Evangelio de Marcos
J. N.
Darby
Escritos
Compilados,
Volumen 24, Expositivo
Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("")
y han sido tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960
(RV60) excepto en los lugares en que además de las comillas dobles
("") se indican otras versiones mediante abreviaciones que pueden ser
consultadas al final del escrito.
CAPÍTULOS 5 a 8
Marcos 5
Si el hecho de calmar los vientos y el mar muestra el poder del Señor
sobre la creación lo que sigue a continuación muestra Su poder sobre los
demonios pues Él echa fuera una legión mediante Su palabra. Pero ahora
encontramos el efecto de la manifestación de Su poder sobre el mundo incluso
donde Él obró para la liberación de los hombres. Ellos suplican a Jesús que se vaya
y Él se va. ¡Pobre mundo! la influencia silenciosa de Satanás en el corazón es
más desastrosa que su poder exterior y visible y esto es bastante triste pero
el poder del Señor es absolutamente suficiente para ahuyentarlo; mientras que
por otra parte la influencia silenciosa de Satanás en el corazón del hombre hace
que Jesús mismo se aleje. Y observen ustedes que cuando la presencia de Dios es
sentida ella es más terrible que la de Satanás y el hombre desearía librarse de
esta última pero él no puede; pero la presencia de Dios es insoportable
cuando se hace sentir y de hecho el hombre ha expulsado a Dios de este mundo
(en la persona de Cristo). Es cierto que Jesús se entregó a Sí mismo por
nosotros pero en cuanto a la responsabilidad del hombre éste ha expulsado al
Señor. Yo no dudo que toda esta escena es la representación del final de la
historia del Señor y que los cerdos nos presentan el final de los judíos, los
cuales fueron apresurados a la perdición como poseídos por el diablo al final
de la historia de ellos. El mundo no quiso recibir a Jesús; los judíos son abatidos
a la ruina sin esperanza.
El hombre sanado está tranquilo; él desea estar con
Jesús que se marchaba pero no se le permite. Él debe ir a anunciar a los demás
lo que Dios ha hecho por él. Aquí está la posición de los discípulos y de todos
los cristianos después de la partida del Señor de este mundo. Ellos desean ir y
estar con Él pero son enviados de nuevo al mundo para declarar la bienaventurada
obra que el Señor ha hecho en sus propias personas y mediante su propia
experiencia ellos pueden decir cuál es la gracia y el poder de Jesús. Pero ¡cuán
deplorable es el estado del mundo y del hombre! La presencia del diablo es más
tolerable para él que la de Dios. El hombre desearía frenar las violentas
manifestaciones del poder de Satanás pero no puede, — las cadenas son rotas y
el hombre es tan malo como siempre. Dios no es un tirano como Satanás; él es
bueno, lleno de gracia, y libera a los hombres en Cristo del poder de Satanás;
pero siendo ésta la prueba de la presencia y el poder de Dios el hombre muestra
que Su presencia le es insoportable incluso cuando Dios se manifiesta como el
liberador de todos los males que el pecado y el poder de Satanás han
introducido.
La historia que sigue a continuación revela las
verdaderas relaciones entre Jesús e Israel. Jesús vino a sanar a Israel pero
Israel estaba en realidad muerto hablando espiritualmente; y cuando Jesús llegó
era necesario resucitarlos si la voluntad de Dios era que vivieran y el Señor
podía hacerlo y lo hará por esta nación en los postreros días. Pero estando después
de camino con la gente la multitud de Israel Le rodeó y si la fe individual Le
tocaba la persona era sanada, y esto es lo que sucedió con la pobre mujer
afligida.
Notemos algunos detalles del relato: — el Señor
distingue entre la fe verdadera y el afán de la multitud que era atraída por Sus
milagros y por los beneficios que había recibido. La sinceridad no escaseaba en
la multitud pues la gente veía los milagros y disfrutaba de sus resultados pero
ellos no tenían fe en la persona de Jesús. Pero en la mujer estaba lo bueno,
por gracia, aquello que se encuentra siempre en la fe, a saber, una sentida necesidad
y la percepción de la excelencia de Su persona y del poder divino que había en
Jesús acompañada de una verdadera humildad con respecto a ella misma. La pobre
mujer está segura de que si sólo toca el borde de Su manto ella será sanada y
de hecho esto es lo que tiene lugar. Tan pronto como la mujer es sanada Jesús
percibe que el poder que está en Él y que ha salido de Él hacia la mujer ha
obrado con eficacia. Y siempre es así: y muchos pueden oír el evangelio y
deleitarse en oírlo pero la fe es otra cosa y la fe siempre recibe la respuesta
del Señor a la necesidad que ella le presenta.
Si a Él le parece bien ejercitar la fe Él puede hacer
que uno espere pero siempre responde con amor y la mujer queda perfectamente sanada.
La fe hace que el creyente se humille ante su desdicha y la mujer deseó
permanecer oculta pero el Señor anima a la creyente diciendo en este caso: "Ten
ánimo, hija; tu fe te ha salvado". (véase Mateo 9: 22; Marcos 5: 34). Con
independencia de cuán tímida y temerosa sea el alma en la presencia del Señor
en las cosas espirituales y sin importar lo mucho que ella sienta su desdicha,
cuando el llamamiento es verdadero el alma se abre y confiesa Su gracia y no la
miseria que había hecho necesaria esta gracia. Es entonces cuando el Señor
anima y habla de paz al corazón. La fe personal es plenamente diferenciada aquí
del afán de la multitud que Le seguía ya sea por curiosidad o por los
beneficios que Jesús le confería. Pero el poder de la resurrección se encontraba
en Él y por medio de Él. Aunque Israel estaba muerto sólo estaba durmiendo y la
voz del Señor llamará a la vida al remanente de la nación a Su tiempo. (Véase Marcos
5: 35-43).
Marcos 6
Pero con independencia de cuan grande era Su poder divino Él se
manifestó en una forma que no podía aportar nada a la soberbia y la vanidad de
la naturaleza humana. El hombre era responsable de recibirle porque Él manifestaba
el carácter de la Deidad y Él no quiso halagar ni dar apoyo a las pasiones
humanas ni a las de los judíos como nación. Si el hombre ha de recibir a Dios él
debe recibir lo que Dios es pero esto es exactamente lo que su naturaleza caída
no hará. El carácter divino fue manifestado mucho más plenamente en la
humillación de Jesús que si Él hubiese venido como un Rey glorioso, pero Él no fue
lo que el corazón del hombre deseaba. Él Era el hijo del carpintero y eso fue
suficiente para provocar Su rechazo. Ellos juzgaron según la carne y la familia
de Jesús estaba en su medio y ellos no miraron más allá. Asombrado ante la
incredulidad de ellos Él los deja después de haber hecho lo que requerían las
necesidades de algunos de ellos pues Su gracia nunca falló. No hay profeta sin
honra sino en su tierra pues es allí donde Él es conocido según la carne. Así
fue con Jesús no sólo en Nazaret sino también en Israel. Observen ustedes qué
obstáculo es la incredulidad para el ejercicio del poder de Dios. La fe de la
mujer enferma que toca Su manto hace que salga Su poder pero la incredulidad de
los habitantes de Su tierra impide el ejercicio de dicho poder. Nosotros encontramos,
"No pudo hacer allí ningún hecho poderoso", etcétera. (Marcos 6: 5 –
RVA). Que Dios nos conceda no poner ningún obstáculo a la actividad de Su
gracia la cual siempre está dispuesta a actuar sino que por el contrario
sepamos lo que es beneficiarnos por Su poder haciendo que ella actúe hacia
nosotros por medio de la fe. (Véase Marcos 6: 1-6).
Ahora bien, el Señor envía a Sus discípulos a predicar y tenemos una
prueba de Su poder más notable que la de Sus milagros. Él les da el poder para
que ellos mismos realicen milagros, poder para echar fuera todos los demonios.
Este es un poder evidentemente divino con el que Dios hace al hombre capaz de
realizar señales y prodigios pero, ¿qué hombre puede dar este poder a otro?
Cristo lo dio y Sus discípulos echaron fuera demonios capacitados en realidad por
Su don pues Cristo era Dios manifestado en gracia en la tierra. Ya hemos
llamado a prestar atención al hecho de que todos los milagros del Señor y los
de Sus discípulos no son sólo los resultados del poder como los milagros de
Moisés, de Elías, etcétera, sino que son los frutos de la bondad divina. Uno
puede exceptuar la maldición de la higuera pero después de todo es una demostración
de lo mismo. El testimonio del Señor marcado como está por el amor y confirmado
por Sus obras milagrosas había sido rechazado; — e Israel, — el corazón del
hombre, — bajo la influencia de esta bondad, de la manifestación de Dios y de
todo el cuidado que Dios le había prodigado no había dado ningún fruto. Por lo
tanto el árbol malo es juzgado para siempre de modo que nunca puede volver a
dar fruto. Habiendo mostrado el propio hombre de este modo que él es nada más
que culpable y tan culpable que se ha encontrado que todos los medios empleados
por Dios, incluso el don de Su Hijo unigénito son incapaces de despertar un
solo sentimiento bueno hacia Dios en cuanto a su estado en la carne, él es
finalmente rechazado por Dios. Dios puede salvarlo dándole una nueva naturaleza
por medio del Espíritu Santo pero en sí mismo él está sin esperanza. ¿Quién
hará más de lo que Dios ha hecho?
Más que esto, el Señor no sólo tiene poder para dar a Sus discípulos
autoridad sobre espíritus malos sino que Él también puede predisponer los
corazones humanos. Los discípulos debían partir sin tomar nada para su recorrido
y sin embargo, como leemos en Lucas, en respuesta al Señor los discípulos
dieron testimonio de que nada les había faltado. Sostenidos por el poder de
Emanuel cuyo poder se extendía por todas partes y armados con Su autoridad
ellos debían permanecer en la casa en la que habían entrado hasta que se
marchasen de cada lugar. Así debían ellos cumplir con esta misión poseyendo la
autoridad del Señor para el mensaje de ellos y debían actuar consecuentemente.
Y dondequiera que el mensaje de ellos no fuera recibido ellos debían sacudir el
polvo de sus pies como testimonio contra esa ciudad cuyo destino iba a ser peor
que el de Sodoma y Gomorra. Es cierto que el Señor lleno de bondad y paciencia
envió de nuevo a setenta discípulos delante de Él cuando subió a Jerusalén al
final de Su carrera en la tierra y éstos debían predicar el evangelio. Pero en lo
que respecta al principio de la misión lo que encontramos en Marcos fue el
último testimonio presentado a Israel antes del juicio de la nación. Esto iba a
ser un último llamamiento a la conciencia y al corazón del pueblo para que pudiera
recibir al Salvador y arrepentirse y volverse a Dios y escapar del terrible
juicio que le esperaba; y para que pudiese haber al menos un remanente que
movido por la poderosa palabra de Dios pudiese volver a Dios para disfrutar de
Su bondad en el Salvador y de una esperanza mejor que la que el judaísmo les
había podido dar.
Los discípulos salieron a predicar que los hombres debían arrepentirse.
¡Qué gracia hay en el envío del evangelio! No sólo Dios nos concede disfrutar
de la salvación y de Su amor sino que emplea hombres como instrumentos de la
actividad de Su amor. ¡Oh, cómo debemos bendecir a Dios por condescender Él a hacer
uso de nosotros para llevar el testimonio de Su amor inefable y de Su verdad a
los corazones de los hombres, — al menos a sus oídos para que Él mismo los haga
alcanzar sus corazones en Su gracia! Que sepamos al menos lo que es tener
nuestros corazones llenos de amor ya sea que prediquemos o no para que ellos
puedan ser una verdadera expresión de esa gracia que busca a los hombres. De
este modo el poder de Dios acompañó a los discípulos; ellos echaron demonios y sanaron
enfermos.
El informe de las obras y el poder del Señor llegó ahora a oídos del rey
y su conciencia se vio perturbada por ello porque él había dado muerte a Juan
el Bautista. Comienza aquí la historia de los hechos que muestran la oposición
del corazón del hombre al testimonio de Dios de manera práctica. La enemistad
contra la verdad y la luz que se cumplió en la muerte de Jesús se manifestó ya
en la muerte de Su predecesor. La conciencia natural de Herodes le había
inducido a oír a Juan pero el temor que él tenía del santo varón que había sido
fiel en reprenderle hizo que él tuviese cierta consideración y lo guardara de la
enemistad de Herodías pero lo que es natural no es suficiente para formar una
barrera a la carne. El entusiasmo de un banquete y la soberbia reales son
suficientes para causar la muerte del profeta. Doloroso ejemplo de la manera en
que el hombre se engaña a sí mismo y cuando se imagina ser lo suficientemente
fuerte como para mostrar Su poder todo lo que puede hacer es revelar su
debilidad y su esclavitud a sus pasiones. Todo esto no hace más que cumplir la
voluntad de Dios y esta enemistad del corazón del hombre debe mostrarse a sí
misma y debe introducir mediante el rechazo de Juan el Bautista y del propio
Jesús cosas infinitamente mejores por la gracia soberana de Dios.
