Evangelio de Marcos
J. N.
Darby
Escritos
Compilados,
Volumen 24, Expositivo
Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("")
y han sido tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960
(RV60) excepto en los lugares en que además de las comillas dobles
("") se indican otras versiones mediante abreviaciones que pueden ser
consultadas al final del escrito.
CAPÍTULOS 14 a 16
Marcos 14
Volvamos a la historia de la vida del Señor y a los últimos días de esta
vida bendita. Dos días después era la Pascua y los jefes de los judíos procuraban
matarle; sin embargo ellos temían provocar un tumulto entre el pueblo porque ellos
sentían que Su doctrina y Sus milagros habían producido un poderoso efecto en
sus corazones y decían: "No durante la fiesta para que no se haga alboroto
del pueblo". Esta era la opinión de ellos pero no la de Dios. El Señor debía
morir como un verdadero cordero pascual inmolado por nosotros. Además Él debía
morir el mismo día de la pascua para sobrepasar el sacrificio de la ley que
conmemoraba la liberación de Egipto y que prefiguraba una liberación
infinitamente más preciosa, a saber, la liberación de la culpa ante Dios y del
dominio del pecado.
La muerte del Salvador se acercaba y los sentimientos de afecto y de
iniquidad se desarrollaban por uno y por otro lado. Nosotros vemos aquí a María
la cual solía sentarse a los pies de Jesús para oírle y entender Sus palabras. Su
corazón se había empapado allí de la enseñanza que brotaba del corazón de Jesús
y Jesús que era la fuente de todas las bendiciones era el objeto que se había
fijado en su corazón y ella lo había sentido en sus afectos. La gracia y el
amor de Jesús habían producido amor por El y Su palabra había producido entendimiento
espiritual. Este amor por el Salvador la hizo ahora sensible al creciente aborrecimiento
de los judíos. Los discípulos sabían que éstos buscaban matarle pero María lo
sentía, y no es que ella fuera una profetisa sino que su corazón sentía el
presentimiento de lo que el aborrecimiento de los hombres deseaba y ella hizo
lo que pudo como testimonio de su sentimiento opuesto, y el Señor hace que se
hable de este acto de amor dondequiera que el Evangelio es anunciado en el mundo.
Es dulce entrar en la casa donde habitaba esta familia (aquí ello fue
hecho en casa de Simón el leproso), esta familia amada por el Señor pues ella fue
el refugio de Su corazón cuando siendo rechazado por el pueblo Él ya no pudo
reconocer la ciudad que había amado por tanto tiempo, y Él estaba acostumbrado
a vivir con esta familia tan amada. Marta la cual parece haber sido la mayor de
las hermanas ocupada siempre en muchos servicios, fiel y amada por el Señor
pero no de ánimo muy espiritual entendía poco de aquello que llenaba Su
corazón. María solía sentarse a Sus pies para oír Su enseñanza y el Señor había
resucitado a Lázaro hermano de ellas. De este modo el corazón de María se apegó
al Señor y se convirtió en la expresión del pequeño remanente que unido al
propio Jesús seguía el progreso de los modos de obrar de Dios; remanente que no
se detuvo en las esperanzas o pensamientos de los judíos sino que aunque
todavía faltaba la comprensión que el Espíritu Santo daría seguía fielmente al
Señor y estaba preparado para recibir todo cuando la revelación sea hecha.
Ha sido comentado acerca de que esta María no estaba en el sepulcro
buscando un Salvador vivo entre los muertos. Siempre es así; los corazones
apegados a Jesús por amor a estar cerca de Él reciben de Él mismo la revelación
de Su sabiduría y de Su gloria cuando llega el momento para ello. Es bienaventurado
comentar también que aunque el Señor era Dios mismo (toda la plenitud de la Deidad
habitaba en Él) Él era verdaderamente un hombre perfecto y santo en todo y en
todo pensamiento; es más, Él era la fuente de todo buen pensamiento. No por
ello Él era insensible a estos afectos íntimos; estaba el discípulo a quien
Jesús amaba y a Él le agradaba hablar de ello; el Señor amaba a Marta, María y
Lázaro y la casa de ellos dio un reposo a Su corazón cuando un mundo ingrato y
un pueblo rebelde Le habían rechazado. Sin duda ello es un fruto de Su gracia
pero no por ello es menos apreciado para Su corazón.
Pero, ¡lamentablemente! aquello que es olor de vida para vida es olor de
muerte para muerte. Lo que María gastó en amor para con el Señor despertó la
avaricia de Judas pues ello fue una pérdida para él. Otros cayeron también bajo
la influencia de Judas llevados por sus malos pensamientos pero el Señor
justifica a la mujer. Leemos en el versículo 8 que el Señor dice lleno de
gracia, "Esta ha hecho lo que podía"; y la consagración de ella al
Señor debería ser reconocida en todas las épocas. Cuando el Señor en Su amor
divino se entregó a Sí mismo ella por gracia hizo todo lo que podía hacer un
corazón consagrado a Él y su nombre debe acompañar al del Señor en el acto que
es el testimonio más poderoso de Su eterno amor. Aunque lo que ella pudo hacer
fue muy poco, un poco nunca es olvidado por el Señor cuando el corazón es fiel.
Versículos 10 y 11. Todo se apresura ahora hasta el final. Judas incitado
tal vez por la fuerza del soborno pero incitado en realidad por el diablo se marcha
a traicionar al Señor. El bien y el mal se consuman; se consuman en la cruz.
Ninguna conciencia ni ningún temor de Dios detiene a los jefes de los judíos en
su camino de iniquidad y de oposición al Señor de gloria pues ellos consienten
junto con Judas en darle dinero para traicionar al Señor. Él busca la ocasión
de entregar al Señor en manos de los sacerdotes sin demasiado ruido, — ¡una
ocupación verdaderamente miserable!
Versículos 12-16. Pero mientras tanto el Salvador debe explicar a Sus
seguidores la manera en que Él se entregaba a Sí mismo por ellos e instituye el
precioso memorial de Su muerte para que siempre podamos pensar en ello y para
que no sólo podamos creer en la eficacia de este sacrificio realizado de una
vez y para siempre por nosotros en la cruz, sino para que nuestros corazones puedan
unirse al Salvador que nos amó y se entregó a Sí mismo por nosotros pensando en
Él y anunciando Su preciosa muerte hasta que Él venga. Nosotros los cristianos
estamos situados entre la cruz y la venida del Señor firmemente fundamentados
en la obra consumada de la primera y esperando siempre ansiosamente el momento
en que tenga lugar la segunda.
Aunque el Señor había llegado ahora al momento de Su más profunda
humillación la gloria de Su persona y Sus derechos sobre todas las cosas
seguían siendo los mismos. Él dice a Sus discípulos que entren en la ciudad
donde iban a encontrar un hombre llevando un cántaro lleno de agua. En la casa
donde Él entraría encontrarían un corazón preparado por la gracia para recibir
al Señor. A él ellos debían decir, "El Maestro dice: ¿Dónde está el
aposento donde he de comer la pascua con mis discípulos?" Él conoce todas
las circunstancias y todos los corazones y los discípulos encuentran al hombre
tal como Él les había dicho y preparan la pascua.
