutan meramente de un Cristo vivo que descendió para
morir, sino de un Cristo resucitado y ascendido que subió a lo alto. Dichas
almas se alimentan de un Cristo triunfante, glorificado — el grano de trigo
verdadero que pertenece al cielo (Juan 12: 23, 24). Estas almas conocen la
plenitud de Cristo como siendo de ellas. Ellas pueden tener parte ahora en los
pensamientos de Dios, en la estimación que Dios tiene de Él, el cual Le
resucitó de los muertos, y dijo, "Siéntate a mi diestra, Hasta que ponga
tus enemigos por estrado de tus pies (Salmo 110; Marcos 12: 35-37). Ellas Le
ven coronado de gloria y honra. Él es el objeto de su deseo, así como el
consumador de su eterna salvación. Ellas ven en Él al Hombre en la gloria, en
el cual habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad (Colosenses 2:9), a Uno
que es digno del todo, al cual se hace que se sometan los ángeles y
principados, y potestades. Ellas Le contemplan por medio de la fe en Él, son
atraídas a Él, son comandadas por Él, están satisfechas con Él, se regocijan en
Él — Él es su fuerza, su suficiencia, su justicia, su gloria. Ellas encuentran
en Él lo suficiente para llenar sus corazones y mentes; y anhelan una comunión
ininterrumpida con Él tan fervorosamente, que la ferviente expresión de sus
corazones es —
'¡Oh, fija nuestra mirada
fervorosa
Tan completamente, Señor, en
Ti,
Que con Tu hermosura ocupados,
A ninguno podamos ver en otra
parte!' [*]
[*]
N. del T.: traducción libre de la cuarta estrofa del himno "O PATIENT,
spotless One" compuesto por Christian Andreas Bernstein (1672-1699), cuyas
letra y melodía se pueden consultar en: http://www.stempublishing.com/hymns/ss/174
Ellos se alimentan, después,
del "producto de la tierra " (Josué 5:11 – LBLA), la plenitud de un
Salvador que vive siempre y que ama siempre en la gloria. Es del propio Cristo
del cual ellos se alimentan ahora, y obtienen su fuerza y consuelo en el
conocimiento bienaventurado de que ellos están en Él, el cual es la vida y
justicia eternas de ellos.
En cuarto lugar, esta vida de
fe nos capacita para la batalla de la fe
(1ª. Timoteo 6:12). Alimentarse primero, y luego luchar. Este es el orden
divino; y para esto el " Príncipe del ejército de Jehová" aparece
como la fuerza de ellos. Ellos tenían que tomar posesión de lo que Dios les
había dado, y todo aquello sobre lo cual la planta de su pie pisara, y
únicamente así ellos podrían disfrutar. Después, el conflicto, el severo
conflicto, con los enemigos en la tierra, estuvo delante de ellos, y ello
habría sido aplastante si no hubiesen sabido que el Príncipe del ejército
estaba con ellos. Entonces, "estando Josué cerca de Jericó, alzó sus ojos
y vio un varón que estaba delante de él, el cual tenía una espada desenvainada
en su mano. Y Josué, yendo hacia él, le dijo: ¿Eres de los nuestros, o de
nuestros enemigos? El respondió: No; mas como Príncipe del ejército de Jehová
he venido." Esta fue una respuesta muy sobrecogedora para Josué, porque él
se postró sobre su rostro en tierra y adoró, y dijo, "¿Qué dice mi Señor a
su siervo? Y el Príncipe del ejército de Jehová respondió a Josué: Quita el
calzado de tus pies, porque el lugar donde estás es santo. Y Josué así lo
hizo." (Josué 5: 13-15). ¿Y qué es esto sino Jehová manifestándose a Su
siervo como el Comandante y fuerza de Su pueblo? De qué manera convincente ello
nos recuerda el mandato divino por medio del apóstol, "fortaleceos en el
Señor, y en el poder de su fuerza" (Efesios 6:10). Y además de estos
puntos, ¿acaso no vemos nosotros qué ejercicio de alma necesitamos para
ponernos en manos del Señor, y darnos cuenta que Él está de nuestra parte y con
nosotros? Por lo tanto, nosotros deberíamos alentarnos en Él, y no apoyarnos en
la energía carnal, sino en Su brazo todopoderoso, y en Su fidelidad y en Su
amor. Yo creo que no se puede dejar de imprimir demasiado sobre nuestras almas,
que nosotros necesitamos energía divina para tomar posesión de nuestras
bendiciones en los lugares celestiales en Cristo, y disfrutar de ellas — que el
objetivo de Satanás es evitar que estemos dentro del velo, que es el verdadero
terreno de adoración y comunión, y el verdadero poder para todo servicio.
