¿Tiene usted el
Espíritu?
Todas las citas bíblicas se encierran
entre comillas dobles
("") y han sido tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960
(RVR60) excepto en los lugares en que, además de las comillas dobles
(""), se indican otras versiones, tales como:
BTX = Biblia Textual, © 1999 por Sociedad Bíblica Iberoamericana,
Inc.
NC = Biblia Nácar-Colunga
VM = Versión Moderna, traducción
de 1893 de H. B. Pratt, Revisión
1929 (Publicada por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza).
"Y si alguno
no tiene el Espíritu de Cristo, no es
de él." (Romanos 8:9).
¿Tiene usted el
Espíritu? es entonces una pregunta de importancia vital; y de esta y otras
Escrituras nosotros nos enteramos, no solamente que todo hijo de Dios tiene el
Espíritu de Cristo, sino de que él debe saber que tiene esta Persona bendita
morando en él. Nosotros lo hemos oído decir repetidamente, «Yo se que tengo el
Espíritu porque la Escritura lo dice así»; pero si bien esto es perfectamente
cierto, ¿debiera ello ser suficiente para satisfacernos? ¿Es posible que el
Espíritu de Dios pueda morar en nosotros sin tener alguna percepción de Sus
poderosas y eternas actividades en nuestras almas? ¿Y acaso no hay muchas
operaciones del mismo Espíritu? ¿Acaso no se nos dice también que "las
cosas de Dios nadie las conoce, sino el Espíritu de Dios"? (1ª. Corintios
2:11 – VM) ¡Cuán importante es, entonces, tener pensamientos claros e
inteligentes, tal como está revelado en la Escritura, en cuanto al propio
Espíritu Santo, y Su morada y Sus Operaciones en nosotros!
Al inquirir un poco
este tema bienaventurado, nosotros podemos notar, en primer lugar, lo que la
Escritura dice de lo que no hemos recibido. Se nos dice que no hemos recibido
"el espíritu del
mundo", del cual sabemos que se ocupa de las cosas de la tierra, y de la
época, y de los sentidos, cuestiones limitadas por la muerte. (1ª. Corintios
2:12). Tampoco hemos recibido "el
espíritu de cobardía", ese espíritu de terror y tormento obsesionado
siempre con dolorosas incertidumbres y sombríos presentimientos (2ª. Timoteo
1:7). Tampoco hemos recibido "el
espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor", relacionado con
observancias legales y ceremoniales rituales, las cuales jamás pueden librar
del temor a la muerte (Romanos 8:15).Pero se nos dice claramente que nosotros
tenemos "el Espíritu que
es de Dios; para que conozcamos las cosas que nos han sido dadas gratuitamente
por Dios" (1ª. Corintios 2:12 – VM); que hemos recibido el espíritu "de
poder, de amor y de dominio
propio" (2ª. Timoteo 1:7); y que hemos
"recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!"
(Romanos 8:15). Por consiguiente, todas las actividades interiores, del amor al
mundo y a la esclavitud, temores legales y terribles aprehensiones, no son del
Espíritu de Dios. Tampoco puede el Espíritu Santo producir pensamientos para
deshonrar a nuestro Señor Jesús; porque, "nadie, hablando por el Espíritu
de Dios, dice: Jesús es anatema" (1ª. Corintios 12:3 – VM). Nosotros
tenemos de esta forma el terreno despejado en cuanto a lo que el Espíritu de
Dios no produce en nosotros; y
también en cuanto al amor, la libertad, y las relaciones conscientes que Él nos
da para que las disfrutemos.
Y se nos dice
además que "el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el
Espíritu Santo que nos fue dado" (Romanos 5:5); produciendo así en
nosotros un feliz sentido de ser nosotros objetos del amor divino. Y en cuanto
a inteligencia, nosotros sabemos ahora que los profetas declaraban lo que ellos
no conocían. Si un profeta dijo: "Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, Ni han subido en corazón de hombre, Son las que Dios ha preparado para los que le
aman"
((1ª. Corintios 2:9; Isaías 64:4), nosotros respondemos, "Pero Dios
nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo
escudriña, aun lo profundo de Dios." (1ª. Corintios 2:10). Nosotros vemos
así de inmediato las acciones del Espíritu, tanto en el corazón como en la
mente, conforme a lo que está escrito, "Pondré mis
leyes en sus corazones, Y en sus mentes las escribiré,...
