ESDRAS
William Kelly
ESDRAS
y
SU APLICACIÓN PRÁCTICA
PARA HOY
Por medio de los reinos de David y Salomón, Dios nos
ha dado una forma de anticipo de Su reino futuro sobre la tierra, una prefiguración del tiempo cuando este reino de Dios será
establecido en poder, teniendo su centro en Jerusalén, y esto para la bendición de toda la tierra. Pero es necesario llegar
a los profetas para que el Espíritu Santo nos haga ver un reino universal abarcando todo lo que está bajo los cielos.
Este asunto concierne de una manera muy especial a la
gloria de Dios, a la cual en realidad tiende todo en las Escrituras. Más aún, todo lo que Dios ha hecho en el pasado converge
en el futuro, porque nadie jamás ha visto toda la gloria de Dios manifestada todavía sobre la tierra, si no es en la Persona
de nuestro Señor Jesús. Es verdad que ningún objeto será para Dios tan perfecto, como tampoco tan apropiado para hacernos
gozar de la comunión con Dios, a nosotros que conocemos y amamos al Señor Jesús, que la contemplación de Su propio Hijo; pero
entonces se trata del Rey, no del reino. Este no ha sido aún establecido en poder, aunque uno haya podido ver en Cristo una
primera manifestación del poder que arrojará al diablo fuera; es esta la razón por la cual, en los evangelios, una gran importancia
es atribuida al hecho de echar fuera demonios. En Lucas, más que en los otros evangelios se nos muestra lo que es ahora el
poder de Satanás, y lo que será pronto el reino de Dios después de la abolición de este poder, el primer milagro relatado
es la sanidad de un endemoniado (Lucas 4: 33-36). En Marcos, donde vemos el poder de Satanás enfrentado y vencido por el superior
poder de Dios en Cristo, la primera sanidad realizada es igualmente aquella de un endemoniado (Marcos 1: 23-27).
En el Antiguo Testamento no vemos sino la triste historia
de la decadencia y la caída de lo que Dios había antiguamente establecido en Israel.
UN REMANENTE TRAÍDO DE LA CAUTIVIDAD
Los libros de Esdras y Nehemías abren una nueva página en la historia de los
caminos y tratos de Dios: la intervención de Su gracia hacia un remanente que Él ha traído de la cautividad al país de Israel.
Estos dos libros nos presentan los dos lados de la obra de Dios en bondad. No encontramos aquí el poder, sino la gracia; no
la institución de un nuevo estado de cosas, sino la gracia de Dios interviniendo para sostener a un remanente. La ausencia
de instrucciones particulares de Su parte y de una autoridad establecida según Su pensamiento, Dios conducía a aquellos que
gozaban de Su secreto -a aquellos que tenían fe- a confiarse en Él en todas las circunstancias. Esto está lleno de enseñanzas
para nosotros que nos encontramos ahora en una situación sorprendentemente análoga y similar a aquella del remanente de Israel
o Judá que ha vuelto de Babilonia. De esto hallaremos abundantes pruebas en la corta exposición que me propongo hacer ahora.
Comencemos naturalmente por el primer libro -Esdras- cuyo tema es la Casa
de Dios. En Nehemías, veremos que el gran tema y sujeto de este es la ciudad. Aunque se trate de la construcción
del templo o de las murallas, es la relación del remanente con Dios lo que constituye el objeto principal de cada uno de estos
libros.
EL CARÁCTER TÍPICO DE CIRO
Un poderoso cambio operado en los tratos de Dios, se muestra en el
hecho de que Ciro el Persa, ocupa también un gran lugar, aun siendo un gentil * {*Recordemos que los gentiles significa personas de las naciones
por oposición a Israel, el pueblo puesto aparte por Dios}. ¡Es extraño que un hombre de las naciones tenga un semejante poder! Este envía un edicto
a Israel en nombre de Jehová, donde reconoce públicamente Su soberanía.
