Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas
dobles ("") y han sido tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en que, además
de las comillas dobles (""), se indican otras versiones, tales como:
BJ = Biblia de Jerusalén
LBLA = La Biblia de las Américas, Copyright 1986,
1995, 1997 by The Lockman Foundation, Usada con permiso
NBLH = Nueva Biblia de los Hispanos, Copyright 2005
by The Lockman Foundation, Usada con permiso
NVI =Santa Biblia, Nueva Versión Internacional, Copyright
1999 por la Sociedad Bíblica Internacional
RVA = Versión Reina-Valera 1909 Actualizada en 1989 (Publicada
por Editorial Mundo Hispano; conocida también como Santa Biblia "Vida Abundante")
SPTE = Versión de la Septuaginta en Español (del
Pbro. Guillermo Jünemann Beckchaefer)
VM = Versión Moderna, traducción de 1893 de H.B.Pratt,
Revisión 1929 (Publicada por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza)
DEUTERONOMIO
El último libro del Pentateuco está tan claramente demarcado como
cada uno de los libros que le anteceden. Sólo este fue escrito en la perspectiva de Israel cruzando el Jordán y entrando en
la tierra de su herencia. Es, por lo tanto, completamente diferente del libro de Génesis el cual tiene un carácter primario,
y es casi universal en su alcance, la Palabra de Aquel que conoce el final desde el principio. Deuteronomio tampoco enfoca
la redención desde Egipto, como lo hace el libro de Éxodo; ni el acceso a Jehová, como Levítico; ni aun el peregrinaje a través
del desierto, como Números. El título en la Versión Reina-Valera 1960 sigue el de la Vulgata Latina, así como ella sigue a
la Septuaginta, pero es, a lo menos, más cercano al objetivo que en los demás casos; ya que el libro consiste en gran parte
de una recapitulación especial de la ley. Nosotros debemos permitir solamente la afluencia divina de la Escritura; la cual,
cuando interpreta una visión, o una parábola, o aun un símbolo particular, no repite meramente sino que añade en forma muy
notable.
Si nosotros creemos al libro (y es enemigo de Dios aquel que no
lo hace), Moisés habló y escribió en vísperas de su cercana muerte. Esto no podría sino impartir un tono peculiarmente serio
y solemne. Elementos éticos, afectuosos y de reconvención predominan, trascendiendo lo que encontramos en cualquiera de los
otros cinco libros. Tal como Moisés dice, al finalizar el breve prefacio de Deuteronomio 1: 3-5, él comenzó a declarar, o
a exponer, esta ley. Se insta continuamente a la obediencia, y al espíritu de ella en el corazón. Es, por lo tanto, al pueblo
en su conjunto a quienes se les habla, en general, directamente a través de todo el libro, acerca de su tenencia responsable
de la tierra. La enseñanza en forma de tipos es comparativamente rara, la moraleja abunda, no sin profecía, especialmente
al final. "Los sacerdotes levitas" aparecen sólo para razones específicas, y también los Levitas como tales. Pero el pueblo
es considerado como estando bajo el gobierno moral de Jehová Dios de ellos en la tierra; y esto explica sus características.
Los que nacieron en el desierto no habían sido circuncidados, y estaban así descalificados para los privilegios de Israel.
Esto ya no debía ser tolerado. Israel debe, a partir de ahora, tomar su lugar normal de obediencia en la tierra de Jehová.
Esto es a lo que insta el libro anticipadamente.
Deuteronomio 1:6 hasta el final del capítulo 4 es una introducción,
en la que Moisés reseña primeramente, en el resto del capítulo 1, las jornadas desde Horeb hasta Cades-barnea con la elección
previa de jefes para juzgar y la elección posterior de los espías, la rebelde incredulidad de ellos, y su castigo. Después,
en Deuteronomio 2 y 3, tenemos el avance final de ellos, después de largas permanencias y marchas en el desierto. Ellos no
debían entremeterse con Edom, Moab, o Amón. Cuando Sehón y Og se opusieron, los mataron a ellos y a su pueblo, tomando todo
lo que ellos tenían como botín en aquel lado del Jordán, y entregando sus tierras y ciudades a Rubén, a Gad, y a la media
tribu de Manasés, quienes estaban ansiosos de poseer de inmediato aun fuera de Canaán, mientras Moisés suplica en vano poder
pasar y ver la buena tierra. Deuteronomio 4 transforma lo vergonzoso de Baal-peor en un llamamiento a obedecer la Palabra
de Jehová, no añadiendo ni quitando; ya que sólo ellos le tienen a Él tan cerca con Sus estatutos y juicios, oyeron Su voz,
y sin embargo no vieron ninguna figura. Por lo tanto, ellos fueron llamados a aborrecer toda imagen y objeto creado, para
que Jehová no los expulsara y los esparciera entre las naciones idólatras. Pero, estando incluso allí ellos son estimulados
a volverse a Él y a obedecerle. El capítulo finaliza con las tres ciudades escogidas para el homicida en la tierra del otro
lado del Jordán tomada de los reyes Amorreos, Sehón y Og. Este refugio era debido a Jehová, quien no toleraría el derramamiento
de la sangre de un hombre, por una parte, ni permitiría que un accidente fuese tratado como un homicidio. Allí donde Su pueblo
moraba, aunque fuese fuera de sus barreras apropiadas, Sus derechos deben ser respetados. Podemos observar cuán distinta es
la ubicación de estas ciudades de refugio en Números, donde ellas son dadas dentro de la porción de los Levitas, y en la perspectiva
de la muerte del sacerdote ungido; una conexión típica de la cual Deuteronomio no muestra aquí ningún rastro, pero tiene su
propia razón apropiada. ¡Qué testimonio a la inspiración divina de ambos libros! Lo que hemos tenido hasta ahora no se adapta
a ningún libro sino al que lo tiene.
Desde Deuteronomio 5 hasta el final del capítulo 11 se presentan
los principios morales generales sobre los cuales Israel fue puesto delante de Jehová. Deuteronomio 12 al 26 son, más bien,
los términos especiales en estatutos y juicios hechos con el pueblo.
En Deuteronomio 5, Moisés repite la ley según
el pacto de Horeb, el cual no fue hecho con sus padres sino con ellos; tal como fue declarada justo ante de Bet-peor para
subrayar el peligro de ellos, pero en la tierra que ellos habían ganado para animarlos. De manera similar, no se anexa al
cuarto mandamiento el recuerdo de la creación como en Éxodo 20, sino la remembranza de Su liberación de Egipto, la de Aquel
que mandaba ahora su observancia. Deuteronomio 6 es una aplicación homilética del primer mandamiento, así como Deuteronomio
7 lo es del segundo. Deuteronomio 8 subraya el conjunto desde la experiencia de ellos de Dios en el desierto y de su propio
corazón con Canaán a la vista. Deuteronomio 9 les recuerda su debilidad, aunque se les asegura la victoria por la gracia de
Jehová, y sus graves pecados y rebelión, les recuerda a Moisés indignado quebrando las tablas aunque fueron inscritas por
la propia mano de Dios, y aun de su objeción a la ira divina; de tal modo que él descendió después de otros 40 días y noches
con tablas nuevamente escritas para el arca, tal como él lo declara en un paréntesis de Deuteronomio 10, desde el versículo
1 al 9, más singular por contener otro paréntesis en los versículos 6 al 9. Ya que si Aarón murió en una fecha posterior,
Leví "en aquel tiempo" obtuvo un buen grado mediante la consagración, y Jehová dio a la tribu un honorable lugar de servicio.
Por consiguiente, se insiste en la obediencia de manera muy conmovedora; y en Deuteronomio 11 tenemos, también, amor en presencia
de Sus maravillosos modos de obrar de misericordia así como de juicio, y esto es para que ellos disfruten la buena tierra.
Por tanto, Él repite, en conclusión, la importancia trascendental de guardar las Palabras de Jehová, ellos y sus hijos, como
en el capítulo 6, para que puedan ser bendecidos y sus enemigos abatidos, en vez de cosechar una maldición por su desobediencia.
Ahora bien, no hay en el Pentateuco, ni en
toda la Biblia, un lugar donde tales apelaciones son tan adecuadas como aquí en las últimas palabras del profeta y legislador.
Las repeticiones mismas no son vanas sino profundamente patéticas, y despreciables ante los ojos de hombres de tan dura cerviz
como aquellos que daban coces contra ellas antiguamente. Fue la adaptación de la ley a la nueva necesidad de la generación
que estaba a punto de entrar y poseer Canaán; pero ningún lenguaje es más claro que su reclamación de ser de Moisés. Si esto
no es verdad, el libro es una impostura; si es la verdad de parte de Jehová, ¿qué son aquellos que la socavan y la difaman?
Por consiguiente, este designio gobierna
los decretos. Ellos consideran a Israel como estando en Canaán. Esto determina cuál decreto reaparece, y cuál no. Ello no
tiene nada que ver con tiempos posteriores o con varios autores; tampoco hay allí una discrepancia real con los libros anteriores.
Porque la tierra de Jehová es necesaria para Su pueblo obediente y fiel a Su relación, evitando falsos dioses y falsas imágenes,
con un centro a Su nombre para los sacrificios de ellos, o para los ofrendas de ellos, o para ambas cosas; y aun así, con
permiso para matar y comer carne (no la sangre) en todas sus poblaciones (Deuteronomio 12). Por la misma razón, profeta o
soñador que incitara a otros dioses ha de ser muerto; igualmente ha de ser muerto el pariente más cercano que incitara a lo
mismo, no obstante lo hiciera secretamente; y si una ciudad completa fuera apartada de este modo tras otros dioses, ella debía
ser señalada para destrucción, como traidora a Jehová (Deuteronomio 13). Como hijos de Jehová ellos no deben adoptar ninguna
costumbre extranjera, ni comer comida abominable, sino que debían diezmar verdaderamente el grano, el vino, el aceite, y los
primeros frutos trayéndolos, o su valor, al lugar central de Jehová. Incluso se reclama otro diezmo al fin de cada tres años
para sus hogares, y para el Levita y el extranjero, el huérfano y la viuda, aparte del que es llevado al centro santo (Deuteronomio
14). Ya que se mostrará así que el pueblo está en relación inmediata con Jehová, mientras Su santuario tenía también su lugar.
¡Qué testimonio del designio divino del libro es el diezmo añadido solamente aquí en el Pentateuco, donde solamente podía
estar! Es el gozo del pueblo en comunión con Aquel que no sólo los redimió y los guardó, sino que les dio la tierra, los Levitas,
etc. (a quienes no tenían nada), siendo amablemente prominente. Deuteronomio 15 sigue a esto, mediante la remisión de un deudor
por parte de un vecino al final de cada siete años, y por un llamado a una constante liberalidad, como un pueblo bendecido
por Jehová. Razón por la cual se insiste aquí sobre la consagración del primogénito macho de sus vacas y de sus ovejas para
el centro de Jehová; pero si existía un defecto, debía comerse en sus poblaciones, como si se tratase de un ciervo o de una
gacela.
