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TRES ANTAGONISMOS CONTRA EL CRISTIANISMO
Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han
sido tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en que, además de las comillas
dobles (""), se indican otras versiones, tales como:
BTX = Biblia Textual, © 1999 por Sociedad Bíblica Iberoamericana, Inc.
LBLA = La Biblia de las Américas, Copyright 1986, 1995, 1997 by The Lockman Foundation, Usada con permiso.
Lectura
Bíblica: Colosenses 2.-
Lo que nos libra de todas las "palabras persuasivas" de los hombres
(Colosenses 2:4) es el "pleno entendimiento" del misterio de Dios (Colosenses 2:2). Una vez aceptada la supremacía absoluta
de Cristo como Cabeza del cuerpo, la Iglesia, se ve inmediatamente que la Iglesia se somete sólo a Él; es decir, que Su autoridad
debe prevalecer sobre cada miembro de Su cuerpo. Por lo tanto, ningún creyente puede ocupar jamás su verdadero lugar hasta
que reconozca que Cristo es la Cabeza, y que Su supremacía excluye —excluye necesariamente— toda otra autoridad.
*
* *
Es
por esta razón que el apóstol especifica, en este capítulo, las varias influencias antagonistas que están obrando siempre
para socavar esta verdad bienaventurada. La primera de estas es, "filosofías y huecas sutilezas"; es decir, tal como lo entendemos,
la filosofía que no es más que una hueca sutileza. Debe ser caracterizada de este modo, ya que brota de la mente del hombre;
se trata de un sistema formado por el razonamiento humano, y su objetivo es corromper la revelación que a Dios le ha placido
hacer por Su Espíritu en Su Palabra inspirada. Se trata del Racionalismo —puro y simple Racionalismo, que juzga todas
las cosas conforme a su estimación de lo que es adecuado al hombre. De este modo, ¡el hombre pecador se sentaría a juzgar
los pensamientos de Dios! Esta filosofía, en palabras de otro, se trata del 'desvariar' de la mente del viejo hombre; y, tal
como leemos, es según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo.
Pero
si se indica el peligro, también se proporciona el antídoto. Toda la plenitud de la Deidad habita corporalmente en Cristo,
en Él como el Hombre glorificado a la diestra de Dios; y nosotros estamos allí en Él, y estando en Él estamos completos, llenos
plenamente, delante de Dios. El hombre, por tanto, no puede aportar nada al creyente; porque él tiene todo en Cristo. ¡Qué
inmensa verdad! Toda la plenitud de la Deidad está en Cristo para el creyente, y el creyente está completo en Él, lleno de
esta plenitud, delante de Dios. Qué necedad, entonces, es desviarse a fuentes humanas —a cisternas rotas, en efecto,
¡que no pueden proporcionar suministros!
*
* *
Es
que, además, hemos sido 'circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al
echar de nosotros el cuerpo pecaminoso carnal [*], en la circuncisión de Cristo'. (Colosenses 2:11).
[*] Se debe omitir la palabra "pecaminoso" por no tener suficiente legitimidad.
El lugar de circuncisión para Israel, después que cruzó el Jordán, fue Gilgal; y esto explicará
el significado de esta Escritura. Se trata de la aplicación, a nosotros mismos, de la verdad del Jordán; es decir, de nuestra
asociación con la muerte de Cristo; no de Su muerte por nosotros, sino de nuestra muerte con Él, y de nuestra entrada en ella.
Por lo tanto, se trata de que se nos 'desvistió enteramente del cuerpo de la carne' (Colosenses 2:11 – BTX), del final
de nosotros mismos en la muerte de Cristo; y, por consiguiente, es la puerta de salida de esta escena por completo. Pero si
nosotros, como hijos de Adán, hemos llegado moralmente al final en la muerte de Cristo, hemos sido sepultados con Él en el
bautismo, en el cual (o, como algunos prefieren, "en quien") fuimos también resucitados con Él "por la fe en la acción del
poder de Dios" (LBLA), que le resucitó de entre los muertos. Si, por tanto, hemos muerto con Cristo a esta escena terrenal,
hemos sido resucitados con Él para estar en un lugar nuevo; pero esto se comprende sólo mediante la fe, tal como el apóstol
declara especialmente. Pero, una vez aprendido esto, el carácter verdadero de regresar a las tradiciones de los hombres, y
a los rudimentos del mundo, es detectado de inmediato.
* * *
Se llega, ahora, a la segunda forma de oposición en el capítulo, y es, en una palabra —el
Ritualismo. Antes de ser mencionado, no obstante, el apóstol retrocede a nuestra condición pasada, cuando estábamos muertos
en nuestros pecados, y en la incircuncisión de nuestra carne, y señala que Dios nos dio vida junto con Cristo, habiendo perdonados
todas nuestras transgresiones, habiendo cancelado el documento de deuda que consistía en decretos contra nosotros y
que nos era adverso, y lo ha quitado de en medio, clavándolo en la cruz (Colosenses 2: 13, 14); y, además, que Él ha vencido,
en la muerte de Cristo, la totalidad y cada forma del poder de Satanás que obraba contra Su pueblo. Que el lector pondere
este notable resumen: se nos ha dado vida con Cristo; hemos pasado, con Él, de la muerte a una nueva esfera; todos nuestros pecados han sido perdonados; el acta de los decretos, que nos era contraria, ha sido anulada,
y hemos sido rescatados de cada variedad del poder de Satanás. Por tanto, ¿qué tenemos que ver nosotros con el Ritualismo,
sacados, como estamos, de todo el estado y de toda la escena a los cuales corresponden los ritos y ceremonias? Además, estos
ritos y ceremonias eran, en el mejor de los casos, incluso como instituidos divinamente en el Judaísmo, sólo sombras. El cuerpo
es de Cristo. Aceptar el Ritualismo sería negar, de este modo, el carácter celestial del Cristianismo.
* * *
El tercer enemigo que brota del Ritualismo, y que generalmente forma alianza con él, es la Superstición.
El apóstol lo introduce en relación con la adoración de ángeles. Esto abunda en todos lados; y se incrementa con la infidelidad,
siendo la reacción natural a ella. Como creyentes, a menos que estemos en la libertad de la gracia, y en el sentido de la
unión con Cristo, caemos fácilmente bajo su influencia en una u otra forma. El antídoto eficaz, tanto para la infidelidad
como para el Ritualismo, radica en asirse de la Cabeza, mantener en nuestras almas el poder práctico de la unión con Cristo,
y una sujeción constante y entera a Su autoridad, así como también el reconocimiento de que es de Él, como Cabeza, de quien
"todo el cuerpo, nutriéndose y uniéndose por las coyunturas y ligamentos, crece con el crecimiento que da Dios." (Colosenses
2:19). Como miembros del cuerpo de Cristo dependemos sólo de la Cabeza, y de las provisiones que Él puede ministrar a través
de las "coyunturas y ligamentos"; y, por consiguiente, somos enteramente independientes de toda fuente humana. Que el Señor
pueda enseñarnos cada vez más la lección de que todas nuestras fuentes están en Él.
Revista "Christian
Friend", vol. 18, 1891, p. 141.-
Traducido
del Inglés por: B.R.C.O. - Enero 2013.-
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