Ciro es en esto un tipo de Uno más grande que él; esta es la razón por la cual
interviene en el juicio de Babilonia. Como aquel fue el primer gran poder del mundo levantado de acuerdo a la providencia
de Dios para castigar y transportar al antiguo pueblo de Dios a causa de sus pecados, el mismo juicio de Babilonia (la Babilonia
del Apocalipsis) prefigura el juicio del poder mundial bajo su última forma. En la profecía de Isaías (44:28 y 45:1), Ciro
aparece claramente, guardando todas las proporciones, como el precursor de un gran libertador que ha de venir; y el último
acto del poder de Dios al fin de la dispensación presente será la caída de Babilonia, que seguirá a la venida del Señor Jesús
para tomar el reino. Es bajo la séptima copa que Babilonia será definitivamente juzgada (Apocalipsis 16: 17-21). Entonces
el Señor Jesús aparecerá sobre las nubes del cielo, para establecer a la vez al pueblo de Dios sobre la tierra y para manifestar
la Iglesia con todos los otros santos celestiales en lo alto.
A pesar de la distancia que separa a Ciro del poderoso Libertador a quien este
prefigura, Dios tenía todo esto en vista porque a Él le agradó, de acuerdo a Sus propios y maravillosos caminos, hacer proclamar
por medio de Ciro, rey de Persia, que Jehová, el Dios de los cielos le había dado todos los reinos de la tierra (vers. 1 y
2), lo que sabemos, será plenamente realizado en Cristo. Él es el Hombre justo por excelencia, Él juzgará a los reyes de la
tierra.
Ciro anuncia ahora que el camino hacia Jerusalén está abierto y, lejos de impedir
el retorno del pueblo de Dios, lo estimula por todos los medios posibles. Exhorta a los judíos a subir y edificar la Casa
de Dios; más aún: todos aquellos que los rodean deberán ayudarlos para el largo camino (cap. 1: 3-6). Ciro mismo da el ejemplo
de aquello que él mandaba a otros: en lugar de contentarse, como todo otro rey lo haría, en dejar partir a un grupo de hombres
perteneciendo a una raza notoriamente hostil a los otros reinos, él saca los utensilios de la Casa de Jehová, el oro y la
plata que Nabucodonosor había llevado de Jerusalén (cap. 1: 7-11). Da todo esto a los Israelitas, que pueden de este modo
partir con la seguridad que no solamente Dios les ha providencialmente abierto el camino de retorno, sino que también ha inclinado
el corazón del monarca gentil, a la gloria de Jehová, el Dios de los cielos.
Esta es la situación que se nos presenta en el primer capítulo. ¡Qué contraste
con lo que será pronto la realidad, en el gobierno del mundo! Porque entonces, en vez de que los gentiles sean todopoderosos,
el plan y propósito de Dios, evidente en las Escrituras, es que Israel debe ser la cabeza, y los gentiles la cola. Y, en verdad,
este único hecho permite apreciar la historia del mundo y su insólito estado desde el comienzo del tiempo de los gentiles.
Los hombres son, por largo tiempo, muy fieros en esta época que Dios llama "los tiempos de las naciones" (Lucas 21:24). Pero Él no discierne más que un estado de confusión solamente, en Su providencia, por el
hecho de que Él da el reino al hombre que Él quiere y aún al más vil de los hombres. Es de este modo que Dios designa a las
naciones (Daniel 4:17). ¡Qué humillante es esto! En esta época en la cual los gentiles se glorían con orgullo de sus grandes
hombres que gobiernan el mundo, Dios no ve sino un simple intervalo de tiempo -que debe su existencia al pecado, la rebelión
y la apostasía de Israel- en el cual permite, según Su providencia, que las naciones despreciadas tengan el poder sobre el
mundo. No podemos apreciar justamente el estado del mundo y de su historia sin tener esto en nuestros espíritus.
SUMISIÓN A LAS AUTORIDADES
Un hecho como este no libra de ninguna forma al cristiano de hoy honrar a las
autoridades establecidas; al contrario, este es claramente nuestro deber (Romanos 13: 1-7). Este 'honor' que les debemos no
está de ninguna manera fundamentado sobre el carácter personal de estos. Poco importa su origen, la forma en la cual estos
han recibido u obtenido el poder, o la manera en la cual usan o abusan de este. La única cosa que tenemos que hacer, como
creyentes, es de reconocer a Dios y los magistrados. Puede que el rey o magistrado no reconozcan a Dios. Esto es una seria
grave responsabilidad para estos, mas esto no cambia nuestra relación. Aún si los reyes y magistrados fuesen todos infieles,
nuestro deber sería reconocerlos como siendo los representantes de Dios, sirviendo sin duda ciegamente, pero cumpliendo sin
embargo, en su posición, el propósito de Dios, aunque ellos mismos no estén conscientes de ello. En resumen, estamos obligados
a dar honor a las autoridades establecidas, sin que sea cuestión de la forma
particular en las cuales estas puedan revestirse. Puede que esta sea una monarquía, un imperio, república o alguna otra forma
de gobierno reconocida por los hombres en un momento dado. Nuestro deber es dar honor y sumisión a los más altos poderes.