Versículos 17 a veintiuno. Al anochecer
el Señor vino con los doce. Era la conmemoración de la liberación del pueblo de
Egipto pero el Señor iba a llevar a cabo una mejor redención y Él instituye un
memorial infinitamente más excelente. Pero para esto Él debía morir. Ellos estaban
todos juntos a la mesa y el Señor Jesús lleno de amor mirando a Sus discípulos
sintió profundamente el hecho de que uno de ellos que había vivido en Su santa
presencia le traicionaría. Él bien sabía quién sería el traidor pero expresa la
angustia de Su corazón cuando dice, "uno de vosotros me traicionará".
("Y cuando estaban sentados a la mesa comiendo, dijo Jesús: En verdad os
digo que uno de vosotros me traicionará, uno que está comiendo conmigo" -
Marcos 14: 18 – RV1977). Él deseó probar
nuevamente sus corazones y sacar a la luz lo que había en el interior. Ellos creyeron
las palabras del Señor y cada uno lleno de confianza en Él y de santa
desconfianza en sí mismo dijo, "¿Seré yo?" Acertado testimonio de
corazones rectos y probados que pensaban en el hecho y en la posibilidad de tal
crimen con más confianza en la palabra de Jesús que en ellos mismos.
Pero el Señor debía padecer todos estos dolores, — Él no los oculta orgullosamente
sino que Él desea colocar Sus dolores como Varón en corazones humanos pues el
amor cuenta con el amor. Hubo dolores que no pudieron ser derramados en los
corazones de los hombres y sin embargo fue la voluntad de Dios (¡bendito sea Su
nombre por siempre!) que nosotros conociéramos los padecimientos de Su Hijo;
que aunque ellos están fuera de nuestro alcance no obstante son presentados a
nuestros corazones. De este modo oímos al Señor clamar, "Dios mío, Dios
mío, ¿por qué me has desamparado?" (Marcos 15: 34). Y si nosotros no
podemos llegar a la profundidad de Sus padecimientos podemos comprender que ellos
fueron infinitos. Estando ahora a la mesa el Señor les anuncia Su partida del
mundo según las Escrituras y el terrible juicio de Judas porque el cumplimiento
de los consejos de Dios no quita la iniquidad de aquellos que los cumplen; si
no, ¿cómo podría Dios juzgar al mundo? Porque todas las cosas cooperan juntas
para el cumplimiento de Sus consejos. También la mala voluntad de los hombres
está siempre activa para hacer el mal. Tal como encontramos escrito en este
evangelio el objetivo del Señor no es señalar a la persona que iba a cometer el
crimen sino hacerles sentir que era uno de los doce quien había de hacerlo.
Versículo 22. El Señor instituye ahora el partimiento del pan que es una
preciosa señal y un precioso memorial de Su amor y de Su muerte. Hasta aquel
momento la pascua había sido la conmemoración de la liberación del pueblo del
cautiverio en Egipto cuando la sangre del Cordero fue puesta sobre las puertas
de las casas donde estaban los israelitas. La sangre de un Cordero más
excelente ha sido rociada ahora sobre el propiciatorio en el cielo ante la
mirada de Dios cuando Cristo el Cordero de Dios llevó a cabo todo para la
gloria de Dios y para la salvación de todos los creyentes. La obra ha sido
hecha: en el sacrificio de la cruz Jesús bebió la copa de maldición y no puede
volver a beberla; Él glorificó perfectamente a Dios acerca del pecado; es
imposible añadir algo como si algo faltara para completar la perfección de esta
obra. Él llevó los pecados de muchos y no puede volver a llevarlos; Él no puede
ofrecerse a Sí mismo de nuevo y Él está sentado para siempre a la diestra de
Dios. (Véase Hebreos 9: 24-26). Él habría tenido que padecer a menudo si Su una
sola ofrenda en la cruz no hubiera quitado para siempre todos los pecados de
todos los creyentes pues sin derramamiento de sangre no hay remisión.
El perdón de pecados para los creyentes es pleno, perfecto y eterno por
medio de la obra de Cristo. Si pecamos después de haber recibido el perdón de
nuestros pecados Cristo ora por nosotros y es nuestro Abogado en virtud de esta
propiciación y Él aparece en la presencia de Dios por nosotros como nuestra
justicia (1ª. Juan 2: 1, 2); y el resultado de Su intercesión por nosotros es
que el Espíritu Santo obra en nuestros corazones, nosotros somos humillados,
confesamos nuestras faltas a Dios y nuestra comunión con el Padre y el Hijo es
restaurada. Pero el pecado no es imputado como un delito porque Cristo ya lo ha
llevado, — ha sido imputado a Él. Como fue el caso en la pascua en Egipto; Dios
dijo, "Veré la sangre, y os pasaré por alto". (Éxodo 12: 13 – VM). La
sangre de Cristo está siempre ante los ojos de Dios, siempre presente en Su
memoria. Por tanto Cristo lava nuestros pies con el agua de la Palabra pues Él nos
ha salvado mediante Su sangre cuando por gracia hemos creído. Pero si Dios nunca
olvida la sangre de Cristo derramada una vez para siempre tampoco quiere que
nosotros la olvidemos. El Señor Jesús en Su gracia ilimitada desea que pensemos
en Él, que nos acordemos de Él. Preciosa manifestación de amor hacia nosotros
es que el Salvador se deleita en nuestro recuerdo de Él y que él nos haya
dejado un conmovedor memorial de Él mismo y de Su amor. ¡Oh, feliz es el pensamiento
de que Jesús desea que pensemos en Él porque Él nos ama! El sacrificio no puede
ser repetido pero su valor es siempre el mismo ante Dios y Jesús está sentado a
la diestra de Dios esperando el momento en que Sus enemigos sean puestos por estrado
de Sus pies; y nosotros Le esperamos hasta que venga a llevarnos consigo a la
casa del Padre y en el partimiento del
pan nosotros anunciamos Su muerte hasta que Él venga.
Es importante comentar que no hay ningún sacrificio en la época actual y
que el Señor no está personalmente presente en el pan y en el vino. La iglesia
de Roma dice que el partimiento del pan (o más bien la misa, como ellos la
llaman) es el mismo sacrificio que aquel que se realizó en la cruz. Pero cuando
el Señor dijo, "Esto es mi cuerpo… haced esto en memoria de mí ", Él todavía
no estaba en la cruz. Su sangre aún no había sido derramada y cuando partió el
pan Él no se tenía a Sí mismo en Sus manos y menos estaba crucificado pues Él no
estaba aún en la cruz. No existe ahora tal cosa como un Cristo crucificado pues
Él está sentado a la diestra de Dios y no hay ahora derramamiento de sangre
alguno. Es un hecho bienaventurado que haya una señal, una conmemoración de
esto pero es imposible que ello sea real y sustancialmente así; no hay tal cosa
ahora como un Cristo muerto.