Los discípulos vuelven y relatan a Jesús todo lo que han hecho y
enseñado y fue natural que estuvieran llenos de ello. Pero el Salvador no dice
nada al respecto pues para Él el poder era algo natural y Él desea que los
discípulos se aparten a un lugar desierto para descansar un poco en soledad.
Siempre es algo bueno e incluso necesario para nosotros, sea cual sea la
bendición, — tanto más cuanto mayor ella sea, — para nosotros pobres criaturas
que somos tan incapaces de soportar el efecto del poder cuando la obra es por
nuestro medio, para nosotros que estamos tan dispuestos a atribuírnoslo sin
percibirlo; yo digo que es necesario retirarse a la presencia de Dios y allí en
Su presencia descubrir lo que en verdad somos y disfrutar en seguridad de Su
perfecto amor, pero estar ocupados en Él y no en nosotros mismos. Esto es lo
que hacía el Señor en Su tierna consideración por los Suyos.
Pero el amor de Dios no encuentra reposo en este mundo y al encontrar el
hombre poco amor en los corazones humanos él teme cansar al Señor cuando Él está
presente allí; pero el amor divino nunca rehúsa atender las necesidades del
hombre. La gente reconoció a Jesús y juntos se apresuraron desde todas las
ciudades saliendo de la soledad de ellos para ver a Jesús; y al ver Él esta
gran multitud tuvo compasión porque ellos eran como ovejas sin pastor. Él comienza
a enseñarles pues ésta es la primera y verdadera necesidad del pueblo
abandonado por sus pastores humanos; pero el Señor piensa aún en todas las
necesidades de Su pueblo hambriento. Los discípulos hubiesen deseado despedir a
la multitud pero Jesús desea alimentarla. Este milagro tiene un gran significado
en sí mismo por el lugar que ocupa en este Evangelio. Jehová era el verdadero
Pastor de Israel y Él estaba presente allí en la persona de Cristo el cual en
realidad fue rechazado. Sin embargo Su compasión y Su amor no se debilitaron
por la ingratitud del pueblo.
Para mostrar que Él es realmente Jehová Él actúa de acuerdo con el Salmo
132: 15: "A sus pobres saciaré de pan". Este es un salmo que predice
el tiempo del Mesías que se cumplirá plenamente en los postreros días; pero Aquel
que lo cumplirá estaba allí presente y aunque sea rechazado Él presenta la
prueba de que Jehová ha visitado a Su pueblo, — Él sacia los pobres de pan. Su
amor era muy superior a la malicia de Su pueblo. Él ya había dicho que al Hijo
del Hombre le darían muerte y que el pueblo no recibiría a su Dios-Salvador. Aun
con todo esto Jehová no abandona Su amor; si el pueblo no quiere a Jehová,
Jehová quiere al pueblo. Él presenta el precioso testimonio de que el amor de
Jehová no se cansa sino que sigue siendo superior a toda la locura del hombre. ¡Sea
Su nombre alabado y adorado por ello! Nosotros podemos contar aún más con Su
bondad infalible que no nos permite caer en la negligencia sino que nos sostiene
en nuestra debilidad porque Su amor es mayor que todos nuestros defectos de
modo que podemos adorar Su paciencia.
Pero hay otra verdad importante que encontramos aquí. El Señor no dice: «Yo les daré
de comer», sino: "Dadles vosotros de comer".
El Señor desea que los discípulos sepan lo que es usar Su poder para el bien de
los demás y que sepan cómo usarlo por medio de la fe. ¡Oh, qué pensamiento es
que la fe verdadera
emplea el poder de Jehová y en circunstancias que muestran que Su amor está por
encima de nuestra infidelidad y de nuestro fracaso! Qué importante verdad para nosotros
es que Cristo es la expresión de este amor, de la superioridad de la gracia de
Dios sobre todos nuestros pecados porque, "Dios muestra su amor para con
nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros".
(Romanos 5: 8). Esto fue la prueba de ello pero lo que se manifestó en Su
muerte es siempre cierto para nosotros en Su vida. "Mucho más", dice
el apóstol, "estando reconciliados, seremos salvos por su vida".
(Romanos 5: 10). Por lo tanto la fe cuenta con la fidelidad indefectible de
este amor y utiliza la fuerza que es perfeccionada en la debilidad. La carne en
los discípulos no ve más que medios carnales y no considera el amor y el poder
de Dios sino lo que se ve. Pero el Señor da comida en abundancia a la multitud
hambrienta y Él mismo se muestra como el Dios y el Salvador de Israel.
El relato que sigue a continuación nos presenta el retrato de la
separación causada por el rechazo del Señor y la bienvenida que a Él se dará al
final de la historia de este mundo que Le ha rechazado. Él no habla del juicio
de Sus adversarios sino del cambio del
mundo mismo. El Señor obliga a Sus discípulos a marcharse solos mientras Él
despide a la multitud y cuando ellos se han marchado Él se va al monte a orar.
Esto es exactamente lo que el Señor ha hecho ahora, a saber, los discípulos son
sacudidos sobre el mar tempestuoso del mundo; Jesús ha despedido a Israel y Él ha
ascendido al cielo para interceder por nosotros. Entre tanto el viento es
contrario y nos fatigamos al remar con dificultad y turbación estando
exteriormente dejados al Señor; pero Él intercede por nosotros siempre y
obtiene misericordia y gracia para nosotros en el momento de la necesidad.
Israel había sido despedido.
Más exactamente los discípulos sobre el mar representan el remanente
judío que de hecho ha llegado a ser la iglesia pero ello es considerado aquí en
su carácter de remanente judío. Jesús se adelanta a la nave andando sobre el
mar pues Él puede andar tranquilamente sobre circunstancias que nos causan gran
turbación. Los discípulos temen pero Jesús los consuela asegurándoles que es Él
mismo, su conocido amigo y Salvador. Así será al final de los tiempos: Jesús aparecerá
siendo superior a todas las circunstancias por las que los de Su pueblo son
atribulados y Él será el mismo compañero manso y humilde que anduvo sobre la
tierra con Sus discípulos "en los días de su carne".
"Y subió a ellos en la barca, y se calmó el viento". Yo repito
que el juicio de Sus adversarios no es
mencionado aquí sino lo que sucederá a Su pueblo entre los judíos cuando Él
regresará. Entonces el mundo volverá a estar lleno de gozo. La tierra de
Genesaret que había echado al Salvador después de haber sanado Él al
endemoniado Le recibe ahora y Le reconoce y todo el pueblo en todas partes
disfruta de Su presencia con deleite.
¿Están nuestros corazones preparados para recibir esta enseñanza? ¿Hemos
aprendido que llevar uno la cruz es la verdadera posición del cristiano, la
senda a la que el Señor nos ha conducido? Para andar así tenemos necesidad de
un objeto que pueda gobernar el corazón, que pueda poseer sus afectos y que
pueda fijarlos en lo que está delante y conducirlos hacia adelante; a saber, un
objeto al que también está unida la cruz, — es decir, Cristo que nos ha
amado y que se entregó a Sí mismo en la cruz por nosotros; Cristo que está
ahora en la gloria a la que Él nos conduce y que nos muestra cuál es la senda
de la cruz para que podamos estar con Él y como Él, siguiendo la senda que el Señor
ha recorrido por nosotros en Su amor. "Si alguno me sirve, sígame; y donde
yo estuviere, allí también estará mi servidor". (Juan 12: 26).
Marcos 7
Este séptimo capítulo está lleno de la más interesante enseñanza. En
primer lugar el juicio del Señor sobre la piedad exterior de los dirigentes del
judaísmo, piedad que era totalmente externa y nada más y nada menos que
hipocresía y que dejaba a un lado la ley de Dios. Todos estos lavamientos son
despreciados por Dios pues los fariseos habían dejado a un lado el mandamiento
de Dios para guardar la tradición de ellos. En segundo lugar el Señor muestra
que lo que contamina al hombre es lo que sale de la boca del hombre porque ello
surge del corazón y no lo que entra en el hombre. Después de haber juzgado así
a Israel y al hombre Él muestra de la manera más conmovedora la gracia soberana
de Dios que ignora toda barrera para alcanzar la necesidad del hombre, y esto
fuera de todo derecho fundamentado en las promesas exigiendo sólo que el
corazón la reconozca para que sea enteramente la gracia pura de Dios en amor la
que hace el bien; revelándose ella misma como amor cuando el hombre es malo y no
tiene esperanza alguna fuera de esta gracia soberana.
Las cosas exteriores son fáciles de hacer y al hombre le gusta hacer de
ellas su religión pues no necesitan un corazón puro; al hombre le gusta
hacerlas y exaltarse y distinguirse de los demás haciéndolas. Mediante ellas el
hombre se jacta de una gran piedad ante los demás hombres y adquiere una gran
reputación por ello; pero él puede ser malo al mismo tiempo y estos actos
exteriores no lo llevan a la presencia de Dios el cual escudriña el corazón. Mediante
estos actos el hombre es religioso sin
poseer santidad y él encuentra que esto es justo lo que le conviene. Uno no
sólo encuentra fariseos en la época de nuestro Señor ya que a ellos se los va a
encontrar en todos los tiempos. Este sistema siempre se une a la influencia que
un hombre ejerce sobre otro por medio de una posición exteriormente santa; y en
este caso no es la fe que posee la verdad y la gracia por sí misma (verdad y
gracia que vinieron por medio de Jesucristo y que producen la santidad y
comunión con Dios el cual se revela a Sí mismo en ellas), sino la influencia
oficial que un hombre utiliza en su propio beneficio dejando descuidadamente a
un lado la voluntad y los mandamientos de Dios. Así era entre los judíos pues
ellos se lavaban sus manos pero no sus corazones; eran muy escrupulosos acerca
de lo que entraba en su boca y descuidados acerca de lo que salía de su
corazón.
Así es siempre la religión del hombre pues él puede observar una
religión tal como ésta y adornarse con ella como con una gloria. Pero él no
puede obtener santidad verdadera de esta manera y esto es evidente a los ojos
de Dios el cual ve todo lo que sucede en el corazón. La santidad verdadera se
manifiesta a sí misma en el andar práctico; uno puede fracasar pero el alma
sostenida por la gracia sólo busca la aprobación de Dios, es consciente del
fracaso y se regocija en Dios porque es Él quien mora en el alma y la mantiene
humilde. Pero los fariseos y saduceos entre los judíos se aprovechaban de su
reputación y posición para inducir a los piadosos a dar muchas ofrendas a Dios,
a quien ellos representaban. De este modo los deberes para con los padres eran desatendidos
y la ley de Dios era revocada. Ellos honraban a Dios con los labios pero su
corazón estaba lejos de él. Se acercaban a Él con su boca pero no con su corazón
pues este estaba lleno de codicia e iniquidad. Dios rechaza por completo esta
clase de honra. "En vano me honran" dice el profeta Isaías y el Señor
lo repite. Dios quiere un corazón puro santificado por el Espíritu y por la
verdad y quiere una adoración que ha de ser rendida en espíritu y en verdad
pues a tales adoradores busca el Padre para que Le adoren. Él quiere gracia
pero se requiere la verdad para poder acercarse a Dios, se requiere un corazón
donde existe vida divina. Toda esta religión humana exterior, farisaica,
sacerdotal, es juzgada por el Señor de una vez y para siempre. Dios demanda un
corazón puro y una obediencia verdadera. Los hombres se revisten de este tipo
de religión dando honra en ella a la antigüedad y a las tradiciones de sus
antepasados las cuales son cosas a las que la imaginación del hombre atribuye
gran valor. Todo lo que se ve a través de las sombras de la antigüedad es
bastante imponente pero con Dios es una asunto del corazón y era lo mismo en
aquel entonces que ahora con nosotros pues estamos ante Dios y Él nos ve tal
como somos. El asunto es el real estado del hombre.
Pero, ¿qué son estos pobres corazones en su estado natural? Este es el
segundo asunto que el Señor aborda. Él ha rasgado ya el velo de la hipocresía
con la que los fariseos y los sacerdotes trataban de ocultar la impureza de sus
corazones y de volver a favor de ellos la piedad exterior que enseñaban; los
motivos de sus corazones son manifestados y aparecen los esfuerzos que ellos hacen
para cubrir la impureza y la avaricia de su corazón; su hipocresía es
manifiesta. El Señor no sólo rasga el velo de la hipocresía sino que exterioriza
también lo que el corazón produce. Esto es lo que Dios hace, a saber, Él escudriña
nuestros corazones y los manifiesta y luego revela el Suyo. Esto no sólo es
desvelar los corazones de los fariseos sino los corazones de todos los hombres;
pues lo que sale de la boca contamina al hombre porque procede del corazón.
¡Qué retrato! El producto del corazón humano consiste en malicia, corrupción,
envidia, ... en una palabra, en nada más que vicios.
¿Carecía el Señor de benevolencia o de amor hacia el hombre? Su venida
es la demostración del amor de Dios. ¿Deseó Él ocultar el bien que podía ser
encontrado en el hombre? ¿Era Él el único capaz de revelar el mal? ¿Podía Él
desear calumniar al ser que Él había venido a bendecir y a salvar y al que
daría un lugar junto a Él? Imposible: esto no podía ser. Pero conociendo más
bien el corazón del hombre Él se limitó a decir la verdad. Se trató del amor que
reveló la absoluta perversidad del corazón humano para que el hombre no pudiese
permanecer en ese estado. Es en efecto mejor que ello sea mostrado ahora en
presencia de la gracia que en el día del juicio cuando todo lo que sea
manifestado será castigado y el hombre será condenado.
Observen ustedes también que cuando la santidad y la obediencia prácticas
ya no son encontradas en la vida de los dirigentes una religión fundada por
Dios se convierte en el poder del pecado y de la hipocresía y tiende siempre a
pervertir la mente, a destruir la conciencia y la rectitud en todos porque lo
que es considerado como autoridad de Dios fomenta la hipocresía y la iniquidad
y también tiende a producir incredulidad porque los hombres ven que la religión
se adhiere a lo que incluso la conciencia natural condena. ¡Oh, qué triste
historia es la del corazón humano y de la iglesia de Dios tal como la han hecho
los hombres! Observen también la influencia de la autoridad religiosa corrupta
para cegar a los hombres y destruir el entendimiento espiritual. Pues, ¿qué
puede ser más claro que lo que dice el Señor? Pero la conciencia natural no
reconoce la verdad de que no es lo que entra en la boca del hombre lo que lo
contamina sino lo que sale de ella pues ello procede del corazón. La cosa es
bastante sencilla.
Los discípulos no entienden y piden una explicación acerca de ello pues la
comprensión natural de ellos había sido cegada por la tradición de los
ancianos. La manera de razonar adquirida por la autoridad de estos últimos
había estropeado el entendimiento de ellos. Y en efecto, ¿acaso no encontramos nosotros
a muchos que creen que lo que entra en la boca del hombre lo contamina? Y sin
embargo son almas sinceras; y no sólo eso sino que ellos creen también que
comer cierta clase de alimentos un día contamina y que otro día no, y esto debido
a la tradición de los ancianos. Esto es realmente lo que los discípulos hicieron
sustancialmente y el Señor los reprende, diciendo: "¿También vosotros
estáis así sin entendimiento?" Vemos aquí el juicio del Señor contra
muchas cosas que mantienen a muchas almas en esclavitud e incluso a almas
sinceras como las de los discípulos.
Pero volvamos a la preciosa exhibición del amor de Dios en las palabras
del Señor a la pobre mujer. Encontramos en primer lugar que todos los
privilegios de los judíos son reconocidos pero encontramos también la verdad de
Dios que se eleva muy por encima de tales privilegios para manifestar gracia y
amor dondequiera que una necesidad es encontrada; no realmente donde hay un derecho
a las promesas sino hacia una raza maldita, hacia una mujer de un país tristemente
célebre por su estado endurecido. Dios mismo se manifestó elevándose por encima
de todas las barreras que la iniquidad del hombre y el exclusivo sistema del
judaísmo habían instalado, el sistema que Él mismo había establecido y que fue
mostrado como abolido por el rechazo de Cristo.
El Señor se va a la región de Tiro y de Sidón; Él quiere estar tranquilo
pero la bondad unida con el poder son demasiado raros en el mundo como para que
pasen desapercibidos y la sentida necesidad despierta el alma y la hace lúcida.
Una pobre mujer tenía una hija sometida al poder de un espíritu inmundo y sintiendo
ella su miseria y creyendo en el poder de Jesús va a buscarle. El peso de la
miseria que la oprimía la hizo esperar en Su bondad. El Señor cumple las
promesas hechas por Dios a los judíos y en Su respuesta plantea los derechos
del pueblo de Dios; Él no podía tomar el pan de los hijos y darlo a los perrillos.
Observen ustedes que la mujer era de la raza maldita y si nosotros consideramos
los modos de obrar de Dios en medio de Israel no había en ellos ni una sola
promesa para ella y ella no tenía derecho alguno en común con el pueblo de Dios
que le perteneciera. Según los judíos y según la economía legal ella no era más
que un perrillo pero las necesidades inmediatas estaban allí y el poder de Dios
empleado siempre como lo es para Sus buenos propósitos también estaba allí y
esto inspira su confianza.
Siempre es así, a saber, la necesidad y la fe en la bondad y en el poder
del Señor dan perseverancia como en el caso de los que llevaban al paralítico
cuando la multitud se agolpaba alrededor de Jesús. Pero hay algo en el corazón
de la mujer además de la confianza que la gracia había producido allí. Ella reconoce
los derechos de los judíos como pueblo de Dios y admite que ella no es más que
un perrillo con respecto a ellos pero insiste en su petición porque siente que
aunque ella no es más que un perrillo la gracia de Dios es suficiente para los
que no tenían derechos. "Pero aun los perrillos", ella
dice,
"comen de las migajas de los hijos"; ella reconoce lo que ella es
pero reconoce también lo que Dios es. Ella cree en Su amor hacia los que no
tienen derechos ni promesas y cree en la manifestación de Dios en Jesús fuera
de todas las dispensaciones y sobre todas ellas. Dios es bueno y el hecho de
estar en la miseria es una reivindicación para con Él: pues, ¿podía Cristo
decir: «No, Dios no es bueno como
tú supones»? Él No podía decir esto
porque no habría sido la verdad.
Esta es una gran fe, una fe que reconoce nuestra propia miseria, que reconoce
que no tenemos derecho a nada; pero es la fe que cree en el amor de Dios
claramente revelado en Jesús, sin promesa alguna, y sin embargo amor plenamente
revelado. Dios no puede negarse a Sí mismo y decir: «Yo no
soy amor». Nosotros no tenemos derecho alguno a esperar
el ejercicio de este amor hacia nosotros pero podemos estar seguros de que
viniendo a Cristo impulsados por nuestras necesidades encontraremos bondad
perfecta, el amor que nos sana y la sanación misma. Recordemos que la verdadera
necesidad persevera porque no puede prescindir del auxilio del poder que fue manifestado en Cristo
ni de la salvación que Él ha traído; ni hay
salvación sin la ayuda que ha de ser encontrada en Él para nuestra debilidad. Y
lo que hay en Dios es la fuente de nuestra esperanza y de nuestra fe; y si se
nos pregunta cómo sabemos lo que hay en el corazón de Dios podemos responder: «Ello
ha sido revelado perfectamente en Cristo.» Porque, ¿quién puso en el corazón de
Dios enviar a Su Hijo para salvarnos? ¿Quién puso en el corazón del Hijo venir
y padecer todo por nosotros? No fue el hombre. El corazón de Dios es su fuente.
Nosotros creemos en este amor y en el valor de lo que Cristo ha hecho y ha
consumado en la cruz para quitar el pecado mediante el sacrificio de Sí mismo.
Además Él todo lo hace bien, Él hace que los sordos oigan y que los mudos
hablen.
La gracia
de Dios fue
manifestada plenamente hacia la pobre mujer que no tenía derecho alguno a
ninguna bendición ni a ninguna promesa pues ella era hija de la Canaán maldita;
pero la fe llega incluso hasta el corazón de Dios manifestado en Jesús y del
mismo modo el ojo de Dios llega hasta el fondo del corazón del hombre. De este
modo el corazón de Dios y el del hombre se encuentran en la conciencia de que
el hombre es totalmente malo y que no tiene ni un solo derecho; en efecto, él
reconoce verdaderamente este estado y en dicho estado él se entrega a la
perfecta bondad de Dios. Pero el pueblo judío que pretendía poseer la justicia
y el derecho a las promesas es puesto a un lado; y en cuanto al antiguo pacto
ellos han sido excluidos del favor de Dios. Sólo Jesús abre los ojos y los
oídos del remanente llevado a Él en fe. Y no fue sólo el pueblo judío el que
iba a ser puesto a un lado (y para siempre en cuanto al primer pacto), sino que
el hombre también fue puesto a un lado en el terreno de la justicia, la cual es
el principio del primer pacto.
Luego el
Señor vuelve
a salir de la región de Tiro y de Sidón y regresa a la tierra de Galilea donde
se encontró en medio del pueblo de Israel. Pero como hemos dicho Él fue
rechazado por el pueblo de manera práctica. Jesús es consciente de que el
pueblo amado está perdido y todo lo que él hace es esperar su ruina. Ellos Le
traen a un sordo con un impedimento en su habla y Le suplican que le ponga Su
mano encima para sanarlo. Entonces Jesús toma al hombre y lo aparta de la
multitud y luego mete Sus dedos en las orejas y tras escupir Él toca su lengua.
Luego Él levanta los ojos al cielo. El poder está siempre presente en Él pero la
tristeza oprime Su corazón porque las personas estaban realmente sordas a la
voz del Buen Pastor; la lengua de ellos estaba atada y era incapaz de alabar a
Dios. Los gemidos del Señor son la expresión de este sentimiento puesto que el
estado del pobre hombre representaba el estado del pueblo amado. Sin embargo
ellos estaban contentos porque el amor de Aquel cuyos consejos nunca cambian recaía
sobre ellos a pesar de todo. Y en efecto el Señor estaba allí y obraba según
este amor y estos gemidos; Él levantó los ojos al cielo, la fuente de amor y poder
y nunca se cansó hasta que el pueblo a favor del cual él ejercía este poder no toleró
más Su presencia. Es cierto que ellos no habrían podido darle muerte si Él no
se hubiese entregado de Su propia voluntad pero llegaría el momento en que Él se
entregaría para consumar la redención y hasta que llegue ese momento Él se
muestra siempre como el Dios de bondad hacia los afligidos y para toda
necesidad de las personas.
En el versículo
33
vemos que Él se aparta de la masa del pueblo al sanar al sordo.
En el capítulo
8
versículo 23 tenemos lo mismo; Él saca al ciego fuera de la aldea pero lo sana;
sólo que allí el estado de Sus discípulos es mostrado. Es conmovedor ver esta
mirada que el Señor dirige al cielo y el gemido de Su corazón al ver al pueblo
sordo a la voz de Dios e incapaz de bendecir Su nombre; y ver el corazón del
Señor por los hombres endurecidos y cómo este corazón estaba en armonía con el
cielo lo cual Él siempre manifestaba. Él encontraba allí la certeza de este
amor que el hombre rechazaba y Él reposaba en los mismos sentimientos que
reinan en el cielo y de los cuales Él era la expresión en esta tierra ingrata.
El poder del Señor se mostró en el momento mismo pues los oídos fueron abiertos
y la lengua fue soltada. El pueblo no pudo callar sino que ellos divulgaban por
todas partes lo que Jesús había hecho diciendo: "Bien lo ha hecho todo;
hace a los sordos oír, y a los mudos hablar". La obra del Señor abre los
oídos y da motivo a los corazones humildes para alabar a Dios y reconocer Su
amor. Pero, ¡lamentablemente! ¡cuántos permanecen sordos a la voz del amor de
Dios! "Son como el áspid sordo que cierra su oído, que no oye la voz de
los que encantan, por más hábil que el encantador sea". (Salmo 58: 4, 5).
Marcos 8
El Señor sigue manifestando bondad divina. Es lo principal que hay que
notar en esta parte del Evangelio. Él ya había dado de comer al pueblo
hambriento siendo esto una señal evidente de la presencia de Jehová tal como
hemos señalado antes, señal que debía acompañar Su presencia. Aquí se trata más
sencillamente del poder divino sin aludir al reino que iba a venir. El número
siete es la expresión de la perfección en las cosas espirituales. La compasión
del Señor le hace pensar en las necesidades de los pobres mientras que los
discípulos sólo piensan en los medios humanos y visibles para satisfacerse.
Esto es lo que ocurre demasiado a menudo con creyentes verdaderos.
Luego el Señor se aleja de la muchedumbre y viene a la región de
Dalmanuta. Los fariseos piden allí una señal del cielo aunque ya habían visto
suficiente; pero la incredulidad nunca queda satisfecha. Pero ahora el tiempo
de la prueba había pasado y era demasiado tarde y el Señor los deja. Pero
observen ustedes el espíritu del Señor hacia la generación perversa pues Él
gimió profundamente en Su espíritu, diciendo: "¿Por qué pide señal esta
generación? De cierto os digo que no se dará señal a esta generación". El
fin había llegado moralmente y era inútil dar pruebas a los corazones que
habían resuelto no creer. La perfecta paciencia, el amor, la piedad y la tristeza
profundas al pensar en la incredulidad de los dirigentes del pueblo estaban en Él
y se manifestaban tanto más claramente cuanto más se endurecían sus corazones;
y las señales eran inútiles para corazones que no querían creer y además no
convenía a la majestad de Dios dar ninguna señal a hombres que no querían
recibirle. Ello sería echar perlas a los cerdos.