Y nunca más me acordaré de sus pecados y
transgresiones" (Hebreos 10: 16, 17).
Pero la importante pregunta puede ser
formulada por alguno: «¿Qué quiere usted dar a entender mediante la expresión
'tener el Espíritu de Cristo?» Esta expresión es usada solamente una vez más en
la Escritura, hasta donde recuerdo, y es usada entonces con referencia a los
profetas del Antiguo Testamento, los cuales testificaron acerca de los
sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos, mediante el
Espíritu de Cristo que estaba en ellos (1ª. Pedro 1:11). En otra parte se dice
que los profetas han hablado inspirados por el Espíritu Santo (2ª. Pedro 1:21).
Entonces, mediante la expresión, "el Espíritu de Cristo", nosotros
hemos de entender ahora que se trata del Espíritu Santo, aquel otro Consolador
que Jesús prometió enviar después de Su partida de este mundo (Juan 14:15 y
ss.), y que, se nos dice también, no podía ser dado hasta que Jesús fuese
glorificado (Juan 7:39). Y tan importante fue el descenso del Espíritu Santo,
que a los discípulos se les dijo que se quedaran en Jerusalén esperándole a Él.
Y después que Jesús resucitó de los muertos, y después de haber sido visto por
Sus discípulos durante cuarenta días, Él les encargó no salir de Jerusalén,
sino que esperasen la promesa del Padre, porque ellos serían bautizados con el
Espíritu Santo dentro de pocos días (Hechos 1: 1-5). Ahora bien, observe usted
que ellos no fueron puestos así a esperar el nuevo nacimiento; o a ser hechos
hijos de Dios; porque ellos ya eran eso: no, aún más, ellos habían recibido también
vida resucitada porque, yo lo entiendo
así, cuando Jesús sopló en ellos, diciendo, "Recibid el Espíritu
Santo", esa vida en el Espíritu — vida resucitada — fue entonces
comunicada (Juan 20:22), sino que ellos estuvieron esperando al Espíritu
Santo mismo, para morar en ellos, y unirlos a su Cabeza glorificada en el cielo
en la membresía de Su cuerpo.
Fue, entonces, después que Jesús se fue al
cielo con Su propia sangre, habiéndonos establecido allí delante de Dios como
limpiados y justificados mediante Su sangre, que el Espíritu Santo descendió y asumió
Su morada para siempre en aquellos que fueron limpiados. En primer lugar,
hechos hijos por haber nacido de Dios, y limpiados de todo pecado, y luego,
"por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu
de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!" (Gálatas 4:6). Estas dos
operaciones — el nuevo nacimiento por el Espíritu, y la posterior morada del
Espíritu — son claramente distintas, y la última sigue a la primera, es decir,
el Espíritu Santo mora en aquellos que han nacido de Dios.
Observe también que lo que es dado no es
meramente un efluvio del Espíritu. La Escritura es muy clara en cuanto a esto. Se
trata del "Consolador", el cual es "el Espíritu Santo."
Tampoco nosotros leemos acerca de tener el Espíritu meramente en la forma de
una influencia, aunque Él influencia nuestros corazones, y mentes, y
conciencias. La idea de una influencia desecha la realidad de Su morada, y nos
hace pensar en uno que está afuera de nosotros, actuando sobre nosotros, tal
como el sol en el cielo derrama sus agradables rayos sobre nosotros, más que el
hecho de estar Él en nosotros. Semejantes pensamientos oscurecen también
la gloria de Su persona divina, y priva a las almas del feliz disfrute de Su
presencia y Sus operaciones. Cuando uno considera solamente la Escritura, es inexplicable
cómo los Cristianos van a estar orando por el Espíritu y por Sus
influencias, como si Él no hubiese venido.
Antes del día de Pentecostés estuvo
muy bien orar por el Espíritu, y
esperar Su venida; por eso en los evangelios, nuestro bendito Señor dijo,
"Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros
hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se
lo pidan?" (Lucas 11:13). Pero dado que Él ha venido, no existe una idea
semejante en la Escritura como la de Cristianos orando por el Espíritu; sino
que al contrario, en las epístolas, está el reconocimiento constante del hecho
de que Él está aquí.
