UN
CRISTIANO - ¿Quién, y Qué es él, Ahora y en lo
Sucesivo?
Un asunto propuesto para ser considerado en una reunión
Cristiana.
De la revista 'The Christian's Friend: 1875', editada
por
E. Dennett
Todas
las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido
tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los
lugares en que, además de las comillas dobles (""), se indican otras
versiones, tales como:
LBLA =
La Biblia de las Américas, Copyright 1986, 1995, 1997 by The Lockman
Foundation, Usada con permiso.
VM =
Versión Moderna, traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada
por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza).
Es más bien una cosa solemne
decir qué es un Cristiano,
especialmente cuando nosotros pensamos acerca de qué es lo que lo convirtió en
uno. Dios está actuando, como para glorificarse Él mismo. Es una cosa solemne
ser una revelación de aquello de lo que Cristo es digno — del resultado de la
obra de Cristo, tal como está dicho, "Verá el fruto de la aflicción de su
alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo a
muchos, y llevará las iniquidades de ellos." (Isaías 53:11). Nos hace bien
pensar acerca de esto, porque ello hace que nos juzguemos a nosotros mismos, para
ver hasta donde nosotros somos realmente eso. No se trata de que nosotros
seamos alguna vez la exhibición perfecta de ello hasta que seamos
"semejantes a él." (1ª. Juan 3:2), hasta que lo veamos tal como Él
es, y seamos conformados a Su imagen en gloria. No obstante, si nosotros
llevamos el Nombre de Cristo, deberíamos procurar presentar un resultado
apropiado de Su obra en el mundo.
Eso es lo que un Cristiano es.
Por eso que llega a ser una cosa solemne decir qué es él. Aun así, aunque es un
asunto solemne, es un asunto de gracia. Aunque es muy solemne, ello es siempre
dichoso, porque es de gracia — la gracia de Dios gratuita, plena, y soberana.
Todo esto nos ayudará un poco.
Con respecto a la pregunta
misma, hay una gran diferencia entre lo que un Cristiano es 'ahora', y lo que
él será 'en lo sucesivo'. No con respecto al manantial de vida, la redención,
etc…, sino que ahora, un Cristiano es
la expresión del poder de Dios en medio del mal; en lo sucesivo, él será la expresión
del resultado de aquel poder,
que ha quitado el mal, cuando todo el mal sea quitado.
Consideremos ahora en nuestro
mejor estado, un Cristiano es la expresión del poder de Dios en medio de la
prevalencia del mal. Un Cristiano no será exactamente eso en lo sucesivo; el
será después la expresión del resultado del poder de Dios, en el sentido más
elevado, cuando el mal sea eliminado.
En cuanto al fundamento en la
sangre de Cristo, y en el poder de Su resurrección, y el amor de Dios, esto
pertenece a su estado en lo sucesivo tanto como es la base de lo que es ahora.
El amor de Dios en Cristo será el manantial de mi gozo en aquel entonces, tal
como lo es ahora.
Una cosa que brinda mucha
estabilidad de paz (pues concierne a la paz de su alma) al Cristiano es que
ella no depende de lo que él es ahora, o de lo que será después, sino de lo que
es común a ambos estados. El terreno de ello es el mismo ahora de lo que será
en el cielo. La cosa exhibida puede ser diferente; pero el terreno de confianza
es el mismo ahora como lo será en lo sucesivo. En cuanto a la fuente y manantial de
él, en el amor de Dios, Su
amor es tan verdadero como perfecto, y tan completo, y tan manifestado hacia mí
ahora, como lo será cuando yo esté en la gloria; Él no puede, en Su divino
amor, ir más allá del don de Su Hijo.
Asimismo la vida que yo tengo ahora no es diferente
de la que tendré después. No hay duda que el cuerpo la obstaculiza. Su
manifestación será diferente; pero la vida es la misma.