Esto hace el camino muy simple, e insisto, amados hermanos, porque estamos en una época donde prevalecen opiniones completamente
diferentes. El espíritu del siglo es totalmente opuesto a estos principios de la Palabra, y no es necesario esperar encontrar
estos principios en las palabras de los hombres, en su boca, ni en sus escritos; por el contrario. Los hombres se consideran
como siendo ellos mismos la fuente del poder, y no Dios. Piensan que la forma particular de gobierno depende de su propia
elección. Es cierto que Dios actúa frecuentemente por medio de la voluntad de los hombres. Pero lo que estos olvidan, es que
es Dios quien gobierna siempre, aún si sus instrumentos visibles son hombres malos. Nuestra parte no es ocuparnos con la elección
de estos instrumentos, sino de reconocer a Dios en todos aquellos a los cuales, por el presente, Él confiere el poder sobre
la tierra. Y este deber, el mismo Señor Jesús nos lo enseña de la manera más clara, porque pensamientos muy diferentes existían
entonces en Israel cuando Él estaba aquí. Él ha tratado esta cuestión y la ha arreglado en Su memorable respuesta a los fariseos
y Herodianos, cuando les pidió a estos mostrarle un Denario, y les indicó la imagen e inscripción de César. Él pronunció estas palabras decisivas: "Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de
Dios." (Mateo 22:21).
Este es el principio aplicable al tiempo actual, pero cuán grande será el cambio
cuando todas las cosas en el cielo y sobre la tierra serán sujetas al "Gran Rey"; cuando el Señor Jesús sea reconocido no
solamente como Jehová, sino también como Rey sobre toda la tierra: cuando este título de "gran rey" atribuido al rey Persa
por una exageración será el pleno derecho de Cristo solamente. ¡Cuán grande será la bendición, cuando cielos y tierra se unirán
para alabar la gloria de Dios y de Su perfecta gracia! Allí está lo que esperamos, y sabemos que, como los frutos de la gracia
de Dios, estaremos entonces con Él en lo alto para ser manifestados con Él cuando aparezca en gloria.
Aquí, con Ciro, sólo tenemos un tipo parcial, y un muy imperfecto estado de
cosas, Dios no teniendo sino las riendas del gobierno providencial por medio de hombres paganos. Este es el carácter del tiempo
de las naciones que han comenzado con Nabucodonosor, y que proseguirá hasta que el Señor Jesús aparezca en gloria. Estamos
ahora en el tiempo de las naciones, solamente que somos llamados a salir fuera del mundo por el conocimiento del Señor Jesucristo
en el cielo, pero este no es el tema de nuestra presente meditación.
CRISTO Y EL REMANENTE
Este libro pone ante nosotros a un remanente. No se trata entonces del restablecimiento
o restauración de Israel. Este es un principio muy importante del cual depende la comprensión de los profetas. Si considero
las profecías como un todo, su testimonio se relaciona al tiempo cuando el reino será establecido; cuando Israel, en su conjunto,
será reunido; no solamente de los judíos, sino también las diez tribus serán puestas bajo el dominio del Señor Jesucristo.
Por esto mismo, nada de lo que ha pasado durante el tiempo de las naciones puede constituir un real cumplimiento de las profecías.
Puede suceder que algún principio particular se pueda aplicar hoy. Por ejemplo, ahora bajo el evangelio, vemos que "todo
aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo." (Hechos 2:21). ¡Y bien! esto será plenamente realizado, cuando Jerusalén
será el centro terrestre del reino. Esto que, sabemos ahora es una realización parcial de esta profecía de Joel (Joel 2: 28-32),
pero el pleno cumplimiento no vendrá sino solamente cuando Jerusalén sea puesta directamente bajo el poder y la gloria de
Dios; y entonces, en la montaña de Sión, esto será la libertad universal. Quienquiera que invoque el Nombre del Señor será
salvo, y el Señor extenderá la bendición a toda carne. La cosa es verdadera en el presente, pero la plena realización se efectuará
más tarde. Este principio es muy importante. Los profetas no consideran solamente al remanente, sino a la nación, no solamente
un principio del cumplimiento sino la plena realización de esto. En la cristiandad tenemos un remanente, una realización parcial,
y nada más.
El capítulo 2 ilustra bien este principio esencial para la inteligencia de
las profecías del Antiguo Testamento. Vemos solamente un remanente, y un miserable remanente -cuarenta y tres mil personas-
principalmente de Judá y de Benjamín, que fue traído de la cautividad de Babilonia. Entre ellos, apenas algunos aislados viniendo
de las diez tribus, las cuales habían sido transportadas a Asiria largo tiempo antes. El remanente era entonces esencialmente
compuesto de judíos que habían sido transportados a Babilonia, no a Asiria. La composición de este remanente -pocas personas
y perteneciendo solamente a dos tribus de doce- constituye la prueba que esto no era sino una realización parcial de las profecías.
Sabemos la razón. Si se tratase de preparar todo para la venida del Señor en
la humillación. Los profetas consideraban la venida del Señor en gloria. Era necesario que un remanente de judíos subiese
a Jerusalén, al cual el Señor encontraba en humillación profunda, es en medio de este pequeño remanente humillado que el Señor
mismo se presenta en una humillación voluntaria, como entrando plenamente en sus circunstancias. Él los encontraba sobre su
terreno para poder mostrar que, aún en los peores estados, Él descendería más allá de las más profundas de todas las vergüenzas
y más allá de la ruina más completa. Más todavía, se pondría bajo el pecado y juicio, para poder libertar de una manera verdaderamente
Divina, en toda la manifestación de la gracia de Dios. Puesto que esto sólo podía cumplirse en humillación, comprendemos que
el retorno del remanente judío ha debido efectuarse en la debilidad y flaqueza, estaba directamente adaptado a la venida del
Señor en Su profunda humillación.
No me detengo en los detalles históricos, mi objeto, en esta exposición, es
dar un bosquejo general para ayudar a los creyentes a leer con provecho para ellos mismos esta porción de la Palabra de Dios.
Antes de continuar, quisiera destacar uno o dos hechos interesantes. Primeramente, el cuidado que se tomó en relación a los
sacerdotes al verificar sus genealogías. Mención es hecha de aquellos que "buscaron su registro de genealogías, y no fue
hallado; y fueron excluidos del sacerdocio, y el gobernador" -el Thirsata- "les dijo que no comiesen de las cosas más santas"
-es decir, que no debían tener el pleno goce de los privilegios sacerdotales- "hasta que hubiese sacerdote para consultar
con Urim y Tumim." (Esdras 3: 62, 63). Dicho de otra manera, hasta que el Señor venga, el Rey, actuando en el pleno poder
del sacerdocio según las luces y perfecciones de Dios (Urim y Tumim) y que pondrá entonces en orden toda la confusión y suplirá
todo lo que falta.
LA DEBILIDAD NO DEBE SER UN PRETEXTO PARA EL RELAJAMIENTO
Atraigo igualmente nuestra atención sobre el principio que, aunque este fue
un día de flaqueza, debilidad y humillación, este no debería ser un día de negligencia, al contrario, de gran vigilancia.
El pueblo de Dios debía también estar atento y velando por honrar el Nombre de Jehová como cuando todo estaba en el pleno
poder y belleza del orden Divino. Este es un muy precioso principio para nosotros ahora. En la actual confusión de la cristiandad,
somos llamados a ser vigilantes en relación con aquellos que invocan el Nombre del Señor y reclaman una relación con Dios,
antes de reconocerlos como miembros del cuerpo de Cristo y como verdaderos adoradores reuniéndose a Su Nombre. Es esto lo
que nos da derecho a demandar que estos prueben su genealogía. El motivo es simple: multitudes se arrogan hoy este título
de cristianos sin tener derecho a este. Debemos exigir la prueba de que ellos son realmente lo que profesan ser; no debemos
contentarnos con una profesión general sino que tenemos que asegurarnos cuidadosamente de la realidad de la fe. Sin ponerla
en duda, tenemos que esperar la prueba manifiesta, adecuada para convencernos de ello.