Deuteronomio 16 es una prueba de tanta importancia
del mismo designio que demanda un poco más de atención. Este capítulo ordena las tres fiestas del año que reunía a todos los
varones en el lugar escogido por Jehová en la tierra, y no con las manos vacías, sino según Su bendición dada a ellos. No
se trata del círculo típico de los modos de obrar de Dios como en Levítico 23, ni del testimonio de la adoración a Dios a
ser rendida aún en la tierra como en Números 28, 29. En nuestro capítulo tenemos la redención en primer lugar, después la
libertad de la gracia, y por último, después de la cosecha y la vendimia, el 'pleno regocijo' de la gloria. Sin embargo, aun
así sólo están aquí los siete días, debido a que no contempla más allá de las bendiciones de Israel en la tierra, lo cual
es el ámbito de Deuteronomio. El final, desde el versículo 18, se ocupa de los medios para sustentar al pueblo en justo juicio
y en aborrecimiento de la idolatría delante de Jehová. Deuteronomio 17 manda primeramente integridad de conciencia en el sacrificio,
y después, depuración conjunta de la deslealtad a Él; y si alguno hubiese recurrido a los sacerdotes, y al juez en esos días,
manda inclinarse con mansedumbre a esa decisión. Esto lleva a la cuestión acerca de un rey, quien había de ser escogido por
Jehová de entre ellos, para evitar modos de obrar carnales y mundanos, y a escribir una copia de la ley para su guía personal.
Tenemos luego a los sacerdotes, de hecho, a toda la tribu de Leví (Deuteronomio 18) con sus deberes. A continuación son denunciadas
para Israel, las abominaciones paganas por las cuales los Cananeos fueron desposeídos; y la promesa del gran Profeta de en
medio de ellos es dada. Hechos 3 es la Escritura autoritativa concluyente de que ello se refiere a Cristo; y Hechos 7 lo es
igualmente: tanto Pedro como Esteban atestiguando que Moisés lo dijo así a Israel.
El mismo principio es aplicable a Deuteronomio
19. Cuando ellos poseyeran la tierra debían separar otras tres ciudades de refugio para el homicida sin intención: el asesino
debe morir ciertamente. Los límites de la propiedad no debían ser removidos, y el testimonio debía ser guardado. En Deuteronomio
20 vemos cómo el temor de Jehová controlaba la guerra, tanto dentro como afuera. No se trataba de librarse de un rival, sino
de las razas abominables que, de hecho, poseían la tierra, las cuales debían ser destruidas por y para Israel, a quienes la
tierra fue dada divinamente. Pero Deuteronomio 21 presenta verdades morales de interés en el hombre encontrado muerto, la
mujer cautiva, el hijo de la esposa aborrecida, y el hijo rebelde: si estos casos se refieren a Israel en la tierra que Jehová
habrá consagrado, y que por la inconsistencia Él habrá juzgado, el final (sabemos)
señala a Aquel que llegó a ser maldición en gracia infinita para librar al pueblo y bendecir la tierra: el contraste de todo
aquel que la contamina.
Deuteronomio 22, por otra parte, propicia
un sentimiento amable e incluso delicado, prohíbe la mezcla del principio, castiga la impureza, y protege a los débiles inocentes
contra la brutalidad. Nuevamente, en Deuteronomio 23 la relación con la congregación de Jehová es guardada, haciendo una diferencia,
y aun el decoro (el aspecto sanitario) del campamento es mantenido; el esclavo fugitivo es protegido de la opresión; la prostitución
y su ganancia es rechazada con desdén, y asimismo el interés obtenido de un hermano; los votos establecidos; se ordena gentileza
en cuanto a una viña o un campo, pero el egoísmo es prohibido. En Deuteronomio 24 el divorcio fue permitido bajo ley; pero
el Señor introdujo mejores cosas bajo la gracia. Muchas y variadas ordenanzas siguen a continuación, hasta el final de Deuteronomio
25, para mantener la carne bajo control.
Esto concluye
con la adoración única en Deuteronomio 26, donde el Israelita en posesión de su herencia pone las primicias de sus frutos
en una canasta, va al lugar escogido, y dice al sacerdote que estará en aquel día (porque Deuteronomio es la anticipación
de la fe), "Yo declaro hoy a Jehová tu Dios, que he entrado en la tierra que juró Jehová a nuestros padres que nos daría."
(Deuteronomio 26:3 - VM). Luego el sacerdote toma la canasta y la pone delante del altar de Jehová. Y el oferente dice, "Un siro [sirio o arameo] a punto de perecer fué mi padre;
el cual, con muy pocos hombres, bajó a Egipto" etc. (Deuteronomio 26:5 - VM). "Y ahora, he aquí que traigo las primicias de
los frutos del suelo que tú me has dado, oh Jehová." (Deuteronomio 26:10 - VM). Habiendo puesto esto delante de Él, el Israelita
adoraba: además él era libre y llamado a regocijarse en todo el bien que Jehová le había dado a él a y su casa, "así tú, como
el levita y el extranjero que moran en medio de ti." (Deuteronomio 26:11 - VM).
¿Se puede concebir alguna cosa más Deuteronómica? ¿O más distinta de los libros anteriores? Es absurdo e incorrecto
llamar a estas especialidades incompatibles con observancias anteriores. ¿Son malos los ojos del hombre debido a que el ojo
de Jehová es bueno? La esperanza y su cumplimiento hacen brotar gratitud y generosidad, como en los diezmos del tercer año,
una institución característica más allá de los diezmos Levíticos y su diezmo a los sacerdotes. Era el gozo festivo y desbordante
del pueblo delante de Jehová, una vez puesto en posesión de Su tierra. Amos (4:4) alude a ello irónicamente, debido a que
el pueblo estaba empapado en una transgresión que corrompía todo; el libro de Tobías (Tobías 1: 7, 8), aunque no es un escrito
de autoridad divina, relata el hecho, así como lo hace Josefo (Antigüedades 4: 8, § 22). Se trata de adoración, no la adoración
intermediaria en el santuario sino adoración directa, personal o familiar. Pero, no obstante, el sacerdote permanece en el
santuario; colocar uno contra otro es sólo superficialidad racionalista y mala voluntad. El gozo de la comunión con la bondad
manifiesta de Jehová se ha provisto en el nuevo orden de cosas asegurado.
Los capítulos que siguen a continuación están exactamente en el lugar correcto. Deuteronomio 27 y Deuteronomio 28 son
suplementarios, y cada uno de ellos está donde debería estar. Ellos expresan la confirmación de la ley. Primero, al pasar
el Jordán para entrar en la tierra, grandes piedras debían ser levantadas y revocadas, con "todas las palabras de esta ley"
escrita sobre ellas; se debía levantar, también, un altar de naturaleza similar para los Holocaustos y las Ofrendas de Paz.
Sin embargo, siguió a continuación una señal muy solemne: a seis tribus se les mandó bendecir sobre el monte Gerizim; y a
seis se les mandó maldecir sobre el monte Ebal. No obstante, independientemente de lo que podría ser el hecho, los capítulos
presentan a los Levitas proclamando en alta voz a todo Israel solamente las maldiciones.
Tal es el fundamento de la palabra apostólica a los Gálatas (Gálatas 3:10), "Porque todos los que dependen de las obras de
la ley están bajo maldición"; no meramente aquellos que la transgredían, sino todos los que están sobre ese principio, tal
como los fascinados Gálatas. Espiritualmente, no servía de nada informarnos acerca de las bendiciones sobre Gerizim. Deuteronomio
28 no habla de la maldición personal, sino de las bendiciones o maldiciones gubernamentales y, por consiguiente, temporales;
mientras Deuteronomio 29 aplica todo a la conciencia: solamente los últimos versículos se refieren a las cosas secretas, u
ocultas, que pertenecen a Jehová. Esto es del más profundo interés. Las cosas reveladas eran en cuanto a la ley; pero había
secretos en el propósito divino a los cuales sólo se aludían proféticamente hasta el rechazo de Cristo, cuando ellos también
fueron revelados. Deuteronomio 30 ilustra esto, si nosotros lo comparamos con las palabras del apóstol en Romanos 10: 4-9.
Después, en Deuteronomio 31, Moisés no se anuncia a sí mismo sino a Josué como el líder de ellos bajo Jehová para pasar
el Jordán; y los exhorta a ser valientes y fuertes en Aquel que va con ellos. Se dice claramente que Moisés escribió "esta
ley" (Deuteronomio 31:9) y que la entregó a los sacerdotes, hijos de Leví, y a todos los ancianos de Israel, con el mandato
(en la remisión de cada siete años, cuando todo Israel se congregase delante de Jehová en Su lugar escogido) de leerla a oídos
de ellos, hombres, mujeres, niños, e incluso el extranjero que estuviere en sus ciudades. Entonces Josué recibe su cargo en
el tabernáculo de reunión y, conforme a la instrucción de Jehová, Moisés escribió aquel día un cántico profético, que es Su
testimonio contra los hijos de Israel. De hecho, "este libro de la ley" debía ser puesto, también, al lado del arca para el
mismo propósito. Porque Moisés conocía bien la rebeldía de ellos, y el mal que les iba a acontecer al final de los días; pero
él se regocijó de que el propósito de Jehová es infalible e irrevocable.
Deuteronomio 32 comienza con el cántico, ante al cual los poemas líricos del poeta romano Horacio son planos y los
del poeta griego Pindaro son triviales. Su grandeza santa no tiene parangón. Su percepción profética justifica la gracia actual
a los Gentiles (versículo 21) durante la ocultación del rostro de Jehová para Su pueblo antiguo, y Su vindicación futura de
Israel cuando ellos sean humillados y crean (versículos 35-42); y entonces será el cumplimiento, no incipiente sino completo,
cuando las naciones clamen de alegría [con] Su pueblo (N. del T.: no "a su pueblo" como reza la versión RVR60 y la mayoría de las versiones de la Biblia en Español,
excepto BJ, LBLA, NBLH, NVI, RVA, SPTE, VM), o expresen a viva voz sus alabanza, tal como dicen algunas versiones Judías, y en lo esencial la Vulgata Latina,
pero no la Septuaginta. No obstante, todo señala al futuro glorioso. Es totalmente infundado que el punto de vista sea otro
aparte del que Moisés tomó entonces, sea del lado de Jehová, o del lado del pueblo, aunque anticipando, como lo hace, de hecho,
el propósito de todo el Deuteronomio, la entrada de ellos en su herencia predestinada. ¡Cuán lamentable! ellos desobedecieron
y se hicieron idólatras; pero Jehová cumple, y vengara la muerte de Sus siervos, y tomará venganza de Sus adversarios, y hará
expiación por Su tierra, por Su pueblo. Después de unas pocas palabras más de Moisés al pueblo, Jehová le manda subir al monte
Nebo y le dice que, una vez contemplada la tierra, él muera allí.
