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EVANGELIO DE MARCOS (comentario expositivo de J. N. Darby) - Capítulo 9

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Evangelio de Marcos

 

J. N. Darby

 

Escritos Compilados, Volumen 24, Expositivo

 

Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RV60) excepto en los lugares en que además de las comillas dobles ("") se indican otras versiones mediante abreviaciones que pueden ser consultadas al final del escrito.

 

CAPÍTULO 9

 

El Señor encuentra la ocasión de manifestar esta gloria personal Suya para establecer la fe de los discípulos y también para mostrar que Su presencia en gracia como Mesías en medio de Israel pronto iba a llegar a su fin; y que la nueva gloria del Hijo del Hombre con los suyos pronto iba a ser inaugurada aunque sería necesario esperar el momento en que todos los coherederos fuesen reunidos. "De cierto os digo", dice el Señor, "que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte hasta que hayan visto el reino de Dios venido con poder". (Marcos 9: 1). Seis días después el Señor subió a un monte con Pedro, Jacobo y Juan y Él se transfiguró ante ellos; Sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, como la nieve y Elías y Moisés aparecieron con Él glorificados de igual manera hablando con Él. Nosotros sabemos que esta aparición fue la manifestación del glorioso reinado de Cristo sobre la tierra.

 

En 2ª Pedro 1: 16 nosotros leemos, "Porque no os hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad. Pues cuando él recibió de Dios Padre honra y gloria, le fue enviada desde la magnífica gloria una voz que decía: Este es mi Hijo amado, en el cual tengo complacencia. Y nosotros oímos esta voz enviada del cielo, cuando estábamos con él en el monte santo". Estas son las palabras del apóstol Pedro cuando relata lo que le sucedió cuando vio la maravillosa visión del monte de la transfiguración. De la lectura de esto nos enteramos lo que es el reino en cuanto a su manifestación en la tierra pues ellos estaban en la tierra. La nube de luz que los cubrió era la morada del Padre desde donde procedió la voz y en la que según Lucas ellos habían entrado. (Véase Lucas 9: 28-36).

 

Qué privilegio fue para pobres mortales, para pecadores, haber podido contemplar al Hijo de Dios en gloria y haber sido manifestados con Él en la misma gloria en la tierra; ser Sus compañeros, conversar con Él; poseer el testimonio de que ellos han sido amados como Él ha sido amado (Juan 17: 23); estar con Él y como Él en todo como Hombre para Su propia gloria; ¡maravillosa demostración del valor de la redención que Él ha consumado! Y cuanto más cerca estaremos de Él más Le adoraremos estando con Él cuando estaremos en la casa del Padre. Pero nuestro evangelista no habla aquí de la entrada de ellos en la nube y sin embargo comparando esto con Lucas 9 encontramos que aun así es cierto que ellos entraron en la nube de la que salió la voz del Padre.

 

Fue según el consejo de Dios que estemos con Cristo, el segundo Hombre, el postrer Adán, y en la misma gloria con Él. Nosotros hemos sido predestinados a ser hechos conforme a la imagen de Su Hijo para que Él sea el primogénito entre muchos hermanos. (Romanos 8: 29). Para ello Él se hizo hombre: pues tanto el que santifica y los que son santificados de uno son todos; por este motivo Él no se avergüenza de llamarnos hermanos. (Hebreos 2: 11). Porque, ¿qué sería un Redentor sin Sus redimidos? Muy ciertamente es algo mucho mejor ser un compañero del Señor Jesús en la casa del Padre que ser coheredero de Su gloria ante el mundo; y sin embargo tanto lo uno como lo otro son maravillosos para pobres criaturas como nosotros. Elías y Moisés están en la misma gloria y nosotros seremos semejantes a Él cuando Él sea manifestado. (1ª. Juan 3: 2).

 

Pero la gloria personal del Señor es mantenida siempre; Pedro quiere hacer tres enramadas situando a Cristo en igualdad de condiciones con Moisés y Elías, — como tres grandes personajes de la historia de Israel. Pero Moisés y Elías desaparecen inmediatamente y la voz del Padre reconoce a Jesús como Su Hijo amado; y es el testimonio de Jesús el que debemos oír. Todo lo que dijeron Moisés y Elías es la verdad, la palabra de Dios, y por medio de ellos nosotros nos enteramos de los pensamientos de Dios; pero ellos dan testimonio de Cristo en sus escritos, no lo dan juntamente con Él. Es sólo de Él que nosotros nos enteramos plenamente de la voluntad de Dios y de Su verdad plenamente revelada. Jesús es la verdad y la gracia y la verdad vinieron por medio de Él. La muerte de Cristo, Su resurrección y la consumada redención han puesto todo sobre un nuevo fundamento para los hombres.

 

Los creyentes que vivieron antes de la venida del Señor creyeron en las promesas y profecías que anunciaban Su llegada y fueron aceptados por la fe; y los pecados cometidos por ellos durante el tiempo de la paciencia de Dios y que Él soportó porque sabía lo que Él haría más adelante son perdonados y la justicia de Dios al perdonarlos es manifestada ahora que Cristo ha muerto. Pero ahora la justicia de Dios ha sido manifestada y el poder de la vida divina es proclamada en la resurrección de Jesucristo. Todo es nuevo en nuestra relación con Dios ya que el velo se ha rasgado y nosotros entramos libremente en el Lugar Santísimo. "Ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas". (Romanos 3: 21). Contemplen ustedes a Moisés y a Elías pero la gloria en la que aparecieron tanto Moisés como Elías no es el fruto de la ley ni de los profetas sino de la obra de Jesucristo y uno puede poseerla solamente en el estado de resurrección. La resurrección del Señor fue también absolutamente necesaria como siendo el poder de vida más allá de la muerte y como prueba de que Dios había aceptado la muerte de Cristo como respuesta a la cuestión del pecado. La gloria pertenecía a otro mundo y fue obtenida para los que creen por medio del sacrificio de Cristo el Hijo de Dios aunque esto debía ser consumado en este mundo. Por lo tanto ella pertenece al estado en que Cristo, el segundo Adán, ha entrado por la resurrección y se basa en la redención consumada.

 

Por consiguiente, aunque esto fue muy adecuado para fortalecer la fe y aumentar el entendimiento de estos tres que serían columnas de la futura iglesia, no se debía hablar de ello antes de la resurrección del Señor y Jesús prohibió a los discípulos contar las cosas que habían visto hasta que el Hijo del Hombre resucitara de los muertos. Observen ustedes la actitud de los discípulos, "Y guardaron la palabra entre sí, discutiendo qué sería aquello de resucitar de los muertos". (Marcos 9: 10). Verdaderamente esto arroja una nueva luz sobre la resurrección. Cristo resucitó solo de entre los muertos y dejó a todos los demás en la tumba y Su resurrección es una demostración de que el Dios de justicia ha aceptado Su obra, —Su sacrificio, — como una satisfacción plena y cabal dada a Su justicia y a Su santidad y el hombre que cree en Él es aceptado conforme al valor del sacrificio de Cristo.

 

La resurrección de los fieles también tiene lugar porque Dios está plenamente satisfecho en cuanto a ellos debido a la obra de Cristo. Sólo éstos serán resucitados cuando venga el Señor para estar ellos eternamente con Él. Todos los discípulos creían en la resurrección de los muertos habiendo sido enseñados así por los fariseos y ellos no eran como los saduceos sino que creían que todos los judíos serían resucitados a la vez y no entendían el significado de una resurrección que separaría a los buenos de los malos y dejaría a estos últimos por un tiempo determinado. Cristo es las primicias de la resurrección de los santos, no de la resurrección de los inicuos. Los que son de Cristo resucitarán en su venida y el cuerpo del estado de humillación de ellos será transformado y hecho semejante a Su cuerpo glorioso. (Filipenses 3: 21). Hay muchos cristianos que al igual que los discípulos no entienden las palabras del Señor. Uno encuentra muchos cristianos que tienen una fe como la de los fariseos pues ellos creen ciertamente que habrá una resurrección y como Marta creen que todos resucitarán en el día postrero. (Juan 11: 23, 24). La única diferencia es que Marta y los judíos creían en la resurrección de los judíos solamente y estos cristianos creen en una resurrección en que buenos y malos serán resucitados juntos.

 

Es muy cierto que todos resucitarán pero la verdadera fe en Cristo (tome nota querido lector), la fe verdadera hace ya la distinción. El incrédulo permanece en sus pecados y resucitará para juicio y el creyente verdadero resucitará para la resurrección de vida; él resucitará (como encontramos en 1ª Corintios 15) en gloria. (1ª Corintios 15: 43). Cuando el Señor venga transformará el cuerpo de nuestra humillación y lo hará semejante a Su cuerpo glorioso. Cristo es las primicias de la resurrección pero ciertamente no de la resurrección de los malos pues en ninguna parte de la Palabra encontramos una resurrección común de buenos y malos: sino que encontramos en Lucas 14: 14, una resurrección de los justos y además leemos (Lucas 20: 35) "los que fueren tenidos por dignos de alcanzar aquel siglo y la resurrección de entre los muertos". Por tanto nosotros encontramos expresamente en 1ª Corintios 15, "Cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida".

 

Así también en 1ª Tesalonicenses 4 leemos, "Los muertos en Cristo resucitarán primero": siempre es así. Las personas citan Mateo 25 pero lo que está escrito en ese capítulo no se trata de la resurrección ni de cuerpos resucitados; no se trata de un juicio universal sino de un juicio de los gentiles que están en la tierra, de aquellos a quienes el evangelio eterno de Apocalipsis 14 había sido enviado al final de la era. No hay en Mateo 25  dos clases solamente sino tres: las ovejas, los cabritos y los hermanos del Juez. El principio sobre el que se ejecuta juicio aquí no es el principio de un juicio universal. Es sólo según la manera en que ellos han recibido y estimado a los hermanos del Juez, es decir, a los mensajeros del evangelio eterno llamado en Mateo 24: 14, "este evangelio del reino".

 

Los principios del juicio general de las naciones son explicados en Romanos capítulos 1 y 2 y estos son muy diferentes. Yo hablo de Mateo 25 porque es el único pasaje que es citado como respuesta al testimonio uniforme de las Escrituras Santas en cuanto a una resurrección distinta de los creyentes según la declaración de Juan 5: 24: "De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna, y no viene a juicio, mas ha pasado de muerte a vida". (Juan 5: 24 – NTVHA). Todos nosotros compareceremos ante el tribunal de Cristo, ciertamente, y cada uno dará cuenta de sí mismo a Dios. Pero cuando los creyentes estén ante el tribunal de Cristo ya habrán sido glorificados, habrán resucitados en gloria, y habrán sido hechos semejantes a la gloria de Cristo como hombre. "Cuando [Él] aparezca seremos semejantes a Él" (1a. Juan 3: 2 – NC), — y es por esto que "todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro". (1ª. Juan 3: 3).

 

La primera venida de Cristo quitó el pecado en lo que respecta al juicio; y para los creyentes aparecerá la segunda vez para perfecta salvación, para tomarlos a Sí mismo, para glorificarlos. (Juan 14: 1-3). Sus espíritus están con Él en el cielo mientras ellos esperan esta hora pues la resurrección de sus cuerpos tendrá lugar cuando Él regrese y entonces todos estaremos para siempre con el Señor. Sin embargo cuando seamos glorificados daremos cuenta de todo y sabremos como hemos sido conocidos. Por consiguiente hay una resurrección de los muertos.

 

La dificultad de la que hablaban los escribas (que Elías debía venir antes que el Mesías) se presenta a los discípulos. Ahora bien, los escribas todavía ejercían una gran influencia sobre los discípulos. Y en verdad esto va a ser encontrado en la profecía de Malaquías y ciertamente se cumplirá antes de la venida del Señor en gloria con independencia de cuál sea la manera de cumplimiento. Pero Él vino primero en humillación y oculto, por así decirlo, en cuanto a su gloria externa; Él entró por la puerta como el pastor de las ovejas a fin de que viendo la fe a través de la oscuridad de Su posición y de Su vida diaria ella pudiera discernir no meramente a un Mesías venido a Israel según las promesas sino el amor y el poder de Dios mismo, — y pudiera dicha fe encontrarse en la presencia de Su santidad.

 

Los judíos habrían recibido con gozo a un Mesías que los liberara del yugo romano pero la presencia de Dios es insoportable para los hombres incluso cuando Él aparece entre ellos con bondad. El Señor alude a la venida que es aún futura cuando dice en Mateo 10: 23: "De cierto os digo, que no acabaréis de recorrer todas las ciudades de Israel, antes que venga el Hijo del Hombre". Pero Él aparece ahora en humildad, hecho un poco menor que los ángeles para el padecimiento de la muerte, es decir, para poder padecer. Así también Juan el Bautista viene con el espíritu y el poder de Elías según Isaías 11 y Malaquías 3 para preparar el camino del Señor. Así responde el Señor, a saber, Juan debe venir, los escribas tienen razón; Juan vendrá y restaurará todas las cosas. Pero también era necesario que el Hijo del Hombre padeciera y que fuera totalmente despreciado. "Pero os digo que Elías ya vino, y le hicieron todo lo que quisieron".

 

Pero si el Señor se manifestó en Su gloria ante los ojos de los discípulos en la transfiguración Él se ocupa ahora de la miseria de la tierra y lo que aconteció es muy notable por la exhibición de Su paciencia y de los modos de obrar de Dios. Cuando Él desciende del monte encontró una gran multitud y a los escribas discutiendo con Sus discípulos. Es bienaventurado notar que si el Señor es reconocido como Hijo de Dios y que Él será manifestado en gloria y nosotros con Él, sin embargo Él desciende a este mundo, — tal como lo hace todavía por medio de Su Espíritu, — y afronta la multitud y el poder de Satanás por nosotros y además (es bueno que lo notemos) Él habla tan íntimamente con Sus discípulos como lo hace con Moisés y Elías. ¡Oh cuán grande es Su gracia! Pero el ejercicio de esta gracia desarrolla la posición y el estado del hombre y de los discípulos.

 

Un pobre padre ha recurrido al Señor por su sufriente hijo que está poseído por un espíritu malo y no puede hablar. Él dice al Señor que lo había llevado a los discípulos y que ellos no pudieron echar fuera el espíritu inmundo. Esta es la posición de ellos; no sólo el Señor encuentra incredulidad sino que aunque el poder divino está en la tierra los creyentes ni siquiera saben cómo utilizarlo; entonces era en vano que el Señor estuviera presente en el mundo. Él podía obrar milagros pero el hombre no sabía cómo beneficiarse mediante esto o cómo utilizarlos por medio de la fe. Era una generación sin fe y Él no podía quedarse aquí abajo. No fue la presencia o el poder de los demonios lo que Le alejó pues en realidad fue esto lo que Le trajo aquí abajo; pero cuando los Suyos no saben cómo beneficiarse mediante el poder y la bendición que Él ha traído al mundo y que ha puesto en medio de ellos, la época caracterizada por estos dones debía estar llegando a su fin. Y esto no porque hay incredulidad en el mundo sino porque los Suyos no pueden darse cuenta del poder puesto a disposición de ellos; y en consecuencia el testimonio de Dios se arruina destruido en lugar de ser establecido ya que los seguidores de este testimonio afrontan el poder del enemigo y no pueden hacer nada, — el enemigo es demasiado fuerte para ellos.

 

"¡Oh generación incrédula!", dice el Señor, "Hasta cuándo he de estar con vosotros? ¿Hasta cuándo os he de soportar?" Su servicio en la tierra había terminado. Pero vean ustedes la paciencia y la bondad del Señor; Él no puede negarse a Sí mismo. Todo el tiempo que está aquí abajo en la tierra Él obra según Su poder y Su gracia y eso no obstante la incredulidad de los Suyos. Él termina la frase en la que reprende la incredulidad de ellos de esta manera, — "Traédmelo". Por pequeña que sea la fe nunca es dejada sin respuesta por parte del Señor. ¡Qué consuelo! con independencia de cuál sea la incredulidad no sólo del mundo sino de los cristianos, — si sólo una solitaria persona quedara en el mundo que tuviera fe en la bondad y en el poder del Señor Jesús ella no podría acudir a Él con una necesidad real y una creencia sencilla sin encontrar Su corazón dispuesto y Su poder suficiente.

 

La iglesia puede estar en ruinas como lo estaba Israel pero su Cabeza es suficiente para todo pues conoce el estado de los Suyos y no dejará de suplir sus necesidades. El estado del niño era muy peligroso y el diablo lo había poseído desde su infancia. La fe del padre era débil pero sincera y le dice al Señor: "Si puedes hacer algo, ten misericordia de nosotros, y ayúdanos". La respuesta del Señor es notable: "Si puedes creer, al que cree todo le es posible". El poder se conecta con la fe; la dificultad no está en el poder de Cristo sino en la credulidad del hombre pues todo era posible si él podía creer. Este es un principio importante y es que el poder de Cristo nunca deja de llevar a cabo todo lo que es bueno para el hombre y ¡lamentablemente! la fe para beneficiarnos puede estar faltando en nosotros. Sin embargo el Señor está lleno de benignidad y el pobre padre dice con lágrimas: "Creo; ayuda mi incredulidad", y estas son palabras sinceras de un corazón conmovido en el que el Señor ya había despertado la fe. Fue la ansiedad por su hijo lo que debilitó esta fe.

 

Ahora bien,  evitando el Señor la vana curiosidad de la gente y pensando más bien en las necesidades del padre y del hijo manda con autoridad al espíritu inmundo que salga y no vuelva a entrar en el niño. Y él sale del niño mostrando al mismo tiempo su poder (sacudiendo al niño con violencia y dejándolo como muerto) pero absolutamente sometido a la autoridad del Señor. Es muy hermoso ver que al salir el Señor de la gloria fue al encuentro de la incredulidad del mundo y de los Suyos y de la debilidad de la fe de los que tienen necesidad de ella y eso también en presencia del gran poder del enemigo. El Señor no se mantiene a distancia de nosotros sino que participa en nuestros pesares, alienta nuestra débil fe y con una sola palabra ahuyenta todo el poder del enemigo. Ni Su propio estado glorioso ni la incredulidad del mundo que Le rechazaba Le impidieron ser el refugio y el remedio para la fe más pobre. Él se interesa por nosotros, piensa en nosotros y nos ayuda.

 

Aunque el Señor está situado en la gloria conforme a Sus derechos éstos derechos no debilitan Su amor por la pobre humanidad. Pero nosotros encontramos de nuevo una importante lección al final de esta historia. La fe vigorosa que obra (ya sean los milagros que ocurrieron en aquel tiempo o las grandes cosas del reino de Dios) es sostenida mediante la comunión íntima con Dios, mediante oración y ayuno. El corazón sale de la presencia de Dios para ahuyentar el poder del enemigo; pero con independencia de cuál es la gracia del Señor y con independencia de Su poder una obra mayor tenía que ser llevada a cabo, una gran obra para el propio Señor, una obra de la que sólo Él era capaz, — una obra difícil de aprender para el corazón del hombre, por cierto, pero absolutamente necesaria para la gloria de Dios y para nuestra redención y salvación, una lección que uno debe aprender para andar en las sendas del Señor. Esta es la obra de la cruz y la saludable lección que nos enseña es ésta, — a saber, que nosotros debemos llevar nuestra propia cruz.

 

Ahora que la gloria futura, la gloria del reino ha sido revelada; — ahora que el Señor ha manifestado Su poder y Su perfecta bondad a pesar de la incredulidad del mundo, y después de Su partida luego de haber sido rechazado por el mundo, — Él lleva a Sus discípulos aparte pasando por Galilea para hacerles comprender que el Hijo del Hombre sería entregado en manos de hombres que Le darían muerte. Él habla de Su título de Hijo del Hombre porque Él ya no podía permanecer en la tierra como el Mesías prometido sino que debía llevar a cabo la obra de la redención. Sin embargo después de que fuese condenado a muerte Él resucitaría al tercer día. He aquí entonces la redención consumada y todo hecho nuevo: el hombre es puesto en una posición totalmente nueva, al menos el creyente en Jesús.

 

El hombre resucitado no está en la misma posición en que estaba Adán en su inocencia. Yo no hablo ahora de los perdidos aunque ello es cierto para ellos pero eso es una cosa muy diferente. Adán estaba en la bendición natural de una criatura pero su fidelidad fue puesta a prueba, una prueba en la que él fracasó. Es muy cierto que el pecador no está en la condición del redimido pero en el caso de Adán todo dependía de su responsabilidad. En Cristo resucitado el Hombre había sido plenamente probado y había demostrado ser perfecto, probado incluso hasta la muerte donde Él glorificó a Dios mismo. Además Él llevó nuestros pecados y los quitó para siempre; Él se sometió a la muerte pero la venció y salió de ella; Él soportó el golpe del juicio de Dios contra el pecado. Satanás ya había empleado todo su poder como príncipe de este mundo en la muerte de Jesús aunque no fue posible que Él fuese retenido por la muerte de modo que en lugar de estar bajo la prueba en la que Él se había colocado en Su amor por nosotros y para glorificar a Su Padre, Jesús resucitado (y nosotros resucitados en Él por medio de la fe y por la esperanza que inspira el Espíritu Santo que nos une a Jesús) está fuera del alcance de todas estas cosas.

 

La muerte a la que Adán se sometió por el pecado ha sido vencida, nuestros pecados han sido abolidos ante Dios y hemos sido perfeccionados para siempre en cuanto a nuestra conciencia (Hebreos 10: 14); un nuevo estado de vida ha comenzado para nosotros, una vida enteramente nueva y celestial; y la gloria celestial al final ya hecha realidad para Cristo allí donde Él estaba con el Padre antes de la fundación del mundo. "Como él es", dice Juan, "así somos nosotros en este mundo" (es decir, como en presencia del juicio de Dios) (1ª. Juan 4: 17), — y esperamos la resurrección del cuerpo. Pero la posición de Cristo como hombre glorificado es el fruto de haber Él glorificado plenamente a Dios, y nosotros compartiendo Su vida por la operación del Espíritu Santo participamos del fruto de Su obra ya en este tiempo actual en cuanto a nuestra posición ante Dios y más tarde seremos perfectamente semejantes a Él. El estado de Adán cuando era inocente era feliz pero ello dependía de su obediencia. El estado de Cristo como hombre es el fruto de una obediencia perfectamente completa después de haber sido probada hasta el punto de beber la copa de la muerte y de la maldición cuando Él por nosotros fue hecho pecado. (2ª Corintios 5: 21).

 

El primer estado mencionado estaba expuesto al cambio y la ruina completa llegó por la caída; el otro estado permanece inmutable pues está establecido sobre una obra que nunca puede perder su valor. Al participar en la vida de Jesús nosotros ya estamos introducidos en las relaciones en las que Él nos introduce con el Padre. "Subo", dijo Él después de Su resurrección, "a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios". (Juan 20: 17). Sólo que para consumar todo esto fue necesario que Él pasara por la muerte, que cargara la cruz para beber el cáliz que Su Padre le había dado. Él compromete a los Suyos con la cruz en aquel entonces y les enseña a esperarla. Pero ¡qué cosa es el hombre! Nos enteramos de ello en lo que sigue a continuación.

 

Teniendo el Señor conciencia de Su gloria en la que el Padre Le había reconocido hacía poco como Su Hijo amado, y sabiendo al mismo tiempo que esta gloria hacía absolutamente necesaria la cruz para llevar a muchos hijos a la gloria, Él habla de ella a Sus discípulos e insiste en que será necesario que ellos la lleven. Esa era la senda de la gloria de la cual Su muerte era el fundamento. El corazón del Señor estaba lleno del pensamiento de los padecimientos que la acompañaban, de la copa que Él tenía que beber y de la necesidad de que Sus discípulos comprendieran esta senda y tomaran su cruz. Pero, ¿de qué estaban llenos los corazones de los discípulos? Ellos estaban pensando acerca de quién de ellos sería el mayor. ¡Lamentablemente cuán incapaz es nuestro corazón de recibir los pensamientos de Dios y de pensar en un Salvador humillado hasta la muerte por nosotros! Es cierto que el Espíritu de Dios pone aquí en contraste el reinado del Mesías que los judíos esperaban y el glorioso reinado celestial que el Señor estaba estableciendo y para el cual Su muerte era necesaria; pero el contraste sale a relucir así de manera vehemente en el corazón del hombre. A él le gustaría ser grande en un reino establecido según la gloria y el poder del hombre y él estima como algo que es bueno el hecho de que Dios condescienda a esto, — pero que Su gloria haya de ser moralmente exaltada y establecida y la vana gloria del hombre reducida a nada manifestando lo que el hombre es; y que el amor, la santidad y la justicia de Dios sean sacados a la luz, — todo esto es lo que el hombre no busca ni desea; y cuando el corazón del Señor que está lleno de estas solemnes verdades y de los padecimientos por los que necesariamente debe pasar para consumarlas Él habla de ellos a Sus discípulos mientras éstos últimos disputan acerca de quién será el mayor. ¡Qué pobre y miserable es el corazón del hombre!

 

Qué incapacidad para comprender los pensamientos de Dios y para sentir la ternura y la fidelidad del corazón de Jesús y los pensamientos que pasan a través de él; tenemos el amor divino manifestándose en el corazón de un Hombre y como Hombre en medio de los hombres en los que es encontrada una incapacidad moral para entrar en Sus pensamientos; pero esto abre al mismo tiempo camino a la manifestación de nuestros pensamientos que están en pleno contraste con los de Jesús. Que Dios nos conceda en Su gracia mantener la carne tan enteramente sujeta que el Espíritu Santo pueda ser la fuente de todos nuestros pensamientos y de los movimientos de nuestros corazones. Sin embargo la conciencia no guarda silencio si la palabra del Señor nos toca y nosotros bien sabemos que el deseo de vana gloria es algo malo, que ello no es idóneo para Cristo, para Aquel que habla, y nos avergonzamos. Los discípulos permanecen en silencio porque la conciencia de ellos habla.

 

Ahora bien, el amor paciente del Señor se dispone a enseñarles; Él se sienta (versículo 35) y llama a los doce: Él Siempre piensa en nosotros. Luego Él enseña varios principios en los que vemos las consecuencias de la oposición del mundo a Cristo y la introducción de una nueva relación con Dios en Cristo resucitado pero estos principios requieren alguna explicación. El asunto importante aquí, el fundamento de todas las exhortaciones del Señor y de todo lo que Él dice es éste, a saber, que la gloria del reino venidero ha sido revelada y con esta revelación viene la cruz. La cruz es el final de todas las relaciones entre Dios e Israel y de hecho entre Dios y el hombre, excepto ciertamente la relación de gracia soberana y el principio de una relación nueva y celestial por medio de la fe. Pero Cristo, el Mesías según las promesas en Israel, Dios manifestado en carne, la última esperanza para el hombre tal como era en la tierra fue rechazado. La relación entre Dios y el hombre se quebrantó. ¿Podría uno buscar gloria en una tierra de este tipo? ¿Qué clase de disposición es adecuada para un discípulo de Cristo? La disposición adecuada es la humildad pues, "Si alguno quiere ser el primero, será el postrero de todos, y el servidor de todos". Luego Él toma a un niño y declara que el que recibe en Su nombre a un niño como aquel recibe a Cristo; y que el que recibe a Cristo recibe al Padre que Le envió. El nombre de Cristo es la piedra de toque, la única cosa en la tierra realmente grande por medio de la fe.

 

Luego encontramos una reprensión para una cosa que en sí misma era amor aunque amor áspero y tosco pero que se viste de formas muy engañosas y que parece considerar la gloria de Cristo; porque el amor en sí mismo no es parejo: y está bastante dispuesto a mantener la gloria del nombre de Cristo si aquel amor puede unirse a esta gloria. Leemos, "Hemos visto a uno que en tu nombre echaba fuera demonios, pero él no nos sigue; y se lo prohibimos, porque no nos seguía". Vean ustedes aquí que las palabras, "no nos sigue", delatan el más sutil amor al yo: sutil, es cierto, pero no obstante peligroso. Pero la respuesta del Señor muestra cuán absoluto es Su rechazo: "El que no es contra nosotros, por nosotros es", porque todo el mundo en su estado natural estaba contra Cristo y sigue estando contra Él; y nadie podía hacer milagros en Su nombre y al mismo tiempo hablar mal o livianamente de Él. El nombre de Cristo lo es todo. Evitemos esta miserable actitud, "no nos sigue", y aferrémonos a Cristo.

 

El versículo 41 muestra de qué manera el nombre de Cristo lo es todo en un mundo que Le ha rechazado.

 

¡Pero qué testimonio del estado del hombre y de su oposición interna a Dios revelado en Cristo! Si alguno no estaba en contra de Él estaba a favor de Él, de lo contrario él era completamente enemigo de Dios. Algunas importantes consecuencias tienen su origen en este estado y en primer lugar es que la más mínima manifestación de amor por Él, manifestación que tenía interés en Él, teniendo presente el poder de Su nombre , no sería olvidada ante Dios. ¡Qué retrato del estado de cosas y de la paciencia de Cristo el cual se humilló incluso hasta ser rechazado y despreciado y sin embargo no olvida la más ínfima muestra de afecto por Él y de deseo por Su gloria! Vemos ahora otra consecuencia de esta posición. El Señor no desea que un pequeñito que cree en Él sea despreciado pues Él estima a estos porque sus corazones reconocen Su nombre, creen en Él y por eso ellos tienen un gran valor ante Dios. Ay de aquel que los desprecia y pone una piedra de tropiezo delante de sus pies; habría sido mejor que ese hombre se hubiese ahogado en la profundidad del mar. Sin embargo en lo que respecta a ellos mismos todo depende de la fidelidad de Cristo y por ello es necesario que ellos se liberen de todas las cosas que tienden a separar de Cristo, que conducen al pecado y que provocan apostasía en el corazón así como apostasía exterior. Yo creo que Dios guardará a los Suyos pero los guardará haciéndolos obedientes a Su palabra.

 

Con independencia de lo mucho que nos puede costar, si es un ojo el que nos fuere una ocasión de caer debemos sacarlo; si es una mano debemos cortarla; en una palabra, debemos prescindir de la cosa más valiosa posible pues es mejor una eternidad de bienaventuranza con Cristo que mantener una mano derecha y encontrarse uno en tormentos eternos, "donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga". Además de esto Dios pone todo a prueba y el fuego de Su juicio es aplicado a todos tanto a santos como a pecadores. En los santos dicho fuego consume las escorias para que el oro puro resplandezca con su verdadero lustre; en el caso de los pecadores es el fuego de Dios y las penas eternas según el justo juicio de ellos, fuego que nunca se apaga. "Todo sacrificio será salado con sal"; esto se refiere a Levítico 2: 13. La sal representa el poder del Espíritu Santo pero no exactamente poder para producir gracia solamente sino para guardarnos de todo lo impuro y para producir santidad en un corazón consagrado a Dios y que introduce a Dios en su senda; y en el corazón hay un vínculo con Él mismo que nos guarda de toda corrupción. Nosotros estamos llamados a mantener esto en el corazón y a aplicar el sentido de Su presencia a todo lo que sucede dentro de nosotros y a juzgar mediante esto todo lo que hay en nuestro interior.

 

Pero observen ustedes que el creyente es el verdadero sacrificio ofrecido a Dios. "Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro racional servicio". (Romanos 12: 1 – RVSBT).  Nosotros vemos aquí el verdadero sacrificio, un servicio racional y vemos además esta gracia santa que nos guarda de todo lo que es malo e impuro y hace realidad su influencia en nuestro interior; y el cristiano lleno de santidad práctica es un testigo en el mundo. Este es realmente el verdadero estado de los cristianos en este mundo; un testimonio en medio del mundo de un poder que no sólo purifica sino que guarda de la corrupción que hay en él. La sal influye en otras cosas y es capaz de producir este efecto; pero si la sal misma se vuelve insípida, ¿con qué la sazonarán ustedes? Si los cristianos pierden su santidad práctica, ¿para qué pueden ellos servir? "Tened sal en vosotros mismos", dijo el Señor. Él desea que ejerzamos diligencia para que en nuestro andar nuestras almas sean así santificadas ante Dios y se manifiesten entonces ante el mundo; Él desea que juzguemos en nosotros mismos todo lo que puede disminuir en nosotros la claridad y la pureza de nuestro testimonio y que andemos con los demás en paz gobernados por el espíritu de paz en nuestras relaciones con ellos.

 

J. N. Darby

 

Traducido del Inglés por: B.R.C.O. – Agosto 2022

 

Otras versiones de La Biblia usadas en esta traducción:

NC = Biblia Nacar-Colunga (1944) Traducido de las lenguas originales por:Eloíno Nacar y Alberto Colunga. Ediciones B.A.C.

NTVHA = Nuevo Testamento Versión Hispano-Americana (Publicado por: Sociedad Bíblica Británica y Extranjera y por la Sociedad Bíblica Americana, 1ª. Edición 1916).

RVSBT = REINA VALERA 1909 REVISIÓN DE LA SOCIEDAD BÍBLICA TRINITARIA.

Publicado originalmente en Inglés bajo el título:
"Mark's Gospel", by J. N. Darby
Traducido con permiso
Publicado por:
www.STEMPublishing.com
Les@STEMPublishing.com

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