Y el terreno de la paz no cambia. Aquello sobre lo cual yo descanso por
la eternidad es igual ahora tanto como lo será en aquel entonces — la sangre de
Cristo. (Hebreos 9 y 10). Cualesquiera que sean nuestros conflictos, nuestros
conflictos (propiamente hablando) brotan del hecho de que aquel terreno está
establecido enteramente. Quienquiera que está dudando en cuanto a eso no tiene
a Dios, o, de lo contrario, no ha comprendido el terreno de su posición. La
inquietud de alma puede surgir del hecho de que un hombre no ha entendido el
evangelio sencillamente; pero en cuanto al terreno de su posición, está tan
aceptado ahora como lo estará en aquel entonces. No hay otro Cristo que muera —
ninguna sangre nueva a ser derramada. Tampoco se va a hacer una nueva
revelación. No hay un amor que brote en el corazón de Dios que no haya sido
expresado. Puede haber un entendimiento más completo de aquello que ha sido
consumado, pero no hay nada nuevo, ni por cumplirse
o por ser revelado.
Quienquiera que no se ha
situado en ese terreno (que no tiene ese asunto resuelto en su alma), no se ha
situado, todavía, en el mero terreno Cristiano.
Dios puede estar obrando en su alma; pero yo no denomino 'tener vida' al hecho
de colocarse en el mero terreno Cristiano. Puede haber vida sin el
conocimiento de lo que Dios es como para
con nosotros (el conocimiento de la perfección de Su amor hacia nosotros, y
de lo que Él ha hecho por nosotros en Cristo). La vida puede hacer que yo esté
ansioso, y que yo espere, y tengo deseos conforme a Dios, y anhele estar seguro
de Su favor, y cosas por el estilo; pero cuando hablamos de un 'Cristiano',
nosotros hablamos de lo que un Cristiano es en la Escritura, y la Escritura
habla siempre de él — de un creyente en cualquier estado — en cuanto a su posición.
Es muy necesario entender
esto.
Nosotros no debemos confundir
los ejercicios de un Cristiano con la
posición de un Cristiano. El terreno
de su posición es la obra de Dios. En sus ejercicios entra él mismo — su carne,
su ignorancia, y muchas otras cosas (¡desgraciadamente!) pueden estar en
acción. Pero mi posición ha de ser juzgada enteramente según los pensamientos
de Dios, y no según mis pensamientos. Además, los ejercicios de mi propia alma
nunca son como el juicio de Dios acerca de ellos.
Cuando yo estoy pensando
acerca de estas cosas es mi estado real
el que me ocupa; pero, si Dios fuese a advertir mi estado real, Él debe
condenarme. Lo que Él tiene en cuenta es la obra de Cristo por mí, y mi unión
con Él, no, en este respecto, mi estado real en
absoluto. Es siempre importante recordar eso, porque mi propio juicio de mí
mismo debiese ser en cuanto a mi estado real.
Cualesquiera que sean sus
ejercicios, con independencia de cómo ellos puedan variar, el Cristiano es, en
un sentido, exactamente el mismo, porque, a los ojos de Dios, él es como
Cristo. Siendo Cristo el hombre aceptado perfectamente a la diestra de Dios, el
Cristiano es considerado por Dios en la misma posición, a saber, sentado en los
lugares celestiales "en Cristo." ("Y con El nos resucitó, y con
El nos sentó en los lugares celestiales en Cristo Jesús" – Efesios 2:6 –
LBLA). En ese aspecto, no puede haber diferencia alguna; y el terreno de
nuestra aceptación no puede ser imperfecto. Yo repito, nosotros no debemos
confundir los movimientos de la vida con el terreno de nuestra aceptación.
Nosotros nunca podemos tenerlo demasiado simple y claro. Ello no hace que uno
desprecie los primeros hechos de la vida, sus primeros movimientos e impulsos
vitales, no obstante lo débil e imperfecto. Yo no desprecio a un niño porque no
es un hombre aún.
En la epístola a los Efesios (donde
lo que es un Cristiano es expuesto plenamente) los hombres son vistos como los
"hijos de ira" en su naturaleza misma (necesariamente herederos de la
ira, porque Dios es lo que es, y el hombre es lo que es) (Efesios 2:3). Toda
otra distinción se pierde de vista porque, en su carácter como pecador, el
hombre es llevado completamente a la luz de Dios. Por tanto, habiéndonos dicho lo
que el hombre es, el apóstol no se
detiene en el hombre, él se vuelve y comienza desde el otro extremo; él dice
ahora lo que Dios es, que Él "es
rico en misericordia", y (como resultado de esto) que Él nos ha sentado en
los lugares celestiales "en Cristo." ("Y con El nos resucitó, y
con El nos sentó en los lugares celestiales en Cristo Jesús" – Efesios 2:6
– LBLA).