Pero esto no sucedió antes de que él bendijera a los hijos de Israel en Deuteronomio 33. Su bendición es en la perspectiva
del gobierno de Jehová de Su pueblo en la tierra en relación con Él mismo. Ello difiere, de esta manera, de la de Jacob en
Génesis, la cual es histórica y proféticamente completa. No obstante, no hay inconsistencia alguna, sino que cada verdad corresponde
a su propio designio divino. ¡Qué triunfante fervor tanto en el exordio (preámbulo) como en la conclusión! ¡y qué miopía crítica
es pensar que no le convenía al profeta Moisés decir en Deuteronomio, "él mismo echa", "¡Destruye!", e "Israel habita" o cualquier
otra forma en los versículos 27 y 28 (VM) de Deuteronomio 33!
No hay necesidad, en absoluto, de tomar Deuteronomio 34 como habiendo sido escrito por Moisés antes de su muerte. Otros
que siguieron fueron inspirados al igual que él. Pero, en cuanto al contenido, Jehová enterró al legislador fallecido; y Judas
nos dice lo que nadie había revelado hasta entonces (Judas 1:9). Satanás habría hecho que un pueblo dispuesto lo idolatrara
estando muerto, siendo que estando vivo ellos contendieron contra él. Ningún hombre conoce su sepulcro hasta este día. El
testimonio al bienaventurado hombre de Dios, como en Números 12:3, se adapta mejor al sucesor a quien le fue dado por Dios.
JOSUÉ
El libro de Josué es íntimamente semejante al último libro del
Pentateuco, al cual sigue inmediatamente después; pero tiene su propio designio adecuado impreso por Dios. Ya no se trata
más del mediador, del apóstol y sumo sacerdote, sino, en forma de tipo, del poder de Cristo en Espíritu conduciendo a los
Suyos en el conflicto con las potestades espirituales de maldad en las regiones celestes. El libro no prefigura la presencia
personal de nuestro Señor apareciendo desde el cielo, cuando Él tome en poder la herencia del universo y establezca el reinado
indiscutible de Su gloria al fin del siglo (o edad). Josué representa la acción intermediaria de Aquel que, muerto, resucitado,
y ascendido, obra por Su Espíritu en Sus santos para que se realicen el título celestial y de la herencia celestial de ellos,
al hacer frente a sus enemigos no aún extirpados. ¿Qué puede ser más claro que el hecho de que Efesios 6:12 justifique, así
como sugiera, esto como la aplicación justa?
No se trata del cielo al cual se entra ahora individualmente después
de la muerte, ni de los disfrutes del gozo de Dios cuando todos nosotros seamos conformados a la imagen de Su Hijo y estemos
con Él en la casa del Padre; sino de nuestra muerte y resurrección con Cristo, y el hecho de que estemos sentados en los lugares
celestiales en Él, con nuestra consiguiente responsabilidad de luchar contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo
(o, contra los gobernantes de las tinieblas de este mundo - VM) en las regiones celestes, quienes se esfuerzan para impedir
que echemos mano de nuestras bendiciones celestiales en Cristo. Si la alegoría popular Puritana expresa una deficiencia evangélica
(por decir lo menos), la Romanista, y aun la opinión Católica, es aún más oscura. Ambas ideas dejan translucir la pérdida,
en este respecto, del debido y característico privilegio del Cristiano y de la iglesia, especialmente desarrollado en la Epístola
a los Efesios.
¡Cuán inimitablemente Josué 1 prepara el camino necesario para
el designio de Dios! Al morir Moisés, Josué es llamado por Jehová quien le habla y le dice: "levántate y pasa este Jordán,
tú y todo este pueblo, a la tierra que yo les doy a los hijos de Israel." (Josué 1:2). Para el pueblo redimido de Egipto el
desierto no era el propósito de Jehová, era sólo Su modo de obrar. Compárese con Éxodo 3: 8, 17; Éxodo 6: 4-8; Éxodo 13: 3-5;
Éxodo 15: 13-17. El Jordán expone nuestra muerte y resurrección con Cristo, así
como el Mar Rojo expone la muerte y resurrección de Cristo por nosotros. Energía
y coraje eran imperativos y la adherencia inquebrantable a la Palabra. Así es para el Cristiano; él es dejado en libertad,
no obstante, para obedecer a Dios.
En Josué 2, ¡cuán resplandeciente es la gracia que acompaña a una
Gentil sin valor y hasta ahora despreciada! La salvación para ella, y aun para su casa, fue atestiguada por el cordón de grana.
Ella creyó a Jehová, y esto igualmente en medio de Su pueblo, antes de que un golpe fuera asestado en Canaán. A continuación,
en Josué, vino el milagro obrado en el Jordán cuando este se desbordada por todas sus orillas: el arca del pacto fue llevada
por los sacerdotes, y las aguas huyeron ante ella, hasta que todo Israel pasó en seco. Ello señala a la nueva posición, con
y en Cristo, para los lugares celestiales, así como el Mar Rojo prefiguró nuestra justificación por Su muerte y resurrección,
necesaria incluso para nuestro peregrinaje a través del desierto. Esto último fue fuera de Egipto, así como lo anterior fue
en Canaán bajo Josué. Nosotros hemos muerto con Cristo y hemos resucitado con Él; y, por consiguiente, debemos hacer morir
nuestros miembros que están en la tierra ("Por tanto, considerad los miembros de vuestro cuerpo terrenal como muertos a la
fornicación, la impureza, las pasiones, los malos deseos y la avaricia, que es idolatría." Colosenses 3:5 - LBLA). Ver Colosenses
capítulos 2 y 3. Vemos, entonces, el testimonio pleno de vida, fuera y por sobre la muerte, en el memorial de las doce piedras
de Josué 4 y la circuncisión de Israel en Gilgal en Josué 5, cuando en aquel momento y no antes, el oprobio de Egipto fue
quitado. Así, "las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió
consigo mismo por Cristo." (2 Corintios 5: 17, 18). La Pascua fue celebrada como la muerte del Cordero. A continuación "comieron
del producto de la tierra el día siguiente a la Pascua: panes ázimos y espigas tostadas comieron en aquel mismo día." (Josué
5:11 - VM). La comida de resurrección, el producto (o fruto) de la tierra, tomó el lugar del maná. De hecho, y en vigor espiritual,
esto sólo podía ser ahora. Compárese con 2 Corintios 5:16. Como estando en el desierto, nosotros comemos el maná, y celebramos
Su muerte; pero como celestiales (ya que 'todo es nuestro' - 1 Corintios 3:21), nosotros nos nutrimos de Él resucitado y estando
Él en lo alto.
Así, después de la visión, no de una zarza sin consumir para el
desierto, sino del Príncipe con la espada desenvainada para Canaán y de la santidad en Su presencia, tenemos en Josué 6, la
primera y gran lección de Jehová en la caída de Jericó: el sometimiento absoluto de parte del hombre; y el medio para dicha
caída aparentemente sin sentido y absurdo; pero Jehová es el verdadero ejecutor, tal como Josué aprendió de Él y lo dijo al
pueblo antes que el asedio comenzara. Pero el hombre, tal como él es, fue infiel; pronto la maldad de Acán trajo derrota sobre
Israel, quienes no preguntaron a Jehová antes de asaltar Hai. Aquel pecado debía ser cernido y juzgado. Aun entonces la confianza
propia es reprendida en Josué 8: porque cuando la victoria viene, todos deben marchar incluso contra un lugar tan pequeño,
y se debe poner una emboscada especial, y se debe obedecer una señal designada por Él.
Pero la tierra era reconocida como la tierra de Jehová según Deuteronomio
21: 22, 23, y por el altar de Ebal, el cual proclamaba la responsabilidad de Israel de obedecer. Gabaón, en Josué 9, reveló
que los príncipes fallaron en su fe vigilante; porque Israel fue conducido engañosamente, en aquel entonces, a un juramento
para perdonar a una raza que Jehová había dedicado a la destrucción. Pero Josué 10 muestra una gran consternación de los ejércitos
que se juntaron contra Gabaón, cuando el sol y la luna, o más bien Jehová oyó la voz de Josué, el cual pasó, hiriendo el país
entero, toda la región de las montañas y el Neguev, los llanos y las laderas, y a todos sus reyes. Él no dejó nada; sino que
destruyó completamente todo lo que tenía vida, tal como Jehová el Dios de Israel se lo había mandado. No hubo más dudas acerca
de sus perversas abominaciones así como no las hubo acerca de las de su autorización divina para ejecutar juicio. Desde allí
es el retorno a Gilgal, hacia donde él subió: allí, estaba el memorial de muerte y resurrección; allí, la mortificación de
la carne. Cuando somos débiles, entonces somos fuertes: Una nueva combinación efectuada por el rey de Hazor (Josué 11) sólo
trajo la Palabra de Jehová a Josué para una victoria completa hasta que la tierra descansó de la guerra. El capítulo 11 repasa
la conquista y la tierra adquirida.
No obstante, la segunda mitad del libro nos dice cuán imperfectamente
fue hecha la parte del hombre. El fracaso no estaba ciertamente en Jehová, sino en Su pueblo: siempre es así. Caleb recibió
su porción, pero ni siquiera Judá logró su suerte desposeyendo a los enemigos de Jehová. Efraín y la media tribu de Manasés
no lo hicieron mejor. Uno no necesita detenerse sobre estos detalles, tan plenos de interés para aquellos que van a volver
a entrar en la tierra y nunca más la dejarán. ¿Quién sino Dios nos podía haber dado un libro semejante, tan sencillo en la
superficie, pero con profundidades que trascienden la pluma del hombre? Así que Caleb no fue olvidado, ni tampoco lo fueron
las hijas de Zelofehad (Josué 17:3 y ss.); ni Josué mostró favor a los hijos de José, sino fidelidad. En general, él reprendió
también a las tribus negligentes (Josué 18:3 y ss.), para que tomasen posesión por suertes, tal como aprendemos en Josué 18
y 19.
Las ciudades de refugio fueron señaladas (Josué 20) en este lado
así como en aquel lado del Jordán; y los Levitas recibieron sus 48 ciudades con sus suburbios (Josué 21), y las dos tribus
y media fueron enviadas de regreso a sus tierras del otro lado del Jordán (Josué 22). Pero ellos edificaron un altar antes
de cruzar el Jordán, lo cual provocó la alarma de Israel, quienes enviaron a Finees y otros representantes para protestar.
Después de desmentir cualquier pensamiento salvo el de un testimonio entre ellos y su Dios, es decir, que ellos también tenían
porción en Jehová, la paz prevaleció.
En Josué 23, Josué 24, hay dos encargos de Josué, el primero más
general, el segundo más detallado y enfático, en los cuales el líder que se va pone la bendición y la advertencia ante ellos,
pero ni una palabra acerca de sus propios logros en cualquiera de ellos. En el último, él les recuerda cómo Abraham fue escogido
de una casa idólatra; cómo Egipto sufrió plagas, e Israel fue sacado; cómo los Amorreos se opusieron y fueron borrados; cómo
Balaam fue obligado a bendecir; cómo las naciones en Canaán fueron entregadas en manos de ellos. Después él les expone la
amenaza de todos los dioses falsos a la que ellos se enfrentan, confesando fidelidad a Jehová de parte de él y de los suyos.