En el partimiento del pan nosotros manifestamos Su muerte y Su sangre
derramada por nosotros pero un Cristo glorificado no puede ser un sacrificio;
no puede descender del cielo para morir; y si el pan se transforma en Su cuerpo
y hay un alma en él, entonces debe ser otra alma y esto es absurdo. Ellos dicen
que la Deidad
está en todas partes y que la sustancia del cuerpo está allí; pero el alma es
individual: ésta vive, siente, ama, es una sola alma individual. Según la
enseñanza de la iglesia romana el alma del Señor Jesús deja el cielo; pero no
puede ser la misma alma, y si es otra, ello es absurdo. El Señor dice en Lucas
22: 20, "Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre", — es decir, la
copa representa la sangre, — dado que la copa en sí no es el nuevo pacto. De
este modo el pan nos presenta de la manera más notable el cuerpo del Señor
crucificado en la cruz y el vino nos presenta Su sangre derramada por nosotros.
Por último el Señor da a beber a Sus discípulos del fruto de la vid y es
llamado así después que el Señor hubo dicho en el versículo 24: "Esto es
mi sangre del nuevo pacto". Está muy claro que cuando Él dice, «No beberé más de él», Él habla del vino en su
sentido natural. Después de la cena ellos cantan un himno estando el Señor
perfectamente tranquilo en espíritu y salen para ir al Monte de los Olivos. El
Señor advierte a Sus discípulos que esta noche todos ellos se escandalizarán de
Él y que Le abandonarán según la profecía de Zacarías: "Heriré al pastor,
y las ovejas serán dispersadas". Pero Él les anuncia Su resurrección y que
«después que
haya resucitado irá delante de ellos a Galilea.»
Nosotros encontramos una
diferencia entre la aparición del Señor en Galilea y Su aparición en Betania: esta
última está relatada en el evangelio de Lucas. Fue desde Betania desde donde Él
ascendió al cielo. En Galilea el Señor es considerado siempre como estando en la
tierra aunque resucitado de los muertos; y Él da a Sus discípulos la comisión
de ir a predicar el evangelio y a bautizar a todas las naciones. Este servicio
no fue llevado a cabo por los apóstoles, — más tarde ellos se lo dejaron a
Pablo (es decir, la predicación del evangelio a las naciones, a los gentiles)
habiendo reconocido la elección y el envío del Señor para esta obra.
Vemos que la comisión en Marcos sigue siendo diferente pues ella está
conectada con el poder celestial del Señor. La propia obra del Señor fue
llevada a cabo principalmente en Galilea y el remanente judío es reconocido
como reunido y aceptado; luego este remanente es enviado para traer a los
gentiles a las bendiciones que eran esperadas de parte de Dios. El anuncio de
bendiciones celestiales, la salvación revelada por el Espíritu Santo enviado
desde el cielo cuando Cristo ascendió allí es algo muy diferente. Pero tanto si
las bendiciones son terrenales como celestiales ellas no pueden ser
introducidas por el primer hombre dado que el segundo Hombre es el único
fundamento posible de todo.
El Salvador debía estar ahora completamente solo en Su obra y en Sus
padecimientos y el hombre debía mostrar lo que él es cuando no es guardado por
Dios. Los discípulos fueron advertidos pero Pedro lleno de confianza en su
fidelidad (y él era sincero), confiando en Sus propias fuerzas no creyó las
palabras del Señor. Pero la carne no puede resistir el poder de Satanás. El
Señor se encontraría abandonado y negado y el hombre por muy sincero que fuera tendría
que reconocer su absoluta debilidad siendo esto una lección humillante pero muy
útil y es una lección que hace que la gracia y la paciencia del Señor
resplandezcan. Es muy importante recordar, — y lo aprendemos claramente aquí, —
que la sinceridad no es suficiente para mantenernos en lo correcto porque ¡la
sinceridad es una cualidad muy humana! y necesitamos también la fuerza del
Señor contra las asechanzas del diablo y contra el temor al mundo. Si el Señor
no está allí hasta una niña puede perturbar a un apóstol. El temor al hombre es
un lazo terrible para el alma y este temor obró poderosamente en el corazón de
Pedro. Incluso cuando Él había recibido el Espíritu Santo fingió en Antioquía
cuando algunos creyentes judíos habían venido desde Jerusalén. (Véase Gálatas
2: 11-14).
¡Observen ustedes de qué manera el Señor preparó a los dos mayores
apóstoles para Su obra! Pablo trató de eliminar de la tierra el nombre de
Cristo y Pedro Le negó públicamente después de haberle conocido y después de
haber hecho milagros en Su nombre. Por tanto a ellos no les fue posible hablar nada
más que de la gracia y toda la falsa confianza en el yo fue destruida en sus
corazones. Ellos pudieron fortalecer a otros siendo conscientes de la gracia
del Señor que los había soportado y perdonado; ellos también se habían enterado
por experiencia de cuál es la maldad del corazón humano y cuán débil es el
hombre incluso el cristiano sin el socorro de la gracia divina. El Señor dice así
a Pedro, "Y tú, una vez vuelto [es decir, una vez que te hayas arrepentido
de tu falta], confirma a tus hermanos". (Lucas 22: 31, 32). Él nuevamente
fracasó después de tal manera que Pablo tuvo que resistirle cara a cara y el
propio Pablo tuvo que tener una aguijón en la carne, un mensajero de Satanás que
le abofetease para que él no se enalteciera. (2ª. Corintios 12: 7). La carne
nunca mejora y entonces cuán necesario es que los cristianos débiles velen y tengan
siempre presente la conciencia de su debilidad y busquen esa fortaleza que se
perfecciona en la debilidad, esa preciosa gracia del Señor que es suficiente
para nosotros. No es necesario que caigamos porque Dios es fiel y no permitirá
que seamos tentados más de lo que podemos pero debemos velar para no entrar en
tentación.
En la escena que tenemos ante nosotros mientras el Señor oraba en agonía
Pedro dormía; y cuando el Señor se sometió como un cordero que ante Sus
trasquiladores no abre su boca Pedro usó la espada para golpear; cuando el
Señor confiesa la verdad con calma y firmeza ante Sus enemigos Pedro Le niega. ¡Esto
es lo que la carne y el fruto de la falsa confianza en uno mismo son! Pedro también
había sido plenamente advertido. El Señor había dicho por segunda vez que antes
que el gallo cantara dos veces él Le negaría tres veces. Pero Pedro confía en
sí mismo y dice, "Si me fuere necesario morir contigo, no te negaré".