Pero cuando nosotros llegamos
un poco más al detalle, yo recordaría la distinción que hice al principio, a
saber, que un Cristiano es ahora la expresión del poder de la vida divina y de
la presencia divina (yo quiero decir, vida divina asistida por el poder de
Dios) en medio del mal que él conoce; pero, en lo sucesivo, él será la
expresión bienaventurada del resultado del poder de Dios cuando el mal sea
quitado. Fue así con Cristo (no hubo mal alguno en él, obviamente; aun así,
hablando de manera abstracta, se trató de lo mismo; en Él ello fue perfecto)
cuando Él estuvo aquí en la tierra, Él fue lo que Él era en medio del mal. No
puede haber aumento alguno en ello, en sí mismo; pero la manifestación del poder
divino en nosotros es capaz de un
aumento indefinido.
La redención, no obstante,
precede a todo lo demás. (Yo no quiero dar a entender mediante esto que ella
precede a los consejos de Dios). En primer lugar, "Cristo amó a la
iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola
purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a
sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa
semejante, sino que fuese santa y sin mancha." (Efesios 5: 25 al 27). La
redención precede al lavamiento. El lavamiento puede continuar, pero viene
después de la redención. Él la hace Suya,
antes que Él proceda a hacer que ella sea lo que el querría que sea. Puede no
haber un pensamiento claro en cuanto a ello; pero la cosa es hecha no obstante.
Una vez consumada la
redención, el Señor procede a producir en nosotros los efectos y los frutos de Su
gracia en conformidad a Él mismo.
El primer efecto de la vida en
medio del mal no es meramente ver ciertas cosas, sino tener la conciencia
ejercitada acerca de ciertas cosas. En el momento en que la vida comienza a
obrar, obtenemos la conciencia del mal interior, así como del mal exterior; es
decir, ella presenta el juicio del mal en nosotros. No es que en el instante en
que Cristo es presentado al alma en gracia, el alma lo ve claramente; ella
puede ver la gracia y la bendición, conociendo el mal de manera general, sin ser
ejercitada acerca de ello por medio de alguna aplicación determinada de lo que
Cristo es para el hombre interior; puede haber, más bien, la hermosura de
Cristo que atrae más que alguna obra profunda en la conciencia. Puedo entender
esto completamente. Pero por otra parte, antes que nosotros llegamos a un
estado apropiadamente Cristiano (el proceso puede ser más largo o más breve),
el efecto necesario de la vida obrando es presentarnos el juicio de lo que el
hombre es, en el talante principal de su condición actual, tal como es
considerada por el Espíritu Santo. Ello introduce el conocimiento de lo que
nosotros somos en la presencia de lo que Cristo es. Entonces tenemos al hombre
llevado al conocimiento claro de que todo ha terminado con respecto a él. Y
todo ha terminado con respecto a él. Yo quiero decir mediante esto, no
meramente que él ha pecado y que hay condenación, sino que él no tiene derecho
alguno, título alguno, o reivindicación alguna, a nada, ahora que él tiene, o
bien a las promesas de Dios, o a cualquier otra cosa. Ese es el lugar al cual
el alma debe ser llevada (lugar al cual es tan difícil llegar), para descubrir
lo que ella es en la presencia de Dios. El Cristiano puede esperar salir del
apuro, si él cree que tiene algún derecho a las promesas, porque estas pueden
socorrerle; pero no sirve de nada hablar de las promesas de Dios, cuando Dios está
hablando de lo que yo soy y
de juicio. Si yo estoy pensando acerca de lo que yo puedo ser algún momento
u otro, las promesas tienen su lugar, ellas
son más que oportunas; pero si se trata de lo que yo soy, a las promesas no les
incumbe eso. La mujer sirofenicia
(Mateo 15) servirá como una ilustración. Ninguna promesa podía responder a su
condición; porque, como una Gentil, ella no tenía derecho alguno a las
promesas. El Señor dice, "No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la
casa de Israel." (Mateo 15:24). Si tú vienes a mí como una Israelita, Yo
puedo hacer algo por ti; de lo contrario, "No está bien tomar el pan de
los hijos, y echarlo a los perrillos." (Mateo 15:26). Pero ella responde
entonces, "Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen
de la mesa de sus amos" (Mateo 15:27), ella dice en efecto, Dios es rico en misericordia;
y Cristo no puede
decir que Él no es, que no hay nada en Dios para una pobre pecadora.
