FARISEÍSMO Y FE
De
la revista 'The Christian's Friend - 1875' editada por E. Dennett.-
Todas las citas bíblicas
se
encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas de la Versión
Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en que,
además de las comillas dobles (""), se indican otras versiones, tales
como:
BTX = Biblia Textual, © 1999
por Sociedad Bíblica Iberoamericana, Inc.
KJV1769 = King James 1769
Version of the Holy Bible (conocida también como la "Authorized
Version").
VM = Versión Moderna,
traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada por Ediciones
Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza).
Lectura Bíblica: Mateo
15: 1 al 28.
Es algo muy triste,
pero es lo que se ha de hacer siempre, que Dios y el hombre deban ser puestos
en oposición Uno al otro. Esto se refiere al estado natural del hombre,
obviamente. La labor constante del Espíritu, toda la ocupación, por así
decirlo, de la Biblia, es poner claramente de manifiesto las verdaderas
relaciones del Uno con el otro, de Dios y el hombre, y contrastar el estado del
hombre con lo que nosotros encontramos en Dios. Y, después de todo, todo esto
es bienaventurado, porque ello es, por un lado, un testimonio que se rinde a la
gracia y bondad de Dios, así como a
Su santidad.
Ahora bien, esta es la
razón por la cual la 'religión' y la 'religiosidad' son los mayores y
constantes obstáculos para la verdad en el alma. Como toda la verdad reside en
la suposición de que el hombre y Dios están tan lejos como es posible que ellos
estén uno del otro, cualquier cosa que haga suponer que ellos tienen tratos uno
con otro es, por lo tanto, aquello que niega el primer principio de la verdad.
El Señor dijo claramente al jefe de los religiosos del momento, desechando toda
la religión de ellos, "los publicanos y las rameras van delante de
vosotros al reino de Dios." (Mateo 21). Y nosotros tenemos el mismo
testimonio a lo largo de todo el contexto de Su vida. El establecimiento de la
religión y de la religiosidad asume que el hombre, tal como él es por
naturaleza, puede tener que ver con Dios; "pero la gracia y la verdad
vinieron por medio de Jesucristo." (Juan 1:17). Por lo tanto, la cosa
establecida contra el Señor no fue el pecado y los pecadores, sino 'la religión'.
Aquello que Le obstaculizó, que se cruzó en Su senda, que Le llevó a prisión,
que Le dio muerte, que Le echó fuera de este mundo, fue 'la religión' — la
religión ¡del hombre!
Es triste, muy triste,
ver al pecador descuidando la gran salvación, negando su condición perdida, y
ocultándose a él mismo su terrible condenación; pero es peor aún ver formas de
religión (en aquellos que se denominan ellos mismos por el Nombre de Cristo)
excluyendo a Dios. El poder de Satanás es mostrado más quizás en la religión
que en cualquier otra cosa. Y ello ha sido así desde el principio hasta el fin
en la historia del hombre. La primera cosa misma que sucede en el corazón, el
primer efecto mismo, cuando nosotros llegamos al conocimiento del 'yo' y de
Dios (como resultado de que el Espíritu coloca la conciencia en la presencia de
Dios) es que toda nuestra religión desaparece. Nosotros no podemos mantenerla
cuando se trata sencillamente de un asunto entre la conciencia y Dios. Tan
pronto como la conciencia es llevada a la presencia de Dios, la religión del
hombre fracasa; nosotros descubrimos que ella es algo que puede esconder a Dios
de nosotros realmente, pero no a nosotros de Dios, y somos realmente
conscientes de que tenemos que ver con nuestros pecados a la vista de Dios, y
no con nuestra religión. Nosotros no podemos llamar a nuestros pecados religión.
Esta es la historia de
todos los días. Nosotros la tenemos puesta de manifiesto en una luz muy
poderosa en este capítulo de Mateo (Mateo 15); pero no es meramente eso lo que
era verdad acerca de los escribas y Fariseos. El hombre se adapta a cualquier
cosa, siempre que no se trate de que su conciencia esté en la presencia de
Dios. Cuando la luz de Dios resplandece, ella detecta lo que está en el
corazón. El hombre procura ocultar siempre el corazón, justamente porque es ese
corazón lo que no puede soportar el examen; Dios abre el corazón, y trae su mal
a la conciencia, porque, hasta que este esté bien, todo está mal. Para que haya
paz en el alma, nosotros debemos conocer tanto a nosotros mismos como a Dios;
debemos conocer que no hay nada más que mal en nosotros; que no hay nada más
que bondad en Dios. Pero además, el pensamiento de que nuestros corazones sean
conocidos es terrible, cualquier cosa menos eso; y nosotros estamos tan
acostumbrados a esconderlos de nosotros mismos, y de unos a otros, que
procuramos esconderlos de Dios, e imaginamos que podemos hacerlo. Nosotros, en
primer lugar, resolvemos ser justos mediante mandamientos que no podemos
cumplir, y después, al no satisfacerse nuestra conciencia con nada, nosotros
añadimos ceremonia a ceremonia, y tradición a tradición, para conseguir una
justicia propia con gran esfuerzo y dificultad. Puede haber mucha verdad
sostenida junto con esto. Mucho de lo que los Fariseos sostenían era verdad,
aunque había una gran cantidad de error y superstición mezclados con ella.