(Marcos 14: 29-31). Nosotros sabemos que las asechanzas de Satanás estaban allí
pues Satanás quería zarandear a Pedro como a trigo (Lucas 22: 31) pero el
Espíritu Santo dirige aquí nuestra atención a la falsa confianza de la carne
del corazón humano. Pero volvamos a poner nuestra atención en el bendito Señor
el cual es el ejemplo de la fidelidad perfecta así como Pedro lo fue de la
falsa confianza y de la debilidad de la carne. Vemos en Jesús a un Hombre verdadero
aunque fuera necesario el poder divino para que la naturaleza humana soportara
todo lo que Él padeció sin desfallecer.
El Señor desea que tres discípulos (los que estaban especialmente con Él
y que iban a ser columnas en la iglesia más adelante) estén con Él y que velen
mientras Él ora. La anticipación de la copa que Él iba a beber pesaba sobre Su
espíritu y la muerte que era la expresión del juicio de Dios contra el pecado
estaba ante Sus ojos, y Satanás hizo que todo esto cayese sobre Él para
impedirle llevar a cabo la obra de salvación, si ello era posible. El Señor
sintió todo y fue fiel en todo; Él "comenzó a atemorizarse, y a
angustiarse en gran manera". (Marcos 14: 33 – VM). No hubo agonía alguna en
la muerte de Esteban; fue un triunfo lleno de paz y de amor; él va a su Señor
que lo esperaba a la diestra de Dios en el cielo orando todo el tiempo como su
Señor por sus enemigos. El Señor está lleno de angustia ante la perspectiva de
la muerte y vemos aquí lo que la muerte fue para Él; vemos la realidad de Su
obra cuando Él llevó nuestros pecados en Su cuerpo sobre la cruz. En este
momento (en el huerto de Getsemaní) Él no los llevaba aún pero el sentimiento
de lo que estaba ante Él pesaba sobre Su corazón; el peso del pecado y de la
maldición estaba siendo sentido por Su espíritu con Dios pues Él todavía estaba
en comunión con Su Padre. Él no sólo debía someterse a la justicia de Dios como
hecho pecado por nosotros ante Él y soportar el castigo de ello sino que
también tenía que padecer "por su temor reverente" en el sentido de
que la anticipación del castigo pesaba sobre Él antes de soportarlo. Él se ofreció
a Sí mismo voluntariamente pero en obediencia para la gloria de Su Padre y por
nosotros en gracia; Él fue obediente hasta la muerte. ¡Alabado sea Su nombre! y
alabado será eternamente.
Esteban se regocijó porque Cristo había padecido y había abierto el
camino al cielo para él al soportar el castigo judicial de la muerte en su
lugar y Él lo ha hecho también por nosotros. Podemos comprender el valor de Su
muerte a los ojos de Dios y podemos mirar hacia Él en lo alto como lo hizo
Esteban cuando estaba lleno del Espíritu Santo mirando fijamente al cielo.
El Señor había dejado a los discípulos excepto a Pedro, Jacobo y Juan a
la entrada del huerto pero había tomado consigo a estos tres y les había dicho que
velaran mientras Él oraba. Él ora para que la hora pudiese pasar de Él si ello
era posible. Él había soportado todas las copas de padecimiento de mano de los
pecadores sin quejarse de ellas. ¡El favor de Su Padre era suficiente para Él!
Pero esta copa era ser hecho maldición; el Justo hecho pecado, encontrarse Él (el
cual siempre había sido en el seno del Padre el objeto de un amor infinito) desamparado
por Dios. A causa de Su temor reverente Él deseó retraerse de esto si era
posible. Pero para que nosotros escapáramos de la pena del pecado Él debía
soportarla por nosotros.
Sin embargo esta pena no fue más que una ocasión y una prueba de
perfecta sumisión y obediencia para el Salvador. Pero aun así Él dice: "No
lo que yo quiero, sino lo que tú". (Marcos 14: 36). Él sintió todo y pone todo
ante Su Padre de modo que Él pasa por todo como una prueba en perfecta sumisión
a Su Padre. Como prueba todo había terminado: la voluntad de Dios se manifestó
y la obediencia del Señor fue perfecta aunque la obra misma estaba aún por ser
llevada a cabo. Los discípulos fueron incapaces de pasar por siquiera la sombra
de la prueba y todos los hombres eran Sus enemigos. Satanás estaba allí con
todo su poder y sobre todo estaba ante Él la maldición que Él debía llevar por
el pecado. Todo era una prueba pero sometido a la voluntad de Su Padre Él le
demostró Su amor.
Se nos permite presenciar el ejercicio del corazón del Salvador y
participar en nuestra debilidad en la angustia de Su corazón aunque Él estuvo solo
en la prueba misma, — ¡qué inmensa gracia! En la obra Él debe estar
completamente solo y aquí también está solo pero con corazones adoradores
podemos ¡oír el clamor del Salvador cuando abre Su corazón al Padre acerca de
Sus padecimientos! ¡Ah, que nuestros corazones se mantengan vigilantemente atentos
por medio del Espíritu Santo a los santos suspiros del Salvador! Estamos
invitados a considerarle, a comprender lo que Él ha hecho por nosotros, a
disfrutar de los sentimientos de Su corazón humano y de Su perfección como
verdadero Hombre para con nosotros. De este modo en Juan 17 se nos permite oírle
cuando Él se presenta al Padre colocándonos en Su propia posición de favor ante
Él y de testimonio ante los hombres. Si la paz que poseemos al pertenecer a
esta nueva posición fundada en Su obra terminada es tan grande el privilegio de
escuchar Su clamor de angustia no lo es menos.
Observen ustedes con qué amables palabras el Señor reprende a Sus
discípulos. Él muestra a Pedro de la manera más amable la diferencia entre el
valor intenso cuando el enemigo no estaba presente y la incapacidad de velar
una hora con Su angustiado Maestro y Él excusa a los discípulos con palabras
amorosas, "el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es
débil". (Marcos 14: 38). Al mismo tiempo y estando rebosante de la
solemnidad del momento Él les advierte también que velen y oren para no entrar
en tentación. Nosotros nunca encontramos los padecimientos propios del Señor impidiéndole
pensar en los demás. En la cruz Él puede pensar en el ladrón como si Él mismo no
estuviera padeciendo: y también si Él no tenía tiempo para comer sin embargo
siempre tenía tiempo suficiente para anunciar la verdad a la multitud que Le
seguía; y recordemos que estando cansado y sentado junto al pozo de Jacob Su
corazón no se cansa de hablar del agua viva ni de examinar la conciencia de la
pobre samaritana. (Véase Juan 4: 1-30). Él nunca se cansó de hacer el bien y Él
es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos.
Pero el momento había llegado y también la última vez que los encuentra
durmiendo como las otras veces. Él debe experimentar esa soledad moral en que
se encontraba entre los hombres incluso en medio de Sus propios discípulos. Hay
una soledad en la que uno está completamente solo moralmente aunque otros estén
allí realmente. El traidor se acercaba; "Dormid ya", dice el Señor. Y
luego dice, "Levantaos, vamos; he aquí, se acerca el que me entrega".