Orar al Espíritu, tal como algunos
insisten, es mucho más excusable, porque el Espíritu es Dios; pero incluso el
hecho de hacer esto delata ignorancia del orden de la enseñanza de la Escritura;
porque siendo el Espíritu el poder de la oración, y Aquel que nos enseña cómo
orar y por qué cosas orar, el que hace intercesión por los santos conforme a
Dios, se nos habla como orando en el Espíritu en vez de al
Espíritu.
Pero orar por un nuevo bautismo del
Espíritu es completamente no Escritural, y enteramente sin excusa. En Hechos 1 a
los santos se les instruyó que esperasen a ser bautizados con el Espíritu
Santo. En Hechos 2 el Espíritu Santo descendió y los llenó. En 1ª. Corintios
12:13 se nos dice que "por un mismo
Espíritu todos nosotros fuimos
bautizados, para ser constituidos en un solo cuerpo" (1ª.
Corintios 12:13 – VM). Entonces, el bautismo del Espíritu Santo es claramente
el hecho de morar el Espíritu Santo en los hijos de Dios, y relacionándolos en
la unidad de un cuerpo con Cristo su Cabeza glorificada en el cielo. Entonces,
si los creyentes están de una vez para siempre unidos a Cristo en la gloria por
el Espíritu Santo, ¿cómo puede esto volver a llevarse a cabo? Por lo tanto,
¿qué significado puede ser unido a la expresión tan común entre muchos
Cristianos, de orar por un nuevo bautismo del Espíritu? Ello es muy
triste.
De igual forma, nosotros oímos algunas veces,
por parte de los que menos uno lo espera, acerca de haber recibido sólo una medida
del Espíritu. Pero, ¿dónde dice esto la Escritura? ¿Dónde usted lo
encuentra? Se dice que "Dios no da el Espíritu por medida"
(véase Juan 3:34). Y si uno piensa en ello por un instante, llega a ser
evidente que si lo que nosotros hemos recibido es solamente una medida del
Espíritu, entonces el Espíritu Santo mismo no ha venido. Se piensa también que
la idea de que nosotros tenemos el Espíritu solamente en una medida se ve reforzada
por la expresión en Efesios 5:18, "sed
llenos del Espíritu", porque
ellos suponen que ser lleno del Espíritu es tener una
medida mayor. Este, sin embargo, no es el caso. El apóstol lo expresa en una
forma de exhortación o mandato, diciendo, "No os embriaguéis con vino, en
lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu." Es decir, no
se alimenten ustedes de lo que excita la carne, no la fortalezcan, porque eso contrista
y obstaculiza el accionar del Espíritu en nosotros; tal como Pedro dice que "os
abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma" (1ª. Pedro
2:11). "No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución"; o no
fortalezcas, sino abstente de los deseos carnales. Pero 'sean ustedes llenos
del Espíritu'. O permita usted que lo que es carnal sea considerado muerto por
usted, para que el Espíritu no pueda ser entristecido, obstaculizado, de modo
que Él pueda llenar cada facultad de su corazón y mente. Por tanto, ser lleno del
Espíritu no es tener más del Espíritu, sino no entristecer el Espíritu De Dios
que mora en usted, como para que Él llene
toda su mente y corazón con Cristo.
Pero todos estos
errores acerca del Espíritu Santo surgen por el hecho de no conocerlo a Él. "Vosotros
le conocéis," dijo nuestro bendito Señor, "porque mora con vosotros,
y estará en vosotros" (Juan 14:17). La Divinidad eterna del Espíritu Santo
es presentada clara y abundantemente en la Escritura, y los atributos y
acciones soberanas de Dios son atribuidos a Él. Él es llamado el Espíritu
eterno (Hebreos 9:14). El Salmista habla de Su omnipresencia, diciendo, "¿A
dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia?" (Salmo
139:7). El apóstol Pablo alude a Su omnisciencia — "El Espíritu todo lo
escudriña, aun lo profundo de Dios" (1ª. Corintios 2:10). En Hechos 5 Él
es llamado Dios. En el versículo 3 Pedro acusa a Ananías de mentir al Espíritu
Santo; y en el versículo siguiente dice a él, "No has mentido a los
hombres, sino a Dios." (Hechos 5:4). Las acciones soberanas del Espíritu
Santo son vistas en Hechos 13:2, al decir, "Apartadme a Bernabé y a Saulo
para la obra a que los he llamado"; y en Hechos 16:6 Él les prohíbe
predicar la Palabra en Asia. Y cuando ellos intentaron entrar en Bitinia, se nos
dice que "el Espíritu no se lo permitió" (Hechos 16:7). Nosotros
vemos así que el Espíritu Santo que mora en la iglesia es llamado Dios; y vemos
también Sus acciones soberanas con los siervos del Señor con respecto a la obra
de ellos. Hemos observado también algunos de Sus atributos divinos. ¿Quién sino
Dios podía actuar así?