Al declarar el pueblo su lealtad, Josué reconoce sus justos temores, mientras ellos repiten su lealtad; y se hizo un pacto
al respecto en Siquem. El libro finaliza con la muerte y la sepultación de Josué en el monte de Efraín: de esta manera los
huesos de José habían sido enterados también allí, y los de Eleazar también, cada uno en su propio lugar.
El libro de Josué no sólo fue del más alto interés y de la más
alta importancia para Israel como la evidencia de Jehová llevando a cabo en poder lo que Su boca había prometido, sino que
afirma para el Cristiano el privilegio actual de realizar nuestra bendición espiritual en los lugares celestiales como en
ninguna otra parte del Antiguo Testamento. Si los tipos en la primera mitad revelan la obra poderosa de Dios en Cristo resucitado
y ascendido, la segunda mitad habla también, de forma más práctica, a nuestras almas. El libro fue escrito por uno que 'pasó'
el Jordán aquel día (Josué 5:1); pero ello fue, y debe ser, por la mano y la mente y el amor inerrantes de Dios, y que la
incredulidad denueste como ella pueda.
JUECES
¿Está este libro menos marcado por el dedo de Dios? Aquí no se
trata de negligencia sino de fracaso en aumento, y de grave abandono de Jehová; y Boquim sucede a Gilgal, así que Él los entregó
en manos paganas. No obstante, ello da testimonio que Su oído está abierto al clamor de ellos, y libertadores son levantados
en respuesta. Es el libro que trasciende a todos los demás en cuanto a avivamientos de parte de Dios, cuando Su pueblo apelaba
a Su misericordia para ser sacado de su miseria de sus pecados vergonzosos. Históricamente y moralmente, el libro sólo podía
estar donde está; el designio divino es exactamente adecuado a los hechos.
Desde Jueces 1:1 hasta Jueces 3:7 es una introducción, así como
desde Jueces 17 hasta el final es un apéndice oscuro, no obstante necesario. La muerte de Josué no impidió la bendición de
Jehová cuando Judá acudió a Él, y para Simeón también. La temprana historia de Otoniel se repite (Véase Josué 15). No obstante,
todos ellos, al igual que Benjamín, fracasaron en cuanto a la energía: también lo hicieron Manasés, Efraín, Zebulón, Aser,
Neftalí, y Dan. Ello tampoco fue sentido, hasta que el ángel de Jehová (Jueces 2) subió desde Gilgal a Boquim con la terrible
palabra de que Él no echaría la raza maldita a la cual ellos habían perdonado. De este modo, ellos se hundían más y más bajo,
cuando cada libertador moría. Las lágrimas no pueden hacer la obra de la fe. El mal estaba adentro y contra Jehová. La humillación
vino de los paganos que estaban afuera, en vez de un juicio propio por la Palabra.
El primero que los oprimió fue Cusan-risataim, rey de Babilonia,
hasta que el Espíritu de Jehová obró en Otoniel, y la tierra reposó por cuarenta años. Vino después el dominio del Moabita
Eglón, hasta que Aod fue levantado, y la tierra reposó por ochenta años. Samgar siguió a continuación para liberación de manos
de los Filisteos (Jueces 4). Nuevamente, Jabín de Hazor oprimió poderosamente a Israel por veinte años, cuando Débora fue
usada por Dios para someter el Cananeo por medio de Barac; y ellos cantan la alabanza de Jehová en la noble oda de Jueces
5.
Tras un nuevo mal, Jehová entrega a Israel en mano de Madián; pero
cuando ellos clamaron a Él, Gedeón fue levantado para ser un salvador. Pero ¡qué lecciones de fe para hacer fuerte al débil
en Jueces 6, 7 y 8! Aun así, el pueblo nunca estuvo en un estado moral más bajo. Y ello salió a la luz así, abiertamente,
cuando Gedeón murió; y la retribución cayó sobre Abimelec y los hombres de Siquem (Jueces 9).
Después, tal como leemos en Jueces 10, vino Tola, y Jair con sus
treinta hijos; pero cuando Israel se sumergió en la adoración de no solamente otros dioses, sino de los dioses de los Filisteos
y los Amonitas, Jehová los entregó en manos de esos pueblos vecinos; y el clamor de ellos surgió, y Su alma se angustió por
la miseria de ellos. Jefté (Jueces 11), el despreciado, llegó a ser el líder de ellos, sobre quien estaba el Espíritu de Jehová;
y Amón fue sometido. Pero los altivos hombres de Efraín (Jueces 12), a quienes Gedeón respondió gentilmente (Jueces 8), encontraron
un juez más severo en el Galaadita; después del cual vinieron Ibzán, Elón y Abdón (Jueces 12).
Una reincidencia peor trajo un castigo severo y más cercano de
parte de los Filisteos. Aquí, por tanto, el libertador fue un Nazareo: separación a Jehová era la condición de misericordia
adecuada. Sin embargo, Sansón era bastante débil moralmente, y su obra fue más individual, y más bien de destreza física,
que en cualquier caso anterior. Su fuerza consistía en mantener el secreto de Jehová; y cuando él renunció a él vilmente,
él llegó a ser como otro hombre por un momento, perdió su visión, hasta que Dios visitó la vanagloria de los Filisteos con
un desastre, mediante sus manos, mayor en su muerte que las victorias de su vida (Jueces 13 al 16).
El relato de Micaía en Jueces 17 y 18, no está en orden cronológico,
pero se presenta aquí después de la historia, para poner en descubierto la anarquía en asuntos religiosos que prevalecía en
los días de los jueces; al igual que el relato en Jueces 19 al 21 nos permite ver la espantosa desmoralización en aquellos
días, y las calamidades que ello trajo sobre Israel, cuando Benjamín casi fue extinguido como tribu. ¡Cuán maravillosa la
gracia que sacó provecho de la vergüenza de ellos, tanto en juicio propio de parte de Dios, como en recuperación del afecto
fraternal! ¿Quién sino Él mismo podía levantar, o habría levantado, así completamente el velo de sobre Su pueblo para siempre?
RUT
No es nuestra tarea la búsqueda de los motivos que condujeron a
los Judíos posteriores a sacar el libro de Rut de su lugar, tal como está indicado en nuestras Biblias, así como en la Septuaginta
(la Versión Griega fue dada mucho antes de que nuestro Señor viniese), y clasificarlo con las Lamentaciones, Cantar de los
Cantares, Ester, y Eclesiastés, como los cinco "Megillot" [1], parte del "Khetuvim" [2] o "Hagiografía". [3] A continuación
de Jueces y precediendo los libros de Samuel, este libro está justamente donde debería estar. Pertenece a los días de los
Jueces, y señala, de la manera más apropiada posible, al Amado a quien Jehová escogió para ser Su ungido, viniendo al trono
cuando Saúl cayó.
[1] N. del T.: Megillot = Las cinco volutas o Los cinco Megillot (Hebreo: חמשמגילות,
Hamesh Megillot o Chomeish Megillôs) son parte de la tercera sección principal del Biblia hebrea (Tanakh), que es Ketuvim
("las escrituras"). Estos cinco libros bíblicos relativamente cortos se agrupan juntos en la tradición judía. Las cinco volutas
son: El Cantar de los Cantares, Libro de Rut, Lamentaciones, Eclesiatés, y el Libro de Ester.
[2] N. del T.: Ketuvim es la tercera y final sección del Tanakh (Biblia hebrea),
después Torah y Nevi'im. En Hebreo כתובים la palabra (ketuvim) significa "escrituras."
En traducciones inglesas de la biblia hebrea, esta sección se la ha denominado generalmente [3] "Escrituras" o "Hagiographa."
Pero, ¡qué contraste con aquellos días anómalos de antaño, especialmente
con los horrores del apéndice! El Espíritu Santo trae aquí ante nosotros, desde dentro de aquel período, un relato de belleza
sorprendente, en particular de aquella cuyo nombre es el título del libro.
La muerte de Elimelec ('mi Dios es Rey', Dios su Rey' - Rut 1:2)
dejó a Noemí viuda, siendo ella un tipo de Israel. Sus dos hijos también murieron, y ella regresa de entre los extranjeros
a la tierra de la promesa, oyendo que Jehová había visitado a Su pueblo para darles pan. Sólo Rut no se separa de ella. Así
será después de los pecados y de las desolaciones del pueblo: un remanente regresará, después que el nombre Lo-ammi llevase
mucho tiempo escrito (Oseas 1:9). Esto es vívidamente tipificado por la nuera Moabita; pero mientras tanto, Noemí se reconoce
a sí misma, hasta el momento, como Mara, no 'mi agrado' sino "amargura." Pero una vez que hubo regresado a Belén, ellas se
encuentran con Booz ('en él hay fortaleza'); y Noemí, animada por su amabilidad y carácter, instruye a Rut para que ella reclame
su derecho de Levirato (emparentar). [4] Otro que representaba el derecho más cercano de la ley en la carne, rehúsa tomar
la herencia con Rut; mientras Booz representa el Heredero resucitado, y, como el pariente que redime, acepta la viuda para
perpetuar el nombre del fallecido en su herencia. Y de la unión de ellos nació Obed, padre de Isaí, padre de David. Así será
en los postreros días, cuando el remanente piadoso será reconocido en gracia por el Redentor, antes que el reino sea establecido
en poder y gloria. Pronto aparecerán tipos del Reino en los libros que siguen a este: personalmente en David el rey guerrero,
y en el hijo de David, el hombre de paz, ambos necesarios para presentad una adecuada visión del Mesías en relación a Israel.
[4] N. del T.: Levirato = Institución de la ley de Moisés que obliga al hermano del
que murió sin hijos a casarse con la viuda: Levítico 25:25; Deuteronomio 25: 5-10.
El hecho de que estas anticipaciones de la Escritura Santa son
verdaderas puede ser demostrado fácilmente a los hombres de fe. No obstante, no todos los hombres tienen fe; pero si las palabras
son de Dios desde el principio hasta el final, si ellas se cumplirán ciertamente en los grandes acontecimientos del día postrero,
¿qué puede uno pensar acerca del espíritu, propósito, y estado de aquellos que, llevando el nombre del Señor, se esfuerzan
hasta lo máximo para oscurecer y destruir estos oráculos vivientes, reduciéndolos a leyendas fortuitas y de mérito variable,
pero negando realmente que Dios las escribió por medio de Sus siervos inspirados, para que ellas puedan ser dignas de toda
aceptación?