El Señor debe recibir el último testimonio de la debilidad del corazón del
hombre cuando dicho corazón es abandonado a sí mismo y es endurecido por
Satanás. Judas Le traiciona con un beso, ¡tan terrible es la dureza de su
corazón! "Prendedle", dice él, "y llevadle con seguridad".
(Versículo 44). Pero el Señor que había pasado a través de todo en Su alma con
Dios está en perfecta paz ante los hombres en estas circunstancias sin par. Él
habla a la multitud que había salido a prenderle, Él Había estado con ellos
todos los días en el templo y no Le habían prendido, — pero la Escritura debía
cumplirse. El Señor desea dar testimonio de la autoridad de las Escrituras y si
éstas anunciaban Su muerte Él debía morir. Las Escrituras son la revelación de
los consejos y propósitos de Dios así como de todos Sus pensamientos. También
el Señor como hombre en la tierra las tomó como norma y motivo de todo lo que Él
hizo y dijo aunque siempre estuvo en inefable comunión con Su Padre. Ellas son
la revelación de los pensamientos de Dios para la tierra y para el hombre en la
tierra y revelan también su destino celestial y lo que las cosas celestiales
son. ¡Qué inmensa bendición es poseerlas!
Todos los discípulos Le dejan y huyen. Más tarde Pedro Le siguió de
lejos y Él fue llevado dentro del patio del sumo sacerdote. El Señor se somete
con perfecta calma; todo había sido ponderado ya en presencia de Su Padre y la
voluntad de Su Padre hizo que todo fuera sencillo para el Señor; pero nadie
podía seguirle al valle de la muerte ni resistir el poder del enemigo excepto
el propio fiel Salvador. fue la hora en que se permitió al inicuo tener poder
para que el Señor se entregara a Sí mismo en manos de los impíos por nosotros.
Los discípulos huyeron y un joven quiso seguirle pero cuanto más la voluntad se
aventura en esta senda más se ve obligada a retirarse con vergüenza. Ellos quisieron
prender al joven y él huyó desnudo. El pobre Pedro fue más allá para caer aún
más bajo aprendiendo al mismo tiempo para su propio bien lo que todos somos. Es
buena cosa pensar en la angustia del Señor ante Dios cuando Él abre todo Su
corazón a Su Padre y vemos Sus profundos padecimientos, Su perfecta calma ante
los hombres, el fruto de Su perfecta sumisión: vemos que los hombres son considerados
como nada en ello; Satanás no pudo hacer nada—, porque el Señor había tomado la
copa de manos de Su Padre. Esta es una enseñanza muy importante para nosotros.
Debemos entender que la condena del Señor fue una cosa determinada: los
jefes de los judíos sólo buscaron el medio de consumar la iniquidad y el
homicidio bajo la apariencia de justicia. Ellos buscaron testigos contra Él
para darle muerte pero estos testigos eran falsos y los propios testigos no
concordaban. Muchos estaban dispuestos a dar testimonio pero el testimonio de
ellos no sirvió de nada: el Señor debía ser condenado por Su propio testimonio.
Es penoso considerar la enemistad del corazón humano contra el Señor que nunca
había hecho nada más que el bien a los hombres; el cual había sanado a los
enfermos, dado de comer a los hambrientos, resucitado a los muertos, echado
fuera demonios y había manifestado el poder divino al hacer el bien.
Cuando el Hijo del hombre vino se manifestó el poder divino que era
suficiente para eliminar todas las consecuencias del pecado en la tierra hasta
la misma muerte; Cristo obró conforme a este poder: Él ató al hombre fuerte en
el desierto y saqueó su casa: hubo un poder en la tierra suficiente para eliminar
todos los efectos del pecado porque el poder de Dios se manifestó en bondad.
Pero esto sólo despertó la enemistad natural del corazón humano contra Él: no
hubo motivo para la muerte de Jesús, esta enemistad fue la única causa. Lo que
quitó los efectos penosos del pecado no quitó el pecado mismo del corazón del
hombre sino que manifestó lo suficiente a Dios como para despertar la enemistad
natural del corazón y así mostrar lo que este corazón es.
En Lucas también se dice que "el diablo… se apartó de él por un
tiempo" (Lucas 4: 13); pero luego él vuelve de nuevo como el príncipe de
este mundo; él no tenía nada en el Señor pero para que el mundo supiera que Él amaba
al Padre y que como el Padre Le mandó así Él hizo. (Véase Juan 14: 30-31). El
diablo pudo decir a Jesús: «Si tú perseveras
en sostener la causa de los hombres yo tengo derecho
de muerte contra ti.» De hecho la maldición de Dios
pesaba sobre ellos y el Señor debe pasar
por la muerte y beber la copa de la maldición de Dios sobre el pecado si Él ha
de liberar al hombre. Pregunta, ¿Se detuvo Él ante esta terrible pena de muerte
y la maldición? Él la sintió pero la bebió por amor a Su Padre y a nosotros y
en perfecta obediencia. Él entró en obediencia y gracia allí donde nosotros
estábamos en pecado y desobediencia; Él que no conoció pecado por nosotros fue
hecho pecado (2ª. Corintios 5: 21); el Cordero sin mancha se ofreció a Sí mismo
a Dios por nosotros.
Aquí en este capítulo 14 de Marcos encontramos al Señor como un cordero
que enmudece ante Sus trasquiladores. Él no responde la acusación de Sus
enemigos; ellos estaban allí con la intención de darle muerte y Él lo sabía y
estaba allí para dar Su vida en rescate por muchos. Él no responde las
acusaciones llenas de malicia y falsedad sino que cuando el sumo sacerdote le pregunta
si Él es el Cristo el Hijo del Bendito Él da pleno testimonio de la verdad. Él
es rechazado y crucificado por Su propio testimonio de la verdad; pero aunque Él
reconoce la verdad conforme a la pregunta del sumo sacerdote sin embargo Él no
va más allá de Su posición de Mesías entre los judíos.
Él añadió nuevamente Su testimonio de Su posición de Hijo del Hombre, posición
que Él iba a asumir en aquel momento. Nosotros hemos visto que Él había
prohibido a Sus discípulos decir que Él era el Cristo diciéndoles que el Hijo
del hombre debía padecer. Nosotros encontramos ahora el cumplimiento de esto
pues Cristo es reconocido como el Hijo de Dios según el Salmo 2 pero a partir
de este momento Él asume la nueva posición de Hijo del Hombre según el Salmo 8.
Ellos ya no verán al Cristo prometido en gracia entre ellos y rechazado como en
el Salmo 2 sino al Hijo del Hombre sentado a la diestra de Dios viniendo en las
nubes del cielo y manifestando Su poder en juicio. Estando sentado a la diestra
de Dios Él sólo espera hasta que Sus enemigos sean puestos por estrado de Sus
pies según el Salmo 110.
Nosotros Le vemos ahora en el cielo habiendo cumplido la obra que el
Padre le mandó que hiciese; Le vemos a la diestra de Dios, abolidos nuestros
pecados, esperando hasta que Sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies.