Su personalidad
requiere también unas pocas palabras; porque si bien Él es Dios el Espíritu
Santo, Él no es Dios el Padre, ni Dios el Hijo; y aun así estos tres son Uno.
Si bien el Padre y el Hijo son Uno en esencia divina, de modo que Jesús pudo
decir, "Yo y el Padre uno somos" (Juan 10:30), no obstante, en cuanto
a Persona, ellos son distintos. Por eso nosotros leemos que el Padre envió al
Hijo, que "cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo"
(Gálatas 4:4). Y del Espíritu Santo Jesús dijo, "a quien el Padre enviará en mi
nombre" (Juan
14:26), y otra vez, "a quien yo os
enviaré del Padre" (Juan 15:26); y además, "si no me voy, el Consolador no vendrá
a vosotros"
(Juan 16:7 – VM). Nuestro Señor se refirió también a Sus acciones personales —
"Él os enseñará todas las cosas, y
os recordará todo lo
que yo os he dicho" (Juan 14:26). "Él os guiará a toda la verdad"
(Juan 16:13). "Él me
glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber" (Juan 16:14). ¿Cuál
lenguaje podría comunicar más claramente a nuestras mentes la realidad de
acciones personales? ¿Y quién, yo
preguntaría, sino Uno que era Dios, podía enseñar todas las cosas, y guiar a
toda la verdad? Se trata de Él", "Él", "Él", en todo.
La Divinidad y la personalidad son enseñadas así claramente en la Palabra de
Dios, la cual vive y permanece para siempre. Que estas verdades preciosas sean
ponderadas solemnemente por nosotros.
Sus operaciones
ocupan un amplio espacio en
la Escritura. Desde Génesis Sus acciones son vistas constantemente. En la
creación, Él "se cernía [*] sobre la faz de las aguas" (Génesis 1:2 –
BTX).
{*] N. del T.: de Notas en
Pasajes Especiales de la Biblia Textual: Hebreo merajéfet = revolotea.
Este verbo se relaciona con el movimiento de las alas de un ave sustentándose
sobre un mismo sitio. Véase Deuteronomio 32:11.
En el desierto Él dotó a Bezaleel con
sabiduría para hacer varias partes del tabernáculo y el mobiliario, como para
tipificar la persona y la obra del Señor Jesús. El aceite de la unción Lo
presenta en figura. Él vino sobre los profetas para hablar y escribir las
palabras de Dios, para presentar los sufrimientos de Cristo y las glorias que
vendrían tras ellos; y Él soltó las lenguas de hombres y mujeres para alabar y
magnificar a Jehová con ocasión del nacimiento del Hijo de Dios, el cual había
sido concebido por el Espíritu Santo. Él vino sobre el Señor Jesús, el
Perfecto, en forma corporal como una paloma, cuando el testimonio del Padre
rendido a Él fue, "Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia"
(Mateo 2: 13-17). Fue por el Espíritu eterno que Jesús se ofreció a Sí mismo
sin mancha a Dios (Hebreos 9:14), y después de la muerte y sepultura
"volvió a la vida por el Espíritu." (1ª. Pedro 3:18 – NC). El mismo
Espíritu Santo descendió a formar y morar en la asamblea de Dios en Pentecostés,
y ha estado siempre aquí desde entonces como el otro Consolador para morar con
nosotros para siempre; y Él es el poder de toda bendición.
Con respecto a Sus actuales operaciones, la
Escritura habla de ellas como siendo tanto individuales como colectivas; porque
Él mora en la Iglesia así como en los creyentes individualmente. (Véase Efesios
2:22; 1ª. Corintios 3:16; y también 1ª. Corintios 6:19). La enseñanza es amplia
y variada acerca de estos asuntos, un conocimiento que es de la mayor
importancia para el consuelo y la bendición de nuestras almas. Pero como la
Escritura que estamos considerando contempla el individuo como poseyendo el
Espíritu, nuestros comentarios deben estar, por el momento, confinados a este
punto.
1. se nos enseña claramente en la Escritura
que "donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad" (2ª.
Corintios 3:17). Tal como hemos visto con anterioridad, Él no nos lleva a la
esclavitud o al temor servil, sino que pone nuestros corazones en el disfrute
de la libertad con la que Cristo nos hizo libres (Gálatas 5:1), y nos señala a
Él que está sentado ahora en los lugares celestiales, estando allí porque Él con
una sola ofrenda ha perfeccionado para siempre a los que son santificados
(Hebreos 10:14- VM). Por eso cantamos —
'Nuestras dudas y temores han desaparecidos
para siempre,
Porque Cristo está en el trono del Padre.' *
*N. del T.: Traducción libre
de parte de la tercera estrofa del himno 'The Saviour lives, no more to die' de
Samuel Medley (1738-1799). _Fuente: http://www.stempublishing.com/hymns/ss/96
2.
Es por el Espíritu Santo que nos es dado que el amor de Dios es derramado en nuestros
corazones (Romanos 5:5).
Por tanto, nosotros no estamos meramente informados de la verdad de manera
intelectual, sino que se nos da un sentido sentimiento, un disfrute del hecho
de que somos objetos del amor divino. Nuestros corazones se funden con el amor
de Dios, y podemos decir junto con el apóstol, "Nosotros le amamos a él,
porque él nos amó primero (1ª. Juan 4:19).
3.
El Espíritu Santo, siendo dado a nosotros como "el espíritu de adopción" (Romanos
8:15) después que hemos nacido de Dios, sentimientos filiales son producidos en
nosotros, para que amemos a Dios como nuestro Padre. Y a nuestros semejantes
que son creyentes como hermanos. El Espíritu, obviamente mediante la verdad, da
testimonio juntamente con nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios (Romanos
8:16 – VM), y nos da acceso al Padre por medio de Jesús. De este modo, nosotros
podemos, en alguna medida, participar incluso ahora en estas palabras de Jesús,
"Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios" (Juan
20:17). Esta relación maravillosa nosotros la conocemos por el Espíritu que
mora en nosotros, lo cual hace que de nuestro corazón emane adoración al Padre,
y amor y compasión para con Sus hijos.
4.
es también por el Espíritu que nosotros podemos conocer y reconocer
verdaderamente a Jesús como Señor;
porque se nos dice que, "ninguno puede decir: Jesús es el Señor, sino por
el Espíritu Santo" (1ª. Corintios 12:3 – VM). Es notable en la Cristiandad
que mientras muchos hablan con tanta ligereza de 'nuestro Salvador', cuán
comparativamente raro es encontrar a una persona dispuesta a confesar que Jesús
es su Señor, Uno reconocido por él en el lugar de exaltación y honra;
demandando así tanto su gratitud adoradora como su sometimiento de corazón y
voluntad. "Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón
que Dios le levantó de los muertos,
serás salvo." (Romanos 10:9).
5.
El Espíritu Santo es nuestro Guía.
"Porque todos los que son guiados
por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios" (Romanos 8:14). Él nos guía
con delicadeza (no fuerza ni coacciona); pero tal como nodriza guía a sus
pequeños a través de una senda de contaminación y peligro, así Él nos hace oír amablemente
Su sosegada voz moderada dentro de nosotros diciendo, «Este es el camino;
camina tú en él.» Un hecho importante que debe ser tenido en cuenta es que los
que son guiados por el Espíritu no están bajo la ley. Felices son aquellos que,
en mansedumbre y confianza, se entregan completamente y sin reservas a Su guía segura.
6.
El Espíritu Santo fortalece
la nueva naturaleza; por eso el apóstol ora para que nosotros podamos ser
"fortalecidos con poder en el hombre
interior por su Espíritu" (Efesios 3:16). Pero Él mora en nuestros
cuerpos y en nuestros corazones. "¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del
Espíritu Santo, el
cual está en vosotros…?" (1ª. Corintios 6:19). "Dios envió a vuestros
corazones el Espíritu de su Hijo, el
cual clama: ¡Abba, Padre!" (Gálatas 5:6).
7.