Yo no creo que una persona se
sitúe en el terreno Cristiano correcto (uno debe tener en cuenta la ignorancia,
pero no hay verdad alguna, ningún terreno sólido, en cuanto a una paz sencilla
y permanente), hasta que el alma ha sido llevada al conocimiento que ella no
tiene absolutamente ningún derecho, o reclamación, a la promesa.
Una vez que el alma es abatida
hasta llegar a esto por medio de lo que sucede en el interior, puede haber
atracción, pero el primer efecto completo es que el hombre es juzgado, él ve lo
que él es, y llega a estar completamente desesperado en cuanto a lo que él es,
y es transferido enteramente al pensamiento de lo que Dios es. Nosotros tenemos
que decir solamente,
"¡Lo que ha hecho Dios!"
Yo estoy ahora en un terreno
nuevo, es decir, en aquel de lo que Dios es hacia el pecador que es
perfectamente vil. Si el pecador es
perfectamente vil, Dios es perfectamente bueno.
Y yo llego a ver lo que Él ha
hecho, porque Él es así. No es que Él lo ha quitado del mundo; "No ruego
que los quites del mundo," etc. (Juan 17:15). Él lo hará en breve.
La primera cosa en la vida
nueva (puesto que todo es en Cristo) es que Él resucitó de los muertos. Nosotros
debemos considerar lo que Dios ha
hecho en Cristo. Yo encuentro a Cristo muerto a causa de los pecados (nuestros
pecados), y yo encuentro
después el poder vivificador, dador de vida, de Dios viniendo y resucitándole
de los muertos. Yo debería separar esto enteramente de la posición celestial de
los santos. Todos nosotros hemos estado demasiado acostumbrados a confundir
estas dos cosas (vida de resurrección y posición celestial). Lo que yo veo como
siendo el efecto de la vida de resurrección es esto, un hombre vivificado y
resucitado en Cristo se convierte en un peregrino aquí abajo. Esto no es el
todo de un Cristiano. Pero es el poder de la vida divina en la nueva creación
moviéndose en un mundo que no le pertenece, y al cual él no pertenece. El
Cristiano hecho renacer por la resurrección de Cristo es una cosa distinta a
considerar de un Cristiano sentado en los lugares celestiales en Cristo ("Y
con El nos resucitó, y con El nos sentó en los lugares
celestiales en Cristo Jesús." Efesios 2:6 – LBLA). Aunque el mismo
individuo es ambas cosas, ellas son dos cosas distintas a ser consideradas.
En 1ª. Pedro 1: 3 al 5
nosotros leemos: " Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que según su grande misericordia (no dice, "nos bendijo con toda bendición
espiritual en los lugares celestiales en Cristo" como Efesios 1:3), sino que
"nos hizo renacer
para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, para
una herencia incorruptible,
incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros, que sois
guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que
está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero." Yo encuentro
aquí personas hechas renacer "para una esperanza viva"; ¿y cuál es su esperanza?
¿Están ellas
sentadas en el cielo? No; estas personas lo están esperando. Por tanto, el
apóstol dice (1ª. Pedro 2:11), "Amados, yo os ruego como a extranjeros y
peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el
alma." Es el Cristiano en su peregrinaje el que es contemplado aquí. Él es
un extranjero aquí. Él tiene una herencia en el cielo; cuando él esté en su
herencia, él ya no será un extranjero; pero él no está allí, él va hacia el
cielo. Él es un hombre resucitado en la tierra, andando a través del mundo con
nuevos afectos y sentimientos, yendo hacia su herencia, pero él no está allí,
es un Israelita en el desierto, redimido de Egipto, y un extranjero; pero no
está en Canaán. Y entra allí la prueba de la fe. El apóstol continúa diciendo,
"En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si
es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida
a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero
se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea
manifestado Jesucristo." (1ª. Pedro 1: 6 y 7).