El Señor confiesa la verdad cuando una autoridad superior lo exige, Él
es la perfección absoluta, — la verdad misma. Satanás no puede hacer nada en
este caso excepto ciertamente que la evidencia de la verdad sea pronunciada por
la boca del Señor, y ser él mismo instrumento de la consumación de la obra de
redención que Dios deseó que fuese hecha. ¡Eternas gracias sean dadas a Él! En
cuanto a los hombres el Señor es considerado culpable de muerte porque Él habla
la verdad y la verdad en cuanto a la obra del amor de Dios al enviar al Hijo.
La verdad de Dios así como la persona del Hijo de Dios y Dios mismo son los
objetos del aborrecimiento del corazón del hombre; pero la verdad vino por
medio de Jesucristo y la gracia en el poder soberano y la sabiduría de Dios se
cumplió por medio de este aborrecimiento, un aborrecimiento en que el hombre se
mostró a sí mismo como un esclavo de Satanás. ¡Qué contraste entre el hombre
religioso, eclesiástico, y la verdad y la gracia de Dios!
Pero pensemos en el bendito Salvador que se somete como una oveja
silente ante Sus trasquiladores, se somete a los ultrajes que los hombres
acumulan sobre Él sin ofrecer ninguna resistencia; Él podría haber tenido doce
legiones de ángeles pero no usó Su poder. Él estaba en un estado de amor y
obediencia pacientes. Lo más doloroso para Él fue encontrarse negado por Su
discípulo y esto fue mucho más que los ultrajes acumulados sobre Él por hombres
brutales e ignorantes. Pero con independencia de cuál pudo haber sido Su padecimiento
el fracaso del débil discípulo no hizo sino atraer sobre él la mirada del Señor
para alentar su fe, sostener su confianza en Él y producir en su corazón
lágrimas de arrepentimiento en lugar de lágrimas de desesperación. Con
independencia de cuán grandes fueron los padecimientos del Señor ellos no
impidieron la acción de Su maravilloso corazón. ¡Que Su nombre sea eternamente
bendito!
Marcos 15
El Evangelio de Marcos relata muy brevemente las circunstancias de la
condena del Señor y este es un hecho importante. Tan pronto como Él ha sido
rechazado por los judíos Marcos habla de lo que sucedió ante Pilato para
relatar nuevamente lo que es necesario y para mostrar que el Señor también es
condenado aquí por el testimonio que Él dio de la verdad (aunque en realidad
fue por la malicia de los principales judíos); porque de hecho Pilato se
esforzó por ponerle en libertad pero no teniendo fuerza moral alguna y
despreciando a los judíos y todo lo que les pertenecía él entrega al Señor a la
voluntad sin conciencia de ellos. Cuando Pilato pregunta, "¿Eres tú el Rey
de los judíos?" Jesús responde, "Tú lo dices". A las acusaciones
de los sumos sacerdotes Él no responde nada: Su testimonio había sido presentado.
Pronto el Señor Jesús iba a ser una víctima. Todas estas acusaciones
eran nada y Pilato lo sabía pero los judíos debían manifestar el espíritu que
los animaba. Pilato trató de librarse de Jesús y de la dificultad mediante una
costumbre que parece haber sido introducida en aquel tiempo y que consistía en
liberar a un preso en la Pascua para complacer a los judíos. Al hacer esta
apelación al pueblo él también procuró prevenir el golpe de envidia y malicia
de los sacerdotes pero ello fue en vano pues el Señor debía sufrir y morir. Los
sacerdotes incitaron al pueblo a pedir que Barrabás fuera liberado y el Señor fuese
crucificado. Pilato intenta de nuevo salvarle pero para satisfacer al pueblo Le
entrega.
Los judíos son culpables en todo esto y obviamente el gobernador romano
debiese haber sido firme y haber actuado de manera justa y no haber dejado al
Señor expuesto al aborrecimiento de los sacerdotes; él fue descuidado y no tuvo
conciencia y despreció a un pobre judío que no tenía amigos; y también fue
importante para él satisfacer al agitado populacho. Sin embargo en el Evangelio
de Marcos todo el aborrecimiento y la animosidad contra el Señor son
encontrados en los sacerdotes pues ellos son siempre y en todas partes los
enemigos de la verdad y de Aquel mismo que personalmente es la verdad. La
resistencia de Pilato no tuvo ningún efecto pues era la voluntad de Dios que
Jesús sufriera porque para esto Él había venido y por esto Él dio Su vida en
rescate por muchos. En lo que sigue a continuación encontramos la historia de
la brutalidad del corazón del hombre que encuentra su deleite en ultrajar a los
que están entregados a su voluntad sin poder defenderse. Además el Señor debía
ser despreciado y rechazado por los hombres, tanto por judíos como por gentiles.
Esto demuestra que el hombre no tolera a Dios en Su bondad.
Además la nación judía tenía que ser humillada, — y los soldados escarnecieron
a toda la nación al escarnecer a su Rey. El Señor fue vestido de púrpura como
un rey, fue golpeado y escarnecido con pretendidos honores y luego fue llevado para
ser crucificado. Sobre la cruz estaba escrito, "EL REY DE LOS
JUDÍOS"; y el Señor también fue contado con los pecadores. Lo que aquí sale
a relucir especialmente es la humillación del rey de Israel. "El Cristo,
Rey de Israel, descienda ahora de la cruz", dicen los principales
sacerdotes, "para que veamos y creamos". (Marcos 15: 32). Los que
estaban crucificados con él Le injuriaban y sabemos que uno de ellos se
convirtió después y que él confesó que Jesús es el Señor.
Hasta el versículo 33 nosotros vemos la humillación del Señor y el
aparente triunfo del mal. El hombre en general e Israel como nación muestran su
alegría al poder deshacerse del fiel testigo de Dios de Su presencia y del
verdadero Rey de Israel; pero ellos se rebajaron al tratar de degradar al Señor
cuyo amor continuó llevando a cabo la obra que el Padre le había dado que
hiciese en medio de los ultrajes, la ceguera, la insensatez y la maldad de los
hombres y de Su pueblo Israel los cuales !lamentablemente! llenaron la medida
de su iniquidad. El amor del Salvador fue más fuerte que el odio perverso de
los hombres, — ¡bendito sea Su nombre por ello! Pero desde el versículo 33
encontramos una obra más profunda que los padecimientos externos del Señor con
independencia de cuán reales y profundos fueron para Él. Él fue dejado solo; no
hubo nadie que tuviera compasión de Él y nosotros no encontramos más que desamparo
y crueldad. Pero hay una gran diferencia entre la crueldad del hombre y el
castigo del pecado ejecutado por Dios.