1º. SAMUEL
La sabiduría de Dios no es menos evidente en estos cuatro libros (1 y 2 Samuel y 1 y 2 Reyes), los cuales son parte
del mismo designio. Ellos comienzan con el fracaso del sacerdocio, tan claramente como el pueblo había fracasado tanto en
el desierto como en la tierra. "Por fuerza propia no prevalecerá ninguno." (1 Samuel 2:9 - VM). Desde que entró el
pecado, y la muerte por medio de él, sólo la gracia aprovecha, tal como en el caso de Ana (1 Samuel 1 y 2), y ello es expresado
en su oración a modo de cantico, y por el hombre de Dios proféticamente a Elí, en el marcado cambio incluso del sacerdote
fiel andando delante del Ungido de Jehová para siempre. Así fue presagiado el Rey en gracia soberana, antes que el corazón
malo de incredulidad se cansara de Jehová y tuviera "un rey … como tienen todas las naciones." Hasta aquí, el sumo sacerdote
era "el ungido." Pronto estaría allí el Rey ungido ante quien los sacerdotes andarían, lo cual encuentra su cumplimiento completo
en el Señor Jesús.
La Palabra de Jehová llama, entre tanto, a Samuel, a quien Él se revela para todo Israel (1 Samuel 3); y el arca, de
la que se abusó por egoísmo, pasa a los Filisteos (1 Samuel 4). Pero si esto fue Icabod para el pueblo y los sacerdotes, el
enemigo y su ídolo fueron obligados a inclinarse delante de los juicios vindicatorios de Jehová, sólo que demasiado contentos
de enviar de regreso el arca con la ofrenda por la culpa de ellos (1 Samuel 5 y 6). Si los hombres de Bet-semes se permitieron
una curiosidad profana, un golpe aún más severo aconteció a aquellos que debían haberlo sabido mejor. El arca es llevada a
Quiriat-jearim, y permanece allí veinte años. Ella nunca regresa al antiguo orden, y sólo entra en su debido lugar cuando
el hijo de David levanta en paz la imagen de la gloria, la cual aún espera al pueblo bajo el Mesías y el nuevo pacto. Cuando
Israel se lamentó, Samuel los llama al arrepentimiento y los reúne en Mizpa donde sus oraciones se elevan debido a una reunión
en contra de los Filisteos, quienes fueron echados a la frontera de ellos (1 Samuel 7). Pero si bien Samuel juzgó en fe, él
no pudo hacer que sus hijos fueran jueces más allá del nombre, cuando Israel, rebelándose contra ellos, se rebeló también
contra Jehová (1 Samuel 8); y Él, dejando de lado la indignación de Samuel, les dio un rey en Su furor y se los quitó en Su
ira, tal como dice Oseas (Oseas 13:11). Este episodio ocupa hasta el final del libro; pero dentro de él, está el relato de
aquel que fue hecho tipo del verdadero Amado, Su rey, para sentarse en Su santo monte de Sión. Saúl fue el escogido, más alto
que cualquiera del pueblo, conforme al corazón de Israel (1 Samuel 9), saludado como rey, por todos excepto por algunos perversos
(1 Samuel 10), y logrando una victoria aplastante sobre los Amonitas (1 Samuel 11). Samuel, reconocido por haber sido fiel,
les advierte acerca de la responsabilidad de ellos, pero les asegura su intercesión continua (1 Samuel 12); mientras que a
Saúl, después de dos años, se le oye convocando a "los hebreos", como un pagano, se podía decir, que no creyera que ellos
eran el pueblo de Jehová (1 Samuel 13), y ofreció el holocausto en su desobediencia. Jonatán obró con Dios, su padre Saúl
obró sólo estropeando la victoria e impedido sólo por el pueblo de hacer de Jonatán la víctima de su superstición (1 Samuel
14). Samuel le dio a conocer, después de su nueva desobediencia en cuanto a Amalec, que Jehová lo desechó del trono de Israel
(1 Samuel 15).
En Samuel 16, Jehová toma la iniciativa, y hace que el hijo menor de Isaí sea ungido por el profeta. Él es buscado,
mientras tanto, para apaciguar con el arpa al rey atormentado por un espíritu malo. Sigue, a continuación, su victoria sobre
Goliat en 1 Samuel 17, con el amor de Jonatán, y el odio celoso de Saúl, Merab dada a otro, Mical dada a él como un lazo,
pero sólo demostrando que Jehová está con David, quien escapó de las manos homicidas del rey (1 Samuel 18 y 19). En el capítulo
20, Jonatán, lento en creer la mala voluntad de su padre, renueva su pacto con David, quien se convierte ahora en un exiliado
y recibe del sacerdote, el pan de la proposición y la espada de Goliat. Esto trae muerte sobre los hijos de Aarón en mano
de Doeg (1 Samuel 21 y 22) y brinda la ocasión para muchos Salmos de lamento y alabanza, cuando David se oculta en Keila,
Zif, y En-gadi (1 Samuel 23 y 24). La insensatez de Nabal es tan clara como la fe de Abigail en 1 Samuel 25. Pero si la generosidad
de David pone en vergüenza a Saúl en Haquila (1 Samuel 26), su fe se quebranta en 1 Samuel 27, y un intervalo, que de ningún
modo es para su alabanza, sigue a continuación en Siclag. Saúl busca a la adivina de Endor, cuando apareció el alma de Samuel,
no su espíritu familiar, y le habla del inminente destino funesto (1 Samuel 28). David es rechazado como un aliado por los
príncipes Filisteos, y regresa para encontrar a Siclag quemada, y a su familia y a sus hombres cautivos (1 Samuel 29), pero
derrota a los merodeadores Amalecitas, mientras los Filisteos hieren a Israel, a Saúl, y a sus hijos en Gilboa (1 Samuel 31).
2º. SAMUEL
El segundo libro (capítulo 1) comienza con el resentimiento de
David cuando el extraño se atribuyó falsamente el hecho de haber matado a Saúl para complacerle, y con un lamento genuino
sobre la casa caída. En 2 Samuel 2, él va a Hebrón, por mandato de Jehová, y reina sobre Judá siete años y medio. El hijo
de Saúl, Is-boset, reina dos años sobre Benjamín e Israel generalmente a través de la influencia de Abner, con quien Joab
contiende. Sólo David tenía título de parte de Dios, el cual deja que pasen los impedimentos, sin la menor simpatía de su
parte con los instrumentos culpables (2 Samuel 3 y 4). En 2 Samuel 5 todas las tribus acuden a él en Hebrón, y ungen rey a
David, quien reina en Jerusalén sobre todo Israel treinta y tres años más. La fortaleza de Sión cae; y Tiro envía regalos.
Los Filisteos se reúnen en vano contra David, quien consulta a Jehová, en vez de ir inmediatamente en la confianza de proezas
y victorias antiguas. Ellos vienen nuevamente; pero David actúa sólo como Jehová manda. El arca permaneció aún en casa de
Abinadad; y David deseó su presencia (2 Samuel 6). Pero él no consultó, ni tampoco escudriñó las Escrituras, acerca de cómo
debía hacerse. Así que ello terminó en muerte, tal como comenzó en error. Y el arca fue llevada a casa de Obed-edom por tres
meses de bendición para toda la casa. Noticias acerca de esto despertaron al rey al homenaje de la fe; y el arca fue llevada
debidamente a la ciudad de David con gozo. No era aún el templo, sino la tienda (tabernáculo) provisoria más allá de la cual
David no podía ir. El reposo de gloria estaba reservado para Salomón, tipo de Cristo en paz, así como David fue de Sus guerras.
Todo esto aparece claramente en los profetas que vinieron después; su símil viene aquí históricamente; pero, ¿quién podría
haber hecho ambas cosa sino el Espíritu Santo? David no es visto como un sacerdote sobre su trono, sino que actúa por gracia
como un siervo, y tan minuciosamente como para hacer surgir la cólera carnal de Mical, la cual paga la pena de su desprecio.
¡Cuán correcto parecía, mientras leímos 2 Samuel 7, construir un
palacio a Jehová como el rey había hecho anteriormente para sí mismo! Pero Natán el profeta es corregido la misma noche por
Jehová: el hijo de David, que será el hijo de Jehová, va a edificar esa casa; y su casa será establecida para siempre. Así
será en el modo más glorioso. Si esto es verdad, ¿quién sino Dios lo pudo haber revelado así? ¡y cuán perfectamente de acuerdo
con el designio divino de este libro! David no pudo edificar el templo de la misma manera que Moisés no pudo entrar en la
tierra. Por eso es que nosotros podemos observar, en 2 Samuel 8, su sometimiento de los Filisteos, de los Moabitas, de los
Sirios, etc. Él tipifica aún al guerrero. El hombre de paz edificará. Cristo responderá a los dos en la perfección más plena.
La gracia de David para con Jonatán resplandece en 2 Samuel 9. Pero 2 Samuel 10 muestra de qué manera el tipo (la figura)
fracasa; 2 Samuel 11, muestra cuán lejos él cayó vergonzosamente; y 2 Samuel 12, muestra de qué manera la espada no se apartaría
nunca de su casa en el gobierno moral de Jehová. ¡Qué reprimenda fue la lujuria de Amnón en 2 Samuel 13! ¡Qué reprimenda adicional
fue la de la culpabilidad sangrienta de Absalón! Tampoco esto fue todo. Ya que si por medio de Joab Absalón regresa (2 Samuel
14), su rebelión estalla, tal como lo muestra 2 Samuel 15, y la huida de David en Samuel 16. Ahitofel es frustrado en 2 Samuel
17; y Absalón perece por mano de Joab en 2 Samuel 18. La pena del rey es conmovedora; pero él regresa en 2 Samuel 19. La rebelión
de Seba termina con la muerte del traidor, pero no sin la astucia y crueldad de Joab en 2 Samuel 29; así como 2 Samuel 21
presenta la prueba sorprendente de que Jehová castiga la perfidia en la casa del rey Saúl aun hacia los Heveos malditos de
Gabaón.
Entonces, ¡cuán notablemente entra el cántico de liberación de
todos sus enemigos, y de Saúl también, de David (2 Samuel 22)! seguido por sus "palabras postreras" en 2 Samuel 23 cuando
él reinaba por largo tiempo, pero también el lamento de que no es así su casa para con Dios (2 Samuel 23:5); y aunque él pudo
decir que el pacto era toda su salvación y deseo, aun así, Él no lo hacía florecer aún (2 Samuel 23:5) El juicio debe intervenir,
el cual sólo Cristo podía ejecutar perfectamente. ¿Quién sino Dios podía haber escrito así? así como Él llevará a cabo todo
en su día. Sigue después la lista de los más ilustres guerreros de David, por una parte, y la plaga que devoró a miles (2
Samuel 24), acerca de cuyo censo él pecó en la soberbia de su corazón, en doloroso contraste con Aquel que él anunciaba tanto,
por la otra. Pero aún allí la misericordia triunfa sobre el juicio en Jerusalén ("y la misericordia triunfa sobre el juicio."
Santiago 2:13), y la era de Arauna llega a ser el sitio del altar a Jehová, el lugar de reunión de reconciliación para Su
pueblo para siempre.
Nosotros vemos así, directa o indirectamente, que los libros de
Samuel tratan de Dios presentando la elección del hombre de un rey reemplazado por la figura del verdadero Amado, reduciendo
a Sus enemigos a la sujeción; tal como el Señor hará cuando Él venga en poder y gloria al fin del siglo (fin de la edad),
antes que Él reine en paz.