¿Dónde encuentro yo al
Cristiano en la epístola a los Efesios? No realizando un viaje, en absoluto; él
está sentado, y ¿dónde está sentado?
"En los lugares celestiales en
Cristo Jesús." (Efesios 2:6 – LBLA).Eso es lo que yo estoy haciendo ahora;
estoy sentado en el cielo, instalado allí. Y, siendo Cristo Heredero "de
todo" (Hebreos 1:2), la herencia no es el cielo. La herencia mencionada en
Efesios es diferente de la mencionada en Pedro; ella se refiere a todo lo que
Cristo posee (y, por tanto, la tierra entra en ella). Ser heredero "de
todo" es la esperanza celestial del hombre; pero el cielo es su hogar, su posición.
En Pedro, el cielo es su
esperanza; él está yendo hacia el
cielo como su hogar, y hacia su
herencia que está en el cielo. Yo tengo allí una condición muy diferente.
Ambas cosas son ciertas acerca
de la misma persona — ambas son ciertas acerca del Cristiano. Es bueno tener la
prueba de la fe (ello supone que la fe está allí), es bueno estar sentado con
Cristo donde no hay prueba alguna, y es bueno descender a la prueba. Pero estas
son condiciones diferentes. El lugar de Cristo en el monte de la
transfiguración, cuando estuvo con Moisés y Elías (Lucas 9) en medio de la
gloria excelente, fue diferente del lugar en el que Él estuvo cuando descendió
del monte y se tuvo que encontrar con la multitud, y echar fuera después el
demonio. Mi verdadera posición, como un hombre celestial, es estar sentado en
los lugares celestiales en Cristo; pero, por otra parte, como hecho renacer
para una esperanza nueva por la resurrección de Cristo, dicha posición es
sencillamente ir a través de este mundo, pero es a través de este mundo que yo
estoy yendo. Yo estoy aquí, una nueva creación, vivificado y resucitado con
Cristo; y ¡vaya mundo en el que estoy! Es así con respecto a la venida de
Cristo; si estoy andando en la tierra, yo estoy esperando a Cristo; la
esperanza de la venida de Cristo es Su aparición para enmendar las cosas aquí;
pero, si estoy sentado en el cielo, yo estoy allí en Cristo, y espero estar allí
con Cristo realmente, y disfrutar allí a Cristo plenamente. En Efesios no
se habla de la venida de Cristo; los santos son vistos como estando sentados en
el cielo.
Yo entiendo estos dos
elementos de una posición Cristiana; y, en cierto sentido, yo no afirmo que uno
es más importante que el otro. Yo puedo considerar al Cristiano en la fuente y
origen de la paz, en el pleno disfrute de los lugares celestiales, y en una paz
estable con Dios, y combatiendo por Él en conflicto con Satanás. Pero yo no
puedo tenerlo combatiendo para Dios en Canaán, hasta que él llegue a Canaán; yo
puedo tenerlo en Egipto bajo el poder del enemigo, pero ese no es un conflicto
con él. Se necesita la redención de Dios. Pero esto lo sitúa en el desierto, un
segundo elemento de su vida Cristiana.
Una persona actuando bajo el
conocimiento, y en terror, del poder de Satanás, temiendo poder perderse si es
dejada allí, es algunas veces más seria que cuando tiene paz; pero yo no confío
en su energía. Dicha persona no ha aprendido lo que la carne es, si bien puede
haber aprendido lo que la tiranía de Satanás es. La persona descubrirá lo que
la carne es cuando ella tiene que decir a Dios. Un hombre irá siempre bastante
rápido, si encuentra a Satanás tras él. Los Israelitas viajaron más rápido
cuando Faraón estaba a sus espaldas, de lo que lo hicieron después en sus
etapas en el desierto. No hubo murmuraciones algunas debido al camino cuando
Faraón iba tras ellos; pero fue después, en el desierto, que ellos fueron
puestos a prueba. Vino entonces la pregunta, ¿es Cristo suficiente, o es el
maná "pan detestable"? ("Y habló el pueblo contra Dios y contra
Moisés, diciendo: ¿Por qué nos habéis hecho subir de Egipto para morir
en el desierto? que no hay pan, y no hay agua; ¡y nuestra alma tiene ya
aborrecido este pan detestable!" Números 21:5 – VM). Si una persona no es
espiritual, ella debe tener algo que satisfaga su avidez. Todo esto es puesto a
prueba; no es puesto a prueba cuando una persona está huyendo de Faraón, sino
cuando ella está caminando con Dios.