A la misma hora todo el país (o tal vez toda la tierra) es cubierto con
tinieblas. Cristo está a solas con Dios, oculto de las cosas visibles para
estar enteramente con Dios. Él lleva el castigo de nuestro pecado, bebe la copa
de maldición por nosotros; Aquel que no conoció pecado por nosotros es hecho
pecado. En el Salmo 22 vemos que el Señor sintiendo plenamente la presión del
aborrecimiento y la malicia del hombre se vuelve hacia Dios; Él había previsto
lo que iba a suceder y su Sudor se había convertido, por así decirlo, en gotas
de sangre al pensar en ello. (Véase Lucas 22: 39-44). Él se dirige a Dios y le
dice, "Mas tú, Jehová, no te alejes" (Salmo 22: 19), pero para
angustia de Su alma Él es desamparado por Dios. Y Él nunca fue más valioso para
Dios, — Él, que era eternamente precioso para Él, — ¡nunca fue más valioso para
Dios que en Su obediencia perfecta! Pero esta obediencia se cumplió al ser
hecho Él por nosotros pecado. Él nunca había glorificado tanto a Su Padre en Su
justicia y en Su amor pero siendo hecho ofrenda por el pecado y sintiendo en lo
profundo de Su alma lo que Dios es contra el pecado Él llevó el castigo de
éste.
Por tanto Dios tuvo que ocultar Su rostro de Aquel que por nosotros fue
hecho pecado. Esto fue necesario para la gloria y la majestad de Dios así como
para nuestra salvación. Pero, ¿quién puede sondear la profundidad del padecimiento
del Salvador? ¡Aquel que siempre había sido el objeto del deleite del Padre es
ahora desamparado por Él! ¡Aquel que era la santidad misma se encuentra hecho
pecado ante Dios! Pero todo ha terminado y toda la voluntad de Dios acerca de
la obra que Él había dado a Jesús para que la hiciera ha sido consumada. ¡Bienaventurado
pensamiento! es que cuanto más Él ha padecido más precioso es Él para nosotros
y nosotros Le amamos al pensar en Su amor perfecto y en la perfección de Su
persona. Todo padecimiento terminó para Él en Su muerte; ¡y en Su resurrección
todo es nuevo para nosotros! Pues todos nuestros pecados han sido perdonados y
estamos con Él en la presencia de Dios y cuando Él venga seremos semejantes a
Él en gloria. Pero aunque Él murió ello no fue porque Su fuerza vital se
agotara. Él clamó a gran voz y entregó el espíritu. Todo había terminado y Él entregó
Su espíritu en las manos del Padre; realmente murió por nosotros. Se ofreció a Sí
mismo sin mancha a Dios y Dios cargó sobre Él los pecados de muchos. Él debió
morir pero nadie Le quitó la vida porque ¡Él tenía poder para ponerla y para volverla
a tomar! (Juan 10: 17, 18). Él mismo la entregó cuando todo había sido
consumado.
Entonces el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo y nosotros
vemos aquí el camino al Lugar Santísimo abierto a todos los creyentes que
estaban bajo la ley. El velo que estaba entre el Lugar Santo y el Lugar
Santísimo significaba que el hombre no podía entrar en la presencia de Dios.
(Hebreos 9). La muerte de Cristo ha abierto un camino de entrada al Lugar
Santísimo por Su sangre; Hebreos 10: 19, 20. ¡Inmensa diferencia y precioso
privilegio! Por esta sangre podemos entrar en la presencia de Dios sin temor y
tan blancos como la nieve para regocijarnos en el amor que nos ha llevado a
este lugar. Cristo ha hecho la paz por medio de la sangre de Su cruz y nos ha
llevado a Dios mismo, — Él, el justo que murió por nosotros los injustos.
Y además con una sola ofrenda Él ha perfeccionado para siempre a los que
son santificados (Hebreos 10: 14 – VM); Él no puede ofrecerse a Sí mismo de
nuevo: y si todos nuestros pecados no hubieran sido cancelados por esta única
ofrenda nunca podrían serlo pues Cristo no puede morir de nuevo. No se trata de
rociar, — pues leemos, "Sin
derramamiento de sangre no se hace remisión". (Hebreos 9: 22). El apóstol demuestra
esta solemne verdad,
diciendo: "De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces
desde el principio del mundo; pero ahora, en la consumación de los siglos, se
presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en
medio el pecado". (Hebreos 9: 26). Cuando una persona cree ella entra en
posesión de esta bendición y ha sido perfeccionada para siempre en Cristo ante
Dios: el pecado no puede ser imputado a Cristo porque Cristo que lo ha llevado
y lo ha expiado está siempre en la presencia de Dios por ella como un testigo
de que sus pecados ya han sido quitados; y que aquel que viene a Dios por medio
del Salvador es acepto en Él.
Las personas dicen, «Entonces podemos vivir
en pecado.» Esta era la objeción que se hacía al evangelio
que predicaba el apóstol Pablo y la respuesta a ella
es encontrada en Romanos
6. Si realmente nosotros tenemos fe en Cristo entonces hemos nacido de nuevo,
tenemos una nueva naturaleza, nos hemos despojado del viejo hombre y nos hemos vestido
del nuevo, estamos muertos al pecado, muertos con Cristo por medio de la fe;
crucificados con Él de modo que ya no vivimos nosotros sino que Cristo vive en
nosotros. Somos nuevas criaturas: hay una obra divina en nosotros así como una
obra para nosotros. Si Cristo es nuestra justicia Él es también nuestra vida y
entonces el Espíritu Santo es dado a nosotros y somos responsables de andar
como Cristo anduvo; pero esto no interfiere con la obra de Cristo por nosotros,
— una obra perfecta, aceptada por Dios a consecuencia de la cual Él está
sentado a la diestra de Dios como hombre en aquella gloria que Él tenía como
Hijo con el Padre antes que el mundo existiese. Antes que viniera Cristo Dios
no se mostraba y el hombre no podía entrar a Su presencia. Ahora Dios ha salido
y ha venido a nosotros en amor y el hombre ha entrado a Su presencia en Cristo conforme
a la justicia.
Entonces la conciencia del centurión habla mientras todos están a lo
lejos (versículo 39); todos son enemigos excepto los discípulos que han huido.
Pero la gran voz del Señor sin el menor signo de debilidad y el hecho de que Él
entrega el espíritu al Padre de inmediato actúan poderosamente sobre el alma de
este hombre y en el Jesús muriente él reconoce al Hijo de Dios. La obra está
consumada ahora y Dios cuida de que si Su muerte ha sido con los pecadores Él esté
con los ricos en Su sepultura, honrado y tratado con toda reverencia. Las
mujeres que Le seguían se ocuparon de Él mirándole de lejos cuando fue crucificado;
y algunas de ellas, María Magdalena y la otra María la madre de José miraron el
lugar donde fue puesto Su cuerpo en el sepulcro. Porque José de Arimatea había
ido a Pilato a pedir el cuerpo de Jesús: más valiente en Su muerte que en Su
vida. Esto sucede a menudo; la grandeza del mal obliga a la fe a manifestarse.
Pero observen ustedes bien que las mujeres tienen una posición aún más
bienaventurada; ellas Le habían seguido desde Galilea y Le habían servido con
sus bienes; y las encontramos cerca del Señor cuando Sus discípulos Le habían abandonado.