Bueno, en el momento que la conciencia es despertada realmente, no hay ninguna
duda de este tipo, en absoluto; Dios expone el mal del corazón de tal manera
que nos vemos obligados a decir, «Dios me conoce.» Nosotros nos encontramos
como pecadores individuales en la presencia de Dios, y tenemos que comenzar de
nuevo — tenemos que aprender lo que la gracia
de Dios es. Esto es muy evidente, y
es un punto muy fundamental.
'Religión' es
exactamente la cosa que se interpone entre la conciencia y Dios. Ahora bien, en
lo que Dios está trabajando es en llevar la conciencia a Él mismo, sin
religión, o cualquier otra cosa en medio. Hasta que no se haga eso, no se hace
nada. Dios está tratando con realidades. Él detecta aquello que está en el
corazón, para poder dar a conocer el completo perdón, para que pueda haber una
entera y eterna eliminación de todo lo que estropearía nuestra comunión. (Véase
Hebreos 9 y 10). Esto es gracia. Nada
es más sencillo, aunque el corazón del hombre es insensible a ella. Dios puede
usar al hombre como un instrumento al efectuar esto; pero el objetivo del
predicador del evangelio es llevar la conciencia del pecador a estar
inmediatamente en contacto con Dios
si su noción no llega a eso. Es solamente colocarlos en oposición. Nos puede gustar
meramente la verdad, pero toda
esa actitud equivale a nada; si un hombre no es llevado a Dios, si él no se encuentra,
en conciencia, en la presencia de
Dios, él no es llevado más cerca de lo que estaba antes; él ha llegado a estar,
por así decirlo, más lejos de Dios, porque él tiene más cosas entre su conciencia
y Dios.
Ahora bien, esto es lo
que es mostrado en el capítulo que está ante nosotros; tenemos la historia completa
de los sentimientos del corazón del hombre, hasta que el Señor lo hace
descender al lugar de la fe — yo digo 'lo
hace descender', porque el corazón es llevado a la confesión de su propia
insignificancia, a decir, «Yo soy un perrillo», y el Señor dice "Grande es tu fe."
Y ese es siempre
el caso. Nosotros jamás encontraremos una 'fe grande' en el alma de un hombre,
si él no confiesa que es un pecador, no teniendo derecho alguno a ninguna cosa
en absoluto — un mero perrillo.
"Entonces se
acercaron a Jesús ciertos escribas y fariseos de Jerusalén." (Mateo 15:1).
Los escribas eran personas eruditas en la ley, y los Fariseos eran religiosos
de la más estimada secta en religión; tal como Pablo dice, "conforme a la
secta más estricta de nuestra religión, yo viví como fariseo" (Hechos 26:5
– BTX); y ellos eran "de Jerusalén", el centro mismo del régimen de
Dios, así que todo lo que podía dar el peso de autoridad a la 'religión',
estaba allí.
Y ellos vienen con
autoridad; ellos dicen a Jesús, "¿Por qué tus discípulos quebrantan la
tradición de los ancianos? Porque no se lavan las manos cuando comen pan."
(Mateo 15:2). Pero Jesús pone enseguida tanto a los escribas como a los
Fariseos, y sus tradiciones, en contacto con Dios. Él les dice, "¿Por qué
también vosotros quebrantáis el mandamiento de Dios por vuestra
tradición?" (Mateo 15:3). Él no evita y combate el asunto de esta
tradición; lo que ellos decían podía ser bastante correcto en algún sentido; en
todo caso, ello era respetable a los ojos del hombre, ratificado por la
erudición de los escribas así como por la religiosidad de los Fariseos, y era decoroso
en Jerusalén; pero Él dice, «¡Ustedes se
están oponiendo abiertamente a Dios mediante su tradición!» Él pone punto
final al asunto inmediatamente, dejando a los ancianos y a todos los demás. El
hombre puede alegar tradición, la autoridad de la antigüedad y otras cosas por
el estilo, pero el hecho es que él hace eso solamente para vestirse a sí mismo
con ella. Para los Fariseos,
esta tradición era la tradición de los ancianos; pero para Cristo, fue, "vosotros"
y "vuestra tradición." Él se hace
cargo de ellos. Ellos estaban
usándola para ganar fama ante los hombres, no para desnudar la conciencia
delante de Dios: la religiosidad y el ceremonial nos da fama ante los hombres;
pero la fe nos desnuda delante de Dios.
Después, Él continúa:
"Porque Dios mandó diciendo:
Honra a tu padre y a tu madre; y: El que maldiga al padre o a la madre, muera
irremisiblemente. Pero vosotros decís"
(era la tradición de ellos la que lo decía, pero Él la sustituye con
"vosotros"), "Cualquiera" (sin importar quién, o cómo él lo
dice) "que diga a su padre o a su madre: Es mi ofrenda a Dios todo aquello
con que pudiera ayudarte, ya no ha de honrar a su padre o a su madre. Así (vosotros)
habéis invalidado el mandamiento de Dios por vuestra tradición."
(Mateo 15: 4 al 6). Ello era para beneficio
de ellos; no importa si era dinero o alguna otra cosa; la religión está
dirigida siempre a un objetivo egoísta en el uso que el hombre hace de ella. Él
mismo se viste con ella para poder darse importancia delante de los hombres.
Y el Señor establece
ahora de este modo la condición de todo el pueblo delante de ellos:
"Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, cuando dijo: Este
pueblo de labios me honra"
(ellos no eran pecadores, en el sentido ordinario de la palabra, es decir,
irreligiosos, sin profesión alguna de pensamiento acerca de Dios; muy por el
contrario, la cosa constatada aquí acerca de ellos es, "Este pueblo de
labios me honra" o "este pueblo se acerca – KJV1769); "MAS
su corazón está lejos de mí." No se trataba de la sinceridad de
conciencia, y aun así el Señor pudo usar la expresión, "de labios me
honra." "MAS" (Él añade) "en vano me honran, Enseñando
como doctrinas, mandamientos de hombres." (Mateo 15: 8 y 9). Toda esta
religión y esta religiosidad son desechadas de inmediato. Podía haber la
apariencia de lo que era conforme a Dios en el 'lavamiento de manos'; porque el
Señor mismo usa el agua como emblema de pureza; pero ello era para responder a
sus propios fines, y el Señor dice que, con independencia de lo que ello era,
se trataba de un mandamiento de hombres — todo era eso. Y ello era en vano.
Hay una adoración que es adorar a Dios en vano.
Es así cómo Cristo desechó enteramente lo que
puede ser llamado
'religión'. El orden de Dios, los mandamientos de Dios, la voluntad de Dios,
han sido dejados de lado por el hombre en su acercamiento a Dios en su propio
modo. Si él piensa acercarse con su corazón, tal como dicho corazón es, ¿cuál
sería la consecuencia? El Señor continúa para mostrar esto. Y nosotros vemos
aquí el carácter terrible de la religión sin la conciencia delante de Dios. Él
dice, "del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los
adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las
blasfemias." (Mateo 15:19). Estas cosas son las que salen del corazón. El
hombre puede hablar acerca de acercarse a Dios con el corazón, pero, ¿con qué
tipo de corazón? ¿Cómo puede él acercarse cuando "del corazón"
proceden todas estas cosas? Allí radica la dificultad. Si el hombre
hablará acerca de acercarse a Dios, si él tendrá su forma de religión, sus
escribas y Fariseos, su Jerusalén, ¿qué es todo ello? Exactamente lo que el
Señor dijo; es acercarse con la boca, honrar con los labios; pero con el
corazón lejos de Dios. Las formas religiosas, las complejidades de la
ceremonia y de la tradición, aunque en lo abstracto según la verdad de Dios,
son para nuestros corazones lo que Jerusalén era para estos Fariseos. Todo lo
que de Dios se conocía, todo lo que Dios había revelado, y Él había revelado
mucho en las figuras de la ley, presagiando cosas mejores, estaba allí; pero la
carne no puede ser mejorada mediante ordenanzas; y si se trataba de acercarse a
Dios, mientras el corazón era lo que era, y mientras todo el carácter de la
religión de ellos era el del 'yo', Jerusalén era absolutamente nada más que una
celosía para las conciencias de los hombres. ¿Y acaso cientos de nosotros no
hemos estado continuando de la misma manera, con verdad adicional, sin duda? Es
posible que nos haya gustado la verdad que el Cristianismo introdujo, porque no
tuvo poder alguno en la conciencia y sobre el corazón; no obstante, en
principio, fue lo mismo. Las malas artes y la mentira de Satanás es tomar todas
estas cosas, y decir que un hombre puede acercarse a Dios por medio de ellas,
mientras que con su corazón no se acerca. Esta ha sido la usanza de Satanás normalmente;
él actúa más mediante la sutileza, y en el terreno de la verdad de Dios, que
mediante una mentira pública y sencilla: sí, en efecto, más que por medio de la
infidelidad y la negación de la verdad de Dios. La religión es la cosa que él
usa, y lo que se encuentra con ella en el corazón del hombre es la suposición
(claramente hipocresía, después de todo) de que el hombre se puede acercar a
Dios, disuadir a Dios con estas cosas, cuando, a decir verdad, él está
simplemente procurando satisfacer su propia conciencia. Satanás adormeciendo la
conciencia por medio de formas de religión, es una cosa muy diferente de Dios
despertando la conciencia mediante el poder de la verdad. Puede haber la forma
de la verdad, y se insiste mucho en ella; pero donde Dios no ha despertado la conciencia,
la religiosidad y la religión sólo son puestas entre la conciencia y Dios para
ocultar de Dios.
Después de haber hablado de la religión en la
carne — la religión del
corazón, así como de su pecado — el Señor se dedica ahora a lo que el
corazón es en sí mismo.
"Y llamando a sí a la multitud, les dijo: Oíd,
y entended: No lo
que entra en la boca contamina al hombre; mas lo que sale de la boca, esto
contamina al hombre." (Mateo 15: 10 y 11). Hay aquí una enseñanza
profunda. Uno podría haber comenzado y haber discutido con un hombre acerca de
Jerusalén hasta el fin del tiempo, usando él los argumentos más engañosos, tal
como que fue Dios quien había establecido Jerusalén, fue Dios
quien había instaurado los sacrificios (porque los sacrificios eran en sí
mismos, en cuanto a la forma, reales), y cosas por el estilo; y podríamos
habernos mantenido allí. El señor desecha todo esto. Él llama junto a sí a
"la multitud" — sin importar quién, y qué podían ser ellos (nosotros
encontramos declarado, en Mateo 9:36, que ellos eran "como ovejas que no
tienen pastor"); y Él se dirige directa y completamente a lo que está en
el interior del ser humano. Él soslaya todo lo que Satanás había sabido cómo
usar para cegar la conciencia, y Él va de inmediato a la raíz del asunto, a
este hecho — «Tú sabes que lo que sale del corazón no es de Dios, y eso
eres tú.» Esto desenmascara todo el asunto. «No hables acerca de lavarse
las manos; ello puede haber sido la tradición de los ancianos, pero es tu
religión; lo que sale del corazón es perverso, y la persona es lo que la
naturaleza del hombre es.» El Señor mismo se dirige a la conciencia; si la
conciencia hubiese estado delante de Dios, ellos no podrían haber ocultado esta
verdad a ellos mismos. Ellos no necesitaban Fariseos para eso; no necesitaban
escribas para eso; sus propios corazones podían responderlo. La conciencia del
más simple de los hombres, aunque guiado hasta ahora por diez mil Fariseos
perversos, cuando está delante de Dios, puede entender que es aquello que sale
de un hombre, lo que él mismo es, lo que contamina a un hombre. "Entonces
acercándose sus discípulos, le dijeron: ¿Sabes que los fariseos se ofendieron
cuando oyeron esta palabra?" (Mateo 15:12). ¡No debe sorprender! Todo el
sistema humano de Fariseísmo es completamente inútil cuando se trata de una
sencilla pregunta acerca del por qué toda esta perversidad sale del corazón del
hombre. No debe sorprender, por lo tanto, que ellos se ofendieran. El hombre se
ha convencido a sí mismo en la creencia que él no está tan realmente perdido para
lo que es bueno tal como Dios dice que él está, y que toda esta atención a
observancias ceremoniales y a apariencias de religión es muy santa y excelente.
Pero, tal como nuestro bendito Señor lo explica aquí, tanto los guías como los que
son guiados son algo muy simple: "ciegos"; tal como el profeta
lo expresa: "pues son los guías de este pueblo los que le extravían; y los
guiados por ellos caen en destrucción." (Isaías 9:16 – VM). "Pero
respondiendo él, dijo: Toda planta que no plantó mi Padre celestial, será
desarraigada." (Mateo 15:13). Puede haber una "apariencia de
piedad", pero ella no es del Padre, si no es plantada por Dios, será
desarraigada. Dios debe tener realidades para la eternidad; y, por tanto, nada
es eterno si Dios no lo ha plantado. "Dejadlos" (Mateo 15:14) —
una expresión terrible, es algo terrible oír al Señor de amor pronunciar una
palabra tal como esa, y yo no estoy enterado de que ello haya sido dicho acerca
de alguno excepto de las personas religiosas. Nosotros jamás oímos aquel
labio diciendo, "Déjalos", o palabras por el estilo, a alguno excepto
a los hipócritas; Él no lo dice a la pobre mujer Gentil mencionada más adelante
en el capítulo, si bien sus circunstancias eran las del mayor mal. Si Él debe
poner el corazón de una persona tal a prueba, Él lo hará, pero Él no lo hace,
por así decirlo. "Dejadlos; son ciegos guías de ciegos; y si el ciego
guiare al ciego, ambos caerán en el hoyo." (Mateo 15:14). Jesús debía
ocuparse de "los pobres del rebaño", así que Él se vuelve y alimenta
la multitud.
"Respondiendo Pedro, le dijo: Explícanos esta
parábola.
Jesús dijo: ¿También vosotros sois aún sin entendimiento? (Mateo 15: 15 y 16).
Nosotros vemos aquí un anhelo de oír algo nuevo, en lugar de que la conciencia esté
delante de Dios — un paso más abajo, por así decirlo, del Fariseísmo. Él es el
"Rabí" de ellos. Ellos lo están considerando a Él en este carácter, y
por lo tanto, no estando la conciencia de ellos en la presencia de Dios, ellos
no pueden entender una cosa tan sencilla — la cosa más sencilla que puede haber
— que no es lo que entra en la boca, sino lo que sale de la boca lo que
contamina al hombre. Ellos tienen algo entre la conciencia y Dios. Y presten
atención a dónde está el "entendimiento" según la estimación
de Dios — está siempre en la conciencia. Él no está haciendo eruditos (aunque
Él habla sabiduría a los que han sido perfeccionados), sino que está llevando
pecadores al cielo. Sus tratos son con el corazón y la conciencia; y sin
importar lo que sea, una parábola u cualquier otra cosa, yo no tengo
"entendimiento" de ello hasta que mi conciencia esté activada, y esté
delante de Dios por medio de la fe; porque, hasta entonces, Dios no tiene Su
lugar, y yo no tengo el mío. No hay entendimiento de cosa alguna
entre yo y Dios, si Él no tiene Su lugar. Yo podría suponer que conocía mucho
acerca de Dios, y podría razonar maravillosamente, y dar explicaciones acerca
de Él tal como un conferencista lo haría acerca de su tema; pero, ¿Dios sería
eso? ¿Dónde estaría el respeto debido a Él como Dios? ¿Estaría Él actuando
como Luz para mí, haciendo evidente mi oscuridad? De ninguna manera. Si Él
tuviese Su lugar verdadero, como Dios para mi alma, yo no debería estar
sermoneando acerca de Él, yo debería sentir lo que yo soy en Su presencia.
Ningún hombre sermoneó alguna vez acerca de Dios en la presencia de Dios. Él
podría procurar explicar plenamente lo que Dios es cuando Él no estuviera allí;
pero que Su presencia sea sentida, y ello detendría el sermón al instante. Eso
es en lo que los discípulos fracasaron; ellos aprendían "parábolas"
con facilidad, como no siendo una cuestión de conciencia. Por consiguiente, Cristo
lo expresa de la manera más sencilla; Él dice, "¿No entendéis [vosotros]
que todo lo que entra en la boca va al vientre y es echado en la
letrina? Pero las cosas que salen de la boca provienen del corazón, y ésas
contaminan al hombre." (Son parte de él mismo) "Porque del corazón
provienen malos pensamientos, homicidios, adulterios, fornicaciones, robos, falsos
testimonios, difamaciones. Estas cosas son las que contaminan al hombre, pero
el comer con manos no lavadas no contamina al hombre." (Mateo 15: 17 al 20
– BTX).
¿Y qué más proviene del corazón? Vaya, realmente,
cuando llegamos al
corazón del hombre, es como lo que tenemos en Deuteronomio 27 acerca de la ley
de Dios. Cuando se entra en los detalles que hay allí, ¿dónde están las tribus
para la bendición? Nosotros leemos acerca de la maldición
solamente. Las personas dicen, «No hay duda alguna de que cosas malas salen del
corazón del hombre; pero, ¿acaso no hay cosas buenas también?» No hay una sola
palabra acerca de ellas aquí. "Del corazón provienen" las cosas
perversas mencionadas, y estas son las que Dios ve. No es que nosotros estemos
negando que haya acciones de naturaleza amable y cosas por el estilo; las hay,
pero las vemos después en animales irracionales, así como en el hombre, con
esta diferencia — que no hay orgullo alguno en el corazón de los primeros
acerca de ellas, mientras lo hay en el corazón del hombre. El asunto es lo que
el hombre es moralmente a los ojos de Dios. El Señor finaliza aquí con
el hombre. Nosotros hemos analizado su historia desde los escribas y Fariseos
hasta lo que él mismo es. Él es visto, en todo el encanto de la 'religión',
estar desechando los mandamientos de Dios, y ello termina en el triste catálogo
de lo que "proviene del corazón."
Tenemos ahora, en lo que sigue inmediatamente
a continuación, 'la otra
cara de la moneda', por así decirlo, lo opuesto a todo esto — el corazón de
Dios en su eterna plenitud de gracia, sacada a relucir en los tratos del Señor
(no con escribas y Fariseos de Jerusalén, sino) con una mujer de Canaán.
"Saliendo Jesús de
allí, se fue a la región de Tiro y de Sidón. Y he aquí una mujer cananea que
había salido de aquella región clamaba," (Mateo 15: 21 y 22). Tiro y Sidón
eran cualquier cosa menos Jerusalén; estas ciudades eran proverbiales por su
maldad. El Señor las selecciona como tales cuando Él dice, en Mateo 11,
"¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y Sidón se
hubieran hecho los milagros que se hicieron en vosotras, hace tiempo que se
habrían arrepentido en cilicio y ceniza." (Mateo 11:21 – BTX). Él las
esgrime como dos de las ciudades más viles que Él pudo haber nombrado. Por otra
parte: esta mujer, una mujer cananea,
no era Gentil solamente, un "perrillo" — ese era su carácter a los
ojos del hombre, sí, efectivamente, y según la verdad de Dios también, en lo
que se refería a la condición exterior de cosas en aquella época — sino que era
una mujer de aquel pueblo acerca del cual Dios había dicho, "Maldito sea Canaán."
(Génesis 9:25).
De modo que tenemos
aquí, evidentemente, lo opuesto mismo a los escribas y Fariseos (las personas
religiosas) de Jerusalén, y lo que se alza en el mayor contraste con ellos, y
en realidad con todo lo que podía reclamar autoridad en la religión, o incluso
el aspecto de "una buena apariencia en la carne" (Gálatas 6:12 – VM),
una mujer cananea que había salido de
aquella región (de Tiro y Sidón)".
Pero, después de todo,
¿cómo viene esta pobre mujer? Su necesidad la trajo a Cristo; todo estaba bien
hasta ahora. Pero para que nuestra necesidad sea atendida, nosotros debemos
tomar el lugar que nos corresponde. Dios no puede, por así decirlo, negar provisión
para nuestra necesidad; pero Él la negará hasta que nosotros tomemos nuestra
verdadera posición. Este es el gran principio que tenemos que aprender aquí. Esta
mujer cananea "clamaba,
diciéndole: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es
gravemente atormentada por un demonio. Pero
Jesús no le respondió palabra." (Mateo 15: 22 y 23). Fue,
evidentemente, un caso que llamaba, sobremanera, a la intervención del Señor, y
ella Le suplicó que interviniera. Su hija estaba atormentada gravemente por un
demonio, y Él había venido a deshacer las obras del diablo. (1ª. Juan 3:8).
Ella sabía lo que Su compasión era; pero, ¿viene ella sencillamente en aquel
terreno? No; si lo hubiese hecho así, ella habría tenido la más cercanas
conmiseraciones del Señor. Pero ella dice, "¡Señor, Hijo de David, ten misericordia
de mí!" Hubo fe aquí. Ella
conocía qué misericordias Él había traído entre los judíos; pero, ¿tenía ella,
siendo cananea, algo que ver con Él como
"Hijo de David"? NO; nadie más que un Judío podía pedir algo a
Cristo, en ese carácter.
La pobre mujer pensó,
indudablemente, que reconociendo y confesando que Él era lo que era, ella podía
contar con Su bendición. Ella vino en la senda de la promesa. Ella reconoció la
verdad misma de Dios contenida en las
promesas, y reconoció a Jesús como siendo Aquel que había venido según esas
promesas. Ese fue el caso, y esa fue la sencilla razón por la cual el Señor no
tuvo absolutamente nada para ella.
Nosotros podemos hablar
acerca de las promesas de Dios, y marcharnos vacíos. Cuando nosotros hablamos
acerca de promesas, ellas deben ser promesas echas a nosotros; promesas respecto
de las cuales nosotros podemos asir
la verdad de Dios como el terreno de Sus tratos con nosotros. Ahora bien, supongamos
que nosotros venimos a Dios
como si fuésemos llamados por las más amables promesas, en el momento que confesamos
que somos pecadores, nosotros decimos
que no tenemos derecho a nada. Un pecador
no tiene derecho a nada; y por tanto, nosotros estamos en el terreno
equivocado, tal como estuvo esta pobre mujer.
Hay promesas hechas para pecadores,
pero no hay promesas
hechas a pecadores como pecadores. Al igual que la mujer sirofenicia, nosotros
podemos persistir acerca de las promesas, y no tener ni una palabra. Nosotros
debemos venir como simples pecadores, sin derecho alguno en absoluto excepto
nuestra necesidad; ese es el único derecho que Él admite. Él bendecirá,
ciertamente, porque Él ha dicho, "al que a mí viene, de ningún modo lo
echo fuera." (Juan 6:37 – BTX). Pero Él hará eso haciéndonos saber que sólo
la profundidad de nuestra necesidad es la razón por lo cual Él lo hace.
Cuando ella clama,
"¡Ten compasión de mí, Señor, hijo
de David!", su propio lenguaje Le obliga a excluirla; ella no tiene, y no
puede tener, ninguna
reivindicación o derecho a Él en ese terreno; Él no conoce a una persona tal.
Aquí está el punto. Y, por consiguiente, cuando los discípulos vienen y Le
apremian, diciendo, "Despídela, pues da voces tras nosotros." (Mateo
15:23), queriendo deshacerse de ella solamente como de un molesto mendigo, como
si ellos hubiesen dicho «Dale lo que ella quiere, y olvídate de ella»), Él
respondió, "No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de
Israel." (Mateo 15:24). Él se atiene al orden de Dios (Véase también Mateo
10:5).
Hay que recordar una
cosa muy importante, y es que las promesas no se encuentran fuera de Cristo.
Hay promesas muy preciosas para el Cristiano, sin las cuales él no podría
avanzar ni por un día; pero además, "todas las promesas de Dios son en él Sí,
y en él Amén, por medio de nosotros, para la gloria de Dios."
(2ª. Corintios 1:20). Usted puede ver a una persona persistiendo acerca de las
promesas, y, hasta que el alma es humillada al lugar de la fe, hasta que ella
se someta a la verdad y justicia de Dios, el final de la historia será como el
principio, «Yo no puedo hacerlas realidad.»
"Entonces ella
vino y se postró ante él, diciendo: ¡Señor, socórreme!" (Mateo 15:25).
Pues bien, esto es mucho más verídico, y saca una respuesta. Su primera
petición tuvo verdad en ella, pero fue, por otra parte (tal como hemos visto),
en un terreno al cual ella no tenía
derecho alguno; equivalió a decir, «No me respondas.» Ella obtiene ahora una
respuesta. Pero, además, la respuesta muestra que Cristo no puede salir de la
senda de las promesas, fuera de la senda en que Dios Le ha enviado. Él dice,
"No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos."
(Mateo 15:26)). He aquí una cosa terrible — una cosa terrible dicha por una
Persona en la cual ella había confiado — ser rechazada como un perrillo.
¿Y acaso no se ha de encontrar ahora corazones en
esta condición? Ellos han sido enviados a Cristo por ayuda; ellos sienten su
dolor, y ellos van a Él buscando promesas, y qué dicen ellos, «¿Tengo paz,
tengo gozo en Dios?» No, ellos regresan, diciendo, «¡No he conseguido nada!»
Ellos no han descendido al lugar donde Dios da ayuda. Ellos son, al igual que esta
pobre mujer sirofenicia, Cananeos de Tiro
y Sidón, y han estado hablando al Hijo de David, como si ellos tuviesen algo
que ver con Él, y algo que esperar de Él.
"Y ella dijo: Sí,
Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus
amos." (Mateo 15:27). Aquí está su lugar; ella abandona todo derecho y
reivindicación en sí misma; pero su necesidad se abraza a la generosidad pura.
El ojo del Señor ha estado mirando todo el tiempo el proceso de humillación que
estaba sucediendo en el corazón, y ahora que Él la ha hecho descender a su
verdadera condición, Él puede acceder a todos sus deseos. Ahora no es,
"¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí!" (Mateo 15:22); ni
siquiera, "¡Señor, socórreme!" (Mateo 15:25). Hasta que ella no
renunció a aquel terreno (porque Él no podía renunciar a él) Él la pone a
prueba, diciendo, "No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los
perrillos." (Mateo 15:26). Pero cuando ella dice, «Yo soy un perrillo, a
pesar de todo» guiándose por lo que Dios mismo es en Cristo, ella se sitúa en el
terreno sencillo de la plenitud infinita del amor de Dios, y todo es claro.
La fe de ella ha
traspasado las dispensaciones; ha llegado a lo que Dios es. Ella puede decir,
«Es verdad, Señor, es a los Judíos a quienes el pan pertenece; yo no tengo
pretensión alguna al lugar de los hijos, yo soy una pobre miserable pecadora de
los Gentiles, yo sé todo esto; yo sé que no tengo derecho a nada, en cuanto a
las promesas; pero hay mucho socorro en Dios para satisfacer mi caso; estos
perrillos que están afuera comen de las migajas que caen de la mesa de sus
amos.» ¿Qué más puede el Señor decir?
¿No hay socorro en Dios
para ti? ¡Imposible! "Entonces respondiendo Jesús, dijo: Oh mujer, grande es tu fe."
(Mateo 15:28). No
hay necesidad alguna de ser un Judío para tener fe; el Gentil que cree en Jesús
ha llegado hasta el lugar en el que los hijos son alimentados. No importa qué
persona es, cuando se trata de lo que hay en Dios para su necesidad es caso es
sencillo. Cuando existe la admisión veraz de que nosotros no tenemos derecho
titular alguno, en absoluto, cuando nos encontramos con Dios buscando bondad,
en el terreno de lo que hay en Él mismo, todo está bien; porque esa bondad está en
Dios.
El Señor no es
contemplado ahora en la senda de la promesa (esa senda siendo siempre tan
cierta), y Él no puede negar lo que Dios es, y lo que Él es en Sí mismo. Él
dice, "Oh mujer, grande es tu fe", y después, ¿qué más? "hágase contigo como quieres."
(Mateo 15:28). Cualquiera que sea la petición que ella puede tener, basado en
el simple hecho de la bondad que Dios tenía incluso para un perrillo, Él no
puede evitar responder. "Y su hija fue sanada desde aquella hora."
Esa es la diferencia
entre el Fariseísmo y la fe. El pobre, miserable pecador que viene a Dios tal
como Él es, sencillamente en el terreno de ser nada — un pecador sin derecho
alguno en absoluto —consigue bendición
en abundancia. Entonces se encuentra descanso y paz. Demostramos que Él es amor
y nada más. El alma se aleja del 'yo' por completo, y se solaza en la plenitud
eterna de la gracia que es en Cristo. Ella recurre a todo lo que hay en Él; su
necesidad es precisamente su derecho a todo lo que hay en Él. Nosotros nunca
vemos el asunto de manera correcta hasta que entendemos que es solamente la
necesidad infinita lo que da, en absoluto, derecho a la plenitud infinita de
Dios. Tanto la persona convertida como la no convertida necesitan entender
esto. Los pecadores no reciben a Cristo porque no saben que ellos no son
mejores que los perrillos. Los santos a menudo no tienen paz porque ellos jamás
han tomado realmente el lugar de los perrillos. Muchos pasarían rápidamente
sobre todo el asunto, y tomarían solamente la gracia sin el conocimiento de la
propia vileza de ellos; pero Dios nos enseñará todo lo que hay en nosotros,
para que podamos valorar realmente todo lo que hay en Él. Fue en este terreno
que la pobre mujer pudo hablar a Jesús, y la palabra a los tales es siempre,
"hágase contigo como quieres." (Mateo 15:28). La plenitud divina sólo
puede ser desentrañada por la necesidad y la miseria conscientes.
Esto es donde la fe nos
llevará. Nosotros podemos admitir la verdad de todo lo que ha sido dicho, pero
si ella no nos ha llevado allí, a la
insignificancia en la presencia de la plenitud infinita de Dios, ella no es
verdad para nuestras almas; nosotros no hemos aprendido nada realmente. Podemos
haber aprendido la historia de la mujer cananea, pero si no hemos aprendido la
historia de nuestro propio corazón en ella, no hemos aprendido nada acerca de
él. Nosotros podemos ser capaces de explicar las doctrinas de la salvación muy
claramente; podemos estar gloriándonos en mucho de lo que hemos recibido de
Dios; pero si nosotros deseamos bendición y riquezas (riquezas espirituales),
en cuanto a nosotros debe ser como la iglesia de Esmirna, de la cual Jesús pudo
decir (Apocalipsis 2), "Yo conozco tus obras, y tu tribulación, y tu
pobreza (pero tú eres rico)." ¿Es ello tan cierto en cuanto a nosotros, o
persistimos en las promesas? Una vez más, aunque no somos Fariseos, ¿es en
cuanto a nosotros como lo fue en cuanto a los discípulos, una cuestión acerca
de "parábolas"? No hay
parábolas en la conciencia. Cuando un hombre se encuentra con Dios en su
conciencia, ese hombre se conoce a sí mismo; él no lo puede evitar. No es una parábola
cuando la conciencia es tocada,
es lo que nosotros somos a la vista de Dios. Que nuestro estado sea lo que
pueda ser (quizás un mal estado al cual hemos llegado por el pecado, sin
importar cuál sea), si hemos sido quebrantados, en la humillante percepción de
lo que nosotros somos, al lugar de nuestra propia insignificancia, la única
pregunta que queda es, ¿Qué es Dios para
con nosotros? Y Él es gracia, y va a ser demostrado que es así exactamente
en proporción a nuestra necesidad. Sólo la necesidad se convierte, entonces, en
la ocasión de exhibir la idoneidad de Su gracia.
Todo se reduce a un
único argumento: si nosotros somos delante de Dios lo que somos realmente, Dios
es siempre lo que Él es realmente — gracia.
Esto es, en cierto
sentido, una ardua labor — vivir sintiendo continuamente nuestra necesidad, y
el deleite de Dios en proveer para ella. ¡Qué constante vigilancia ello
representa! ¡Qué andar en el Espíritu! ¡Qué abnegación del yo! Que el señor nos
conceda tener continua conciencia de nuestra futilidad, y también la continua
conciencia de Su plenitud, para que podamos tomar nuestro lugar como
dependientes de Su gracia y de Su espléndida generosidad.
Traducido del Inglés
por: B.R.C.O.: Enero 2017.-
Título original en inglés: PHARISAISM AND FAITH
Versión Inglesa |
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