"El fruto del Espíritu"
se encuentra en amplio contraste con "las obras de la carne" (Gálatas
5: 19-21). "El fruto del Espíritu" (N. del T.: no 'los frutos)
es, "amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre,
templanza; contra tales cosas no hay ley" (Gálatas 5:22, 23).
8.
El Espíritu Santo es nuestro Maestro;
Él guía a toda la verdad. Dios ha revelado ahora grandes misterios por medio de
Su Espíritu, porque el Espíritu escudriña todas las cosas, y aun las cosas
profundas de Dios. (1ª. Corintios 2:10 – VM). Jesús dijo, "él os enseñará
todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho" (Juan 14:26).
¡Qué precioso Maestro! ¡Cuán asombroso es que nosotros no nos rindamos de
manera más incondicional, y de manera más habitual, a ser enseñados por Él!
Quizás nada demuestra más lo que la confianza en uno mismo encubre en nosotros
que nuestra carencia en cuanto a esto.
9.
El Espíritu Santo que mora en nosotros es el otro Consolador, el Paracleto —
Aquel que
dirige todo en nosotros, tal como Jesús es el Abogado, o Paracleto, en lo alto,
y gestiona todo para nosotros allá arriba. Nosotros estamos llenos de gozo en
el Espíritu Santo, abundamos en esperanza por el poder del Espíritu Santo, y se
nos enseña a clamar, "Ven, Señor Jesús" (Apocalipsis 22:20). Es por
Su ministerio de gracia que la Palabra que testifica de Cristo es llevada a
menudo a ser recordada tan adecuadamente a la necesidad de nuestro corazón,
para que seamos consolados cuando estamos abatidos, y amablemente reprendidos
cuando nos inclinamos a lo que es malo a Su vista. Es por Su eficaz actividad
que las glorias personales, la redención consumada, la obra triunfante, la aptitud
y plenitud de Cristo, son entendidas de manera más clara por nuestras almas
para consuelo y bendición. Él es el poder de nuestra comunión con el Padre y
con Su Hijo, y el que nos ayuda en nuestras debilidades en la oración. Él nos
atrae siempre hacia Cristo, atrayéndonos a donde Él está en lo alto, y pone
nuestras mentes en las cosas de arriba. Él glorifica a Cristo, y toma de las
cosas de Cristo y nos las da a conocer, y nos enseña en cuanto a nosotros
mismos, que en nosotros, es decir en nuestra carne, no mora el bien. Él está
asociando siempre nuestras almas con Cristo; como otro ha dicho —
«Él
nunca lleva a un hombre a decir,
Gracias
a Dios que estoy hecho tan bien,
Sino
que él vuelve su mirada a otra parte,
A
Jesús y a Su sangre.»
10.
Es el Espíritu Santo que mora en nosotros el que es el poder de todo ministerio.
Cuando a través
del ejercicio de la fe en el Señor Jesús, nosotros bebemos en los
bienaventurados satisfacción, disfrute, y reposo que Él da a las almas
necesitadas, sedientas, y ello alcanza una profunda realidad en nosotros,
entonces el ministerio brota de nosotros en bendición para los demás; tal como
Jesús dijo, "Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí,
como dice la Escritura, de su interior
correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir
los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús
no había sido aún glorificado" (Juan 7: 37-39). Por tanto, en la primera
parte del evangelio de Juan tenemos presentadas las tres grandes acciones del
Espíritu Santo. En el capítulo 3, el nuevo nacimiento, o ser nacido del Espíritu;
en el capítulo 4, lo que implica que el Espíritu mora en nosotros,, el cual
está llevando siempre nuestro corazón hacia arriba: "Cualquiera que
bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo
le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una
fuente de agua que salte para vida eterna" (Juan 4: 13, 14). Luego, como
acabamos de ver, en el capítulo 7, la acción del Espíritu Santo fluyendo en
bendición para los que están alrededor, desde el poder profundamente sentido de
la preciosidad de Cristo. Pero es importante observar que cada una de estas
operaciones está relacionada con el Señor Jesucristo.
11.