1º. REYES
El primer
libro de los Reyes se ocupa de la historia del reino, no solamente hasta la división bajo Roboam, sino hasta la muerte de
Josafat y el reinado de Ocozías. Un diseño similar al primero y segundo libro de Samuel impregna este libro y al que lo sucede.
De modo que en la Septuaginta [*] y en la Vulgata [**] ellos están juntos e intitulados como 'los cuatro libros de los Reyes'.
Pero ellos difieren esencialmente de todas las demás crónicas en que los profetas eran en este caso historiadores: un carácter
que el racionalismo hace todo lo posible por poner en duda, oscurecer, y destruir, pero en vano. Sólo Cristo se mantiene firme
y se mantendrá, en toda relación en la cual el primer hombre fracasó; y como Rey serán mostrados el poder y la gloria en la
tierra como en los cielos. ¿Quién sino un incrédulo puede no discernir Uno mayor que David en Aquel que, librado de los combates
del pueblo, es hecho Cabeza de las naciones?
Nosotros
tenemos aquí el tipo (la figura) situado en responsabilidad, bienaventurado y siendo una bendición en la medida de la fidelidad,
e introduciendo ruina por medio de la infidelidad hasta que no hubo remedio alguno. Pero Jehová no puede fallarle a Su Ungido,
como la consumación del siglo (o edad) demostrará a un mundo perplejo. Estos libros testifican que el reino estaba en su decadencia
y caída, con la promesa asegurada de la "mañana sin nubes" (2º. Samuel 23:4), cuando el juicio despeje el camino para Su reinado,
del cual Él tiene derecho. Ese es el designio de todos los cuatro libros: en los dos primeros (1º. Y 2º. Samuel), la historia
de David en este punto de vista; y ahora la de Salomón, el cual es visto establecido en el trono, cuanto más para la rebelión
de Adonías, en la que cayó el hábil Joab, y más tarde, Simei, con Abiatar el sacerdote (1º. Y 2º reyes) en el justo gobierno
de Dios. Aunque la afinidad con los Gentiles tiene su expresión en 1º. Reyes 3, y Salomón fue bendecido con sabiduría y mucho
más, una fe más débil aparece en su adhesión al altar de bronce y al gran lugar alto en Gabaón, comparada con la apreciación
de David por el arca. Pero el esplendor del reino era grande, la paz era mantenida, Israel era próspero y alegre, los Gentiles
llenos con su fama, y subordinados a su gloria (1º Reyes 4 y 5). Sigue a continuación (1º. Reyes 6 y 7) su edificación en
siete años del templo de Jehová, siendo él mismo nada más que una sombra de Aquel que se ha de sentar y regir, como sacerdote
en Su trono, según Zacarías 6; la edificación de su casa en trece años, y la casa del bosque del Líbano, con el pórtico del
juicio; y una casa para la hija de Faraón. En 1º. Reyes 8, en la fiesta de los Tabernáculos, él dedica la casa de Jehová en
oraciones, a las que Jehová responde (1º. Reyes 9) en un lenguaje a cumplirse solamente en el reinado de Cristo cuando Su
reino mundial ha venido a ser Suyo (Apocalipsis 11:15). Y la reina de Sabá (1º. Reyes 10) prefigura los poderes Gentiles viniendo
al resplandor de Su elevación, el cual es mucho mayor que Salomón. Pero las tinieblas caen sobre el rey en 1º. Reyes 11, y
la profecía habla acerca de un juicio inminente. Es así con el primer hombre.
Bajo su
hijo Roboam el reino se divide y pronto, dado que Jeroboam se rebela con las tribus de Israel, abandonando Judá. Roboam debe
inclinarse ante la Palabra de Dios (1º. Reyes 12). Los profetas se elevan a una marcada prominencia, y especialmente en Israel
ahora apóstata e idólatra; tal como se le hizo sentir a Jeroboam, aunque él se adhiere a su pecado. Abiám sigue a Roboam en
el mal; Asa muestra piedad, pero confía en una alianza Siria para su pesar (1º. Reyes 15). El piadoso Josafat le sucedió,
aunque el fracasó también al aliarse con Acab y Ocozías. En esta época fue el ministerio de Elías el profeta y de Micaías
(1º. Reyes 17 al 22). Pero no necesitamos detenernos en los detalles, aunque sean de un interés y de una enseñanza maravillosos.
[*] N. del T: Septuaginta: La Biblia griega, comúnmente llamada Biblia Septuaginta o Biblia de los Setenta (Μετάφραση
των Εβδομήκοντα), y generalmente abreviada simplemente
LXX, fue traducida de textos hebreos y arameos más antiguos que las posteriores series de ediciones que siglos más tarde fueron
asentadas en la forma actual del texto hebreo-arameo del Tanaj o Biblia hebrea. Representa una síntesis en que se subraya
el monoteísmo judío e israelita, así como el carácter universalista de su ética.
[**] N. del T: Vulgata: La Vulgata es una traducción de la Biblia hebrea y griega al latín, realizada a finales del
siglo IV (en el 382 d.C.) por Jerónimo de Estridón. Fue encargada por el papa Dámaso I dos años antes de su muerte (366-384).
La versión toma su nombre de la frase vulgata editio (edición divulgada) y se escribió en un latín corriente en contraposición
con el latín clásico de Cicerón, que Jerónimo de Estridón dominaba. El objetivo de la Vulgata era ser más fácil de entender
y más exacta que sus predecesoras.
2º. REYES
Ocozías
lucha contra Jehová y perece (2º. Reyes 1). Joram no es mejor. Donde el rey no era un vínculo de relación con Dios, como en
Israel en aquel entonces, sino más bien un testigo contra Él al ser idólatra, el profeta era eso en gracia extraordinaria.
Pero ahora Elías iba a ser arrebatado, pero no antes que Eliseo es llamado, por así decirlo, desde esa ascensión, y por eso
que tiene un carácter de gracia tan marcado como el suyo en justicia, el cual se retiró a Horeb, confesando que todo había
terminado en cuanto a Israel. Jericó es exonerado de la maldición, aunque los burladores son castigados (2º. Reyes 2). Moab
lucha en vano (2º. Reyes 3). Milagros de misericordia abundan, incluso hasta la liberación de la muerte y para el Gentil forastero
(2º. Reyes 4 y 5); de modo que el desconcertado enemigo no viene más. La hambruna cede ante la inesperada abundancia (2º.
Reyes 6 y 7). Israel será aún restaurado (2º. Reyes 8), independientemente de cual pueda ser la humillación incluso para Judá,
independientemente de los cambios en Israel (2º. Reyes 9 y 10). Judá pareció amenazada con la destrucción de la casa real:
pero un renuevo es ocultado, la promesa de segura bendición al final (2º Reyes 11), y de juicio precedente. Mientras tanto,
los Sirios oprimen tanto a Judá (2º. Reyes 12) como a Israel (2º. Reyes 13), aunque el moribundo Eliseo ayuda al rey que no
logró consumir en fe al enemigo. La soberbia del rey de Judá recibió su humillación (2º Reyes 14); y Jehová alivió las amargas
aflicciones de Israel.
Después
el Asirio es sobornado por Manahem, durante el largo reinado de Azarías (o Uzías) sobre Judá (2º. Reyes 15). Pero Pul es sucedido
por Tiglat-pileser el cual arrastra a la cautividad el norte de la tierra. En la época de Jotam los reyes de Siria e Israel
comienzan a actuar contra Judá; pero en los días de Acaz, malo como él fue (2º Reyes 16), Jehová declara el fracaso de su
confederación. Sin embargo, posteriormente, en el reinado de Ezequías samaria es tomada, e Israel en su conjunto es llevado
cautivo (2º. Reyes 17), conforme al juicio de Jehová acerca de su apostasía; mientras que el Asirio Senaquerib obtiene que
su blasfemia sea castigada mediante un golpe sin precedentes de Jehová en una noche, así como él fue asesinado después por
sus propios hijos en el templo de Nisroc su dios (2º. Reyes 18 y 19). El fiel hijo de David (Ezequías) tipificó la caída final de aquel
poder, cuando el Mesías reinará, engrandecido hasta los fines de la tierra (Miqueas 5: 1 al 6). Pero su resurrección de la
muerte, por así decirlo, es seguida por vanagloria delante de los embajadores de Babilonia; cuando el profeta anuncia la cautividad
de Judá bajo su poder, no el del Asirio (2º. Reyes 20).
El avivamiento en aquel día suscitó vanas esperanzas,
sin duda; pero es sucedido por la enorme iniquidad de Manasés (2º. Reyes 21), y su imitador hijo, Amón. El temor piadoso de
Josías (2º. Reyes 22 y 23) no fue más que una breve dilación de la ruina inminente, la cual fue apresurada por la iniquidad
de aquellos resumidos en Mateo 1:11 como "Jeconías y … sus hermanos." Faraón y Nabucodonosor pudieron enfrentarse durante
poco tiempo; pero el designio divino había sido pronunciado hacía mucho tiempo. Israel fue llamado de Egipto; Judá debe ir
a Babilonia (2º. Reyes 24 y 25), y ahora, completamente corrupto y apóstata, se convirtió en esclavo de la patrocinadora de
la corrupción, hasta que todos los ídolos de sus dioses fuesen quebrantados en tierra, y el vengador dijera acerca de Jerusalén,
"Será edificada", y al templo, "Serán echados tus cimientos." (Isaías 44:28 – LBLA). Esto, sin embargo, no fue sino
providencial.
La gracia puede solamente cumplir con la necesidad
de la gloria divina, aplastando todo el poder de Satanás; aunque para la tierra Dios será glorificado en Israel. Cristo se
ocupa de esto en Isaías 49, donde Él mismo se pone en el lugar del pueblo completamente arruinado; mientras Su rechazo y muerte
expiatoria llegan a ser el eje central para liberación y justicia, poder y gloria. ¿Qué otro designio hay tan digno de Dios,
tan bienaventurado para el hombre e Israel? Y esto es lo que recorre los cuatro libros recién escudriñados. Todo el ingenio
del hombre no habría logrado concebir o expresar los modos de obrar del gobierno divino escrutados aquí. Solamente Dios fue
capaz de formar una moral semejante consumada en las realidades de aquella tierra bajo el dominio de reyes (por la mayor parte
fracasados y juzgados), pero con un amplio presagio de derribo, hasta que Él venga, Aquel que sólo es digno, a Quien el reino
será dado.
