"SÓLO
YO HE QUEDADO"
Todas las citas bíblicas se encierran
entre comillas
dobles ("") y han sido tomadas
de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares
en que, además de las comillas dobles (""), se indican otras
versiones, tales como:
BTX = Biblia Textual, © 1999 por Sociedad
Bíblica
Iberoamericana, Inc.
TA = Biblia Torres Amat.
W. W.
Fereday
(Extractado
de la revista "Truth for the Last Days", Vol. 2, 1901, página 37.)
1º Reyes
19: 1-18
No indica una muy buena condición de alma
cuando Elías hizo su presumida queja contra Israel de este modo: "He
sentido un vivo celo por Jehová Dios de los ejércitos; porque los hijos de
Israel han dejado tu pacto, han derribado tus altares, y han matado a espada a
tus profetas; y sólo yo he quedado, y me buscan para quitarme la vida."
(1º. Reyes 19:10).
Elías nos proporciona, en lo esencial, un buen
ejemplo de testimonio fiel para Dios en un día malo. En medio de la apostasía
generalizada, él se mantuvo audazmente firme por Jehová, importándole poco si
era apoyado por muchos o por pocos. Nadie pondría en duda el hecho de que había
sido verdaderamente celoso por la honra de Jehová, y que había procurado
fervientemente defenderla frente a toda oposición. Pero en la época en que se
quejó en Horeb, se había vuelto a ocuparse excesivamente de él mismo y de su
testimonio, y había llegado a considerarse como el único eje sobre el cual
giraban todas las cosas. Dios había sido desplazado por Elías, por el momento,
en su visión de alma. Elías parecía ser el gran factor indispensable, y su vida
estaba en
peligro; ¿qué sucedería, entonces, con el testimonio? En su pensamiento,
parecía que todo testimonio verdadero para Dios había llegado a su fin en
Israel, y que Satanás se había convertido en el amo absoluto de la situación.
¡Qué dolorosamente demasiado seguros de sí
mismos son estos pobres corazones nuestros! El mejor y el más fiel de los
siervos de Dios no es impermeable contra esta trampa. Es cierto que Él puede
sostener a un hombre solitario, y darle poder para ser un testimonio en una
escena tenebrosa, tal como en el caso de Abraham; "porque cuando no era
más que uno solo lo llamé, y lo bendije y lo multipliqué." (Isaías 51:2). Es
igualmente cierto que Él puede fortalecer de tal manera a uno que es débil como
para que pueda llegar a ser como David (Zacarías 12:8); pero ¡que el testigo no
se considere indispensable, puesto que el desastre sobrevendrá inmediatamente! Las
colectividades están tan expuestas a caer en este error como lo están los testigos
individuales. Si una compañía de santos, pocos o muchos, procuran recuperar
diligentemente, para el uso práctico, los principios de la verdad que se han
extinguido, su celo y obediencia se convertirán, sin duda alguna, en un
testimonio, y se puede confiar en que Dios esté con ellos para su sostenimiento
y bendición. Pero en el momento en que ellos comienzan a ocuparse de ellos
mismos como testigos, que su testimonio a los demás llega a ser más importante,
a sus ojos, que su propia condición espiritual, Dios ya no los apoyará, sino
que los entregará al desastre y a la vergüenza. ¿Acaso no ha sido la verdad
acerca de esto dolorosamente evidente para muchos de nosotros?
El hecho de que Elías se ocupase de él mismo le
condujo a albergar sentimientos altamente incorrectos hacia el pueblo de Dios
que erraba a su alrededor. "¿O no sabéis qué dice de Elías la Escritura,
cómo invoca a Dios contra Israel,…?" etc. (Romanos 11:2). ¡Una intercesión
contra Israel! ¡Hablando bien acerca
de él mismo y mal acerca de Israel! ¿Es ésta la verdadera parte del testigo de
Dios? Al hablar así, ¿estaba él expresando fielmente los sentimientos de aquel
corazón que es longánimo con Su pueblo, y que, pese a toda su rebeldía y a todo
su pecado, nunca los abandona? Moisés habló de manera diferente; es muy
alentador oír su conmovedora intercesión ante Dios por Israel después de que
ellos adorasen al becerro de oro (Éxodo 32, 33). Aunque él sintió fuertemente
la afrenta hecha a Jehová, no obstante, ni siquiera una mala palabra salió de
sus labios con respecto a ellos en Su presencia. Por el contrario, persistió en
recordarle a Jehová que ellos eran Su pueblo no obstante su grave pecado, y que
la honra de Su gran nombre estaba ligado con la bendición de ellos. En lugar de
que fuesen destruidos, estuvo dispuesto a que Dios le borrase del libro que Él
había escrito.
Tengamos bien en cuenta este principio, puesto
que es grandemente necesario en este día. El envanecerse uno mismo, el ocuparnos
de nuestra propia fidelidad en el testimonio, son actitudes que engendran sentimientos
censuradores en nuestro corazón hacia el pueblo de Dios alrededor nuestro, y
nos sitúa muy fuera del lugar de intercesión con Dios por ellos. ¿Hemos de
sorprendernos, asimismo, si nuestras ínfulas incorrectas atraen de los demás el
comentario sarcástico, "¿Conque vosotros solos sois hombres entendidos, y
con vosotros morirá la sabiduría?"? (Job 12:2 – TA).
En el caso de Elías, su queja tuvo un resultado
muy diferente del que esperaba. Podemos pasar por alto, en esta ocasión, las
lecciones que se le enseñaron mediante el viento, el terremoto, el fuego, y el
susurro apacible y delicado, y podemos detenernos un poco acerca de las propias
palabras de Jehová a él. "Y le dijo Jehová: Vé, vuélvete por tu camino,
por el desierto de Damasco; y llegarás, y ungirás a Hazael por rey de Siria. A
Jehú hijo de Nimsi ungirás por rey sobre Israel; y a Eliseo hijo de Safat, de
Abel-mehola, ungirás para que sea profeta en tu lugar. Y el que escapare de la
espada de Hazael, Jehú lo matará; y el que escapare de la espada de Jehú,
Eliseo lo matará. Y yo haré que queden en Israel siete mil, cuyas rodillas no
se doblaron ante Baal, y cuyas bocas no lo besaron." (1º. Reyes 19:
15-18). ¿Deseaba él que el pueblo de Dios fuese castigado por su pecado? Pues
bien, él mismo ungiría a los ejecutores del juicio de Dios —obra dolorosa,
ciertamente, para uno que amaba verdaderamente al pueblo. ¿Se consideraba él
indispensable como testigo? Entonces debía ir y ungir a su sucesor—Eliseo, hijo
de Safat. ¿Se consideraba él como el único hombre fiel en la tierra? Entonces
debe conocer su error en el anuncio sorprendente de que Jehová tenía aún 7.000
corazones leales entre las tribus de Israel.
Estas son lecciones muy serias, y son felices
para nosotros si las aprendemos minuciosamente. Magnificar nuestra propia
importancia en el testimonio es el equivalente a ser desechado completamente
como testigo, para que otros puedan tomar nuestro lugar. ¿Acaso no ha sucedido
esto, para nuestro profundo dolor? ¿Acaso no nos hemos acostumbrado, muchos de
nosotros, a oír decir a muchos, «Nosotros
estamos en el lugar del testimonio, somos Filadelfia, y casi todo lo demás es
Laodicea», con el resultado penoso de que cuando miramos alrededor para ver
la operación especial del Espíritu de Dios, no lo observamos entre aquellos que
hablan así con tanta aprobación hacia sí mismos, sino entre otros que poseen
mucha menos luz y conocimiento espiritual de la letra de la Palabra de Dios? Se
trata del resultado inevitable de permitir que nosotros mismos desplacemos a
Dios en nuestras mentes y corazones. "Pero el que se gloría, gloríese en
el Señor. Pues no es aprobado aquel que se alaba a sí mismo, sino aquel a quien
el Señor alaba." (2ª. Corintios 10: 17-18; BTX)
¡Qué
consuelo que aun en la hora más obscura Dios tiene estos sinceros 7.000! Si
ellos no salen a la luz con tanto denuedo en cuanto a separación pública del
mal como desearíamos, no obstante, es un gozo para nosotros saber que ellos
suspiran y gimen ante los pecados de la época, y procuran guardar sus afectos
correctos hacia el Señor de ellos y nuestro. "Tienes unas pocas personas
en Sardis que no han manchado sus vestiduras; y andarán conmigo en vestiduras
blancas, porque son dignas." (Apocalipsis 3:4).
W. W.
Fereday
Traducido
del Inglés por: B.R.C.O. - Mayo 2013.-