Y entra allí la mediación de
Cristo. En el estado del desierto, tengo a Cristo entre yo y Dios — " si
alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el
justo" (1ª. Juan 2:1); pero esto no es unión con Cristo; yo soy
considerado en mí mismo; se nos considera como individuos. Una persona puede
andar a tropezones, por no tener su ojo fijo sencillamente en Cristo, no
sabiendo cómo llegar al final; pero dicha persona encuentra un hilo hecho
descender del cielo para llevarla exactamente al lugar donde debiese estar,
mientras ella está pensando sólo en el lodo, o juzgándose a sí misma por no haber
valorado a Cristo suficientemente. Hay miles de pensamientos y sentimientos y
afectos que son sacados a relucir, y que están en juego, en cuanto al resultado
de que nosotros tenemos vida de resurrección. A nuestra alma se le muestra con
claridad el cuidado amoroso y la ternura constantes de Cristo; y hay un
carácter necesario de relación con Cristo que el cielo mismo no puede dar.
Esto es una parte de un
Cristiano. Él es un peregrino y extranjero en el poder de la vida de
resurrección, con la mediación de Cristo llevada a cabo no para procurarle vida,
sino para mantener su relación y comunión con Dios en la luz sobre a base de lo
que Cristo es allí. Sobre la base de eso, siendo el Cristiano imperfecto, él es
mantenido en una relación con un Dios perfecto. Todo aquello acerca de lo cual
el corazón del hombre puede ser ejercitado es satisfecho por la plenitud de
Dios, a través de la mediación de Aquel que es Dios y Hombre.
La otra cosa es esta (donde no
hay pregunta o prueba en absoluto), el Cristiano sentado en los lugares
celestiales. Y permitan que yo diga que la
Iglesia no está aún allí (aunque, al referirnos a ello, nos referimos a la
posición de la Iglesia). Así como la vida de resurrección no llevó el hombre al
cielo, del mismo modo llevarlo al cielo, en sí mismo, no lo coloca en la
Iglesia. Es decir, ello puede ser visto como una cosa individual. Cuando yo llego
al cielo, yo me estoy situando
maravillosamente cerca de la verdad de la unión de la Iglesia con Cristo; no
obstante, yo me puedo considerar a mí mismo, un solo individuo en el cielo, sin
incorporar, en absoluto, la unidad del
cuerpo, que es la Iglesia. [*] Yo puedo hablar de los "hijos de
Dios" y de "coherederos", sin introducir la idea del cuerpo. Yo
tomo al Cristiano sentado en los
lugares celestiales. Como un Cristiano individual, yo he terminado con los
conflictos cuando llego allí; ya no es el caminar en ejercicio de corazón. Yo
tendré aún conflictos con Satanás, pero estos son por Dios. Yo puedo tener que
juzgar mi carne en estos conflictos también; pero juzgar la carne no es entrar
en conflicto por Dios; es una cosa diferente tener conflicto por Dios, y estar
juzgando la carne como estando ella obstaculizando. Cuando estoy en el cielo,
yo soy el resultado de la obra de Dios.
[*]
La dificultad en separar estas dos cosas en la mente es esta: en el momento en
que yo hablo de estar sentado "en los lugares celestiales", yo debo
introducir a Cristo, porque yo estoy allí "en Cristo"; y por tanto, toda la iglesia
está sentada también el
los lugares celestiales en Él. ("y con El nos resucitó, y con El nos
sentó en los lugares celestiales en Cristo Jesús." Efesios 2:6 –
LBLA).
En el libro de Josué, antes de
un solo conflicto, una mesa era preparada, y ellos habían terminado con el
maná. Dios había preparado una mesa para ellos en la presencia de sus enemigos (Josué
5). Cuando ellos atravesaron el Jordán, ellos se sentaron y comieron "del
producto de la tierra." ("Y comieron del producto de la tierra el día
siguiente a la Pascua:
panes ázimos y espigas tostadas comieron en aquel mismo día."