Separados de Cristo, somos la debilidad perfecta; no podemos hacer nada.
Permaneciendo en Él, nosotros podemos hacer todas las cosas por medio de Su
fuerza; así que, para fortalecernos "en el Señor, y en el poder de su
fuerza", nosotros debemos tener que ver con el propio Señor, como los que
se consideran "muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús,
Señor nuestro" (Romanos 6:11). Entonces recurrimos al Señor para todo,
confiamos en Él acerca de todo, y nos apoyamos en Él con respecto a todo. La
vida Cristiana verdadera es, por consiguiente, vivir una vida de fe en el Hijo
de Dios, permanecer en Él, tener todos nuestros recursos en Él. Entonces, como
en la historia de Israel, la victoria será nuestra; y cuando se depende de la
confianza carnal, en lugar de la fuerza del Señor, sentiremos amargamente que
el enemigo triunfará. Que nosotros conozcamos, amados, día a día más, la
constante realidad práctica de ser fuertes en el Señor; porque está escrito,
"Bienaventurado el hombre que tiene en ti sus fuerzas" (Salmo 84:5).
'Aunque ejércitos numerosos de
enemigos poderosos,
Aunque tierra e infierno se
opongan a nuestro camino,
Él conduce a Sus santos de
manera segura adelante:
¡Cuán fuerte es Su bondad
amorosa!' [*]
[*]
N. del T.: traducción libre de la tercera estrofa del himno "Awake, My
Soul, To Joyful Lays"
Hemos considerado, hasta
ahora, el disfrute y el ejercicio de alma con respecto a Dios en los que habían
cruzado el Jordán seco y habían tomado posesión de la tierra. Sus sentimientos
y experiencias son inevitablemente diferentes de lo que ellos fueron en Egipto,
o en el desierto. Pero habiendo descrito un poco sus ejercicios y modos de
obrar con respecto a Dios en Josué capítulo 5, consideremos ahora sus modos de
obrar con respecto a los hombres descritos en Josué capítulo 6.
En primer lugar, observen el
lugar distintivo de separación que
ellos tomaron necesariamente delante de los hombres, por haber sido separados
para Dios. Las dos cosas irán juntas, indudablemente, porque el sentido de
cercanía a Dios hará que descartemos lo que sabemos que es contrario a Dios.
Ellos estaban fuera de Jericó (el mundo) porque la ciudad estaba condenada;
estaba expuesta al juicio, y esperaba solamente el tiempo de la ejecución. Los
hombres de Jericó no creyeron esto; pero ello no altera el hecho, así como las
personas que dicen que el mundo está mejorando no alteran el veredicto emitido
sobre él — "Ahora es el juicio de este mundo" (Juan 12:31). Pero
observen que esto no es todo; ellos estaban afuera
con el arca — tipo de Cristo. Un Fariseo o un monje pueden separarse de la
sociedad; pero la senda verdadera es considerar este mundo como el gran sistema
instaurado por los hombres y Satanás, y ver también personas expuestas
(incrédulos) al juicio de Dios, habiendo
rechazado a Cristo, y tomar un lugar con Cristo, fuera de él, política,
religiosa, socialmente. Es porque estamos en Cristo allí arriba, y para siempre
unidos a Él por el Espíritu Santo enviado desde el cielo, que nosotros estamos
necesariamente vinculados con Cristo aquí abajo, y eso debe ser en separación
del mundo, porque ellos Le han rechazado, y Le rechazan aún. La respuesta fue,
y aún es, "No queremos que éste reine sobre nosotros" (Lucas 19:14).
No es de extrañar, por tanto, que el Espíritu nos mande, hablando de incrédulos,
"Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice
el Señor,
Y no toquéis lo inmundo;
Y yo os recibiré,
Y seré para vosotros por Padre,
Y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el
Señor Todopoderoso.
(2ª. Corintios 6: 17, 18).