El Espíritu Santo es también Aquel mediante el cual nosotros somos sellados para
el día de la redención
(Efesios 4:30). Él es las arras
(garantía) hasta que entremos en la posesión real de la herencia, y el ungimiento
o poder espiritual mediante
el cual se nos hace aptos para vivir según el pensamiento del Señor: "habiendo
creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las
arras de nuestra herencia hasta la
redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria" (Efesios 1:
13, 14). "Pero vosotros tenéis la
unción del Santo, y conocéis todas las cosas" (1ª. Juan 2:20). Además
de estas, hay muchas más operaciones del Espíritu Santo el Consolador, el cual ha
descendido para morar en nosotros; y es bueno entender que Él está en nosotros,
y que va a permanecer con nosotros para siempre. Muchas almas tímidas dicen, «Temo
que le contristaré de tal manera que Él se marchará de mí»; pero la Escritura
dice exactamente lo contrario. "No contristéis al Espíritu Santo de Dios,
con el cual fuisteis sellados para el día de la redención" (Efesios 4:30).
Pero dichas almas tímidas dicen, «Entonces, ¿por qué David temió tanto esto que
clamó, "no quites de mí tu santo Espíritu" (Salmo 51:11)?» Pero es
cierto que David nunca tuvo el Espíritu morando
en él como nosotros Lo tenemos; y si él solamente hubiese sabido lo que era
tener el Espíritu viniendo sobre él, y llevándolo, de vez en cuando, a
profetizar, etc., no es de extrañar que él clamase tan ardientemente, "no
quites de mí tu santo Espíritu." Sin embargo, ello es suficiente para
demostrar que la enseñanza de las epístolas no es, «No Lo contristéis, para que
Él no se marche; sino, NO LO contristéis, porque Él no se marchará, sino que
permanecerá con vosotros para siempre.» "No contristéis al Espíritu Santo
de Dios, con el cual fuisteis sellados
para el día de la redención" (Efesios 4:30).
12.
Pero hay un asunto que no debe ser pasado por alto. Es esto. Nuestro
Señor aseguró a Sus discípulos que cuando el Espíritu Santo viniera, ellos
conocerían tres cosas: la gloria personal de Jesús como estando Él en el Padre,
y también que nosotros estamos en Cristo, y que Él está en nosotros. Y acerca
de estas realidades preciosas no habría duda alguna, cuando el Espíritu Santo
viniera. "En aquel día vosotros
conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en
vosotros" (Juan 14:20). La importancia de esta aseveración divina no puede
ser sobrestimada jamás, puesto que ella demuestra el carácter de inteligencia o
entendimiento espiritual que todo creyente debería poseer ahora. Y no hay duda
alguna de que estos hechos preciosos serían tanto conocidos como disfrutados,
si los creyentes estuvieran obteniendo de manera más sencilla su información de
la Palabra de Dios, en lugar de las enseñanzas y tradiciones de los hombres. ¡Es
lamentable! ¡Cuántas almas están dudando de su salvación, en lugar de disfrutar
por medio de la fe las bienaventuradas realidades del hecho de estar ellas en
Cristo, aceptas en Él, completas en Él, hechas justicia de Dios en Él! No
obstante, una cosa es cierta, y es que el Espíritu Santo enseña a todos los verdaderos
creyentes en el Señor Jesucristo, que nosotros
tenemos redención en Cristo, y por medio de Su sangre; que nosotros somos
hijos de Dios, y no
estamos bajo la ley; que nosotros estamos
en Cristo, y que Él está en nosotros.
Bastante
ha sido dicho para demostrar que los que han conocido un poder
fuera de la carne y la sangre llevándolos como pecadores a Jesús como Salvador,
los que conocen que Jesús en los cielos es Señor, los que tienen el amor de
Dios en sus corazones, los que son conscientes de tener vida, una vida nueva en
Cristo, los que disfrutan la libertad con que Cristo los ha hecho libres, y los
que se dan cuenta que Uno está enseñando, guiando, conduciéndolos a la verdad
de Dios, y a la obediencia a ella para Su
gloria, ellos tienen el Espíritu
Santo, el Espíritu de Cristo. ¡Oh profundidad de las riquezas de la gracia
de Dios para con nosotros!
«¿Qué
Te movió a impartir
Tu
Espíritu desde lo alto,
Con
el cual llenar nuestro corazón
Con
paz y amor celestiales?
Fue
amor, ilimitado amor a nosotros,
Lo
que Te movió a dar Tu Espíritu así.» *
* N. del T.: traducción literal de parte de la tercera
estrofa del himno "What was it, blessed God"
Traducido del
Inglés
al Español por: B.R.C.O.- Junio 2017.-