Josué 5:11 – VM). El maná (la provisión para el desierto) había cesado, y ellos
estuvieron comiendo "del producto de la tierra" (ellos tenían a
Cristo, visto como el 'cultivo' original del cielo). No es para mis necesidades
que yo tengo a Cristo en el cielo, yo no tengo necesidades allí, yo lo tengo a
Él allí para disfrutarle — sentarme a la mesa de Dios y alimentarme con gozo
eterno de aquello en lo que Dios se deleita. Es al "producto de la
tierra" a lo que yo me siento allí. Y presten atención a la diferencia con
respecto a la pascua. Ellos no comieron con la sangre en los postes de la
puerta, como en Egipto; ellos estaban allí en Canaán disfrutando del resultado
de la redención en el conocimiento de la tranquila seguridad de la tierra. El
aspecto de la sangre en Egipto fue el de mantener a Dios lejos como un Juez.
Ellos se sentaron, también, en los llanos de Jericó, en la presencia de aquella
gran ciudad, el tipo de todo el poder del enemigo, y comieron allí "del
producto de la tierra" (la tierra de Jericó, en cierto sentido), antes de
que un tanto de conflicto empezara. Es así con el Cristiano.
Y entra aquí la relación entre
el hecho de estar nosotros sentados en los lugares celestiales y nuestro paso a
través del mundo. Yo debería estar manifestando aquí lo que es celestial, y, y
ser así, de manera
práctica, un hombre celestial en medio de hombres mundanos. Yo debería ser un
hombre celestial, como uno que está allí, y en el hogar allí, mostrando lo que
he aprendido y disfrutado allí. Cristo fue, mientras caminó y actuó en la
tierra, "el Hijo del Hombre, que está en el cielo." (Juan 3:13). El
manifestó hacia el mundo la bienaventuranza del espíritu, y el tono, y el
carácter del cielo. Él no podía ser el Mesías para los Judíos, sin ser el Hijo
del Hombre para los hombres.
Si un Cristiano no está
andando en el Espíritu, si la carne no está sometida, él no puede mostrar al
mundo el talante, y el espíritu, y el carácter del cielo; él está manifestando
alguna otra cosa. Pero los conflictos de los lugares celestiales (Efesios 6:12)
no son meramente conflictos en el sometimiento de nuestra carne; son conflictos
mantenidos al darnos cuenta, y al aferrar las cosas en Canaán que pertenecen a
nosotros mismos y a los demás. Si Josué y los Israelitas tomaron ciudades en
Canaán, fue porque ellos estaban en Canaán. Nuestros enemigos están allí, y es
allí donde deberíamos afrontarlos. Hay cosas en las cuales tenemos que ser fieles
en la tierra; pero hay también cosas que nos pertenecen porque estamos sentados
juntos en los lugares celestiales en Cristo" (Y con El nos resucitó,
y con El nos
sentó en los lugares celestiales en Cristo Jesús" Efesios 2:6:
LBLA). Un hombre puede ser consistente en lo uno, sin mostrar el hombre
celestial. Usted puede ser algunas de estas personas consistentes de manera
considerable en la tierra, cuyas almas no están procurando realizar lo que es
de ellas en Cristo. El esfuerzo de Satanás es siempre impedir que lo hagamos.
Nosotros no podemos llevar la carne al conflicto celestial. Si mi carne no está
mortificada, yo no puedo esgrimir las armas de esa contienda. La carne trae
siempre el poder de Satanás; él tiene derecho contra ella; y Dios no puede
actuar jamás con la carne, o mostrar Su poder para nosotros contra nuestros
enemigos, donde ella es permitida. Si nosotros estuviésemos andando como
nacidos de Dios, y como estando vestidos con toda la armadura de Dios (Efesios
6), la carne siendo mortificada de manera habitual, Satanás no podría tener
efecto alguno; nosotros deberíamos poder continuar en la sencillez de nuestro
servicio, y él no podría entrar con sus asechanzas, como en el caso de Acán
(Josué 7), y de los Gabaonitas (Josué 9). En el momento en que nosotros nos
situamos en el terreno celestial — tan pronto como Josué está en Canaán, yo veo
la espada del Señor desenvainada y la pregunta es, "¿Eres de los nuestros,
o de nuestros enemigos?" (Josué 5:13). Es así con respecto a nosotros, la
espada está desenvainada. En el momento en que llegamos a los lugares
celestiales, los Cananeos están contra nosotros. La Iglesia de Dios debería
estar procurando realizar por medio de la fe, mientras está aquí abajo, todo lo
que pertenece a ella como estando sentada allí en Cristo. (Y con El
nos resucitó, y con El nos
sentó en los lugares celestiales en Cristo Jesús" Efesios 2:6:
LBLA). Tan pronto como Josué atravesó el Jordán, estuvo en Canaán, pero en
Canaán
y en conflicto.