Nosotros encontramos ahora que los propios discípulos no estaban
realmente ciegos voluntariamente sino de hecho. El Señor advierte a los
discípulos que se cuiden de la levadura de los fariseos y de la de Herodes. Los
discípulos habían olvidado llevar pan y, ¡es lamentable! ellos habían olvidado también
el poder de Jesús manifestado en los milagros con los que Él había alimentado a
miles de personas con unos pocos panes. El Señor los reprende diciendo: "¿No
entendéis ni comprendéis? ¿Aún tenéis endurecido vuestro corazón?" Ellos estaban,
por así decirlo, endurecidos al ver tantos milagros y no habían entendido nada
de los milagros de Jesús en la multiplicación de los panes.
Pero el hecho que sigue a continuación muestra el estado de los
discípulos en contraste con la gente. Estos últimos no veían nada en absoluto y
no querían recibir la luz; los discípulos veían vagamente; ellos veían los
hombres como árboles que andan. Ellos amaban al Señor realmente pero las
costumbres judías les impedían captar plenamente Su gloria. Creían ciertamente
que Él era el Mesías pero el Mesías para sus corazones era algo más que el
Cristo de Dios, el Salvador del mundo. Ellos se habían ligado por gracia a la
persona del Señor pero no comprendían esa gloria divina que estaba, por así
decirlo, escondida en esa Persona y que se revelaba en Sus palabras y obras. Ellos
habían dejado todo para seguir al Señor y les faltaba entendimiento pero no fe
por pequeña que ella fuera. El espíritu estaba dispuesto pero la carne era
débil tal como ya hemos recalcado. El Señor saca al ciego fuera de la aldea
separándolo de Israel. En primer lugar el hombre sólo ve parcialmente pues los
hombres le parecían árboles que andan. Pero la paciencia del Señor que es tan
grande como Su poder presenta un retrato del estado de corazón de los
discípulos y también un retrato de Su incansable benignidad que no deja
al ciego hasta que él ve claramente. Él hizo así con los discípulos sólo que Él
no habla aquí de los medios: pero cuando Jesús hubo subido al cielo y se sentó
a la diestra de Dios él envió el Espíritu Santo que los llevó a toda verdad.
Entonces ellos vieron claramente.
Pero el Señor prohíbe al ciego que entre en la aldea o que se lo diga a
nadie en la aldea no sólo porque Él no buscaba la vanagloria de los hombres
sino también porque Él deseaba evitar una gran concurrencia de curiosos que no
eran más que un obstáculo para Su verdadera obra en las conciencias y en los
corazones y también porque Él deseaba mostrar que el tiempo del testimonio en
Israel había llegado a su fin. Una vez rechazado por el mundo Él ordena al
hombre que ha sido liberado del poder de los demonios que regrese a su casa y que
proclame allí lo que Dios había hecho por él. (Véase Marcos 5: 1-20). Los
discípulos harían eso, — ellos proclamarían Su obra, — cuando Cristo hubiera
dejado este mundo; pero aquí se trataba de Israel que había rechazado al Señor
y de que el testimonio de Dios ya no tenía lugar en medio de ellos.
El discurso del Señor que sigue a continuación menciona esto en la
pregunta que Él hace a Sus discípulos: "¿Quién dicen los hombres que soy
yo?" "Ellos respondieron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y
otros, alguno de los profetas", opiniones diferentes pero ninguna fe.
Entonces Él les pregunta: "Y vosotros, ¿quién decís que soy?" Pedro
responde: "Tú eres el Cristo"; y el Señor prohíbe de la manera más
positiva a los discípulos que lo digan a cualquier hombre. Esta es la prueba
más clara de que el testimonio en medio del pueblo había llegado completamente
a su fin. No obstante Él era el Cristo pero fue rechazado por el pueblo que se
mostró como enemigo de ellos mismos al rechazar la maravillosa gracia de Dios. Ahora
Él comienza a enseñar abiertamente a Sus discípulos que era necesario que Él deba
padecer como Hijo del Hombre lo cual es una posición y un título mucho más
grandes tanto en lo que se refiere al límite de Su poder como a la grandeza del
dominio que Le pertenecía porque todas las cosas estarán sometidas al dominio
del Hijo del Hombre. Pero para que el Hijo del Hombre pudiera asumir Su lugar
en la gloria primero Él debía padecer, ser muerto y resucitar; puesto que era
necesario que la redención fuera consumada y que el hombre entrara en una nueva
posición, en un estado completamente nuevo en el que él nunca había estado ni
siquiera cuando era inocente. La posición de Cristo como Mesías fue puesta
ahora a un lado para este momento y Él entra en una posición mayor donde las
cosas viejas son dejadas atrás más allá de la muerte y todo lo que está fundamentado
en la obra de Cristo, en Su muerte, — entra en un estado completamente nuevo y
eterno.
El tema es tratado aquí más con respecto a Sus padecimientos pues Él
coloca la cruz delante de los discípulos pero habla siempre de la muerte y la
resurrección. "Esto les decía claramente". Esto fue una piedra de
tropiezo para Pedro el cual no quería que su Maestro fuera despreciado a ojos
de la multitud pero la cruz es la porción de los que quieren seguir al
Salvador. Al decir esto Pedro puso una piedra de tropiezo en la senda de los
discípulos; el Señor piensa en esto y volviéndose y mirando a Sus discípulos
reprende a Pedro el cual Le había
confesado hacía un momento por la gracia de Dios y le dice: "¡Quítate de
delante de mí, Satanás! porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en
las de los hombres". Nosotros tenemos aquí una lección importante, en
realidad más de una lección. En primer lugar el cristiano necesita entender
bien que la senda de la salvación, la senda que conduce a la gloria y al cielo,
la senda por la cual Cristo mismo anduvo y en la que Él desea que Le sigamos es
una senda en la que debemos negarnos a nosotros mismos, padecer y vencer. En
segundo lugar aprendamos que un cristiano puede tener una fe verdadera y ser
enseñado por Dios como en el caso de Pedro aquí sin juzgar la carne que tiene en
él como para hacerlo capaz de andar en la senda a la que esta verdad lo lleva.
Es importante recordar esto, a saber, que la sinceridad puede existir sin que uno se conozca a sí
mismo. La nueva posición de Cristo como Hijo del Hombre que abarcaba la gloria celestial del hombre en
Él y la supremacía sobre todas las cosas hacía absolutamente
necesaria la cruz. Pero el
corazón de Pedro no estaba preparado para la cruz pues cuando el Señor le
anuncia su efecto práctico él no puede soportarlo.