Ellas no habían sido enviadas a predicar pero la consagración de ellas al
Señor, la fidelidad y el amor constantes de ellas por Él cuando se presentaron
los peligros resplandecen en la historia del Señor. Nosotros encontramos otra
prueba de que el Señor entregó Su vida y que no Le fue quitada en que Pilato se
sorprendió de que Él ya hubiese muerto, y en que hizo venir al centurión para
asegurarse del hecho. Cuando él lo supo entregó el cuerpo a José quien lo puso
en su propio sepulcro nuevo hasta que pasara el día de reposo.
Marcos 16
En Marcos la historia de la resurrección es muy breve y sencilla. No hay
duda alguna de que más de un grupo de aquellas mujeres que seguían al Señor
visitaron el sepulcro uno tras otro. Está claro que María Magdalena llegó antes
que las demás y que la otra María y Salomé estuvieron juntas; luego vinieron
las demás. Cada Evangelio nos presenta lo que es necesario para nuestra fe y hacen
eso según la enseñanza especial que Dios desea que sea presentada en aquel
Evangelio. Por ejemplo, en el Evangelio de Juan tenemos la historia de María
Magdalena y esa hermosa historia se adecúa a la doctrina de ese Evangelio. El
versículo 9 de este capítulo 16 de Marcos habla también de ello; según Juan ella
vino cuando todavía estaba oscuro (Juan 20: 1) y aquí en Marcos la vemos a la
salida del sol. (Marcos 16: 1, 2). Otras mujeres habían comprado especias para
embalsamar al Señor; tal vez ya habían comprado algunas antes que comenzara el día
de reposo para poder reposar durante dicho día; y ciertamente después que
terminara el día de reposo, es decir, las seis de la tarde, ellas esperaron
hasta la mañana del primer día de la semana para embalsamarle.
Pero cuando María Magdalena llegó al sepulcro la piedra que era muy
grande ya había sido removida de su entrada por un ángel descendido del cielo y
el Señor ya no estaba allí. Él había resucitado en divino poder, en perfecta
calma; todos los lienzos o mortajas habían sido dejados en buen orden en el
sepulcro. Lo que Dios hizo para despertar la atención de los hombres está
relatado en Mateo 28: 2-4; pero Jesús no estaba allí. La gran piedra no
presentó ningún obstáculo para la salida del Señor; el poder divino que Le
resucitó de los muertos y el cuerpo espiritual que entonces Él poseía hicieron
que Él desapareciera del sepulcro.
Marcos habla sólo de la primera visita de María Magdalena al sepulcro en
el versículo 9; en el versículo 1 se habla de la otra María y de Salomé. María
Magdalena ya se había ido del sepulcro para anunciar a Pedro y a Juan el hecho
de que el sepulcro estaba vacío. Éstas dos entran en el sepulcro encontrando la
piedra removida de su entrada; encuentran un ángel sentado al lado derecho del
lugar donde habían puesto a Jesús el cual anima a estas tímidas pero fieles
mujeres diciendo, "No os asustéis; buscáis a Jesús… no está aquí", y
luego les muestra el lugar donde Él había estado. Es bienaventurado ver la
bondad de Dios pues todavía había algo de incredulidad en las mujeres porque ellas
debiesen haber comprendido que Jesús había resucitado ya que el ángel les había
dicho eso. Pero esto era demasiado para la fe de ellas; creían en Su persona y
en que Él era el Hijo de Dios pero Su resurrección era todavía una verdad
demasiado gloriosa para la fe de ellas. El corazón de ellas era sincero pero ellas
buscaban a los vivos entre los muertos y aquí la gracia de Dios llena de
compasión las reconforta.
Estas mujeres no encontraron a Jesús muerto sino el testimonio bienaventurado
de que el amado Salvador estaba vivo. Ellas son hechas mensajeras a los
discípulos de la palabra del Señor dicha por el ángel. Es la consagración del
corazón al Señor lo que trae luz y entendimiento al alma si la verdad y el
propio Jesús son buscados. María Magdalena muestra más consagración de corazón a
Cristo que las demás y ese es el motivo por el cual ella es vista en el
sepulcro a la salida del sol y es la primera de todas ellas en ver al Señor.
Además se le confía un mensaje más excelente pues ella debió ir a los propios
apóstoles para anunciarles nuestra más excelente posición, nuestro más elevado
privilegio. En el evangelio de Juan el Señor dice a María Magdalena, "Diles: Subo a mi Padre y a
vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios". (Juan 20: 17). Los discípulos
son llamados aquí por primera vez hermanos de Cristo, hermanos del Cristo
resucitado. Su Dios es nuestro Dios; Su Padre es nuestro Padre.
Aunque honradas por el Señor estas mujeres no tienen todavía un
privilegio tan grande pero les es confiado otro mensaje. El Cristo resucitado
asume dos caracteres, a saber, Su relación con el remanente de Israel y Su
nueva posición de Hombre glorificado ante el Padre. En la primera relación Él se
presenta a Sus discípulos en Galilea donde solía estar con ellos habitualmente;
en la segunda relación Él asciende al cielo desde Betania. La misión de los
discípulos también es diferente. Mateo nos presenta lo primero y en
consecuencia nosotros no encontramos allí la historia de la ascensión; Lucas
nos presenta lo segundo donde el Señor asciende y es recibido en el cielo. El
mensaje a los discípulos es dado a María y a Salomé: se les manda que no salgan
de Galilea. Lo que ocurrió allí no es contado aquí: las mujeres se van
asustadas.
A continuación este Evangelio presenta un resumen de la otra parte de la
historia de Jesús resucitado, a saber, de lo que se encuentra en los Evangelios
de Juan y Lucas; el caso de María Magdalena, y el de los dos discípulos que iban
a Emaús; y después de eso presenta la misión general de los apóstoles que
debían ir a predicar a todo el mundo. Todo aquel que creyera y confesara
públicamente a Cristo sería salvo. Los milagros serían llevados a cabo no sólo
por los apóstoles sino también por aquellos que creyeran por medio de ellos y mediante
los prodigios que realizarían ellos manifestarían el poder de Aquel en quien
creían.
Finalmente el Señor es recibido arriba en el cielo y se sienta a la diestra
de Dios. Los apóstoles salen a predicar en el mundo y el Señor les ayuda
confirmando la palabra con las señales que la seguían. La salvación dependía de
la fe y de la confesión de Cristo y cuando la palabra había sido plantada el Señor
daba testimonio de Su verdad con señales poderosas; esto facilitaba la fe y
dejaba a los incrédulos sin excusa.
J. N.
Darby
Traducido del Inglés por: B.R.C.O. – Septiembre/Octubre 2022
Otras versiones de La Biblia usadas en esta traducción:
RV1977 = Versión Reina-Valera Revisión 1977 (Publicada por Editorial Clie).
VM = Versión Moderna, traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión 1929
(Publicada por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza).