APUNTES
Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en que,
además de las comillas dobles (""), se indican otras versiones, tales como:
LBLA = La Biblia de las Américas, Copyright 1986, 1995, 1997 by The Lockman Foundation,
Usada con permiso.
1. Fe.
2. "Allí estoy yo en medio"
3. Ocuparse de uno mismo y el Juicio propio
H. C. Anstey
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Los principios no son poder
H. H.
Snell
1. Fe
Debemos recordar que la fe comienza con Dios, y aquel que anda realmente en una senda
de fe introduce siempre a DIOS, y esta es la diferencia entre la fe y la incredulidad; la incredulidad siempre Le deja afuera.
Por otra parte, la fe es el alma del individuo sola con Dios, y cualquier intervención
de un tercero la destruye. Cualquier actuación que procede de motivos secundarios
no es fe. Para que el acto sea un acto de fe, sólo Dios y Su palabra deben estar delante del alma.
La fe crece. Se puede aprender esto en la historia
de los hijos de Dios, y tal como se detalla en Hebreos 11. Introducir a Dios en todo
es ahora el privilegio de Sus hijos. No existe nada demasiado pequeño en nuestra senda diaria como para que no lo note Aquel
que ha contados aun los cabellos de nuestra cabeza. (Mateo 10:30). Es este hecho de introducir a Dios en todos nuestros asuntos
lo que produce el andar, la vida de fe, y es el tema del capítulo al que me he
referido.
Y es justamente este hecho de introducir a Dios en
nuestros asuntos lo que nos revela el verdadero carácter de ellos; ya que "Dios es luz, y en El no hay tiniebla alguna." (1ª.
Juan 1:5 – LBLA). De este modo, esto que ha llegado a ser la costumbre continua del alma, se convierte, de inmediato,
en un poder preservador para ella en medio de todas las tinieblas e incredulidad de nuestros corazones naturales.
El principio para el Cristiano ahora, se encuentra
en las palabras, "se mantuvo firme como viendo al Invisible." (Hebreos 11:27 – LBLA). Debemos ver a Dios en todo.
En los ejemplos de Hebreos 11, vemos que ellos comenzaban con Dios. Esto es fe, y esto caracteriza a cada uno con posterioridad.
En el acto de Abel la demanda de Dios es admitida y, en el sacrificio, Abel confiesa que merecía la muerte como pecador. Él
viene en la manera provista, y es aceptado, "dando Dios testimonio de sus ofrendas." (Hebreos 11:4). DIOS está así delante
de Enoc, y Noé, y Abraham, y Moisés, y los demás. Esto decidía todo para cada uno de ellos en su día. Es importante comprender
qué es la fe real, la cual comienza con Dios, y continúa teniendo que ver con
Dios, y que es intensamente individual. Nos alegra y damos gracias por el hecho de encontrar a otros en la senda de fe con
nosotros; pero teniendo esto que ver siempre con Dios individualmente ahora (lo que fue verdad acerca de nosotros en primer
lugar), es el poder que nos sostiene aún continuando en la senda si los demás nos
fallan, y produce, con todo, las obras vistas en una vida de fe. Cuando viene una prueba, si no ha existido esta relación
personal con Dios, a menudo se encuentra que hemos sido meramente imitadores de otros. Nosotros, entonces, seríamos iguales
a Efraín, ya que "eran arqueros bien equipados, pero volvieron las espaldas el día de la batalla." (Salmo 78 –
LBLA). Pero si nos hemos habituado a introducir a Dios, nos volveremos a Él en el día de la batalla, y volvernos a Él no es
volver la espalda al enemigo. [*]
"Esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra
fe." (1ª. Juan 5:4).
[*] Sólo podemos ayudar verdaderamente a los demás cuando los llevamos a que ellos mismos tengan
que ver con Dios y Su palabra. Si actúan meramente por un consejo, de parte de un hermano
e independientemente de lo piadoso que él sea, al fin serán quebrantados; esto no es fe. Debo tener cuidado de no llevar a los santos a actuar meramente basados en mi consejo,
ya que ellos estarán actuando basados en mi fe.
2. "Allí
estoy yo en medio." (Mateo 18:20)
¿Hay un sentido adecuado en nosotros acerca de la
gracia y el favor maravillosos que se nos ha otorgado al permitírsenos que nos reunamos con el pueblo del Señor en la tierra?
¿Puede haber algo más elevado que estar así con Él, y en comunión con Su propio corazón en cuanto a Su pueblo? Piense en ello.
¿Quién es Aquel que está en medio? Es un lugar maravilloso, y pobremente lo apreciamos, sabemos tan poco acerca de lo que
es su realidad. La fe le ve a Él allí.
Y entonces, no piense sólo en el privilegio de congregarse
así, sino acerca del favor adicional de ser de alguna utilidad allí; de ser usado
por Aquel que ama a Su pueblo con un amor perfecto, y cuyo corazón está junto a ellos
en su debilidad, y en este día del dolor y rechazo por el que ellos pasan (un día de rechazo por el cual Él pasó una vez).
Se trata de un corazón latiendo en armonía con los Suyos para con ellos para que
Él pueda dedicarse a hacer que cualquiera de nosotros sea de ayuda para ellos. Esto es lo que queremos cultivar. Queremos
conocer, a cada momento, Sus pensamientos para Sus santos reunidos. Sin esto todo
es esterilidad, toda actividad dolorosa; con ello, aun la oración silenciosa del sencillo —a menudo incapaz de ser enmarcada
en el lenguaje— hace descender Su bendición sobre los que, en su debilidad, se refugian en Él.
No necesitamos más actividad al estar congregados
a Su Nombre; lo que necesitamos es más comunión. ÉL está allí; el pueblo es Su pueblo. Tengo que recordar que Él desea la bendición de Su pueblo, y decir, «¿Quién soy yo para que esté en este lugar?»
3. Ocuparse de uno mismo y el Juicio propio
Muchos confunden el ocuparse de uno mismo con el hecho de juzgarse uno mismo; y,
viendo que el juicio propio es correcto (cuando fracasamos), se los encuentra preguntándose, ellos mismos, dónde termina lo
uno, y dónde comienza lo otro. Y ponen en duda el hecho de que están ocupados de ellos mismos. Una palabra o dos acerca de
estos pueden ayudar, si el Señor lo permite.
El ocuparse de uno mismo es el flagelo del alma. El hombre
hace de sí mismo el centro, y de él mismo el objeto principal sobre la tierra. Esto es ocuparse de uno mismo. Hacer esto lleva
al que lo hace a aquel lugar "donde
el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga." Para todos, ocuparse de uno mismo es muerte.
El juicio propio es la obra del Espíritu de Dios.
No es Su obra en sí, pero es a menudo, por nuestra falta de vigilancia, Su obra necesaria. No hay manera de regresar al gozo de la comunión sin él. El juicio propio,
aunque correcto en su lugar, no es comunión; por el contrario, es la confesión
de que la comunión se ha perdido. Pero es el único camino de regreso; es medicina,
pero no alimento.
Para mí, vivir diariamente ignorando el 'yo' es la
condición Cristiana más elevada. Aquí el Espíritu de Dios es libre de continuar Su obra propiamente dicha en mi alma, tomar
a Cristo y situarlo delante de mí como mi comida. Aquí el alma es libre de ser
ocupada por Cristo y sólo para Cristo. Está escrito, "para mí el vivir es Cristo,
y el morir es ganancia." (Filipenses 1:21). Es el único estado correcto para la comida. Y la
comida es la apropiación de Cristo por parte del alma, y el alimentarse de
Él como ministrado por el Espíritu. Él solo es el "pan de vida . . . que descendió
del cielo" (Juan 6: 48, 51); tal como dice Juan 6:56, "El que come mi carne y bebe
mi sangre, en mí permanece, y yo en él." No se trata de haberlo hecho una vez
por fe. Eso está en Juan 6:51, y es de suma importancia. La comida es la necesidad diaria
del hombre, y alimentarse es aquí su costumbre diaria. Pero qué importante es ver que ocuparse de uno mismo no alimenta, y que el juicio propio no alimenta; puesto que, ¿cómo
puedo yo vivir o crecer sin alimento?
¿Qué es, entonces, el ocuparse de uno mismo?
Es ocuparse de un ser humano, de un gusano en la tierra a los ojos de Dios, de una partícula de polvo, olvidando o ignorando
el hecho de DIOS y la ETERNIDAD; es uno que dice, "comamos
y bebamos, porque mañana moriremos",
y a quien Dios dice, "¡Necio!" (1ª. Corintios 15; Lucas 12:20).
¿Qué es el juicio propio? Es considerarse uno mismo
(pero obsérvenlo bien), no en contraste con otros santos, sino en contraste con Cristo,
el Hombre prefecto, celestial.
¿Y qué es ignorarse uno mismo? Es olvidar que
existe un 'yo', por estar absorto con Aquel que es el Perfecto, sólo con Cristo. Esta será nuestra ocupación eterna en el
cielo, cuando no existirá ningún 'yo' que arruine nuestra visión, o que sea llamado a juicio. Pero ello comienza en la tierra
—comienza, aunque acosado por todas partes, en un pobre vaso de barro, "para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros." (2ª. Corintios 4:7).
H. C. Anstey
* * *
Los principios no son poder. Si los principios ocupan la mente, aun con el más ferviente
deseo de exactitud, de modo que se convierten en el objeto en lugar de Cristo, habrá ausencia de poder espiritual. El secreto
del poder no es meramente tener principios ortodoxos, sino ejercitar fe en Dios, según la verdad que Él ha revelado por gracia.
Por ejemplo, muchos aceptan, como un principio de verdad divinamente dado, que donde están dos o tres congregados en el nombre
de nuestro Señor Jesucristo, Él está "en medio de ellos." (Mateo 18:20). Pero sólo aquellos que tienen fe en el Señor, como
estando Él presente, tendrán el poder y el consuelo de ello. Esto es individual. Por tanto, el poder y la bendición de una
compañía de santos se relacionan con la fe individual de los congregados.
H. H. Snell
Publicado en la revista "The Christian's Friend", año 1885.-
Traducido
del Inglés por: B.R.C.O. – Enero 2013.-