¡Cuántos corazones hay en este estado! Corazones sinceros, sin duda;
pero no tienen el coraje espiritual para aceptar las consecuencias de la verdad
que ellos creen. Vean ustedes la diferencia en Pablo el cual fortalecido por la
presencia del Espíritu Santo y por la fe dice en presencia de la muerte: "A
fin de conocerle [a Cristo], y el poder de su resurrección, y la participación
de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte", Filipenses
3: 10. Pero en él estaba el poder del Espíritu Santo y él llevaba siempre en su
cuerpo la muerte de Jesús para que la vida de Jesús se manifestara en su
cuerpo. (2ª Corintios 4: 10). ¡Hombre feliz! es aquel siempre dispuesto a padecerlo
todo antes que no seguir plenamente al Señor Jesús y confesar Su nombre
cualesquiera que puedan ser las consecuencias; y que habiendo andado fielmente obtiene
al fin y por gracia la recompensa de su llamamiento celestial.
Pero el Señor no oculta la consecuencia ni desea hacerlo. Él advierte a
la multitud y nos advierte también a nosotros que si queremos estar con Él y si
queremos seguirle debemos negarnos a nosotros mismos y tomar nuestra cruz.
Recibamos las palabras del Señor pues si queremos estar con Él para siempre
debemos seguirle y si Le seguimos encontraremos en el camino lo que Él
encontró. Obviamente no se trata de padecimientos expiatorios, no se trata de
lo que Él padeció de la mano de Dios por el pecado sino de Sus padecimientos
por parte de los hombres, la contradicción (hostilidad) de los pecadores, la
oposición de los hombres, el abuso e incluso la muerte. Poco sabemos nosotros lo
que es padecer por el nombre de Jesús pero recuerden ustedes cristianos lo que
dice el Señor en primer lugar: "Niéguese a sí mismo";
y ustedes siempre pueden hacer
esto por medio de la gracia. Es haciendo esto como aprendemos a padecer con Él
si Dios nos llama a ello. ¿Y qué recompensa daremos nosotros por nuestra alma?
Esto nos lleva a una tercera lección que requiere un poco más de desarrollo.
Lo que alimenta la carne y el amor propio es el gran sistema que se
llama mundo. El hombre desea ser algo a sus propios ojos; él querría olvidarse
de Dios y hacerse feliz si es posible sin Él. De este modo Caín cuando fue
expulsado de la presencia de Dios después de la muerte de Abel se alejó de
delante de Su rostro juzgado de tal manera por Dios que él no podía esperar ser
admitido de nuevo en Su presencia para disfrutar de la comunión con Él porque
Dios le había hecho ser un errante y extranjero en la tierra (un tipo
sorprendente de los judíos en este momento después de haber dado muerte al
Señor Jesús el cual se había convertido, por así decirlo, en hermano de ellos).
Pero Caín no estaba dispuesto a seguir siendo un pobre errante; en todo caso él
no deseaba dejar a su familia en un estado tal y él deseó que ellos escaparan
de su propia suerte y con este fin edificó una ciudad en la tierra de Nod
("Nod" es la palabra hebrea traducida como "errante" en el
primer caso); él deseó que su familia se estableciera en la zona donde Dios lo
había convertido en errante. Él nombró la ciudad con el nombre de su hijo tal
como hacen las personas importantes de este mundo. Allí se va a encontrar al
padre (es decir, el inventor) de la música, el padre de los que trabajan el bronce
y el hierro; allí fueron acumuladas las riquezas de esta época, mucho ganado.
¡Esto es el mundo!
El corazón del hombre apartado de Dios trata de hacer que la tierra en que
fue establecido a distancia de Dios sea para él tan agradable como sea posible,
y para lograrlo él se sirve de los dones y de las criaturas de Dios para poder
prescindir de Él. Se dice que no hay ningún mal en estas cosas, — esto es
cierto pero este no es el asunto. Dichas cosas son buenas por ser cosas creadas
y se dice (como figura) que también habrá música en el cielo; pero en el cielo
no será empleada para distraer la mente sin Dios. Se trata del uso que hagamos
de estas cosas. Por ejemplo, no hay daño alguno en la fuerza sino en la manera
de emplearla pues con ella uno hace daño al prójimo. Y nos podemos preguntar, ¿acaso
no es cierto que el mundo que no conoce a Dios utiliza toda clase de placeres
para disfrutar sin Él? El corazón que no tiene a Dios en él se esfuerza para entretenerse
y para ello emplea todas las cosas que se ven, se oyen y se inventan como por
ejemplo, el teatro, la música y toda clase de cosas porque dicho corazón está
vacío y triste y no puede satisfacerse a sí mismo; y después de algunos años
durante los cuales ha mantenido sus estados de ánimo naturales el corazón se
encuentra cansado y fatigado incluso de probarlo todo y dice junto con Salomón
después de haber experimentado todo: "Todo ello es vanidad y aflicción de
espíritu". (Eclesiastés 1: 14). Dios es descuidado y el alma se pierde.
También las
diversiones sólo alejan a los cristianos de Dios y destruyen su comunión con
Él. "Todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de
los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y
el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece
para siempre". (1ª. Juan 2: 16, 17). El príncipe de este mundo es Satanás
el cual sedujo a Eva con estas cosas habiendo destruido en primer lugar la
confianza de ella en Dios; y con estas cosas él intentó seducir también al
Señor aunque, gracias a Dios, en vano. Pero con poca dificultad él tiene éxito
en seducir demasiado a menudo los corazones de los hombres y de los cristianos
y tiene éxito en hacer que los placeres del mundo tengan más poder sobre el
alma que el propio Cristo, más poder que el amor de un Salvador muriente.
¡Fue así con el pobre
Pedro! Es cierto que él aún no había recibido el Espíritu Santo pero esto no
cambia la naturaleza de sus deseos. Él deseó la gloria de este mundo y eso bajo
la apariencia de amor por el Señor. Observen ustedes aquí también el amor del
Señor por Sus discípulos y cuán grande es Su tierno cuidado por ellos pues Él
se vuelve y ve el gran tropiezo que las palabras de Pedro pueden suponer para
los demás discípulos y lo reprende tan severamente como sus palabras merecían. (Marcos
8: 33). Entonces el Señor expresa dos principios ante los discípulos. En primer
lugar el alma vale más que todo y nada debe ser dado a cambio de ella; y en
segundo lugar el Señor está a punto de venir en gloria y "el que se
avergonzare de Él en este mundo corrupto donde Él es rechazado, de éste se
avergonzará el Hijo del Hombre cuando venga en su gloria, y en la del Padre, y
de los santos ángeles".
J. N.
Darby
Traducido del Inglés por: B.R.C.O. – Agosto 2022
Otras versiones de La Biblia usadas en esta traducción:
RVA = Versión Reina-Valera 1909 Actualizada en 1989 (Publicada por
Editorial Mundo Hispano).