En segundo lugar, ellos
tomaron el lugar de la obediencia. ¿Y
cómo puede ser de otro modo con respecto a nosotros, si nos damos cuenta del
hecho de que estamos unidos a Él en los lugares celestiales? Cuando Pablo,
camino de Damasco, tuvo inesperadamente una visión de Jesús en la gloria, y oyó
de Sus propios labios preciosos, "¿por qué ME persigues?", ¿acaso no
fue su respuesta inmediata de su corazón profundamente conmovido, "Señor, ¿qué quieres
que yo haga? Hechos
9). Porque él sintió ciertamente de inmediato que nada menor a una rendición
total a las demandas del Señor sería consistente con la superabundante gracia
que Él había manifestado. Entonces, si nosotros somos realmente conscientes de
nuestra nulidad en la carne, como habiendo muerto con Cristo, y participamos
en, y poseemos, las bendiciones y el disfrute de ser uno con Él que está en la
gloria, ¿cómo podemos nosotros tener pensamientos inferiores a
'Amor tan asombroso, tan
divino,
Demandas nuestra alma, nuestra
vida, nuestro todo'?
Todo esto es descrito de
manera hermosa en el encantador cuadro que estamos contemplando. Se trata de
una escena ilustrada divinamente (Josué 6). El pueblo se encuentra ahora en la
tierra prometida, disfrutando ahora de la región prometida hacía mucho tiempo,
anhelada durante mucho tiempo, de la cual mana leche y miel, habiendo comido
del producto de la tierra, y conscientes de que el Príncipe del ejército de
Jehová estaba con ellos, ellos se someten enteramente a la guía designada y
toman el lugar de obediencia tan claramente señalado para ellos, sea andar o
descansar, a estar en silencio o gritar, tocar la bocina o no, conforme a la
palabra de Jehová. Y esto demostró que es la senda de bendición. El testimonio
de ellos fue reconocer
sencillamente a Jehová, obedecer Su palabra, hacer Su voluntad, aunque fuese
para manifestar al pueblo de Jericó un espectáculo de debilidad y despropósito.
Pero si los sacerdotes hicieron un largo toque con "cuernos de
carnero", y por seis días todos los hombres de guerra rodearon la ciudad
una vez cada día con ellos y el arca; y en el día séptimo siete veces, ello fue
conforme a la palabra de Jehová; y, ¿cuál podía ser un testimonio más
verdadero? Si ellos no hubiesen gritado, ni hubiesen hecho ruido alguno con su
voz, ni hubiesen dejado salir ninguna palabra procedente de su boca, hasta que
Josué les ordenó gritar, según la palabra de Jehová, ello fue obediencia a la
voluntad de Jehová.
Nosotros sabemos qué éxito siguió a continuación. Y ciertamente la senda de
obediencia debe ser siempre, con respecto a nosotros, la senda de bendición.
Nosotros nos percatamos de la presencia del Señor con nosotros solamente en la
senda de obediencia. Hablar de unión con Cristo en los cielos, y nuestra
posición estando en Él, mientras nuestros corazones no están ejercitados en
cuanto a la obediencia al Señor en nuestras actuales circunstancias, es
solamente mostrar que nosotros especulamos en doctrinas altisonantes, que
conocemos poco de su significado verdadero en nuestras almas. O, ello puede
delatar el hecho solemne de que la mente natural ha estado entreteniéndose con
una gratificación intelectual acerca de las doctrinas de la Escritura, sin que
el corazón capte de manera alguna sus preciosas realidades eternas, de origen
celestial, inconmensurables. La gran demostración de amor a nuestro Señor
Jesucristo es ahora que guardemos Sus mandamientos, valoremos Sus dichos, y
atesoremos Sus palabras; y a los tales, y sólo a los tales, Él ha prometido
manifestarse, y hacer que sepan que Él y el Padre moran con ellos (Juan 14:21;
Juan 14:23).
¡Realidades preciosas,
profundamente preciosas, para nuestro disfrute! Y apropiadas ciertamente para
los que han sido rescatados de este presente siglo malo (época, era malvada),
que han muerto con Cristo, y viven ahora en Él, y que se caracterizan por no
andar según la carne, sino según el Espíritu. Es esta entera consagración a la
voluntad del Señor lo que se necesita también en estos tiempos de laxitud y
descuido — dedicación incondicional a Él, pleno sometimiento a Su guía
infalible, y a la suprema autoridad de Su palabra a toda costa. Tales corazones
pueden cantar verdaderamente
'Mientras yo esté aquí, hacer Su voluntad será lo mío,
Y lo Suyo, asegurar mi tiempo
de descanso.'