1º. CRÓNICAS
Es incuestionable
que existe un propósito en el libro de las Crónicas, dividido ahora en dos, distinto de aquel que recorre los libros precedentes
de los Reyes. Ninguna conjunción "Y" conecta el comienzo de ellos (véase VM), como anteriormente. Pero el título de la Septuaginta,
a saber, Παραλειπομένων Αʹ, 'Cosas deficiente u omitidas', no logra describirlo
de manera adecuada. Una gran cantidad se repite aunque no sin diferencias características, si bien el contenido es nuevo en
gran medida, con omisiones notables de un tipo marcadamente homogéneo. La genealogía introductoria desde la existencia del
hombre en la tierra debiera haber excluido la noción de que es un mero suplemento y que ha sido preparado para un designio
especial de Dios, el cual señala aquí, en medio de la ruina general, Sus misericordia y bendición soberanas vinculadas con
la casa de David y la tribu de Judá, independientes de Sus castigos debidos a sus pecados. Dichas crónicas fueron una retrospección
espiritual, al igual que Deuteronomio, el cual también no es en continuidad con sus libros predecesores, aunque indudablemente
para el creyente de Moisés, tal como las Crónicas con toda probabilidad de Esdras, ambos admitiendo una pequeña adición para
completarlos. Pero no existe tal terreno para insistir aquí acerca de Esdras, como acerca de Moisés allí, el cual reclama
el libro con inusual precisión; de modo que uno debe aceptar esto, o tratarlo como una novela fraudulenta y arriesgar la consecuencia
tanto ahora como delante del tribunal de Cristo.
El así llamado primer libro está dividido en dos secciones Primer libro de las Crónicas 1 al 9:34, y 10 al 29.
En los nueve capítulos que constituyen la sección preliminar nosotros tenemos el principio formulado mucho tiempo después
por el apóstol Pablo, "lo espiritual no es primero, sino lo natural; luego lo espiritual." (1ª. Corintios 15:36 –
LBLA). Incluso la genealogía general del primer libro de Crónicas está gobernado por este propósito divino. La genealogía
de los hijos de Israel de 1º. Crónicas 2 sigue la misma norma. En 1º Crónicas 3 son nombrados los hijos de David, nacidos
en Hebrón y en Jerusalén, ocupando así Judá el espacio entre 1º. Crónicas 2:3 hasta 4:23, los hijos de Simeón siguiendo a
continuación, los cuales fueron repartidos allí y fueron especialmente asociados como en Jueces 1. De qué manera Rubén, el
primogénito, perdió la primacía que la gracia soberana dio a Judá, si bien la progenitura pasó a José, lo leemos en 1º. Crónica
5; y la guerra de Rubén con los Agarenos, lo cual conduce a una breve mención de los de Gad y los de Manasés, sus vecinos.
Luego viene la incomparable perspectiva completa de los Levitas y los hijos de Aarón en el largo capítulo 1º. Crónicas 6;
así como de los de Isacar, Benjamín, Neftalí, la otra mitad de Manasés, Efraín, Aser, sigue a continuación de manera concisa
en 1º. Crónica 7. Pero Benjamín reaparece particularmente en 1º. Crónicas 8 para introducir a Saúl, sus antepasados y sus
descendientes. Dan y Zabulón ni siquiera son mencionados. 1º. Crónicas 9 bosqueja las circunstancias acerca del regreso desde
Babilonia, cuando algunos de Israel, pero especialmente los preservados y las tribus reales regresaron a Jerusalén y a sus
cercanías.
Nosotros podemos considerar
la historia comenzando con Saúl y su casa en 1º. Crónicas 9:35, pero apresurándose a su triste final en el monte de Gilboa,
con el comentario moral del Espíritu Santo acerca de ello en 1º. Crónicas 10. Acto seguido, porque también aquí lo espiritual
fue después de lo natural, sigue a continuación la elección de Jehová del verdadero rey, no en Hebrón solamente sino en Jerusalén;
Sion es tomada; y sus valientes son nombrados en 1º. Crónicas 11 y 12. Tenemos después el arca con los fracasos que primero
estorbaron en 1º. Crónicas 13, mientras David era bendecido cuando él era dependiente de Dios (1º. Crónicas 14); pero finalmente,
él honró a Dios en el orden y reverencia debidos para el arca para gozo de todos excepto Mical (1º. Crónicas 15). Sin embargo,
el lugar del arca fue sólo provisional, no obstante la bendición y la alabanza en aquel día (1º. Crónicas 16). El hijo de
David iba a edificar la casa de Jehová (1º. Crónicas 17), y sus acciones de gracias se elevaron aún más alto en la bendición
asegurada y eterna de su propia casa.
Las conquistas y el próspero
reinado de David por medio del favor de Jehová aparecen en 1º. Crónicas 18, y el rey Amonita le insulta para ruina de sí mismo
y de sus aliados (1º. Crónicas 19 y 20). La terrible caída de David en el asunto de Urías y Betsabé es omitida, así como sus
tribulaciones antes que alcanzara el trono; no así en la soberbia que censó a Israel, lo que atrajo la pestilencia por parte
de Jehová, detenida en la era de Ornán, el Monte Moriah, comprado acto seguido por David como el sitio para la casa de Jehová
(1º. Crónicas 21 y 22). Entonces, el santuario se convierte activamente en su preocupación, y su encargo a Salomón para edificarlo,
y a los principales en Israel para que ayuden.
Después, en 1º. Crónicas
23, David divide a los Levitas para el servicio de ellos, y en 1º. Crónicas 24 a los hijos de Aarón en sus veinticuatro grupos,
como en 1º. Crónicas 25 los cantores y los músicos en un número similar. La disposición de porteros y demás oficiales es vista
en 1º. Crónicas 26. Luego, en 1º. Crónicas 27, nosotros tenemos los oficiales civiles para cada mes, y los jefes de las tribus,
y los administradores reales en sus varios lugares.
En 1º. Crónicas 28 y 29
el rey repite su encargo delante de todos los jefes en cuanto a Salomón y la casa para el nombre de Jehová, con su modelo
inspirado y su amplia abundancia de material, despertando la piadosa generosidad en los hombres acaudalados, y bendiciendo
a Jehová delante de todos con abundante sacrificio. Salomón es hecho rey nuevamente, con Sadoc como sacerdote. Y el fin de
David es relatado de manera conmovedora, con Salomón reinando en su lugar; el doble tipo de Cristo, tal como hemos visto en
Moisés y Josué. El episodio de Adonías, etc., está solamente en el libro de los Reyes.
2º. CRÓNICAS
La continuación comienza
con Salomón en el mismo aspecto que tuvo David. Se trata de la figura del reino. ¡Cuán bienaventurado es cuando el Gran Rey
reina, con Quien no hay fracaso, sino bendición al máximo! Las faltas de Salomón, como las de David, no es el asunto a ser
mencionado, excepto donde ello fue requerido en otras circunstancias. "Jehová su Dios estaba con él, y lo engrandeció sobremanera."
(2º. Crónicas 1:1). Pero el altar de bronce estuvo delante de él así como delante del pueblo, en vez del arca, el deleite
de David. Él pidió sabiduría a Dios, y recibió también riquezas y honor, sin duda (2º. Crónicas 1). Pero la casa de Jehová
le ocupó de manera justa, y el rey de Tiro le ayudó, y todos los extranjeros en la tierra sirvieron (2º. Crónicas 2). Esto
es descrito en 2º. Crónicas 3 y 4, y la asamblea en cuanto estuvo terminada, con sus aleluyas cuando la gloria de Jehová llenó
la casa de Dios (2º. Crónicas 5), pues verdaderamente Él solo es Elohim: tan poco tienen diversos documentos que ver con los
términos. Y la oración de Salomón sube con bendición en 2º. Crónicas 6, y el fuego descendió de los cielos como respuesta
en 2º. Crónicas 7: Era la fiesta de los Tabernáculos, así como de la dedicación del altar, celebrada con gozo y alegría; y
Jehová apareció a Salomón, pero no sin una solemne advertencia. El Gentil da presentes (2º. Crónicas 8), y la casa de la hija
de Faraón es separada; y su fama se difunde por todas partes, por lo que la reina de Sabá viene con sus cosas preciosas y
probando su sabiduría (2º. Crónicas 9), ya que, de hecho, todos los reyes de la tierra la reconocían.
Después Roboam engaña a
todos excepto Judá y Benjamín, e Israel se rebeló contra la casa de David (2º. Crónicas 10); pero el contraste con los libros
anteriores es aquí sorprendente, porque no tenemos relato alguno salvo acerca de lo que se adhirió lealmente y en fe. Incluso
Roboam se inclinó ante el hombre de Dios enviado para prohibir su venganza por la defección de Israel (2º. Crónicas 11); no
obstante, olvidando después la ley (2º. Crónicas 12), él fue castigado por medio de la mano de Sisac. Abías, el cual le sucedió
y tuvo más fe, infligió un duro golpe sobre Jeroboam e Israel. Así fue con Asa en 2º. Crónicas 14, ante el cual cayeron las
miríadas de Etiopía, y el cual fue bendecido oyendo al profeta Azarías hijo de Oded, 2º. Crónicas 15. Pero confiando en Siria
contra Israel (2º. Crónicas 16), él fue herido por Dios mediante una muerte lenta. El brillante reinado del fiel Josafat sigue
a continuación en 2º. Crónicas 17, no obstante, con la tacha de unirse con los reyes idólatras de Israel por motivos de estado
para vergüenza suya más de una vez.
De Joram y Ocozías sólo
se puede hablar mal en 2º. Crónicas 21 y 22; y la impía Atalía pareció haber extinguido la lámpara de la casa de David; pero
no fue así: Joiada, el sacerdote, esconde el heredero en la casa de Dios seis años. En 2º. Crónicas 23 nosotros leemos de
qué manera el joven rey obtuvo nuevamente lo suyo, y cómo la usurpadora homicida llegó a su muerte. Pero Joás también olvidó
su deuda con Joiada cuando su hijo Zacarías fue muerto por el pueblo por mandato del rey; y él también fracasó pública y personalmente
(2º. Crónicas 24). Amasías tuvo una carrera mixta conforme a su comportamiento y terminó enfermo, 2º. Crónicas 25; y Uzías
reinó bien y por largo tiempo, pero él, transgrediendo en soberbia, llegó a ser leproso judicialmente hasta su muerte, 2º.
Crónicas 26.
Jotam lo hizo mejor, tal
como leemos en 2º. Crónicas 27, pero Acaz ("este mismo rey Acaz" (2º. Crónicas 28:22 – VM) anduvo en los caminos de
los reyes de Israel, y pese a los llamamientos de gracia (2º. Crónicas 28), se hundió más y más bajo. Su hijo Ezequías fue
sencillo y fuerte en fe, tal como vemos en 2º. Crónicas 29 al 32, y honrado en su derrocamiento del Asirio. Aun así, él se
ensoberbeció al final; aunque nuevamente aquí, el Espíritu omite los detalles de su enfermedad, y su vana exhibición delante
de los embajadores que habían venido desde Babilonia, ambas cosas mencionadas solamente de paso en las Crónicas. Los horrores
del reinado de Manasés son presentados brevemente, y también su arrepentimiento y su restauración después de la cautividad.
La maldad de Amón sigue a continuación en el mismo capítulo de 2º. Crónicas 33, pero castigada por sus siervos, siendo ellos
mismos castigados.