Todo esto tiene el carácter
del poder de Dios traído donde el mal está.
Como Cristianos nosotros tenemos
que ser peregrinos, en consistencia con nuestra condición en el desierto. El
Señor puede darnos palmeras y fuentes de agua (Éxodo 15:27), el arca puede ir
delante de nosotros para buscar un lugar de descanso (Números 10:33); pero si
nosotros no estamos preparados para ir con la nube cada vez que ella se mueve,
entonces no somos peregrinos y extranjeros, y regresamos, en el corazón, a
Egipto. Pero el hombre celestial, además de ser un hombre en vida de
resurrección y peregrino de la fe, ha de ser la manifestación aquí abajo en el
mundo de lo que es celestial. Ello puede ser en el poder de la esperanza, pero
la cosa que él presenta es aquello que es suyo
ahora. Él muestra sencilla y claramente lo que él es en Canaán, y actúa sobre
la base de estar allí. Si la tierra no había sido limpiada aún de sus
habitantes, cuyas abominaciones la contaminaban, aun así Josué sabía lo que le
era apropiado; y por lo tanto, cuando él tomó a los reyes y los colgó, él nos
los dejó allí después que el sol se puso (Josué 10). Él no podía permitir que
la tierra de Dios fuese contaminada.
En cuanto a lo que el Cristiano
es 'en lo sucesivo', se puede decir que él es aún un hombre resucitado, un
hombre celestial aún. En lo sucesivo, como un individuo, él será el resultado
perfecto del poder de Dios, no en medio del mal, sino del poder de Dios que ha eliminado
el mal. "No habrá más maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará
en ella, y sus siervos le servirán, y verán su rostro, y su nombre estará en
sus frentes." (Apocalipsis 22: 3 y 4). No se trata de otro hombre, sino
del mismo hombre, en el disfrute perfecto de la bienaventuranza en medio del
bien.
Existen muchos puntos de vista
los cuales se podrían ocupar de quién y
qué es un Cristiano, ahora y en lo sucesivo. La pregunta está lejos de
haber sido agotada.
Una sección del tema, no abordado
aún, se divide en dos partes — herencia y
reinando con Cristo.
Él es un heredero, así como un
hijo es un 'heredero de Dios' y un 'coheredero con Cristo' (Romanos 8:17). Por
otra parte, él reinará con Cristo; y puede ser útil ver cuál es aquí la parte
de nuestra vida que corresponde al hecho de reinar. La herencia está
relacionada con el hecho de que nosotros somos hijos. "Si hijos, también herederos,"
etc.
(en el momento que yo tengo una persona en la posición de hijo, yo tengo un
heredero). La parte del reinado la encontramos relacionada con el padecimiento:
"si es que padecemos juntamente con
él", "también reinaremos con él." (Romanos 8:17 y 2ª.
Timoteo 2:12).
Estas dos cosas son dichas acerca
del cristiano, sin duda alguna; aun así, este es el principio, " si es que
padecemos juntamente con él", etc.
Por otra parte, hay otro carácter
que la aseveración sugiere a la mente, y es el carácter sacerdotal del Cristiano.
Yo sólo me refiero a esto ahora. Nosotros
somos reyes y sacerdotes para Dios (Apocalipsis 1:6). Al abordar esto, sería
interesante que nosotros viésemos el actual carácter intercesor del sacerdocio;
porque, al reinar, en breve tiempo más, ello será en el carácter de sacerdocio
real, más que como intercesor.
Traducido del Inglés por: B.R.C.O.- Febrero
2017-