En tercer lugar, consideremos
el servicio de ellos. ¿Cuál fue? ¿Fue
hacer lo que pudieran para mejorar Jericó? ¿Fue procurar elevar a las masas de
los habitantes de esta ciudad fuertemente fortificada y bien construida? ¿Fue
decirles que el mundo estaba mejorando? No, ciertamente; porque ninguna de
estas cosas serían verdad. El servicio de ellos fue salvar pecadores de esta ciudad
ya condenada. El testimonio de Dios
había salido contra ella. La ciudad, el rey, y todos los hombres de valor
fueron dados a Josué para destrucción; pero hubo algunos que iban a ser
salvados de ella — algunos que no vendrían a juicio, y los siervos fieles de
Dios estuvieron decididos a salvarlos. Hubo entre ellos una ramera; pero ella
era una mujer de fe, la había mostrado favoreciendo al pueblo de Dios, y había
confesado públicamente su fe colocando el cordón de hilo escarlata en la
ventana (Josué 2). Poco pudieron sospechar los hombres sabios y fuertes de esta
ciudad famosa, ni por un momento, lo que el cordón de hilo escarlata
significaba, incluso si lo hubiesen visto. No fue así, sin embargo, con
respecto al pueblo de Dios. Porque cuando el muro de la ciudad se derrumbó, y la
ciudad fue tomada, y el proceso de destrucción total estuvo a punto de
comenzar, al mandato de Josué "los espías entraron y sacaron a Rahab, a su padre,
a su madre, a sus hermanos
y todo lo que era suyo; y también sacaron
a toda su parentela, y los pusieron fuera del campamento de Israel. Y
consumieron con fuego la ciudad." Se nos dice que "Josué salvó la
vida a Rahab la ramera, y a la casa de su padre, y a todo lo que ella tenía… por
cuanto escondió a los mensajeros que Josué había enviado a reconocer a
Jericó", a cuyo mandato ella ató el cordón de hilo escarlata en la
ventana. (Véase Josué 2:18; Josué
6:22-25).
¿Y acaso no expresa este
retrato exquisito nuevamente una lección adicional de preciosa enseñanza para
nosotros? Porque si el mundo a través del cual estamos pasando está bajo
condenación, si Jesús habló en serio cuando Él pronunció el veredicto solemne,
"Ahora es el juicio de este mundo" (Juan 12:31), y si no existe ni
una sola línea de la Escritura que nos ordena mejorar el mundo, ¿cuál es
nuestra posición hacia ello sino, como separados por la gracia de Dios,
ministrar a las almas, y procurar sacarlas? ¿Hacer el bien a las personas que
están en el mundo, y no esperar cosa alguna de él? Por eso el Espíritu Santo
distingue deliberadamente a los siervos fieles del Señor Jesús como los que
"salieron por amor del nombre de El, sin aceptar nada de los gentiles"
(3ª. Juan 1:7). Y ciertamente, si nuestro lugar es ahora ser uno con Cristo en
los lugares celestiales, ¿cuál podría ser aquí nuestra posición sino separación
para el Señor en comunión con todo miembro de Su cuerpo (la única membresía en
el Nuevo Testamento), como los que advierten a los hombres de su peligro, y
procuran salvar a Rahabs creyentes? Por tanto, el modo de obrar de Dios ha sido
siempre, y aún es, en juicio para recordar la misericordia. Y cuán
bienaventurado es este servicio expresado así
'Diles que entren — al Judío
y
al Gentil
Al extraño invita a la fiesta;
Diles que entren — al rico,
al
noble,
De mayor a menor.
El Padre corre a encontrarlos,
Él ha visto todas sus penas;
Vestido y anillo, y calzado
real,
Esperan a los perdidos—diles
que entren. [*]
N.
del T.: traducción libre de la segunda estrofa del himno " CALL THEM IN" cuyas letra y
melodía pueden ser consultadas aquí. http://www.hymntime.com/tch/htm/c/a/l/callthem.htm
Pero hay también una solemne
palabra de advertencia contra la pasión y la codicia; porque nosotros estamos
acosados por trampas por todos lados. Uno de los que tenía fidelidad profesada
a Dios vio un manto Babilónico y un lingote de oro, y los codició. En
consecuencia, él los tomó, y los escondió en su casa; pero Dios lo vio, y Su
juicio cayó pesadamente como consecuencia de ello (Josué 7). Todos sabemos que
los incentivos comunes de Satanás para los Cristianos profesantes son ahora el
amor a la vestimenta — el "manto Babilónico", y la posesión de
riquezas – el "lingote de oro." Y es muy notable que la Cristiandad
corrupta, la Babilonia del libro del Apocalipsis, sea asemejada a una mujer vestida
de púrpura y escarlata, y adornada de oro, de piedras preciosas y de perlas
(Apocalipsis 17). Josué advirtió al pueblo que se guardara del anatema, no sea
que ellos mismos se hicieran anatema (Josué 6:18) pero Acán no le prestó
atención, y por su pecado trajo miseria y derrota sobre todo el pueblo, así
como una súbita destrucción sobre sí mismo. Que el Señor nos mantenga fieles a
Él en corazón y propósito por medio de Su gracia, y nos guarde de amar al mundo,
o las cosas del mundo.
Pero, para esto, nosotros necesitamos tener nuestras almas felizmente ocupadas
con Aquel que nos amó, y se dio a Sí mismo por nosotros (Tito 2: 11-14).
Y ahora, queridos pares
Cristianos, veamos cuán lejos hemos penetrado en este lugar y carácter de
bendición y testimonio al cual Dios nos ha llevado tan misericordiosamente. ¿Tomamos
nosotros nuestro lugar delante de Dios
de manera habitual, como aquellos que ya han sido hechos cercanos a Él en
Cristo Jesús en los lugares celestiales? ¿Estamos bregando por acercarnos por
medio de las actividades de un espíritu de servidumbre e incredulidad, o
bendecimos y alabamos a Dios por el hecho de que nuestro viejo hombre fue
crucificado juntamente con Cristo (Romanos 6:6), y que somos ahora nuevas
criaturas (2ª. Corintios 5:17), y tenemos vida, posición, justicia, y cercanía
a Dios en Cristo ascendido? Yo digo que la tenemos, porque Dios nos lo ha dado;
Dios con Él nos resucitó, y con él nos sentó en los lugares celestiales en
Cristo Jesús (Efesios 2:6 – LBLA). ¡Bienaventurado descanso para nuestras
almas! ¡Paz solida y permanente también! Bueno, estando entonces en toda la
aceptación de Cristo mismo, en el cual somos hechos aceptos, ¿sabemos que ello
es someter "la carne" a un cuchillo afilado, y regocijarse en Cristo
Jesús, en el recuerdo precioso de Su cuerpo entregado y Su sangre derramada por
nosotros? ¿Sabemos lo que es estar en la presencia de Dios, en el Lugar
Santísimo, y comer de un Cristo eterno y que ama eternamente — "el fruto
de la tierra"? Y, ¿habiendo comido, nos percatamos de la fuerza para
luchar contra Satanás y sus huestes para la posesión
de esas bendiciones celestiales que Dios nos ha dado en Cristo para disfrutar
ahora? Y en cuanto a nuestra posición aquí delante
de los hombres, ¿mantenemos nosotros el lugar de separación con Cristo como
no siendo del mundo, porque este está
condenado al juicio? ¿Y procuramos andar en la senda de la obediencia, y llevar
el testimonio
del Señor, cualesquiera sean el oprobio y la censura que ello pueda acarrear
sobre nosotros? ¿Trabajamos para sacar almas de este mundo, por medio del poder
de la sangre preciosa de Jesús, el verdadero "cordón de hilo
escarlata" o "cordón de grana"? Y, ¿rehusamos resueltamente el
atuendo a la moda y costoso, y el espíritu que persigue la riqueza de la época
actual? Estas son cuestiones solemnes, cruciales para nuestras conciencias,
queridos pares Cristianos, de las cuales dependen nuestros gozo y pesar
actuales, así como la gloria o la deshonra del Señor. Que nosotros podamos
captar y deleitarnos resueltamente en nuestras actuales bendiciones, en el
espíritu de comunión y adoración, en Cristo dentro del velo, y conocerlas como
realidades profundas e inmarcesibles, de modo de ser hallados en el verdadero
lugar de separación y fidelidad delante de los hombres como para traer alabanza
y gloria a Dios.
H. H.
Snell
Traducido del Inglés por: B.R.C.O. – Diciembre
2017.-
Publicado
originalmente en Inglés bajo el título: POSSESION; or, THE OTHER SIDE OF JORDAN by H. H. SNELL
Versión Inglesa |
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