En medio de Judá más y más
corrupto, ¡cuán destacada es la tierna conciencia de Josías (2º. Crónicas 34), con denuedo por la honra de Jehová y aborrecimiento
de la idolatría y atención a la Palabra de Dios! Porque nunca fue celebrada una pascua como esta en Israel desde los días
de Samuel (2º. Crónicas 35). Pero combatiendo sin instrucción divina él cayó delante del rey de Egipto. La maldad bajo Joacaz,
Joacim, y el profano Sedequías ocasionó la destrucción del reino, de Jerusalén, y del templo, con la cautividad del remanente
en Babilonia (2º. Crónicas 36). "No hubo ya remedio." (2º. Crónicas 36:16). Después de setenta años Ciro el Persa, conforme
a la Palabra de Jehová, proclamó el regreso y la reedificación de Su casa en Jerusalén.
ESDRAS
Este libro tiene su propio
designio por parte de Dios, manifiestamente diferente del de los Reyes así como del de Crónicas, aun si el estilo del último
no señaló al mismo escritor, un "escriba diligente en la ley de Moisés, que Jehová Dios de Israel había dado." (Esdras 7:6).
Sin embargo, no obstante que el libro que está ante nosotros fue unido, no con las Crónicas, sino con Nehemías, aunque esto
fue por mano del gobernador, por largo tiempo designado como 'el Libro de Esdras', y parecería que sólo fueron separados tal
como los tenemos ahora a finales del siglo cuarto después de Cristo. Esdras no fue testigo de los hechos registrados en Esdras
capítulos 1 al 6, como sí lo fue de los cuatro restantes; pero no existe terreno suficiente para dudar que él fue inspirado
para presentarnos todo.
La caída de Babilonia fue
un acontecimiento de notable importancia, no sólo en sí mismo y sus consecuencias inmediatas, sino aún más como prefigurando
el juicio del dominio Gentil por parte del Dios del cielo sobre la verdadera apostasía y la verdadera ruina para la época
del pueblo de Jehová. Eso es hecho evidente en Isaías 13 y 14, dado que nadie debiera dudar que predice la catástrofe que
le sobrevino al orgullo de los Caldeos por medio de los Medos, etc., así que ninguno debería dejar de tener presente que "la
Profecía" no acaba en la caída final del poder que "la ciudad codiciosa de oro" (Isaías 14:4) comenzó. Entonces Jehová tendrá
piedad, no de un mero remanente de Judá principalmente, sino "de Jacob, y escogerá otra vez a Israel; y los hará descansar
en su misma tierra," y "tomarán cautivos a aquellos que los cautivaron a ellos, y tendrán el dominio de sus opresores." Isaías
14: 1 y 2 – VM).
Este libro de Esdras fue
de suma importancia para mostrar el relato divino del estado provisional intermedio en el cual ellos esperaron al Mesías,
y el cumplimiento hasta lo sumo cuando sean completamente restaurados en la tierra, bajo el nuevo pacto, y tengan al verdadero
David y al Hijo de David reinando sobre ellos en poder y gloria. Ellos son mientras tanto Lo-ammi (no sois mi pueblo) (Oseas
1:9); ellos son (no 'eran') siervos del poder Gentil. La comparación de Esdras 9:9 con Nehemías 9:36 hace que la corrección
sea correcta. Sin embargo, Ciro había proclamado más que libertad para regresar e incluso un mandato para edificar a Jehová
Su casa en Jerusalén conforme a la profecía. Además, él devolvió los utensilios capturados, oro y plata, por medio de Sesbasar
príncipe de Judá (Esdras 1); y los hijos de la cautividad subieron (Esdras 2), cada uno a su ciudad, más de 42.000 genealógicamente
evaluados, además de sus siervos y siervas. De manera muy apropiada ellos establecen, no en primer lugar un muro, sino el
altar, y ofrecieron holocaustos, y celebraron la fiesta de los Tabernáculos (porque era el mes séptimo), con otras debidas
a Jehová según Su Palabra, antes que los cimientos fuesen echados. Cuando dichos cimientos fueron echados delante de sus ojos,
mucho lloraron los ancianos, gritos de alegría daban los jóvenes (Esdras 3). Pero los adversarios estaban en alerta, pretendiendo
en primer lugar una alianza amistosa, y después acusando el remanente retornado a Cambises (=Asuero), y dado que él no se
opondría al decreto de su padre, después a Esmerdis (=Artajerjes), el cual les prestó atención, y la obra cesó (Esdras 4).
Pero los profetas, recurriendo a Dios, despertaron de nuevo el celo de ellos por medio de su profecía (Esdras 5); y la obra
continuó, no obstante la oposición de influyentes antagonistas, antes que la nueva carta a Darío Histaspes sacara a luz su
categórica confirmación de la proclamación original de Ciro. La casa fue terminada en el sexto año de Darío, y su dedicación
fue celebrada con gozo; y aunque ellos eran un remanente, despojado de sus principales ornamentos, ellos incluyeron a todo
Israel en fe y sometimiento a la Palabra; así como ellos celebraron la pascua a su debido tiempo, debidamente purificados
y gozosamente, aunque reconociendo al rey Gentil en la servidumbre a la cual Dios los había reducido debido a su alejamiento
de Él (Esdras 6).
Después de estas cosas,
en el año séptimo de Artajerjes Longimano, Esdras el sacerdote subió desde Babilonia, y con él otros Israelitas de todas las
categorías por favor del rey, y con ofrendas voluntarias, y autoridad para todo lo que Esdras quisiera para la casa de su
Dios, y para la enseñanza y juicio de los Judíos: un testimonio similar por medio de los Gentiles, y de la posición anormal
de Israel (Esdras 7). La genealogía de los compañeros de Esdras sigue a continuación en Esdras 8, sus temores, no obstante
la fe, y la llegada a salvo. Pero este fiel siervo de Dios, cuando supo acerca de la afinidad con los Gentiles de aquellos
que estaban ya en la tierra, se sentó afligido y abrumado hasta la oblación de la tarde: entonces él derramó lágrimas de su
humillación ante Jehová (Esdras 9). Secanías confesó allí por el resto (Esdras 10); y ellos acordaron quitar el mal en una
asamblea solemne de todos por aclamación. Así también fue hecho, aunque no sin resistencia; porque el pecado estaba muy extendido,
incluso entre los sacerdotes.
NEHEMÍAS
No menos claro es el designio
de Dios en el libro de Nehemías. Pero se trata de la política civil de ellos, no de su posición religiosa. Ambas debían ser
conforme a Dios, pero en el humilde estado en que convenía a cautivos retornados desde Babilonia. La pretensión en ambas cosas
habría sido deshonrar a Dios; pero la obediencia es siempre imprescindible: ninguna ruina absuelve de su obligación. En este
libro nosotros tenemos su propio relato conmovedor del dolor que le embargaba incluso en la corte Persa en el año veinte de
Artajerjes Longimano, cuando él oyó acerca de la gran aflicción bajo la cual el remanente estaba, incluso el muro estaba aún
derribado, y las puertas quemadas a fuego. Entonces él se entregó al duelo y a la oración al Dios de los cielos. Sin embargo,
Él era Dios y oiría la súplica (Nehemías 1). El gran rey percibió su tristeza, aunque era allí una cosa prohibida; y su copero,
no sin orar nuevamente, hizo su petición para edificar la ciudad de los sepulcros de sus padres, lo cual fue concedido, para
el disgusto de sus nuevos adversarios. Pero Nehemías vio todo esto con sus propios ojos, aunque de noche; y solamente entonces
presentó su propósito para edificar el muro ante los hombres principales, los cuales se alegraron y esforzaron en consecuencia,
no obstante el escarnio y el menosprecio de sus vecinos (Nehemías 2).
Las grandes cosas estaban
lejos de Nehemías, excepto el celo por Dios y el perseverante amor por Israel en su absolutas debilidad y vergüenza. Nehemías
3 es el relato profundamente interesante de sus trabajos en detalle desde el sumo sacerdote hasta el menor. Si los nobles
fracasaban aquí, incluso una hija de gobernador reparaba en otra parte. Grandes fueron el enojo y la indignación de Sanbalat;
amargo el menosprecio de Tobías; pero Nehemías oró y puso una guardia, y ellos edificaron con las espadas ceñidas, y los que
tocaban la trompeta junto al gobernador (Nehemías 4). ¡Qué mortificación y enojo, cuando él oyó acerca de Judíos exigiendo
interés excesivo a sus hermanos, e incluso esclavizándoles como restitución! Entonces él los avergüenza y reparó el mal; dado
que su propio desinterés los reprendió (Nehemías 5). Nosotros le vemos después en Nehemías 6 escapando del lazo del enemigo,
tal como anteriormente escapó de la violencia del mismo; y el muro es terminado, a pesar de la traición en los sacerdotes,
profetas, y nobles. La genealogía de los cautivos retornados bajo Zorobabel aparece aquí en Nehemías 7 en relación con su
repoblamiento de Jerusalén y de la edificación de casas en dicha ciudad.
A continuación, en Nehemías
8 se nos dice que dado que había llegado el mes séptimo, todo el pueblo se juntó, y Esdras leyó el libro de la ley; y cuando
el pueblo lloró, ellos fueron exhortados a tener buen ánimo, porque un día que es santo para Jehová no induce a melancolía.
Pero la obediencia es siempre de suma importancia; y por eso ellos juzgaron todo alejamiento anterior, como no habían hecho
desde los días de Josué. Nehemías 9 los muestra ayunando poco después, como conviene a ellos, con un arrepentimiento verdadero:
tal como en el caso de Esdras anteriormente. Nehemías 10 presenta la lista de aquellos que firmaron el pacto de separación
de los extranjeros y de la confesión de pecados desde el Tirsatá [*] hacia abajo; así como en Nehemías 11 tenemos a los que
se dedicaron a residir en Jerusalén y sus suburbios. Además, Nehemías 12 proporciona los nombres de los sacerdotes y los Levitas
que habían regresado en primer lugar, y los que descendieron hasta días posteriores. La dedicación del muro sigue a continuación.
[*] N. del T.:
Tirsatá = Título persa aplicado al gobernador de un distrito jurisdiccional. Las cinco veces que aparece este término va precedido
del artículo definido hebreo 'ha', por lo que en español se traduce 'el Tirsatá. Los funcionarios a los que en la Biblia se
llama Tirsatá gobernaban Judá, una de las provincias persas. Zorobabel debió ser el Tirsatá mencionado en Esdras 2:63 y Nehemías
7: 65, 70. Más adelante, cuando Nehemías se convirtió en gobernador, él es el Tirsatá al que hacen referencia Nehemías 8:9
y 10:1.
El capítulo
final nos lleva a la época cuando Nehemías vino nuevamente desde la corte Persa en el año treinta y dos del rey (Nehemías
13:6). Fue hecho después un nuevo esfuerzo para separar Israel de la multitud extranjera, la casa de Dios fue limpiada de
la impureza, el día de reposo fue vindicado, y se puso fin a los matrimonios mixtos. Porque aun el hijo del sumo sacerdote
era culpable y fue rechazado por Nehemías.
William Kelly
Traducido
del Inglés por: B.R.C.O. – Marzo/Abril 2016.-
Título
original en inglés:
"God's inspiration of the Scriptures"
Traducido con permiso
Versión Inglesa |
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