Esta precaución no era necesaria en los primeros días de la historia de la
Iglesia. El Espíritu Santo descendió entonces en poder para abrir una economía nueva, llamando a los hombres a romper sus
antiguas asociaciones y reunirse al Nombre del Señor. El peligro era menos grande, porque el oprobio era tal que, de una manera
general, los hombres no se acercaban a menos de ser verdaderamente conducidos por Dios. Podía suceder sin duda un Simón el
mago, sensible a estas cosas, sin ser alcanzado en su conciencia y codiciando el poder que podía servir a sus propósitos egoístas
(Hechos 8: 9-24); pero, normalmente lo repito, los hombres no venían si no eran sinceros. En nuestros días, no es más así,
sabemos que los hombres se engañan a sí mismos, llegando hasta ignorar lo que significa verdaderamente ser convertido a Dios,
o miembro del cuerpo de Cristo. Muchos han sido falsamente enseñados: ellos han sido educados en una atmósfera mal sana y
corrupta; por tanto es necesario, repito, que exijamos la prueba de su genealogía, es decir, la plena evidencia de que ellos
realmente pertenecen a Cristo y forman parte de la familia de Dios.
Puede haber en el momento presente, personas en una condición tal que no los
recibiríamos sobre la tierra, y que veremos en el cielo. Puede haber personas que deberán ser actualmente rechazadas porque
no han podido probar su genealogía: ellas son salvas, sin gozar esta comunión. El Señor puede discernir, en medio de muchas
cosas dolorosas, lo que es real; pero nosotros debemos mirar simplemente a Dios y actuar de acuerdo a la medida de discernimiento
que Él nos ha dado en cada caso.
PRIORIDAD CONCEDIDA AL ALTAR DE JEHOVÁ
En el tercer capítulo, un principio de una gran belleza es puesto ante nosotros.
Después del retorno del remanente y de su celo para purificar el sacerdocio, ¿cuál es la primera marca de piedad de los conductores
del pueblo? ¿Qué es lo que da a estos sacerdotes su carácter ante Dios? Su primer acto nos permite ver su unidad de pensamiento.
"Y colocaron el altar del holocausto sobre su antigua base; porque estaban con temor a causa de las gentes de los países
vecinos." (Esdras 3:3 - V.M.). ¡Cuán bello es esto! no es por la muralla que comenzaron, un hecho más destacable que en
otro libro, Nehemías, es precisamente consagrado a la construcción de la muralla. Pero en Esdras, comienzan por aquello que
concierne a Dios y no a ellos mismos. Comienzan por aquello que expresa por excelencia la aceptación ante Dios. El altar era
el lazo entre Dios y su pueblo; lo que podría llamarse el punto de contacto entre Dios y ellos. Este era el lugar donde ellos
llevaban sus ofrendas. Sus sacrificios de acciones de gracias, holocaustos -todas sus ofrendas eran presentadas en el altar.
Edificar el altar mostraba entonces que el primer pensamiento de sus corazones
era la adoración de Dios y no la manera de protegerse de sus enemigos. Luego, para destacar esta prioridad, la razón dada
es precisamente que el terror de los habitantes de estos lugares estaba contra ellos. Este temor los lleva a acercarse a Dios
en adoración, y no fiarse en ellos mismos o en otros hombres para ser protegidos. Ellos no han hecho ninguna petición al rey
Ciro; no han tomado ningún pretexto en su falta de medios y de recursos para levantar una defensa contra sus enemigos.
Habiendo ante toda otra cosa, colocado el altar del holocausto sobre su antigua
base, "ofrecieron sobre él holocaustos a Jehová, holocaustos por la mañana y por la tarde." (Esdras 3:3 - V.M.). Y
más aún, es expresamente reportado que esto fue hecho por Jesúa, hijo de Josadac, y sus hermanos los sacerdotes, y Zorobabel,
hijo de Salatiel, y sus hermanos, quienes "reedificaron el altar del Dios de Israel, para ofrecer sobre él holocaustos,
conforme a lo escrito en la ley de Moisés, varón de Dios." (Esdras 3:2 - V.M.).
Lo que los distinguía era un santo celo por la Palabra de Dios; y esta Palabra
era considerada con ojos simples. Ellos no buscaban lo que les concernía personalmente: su pasado, futuro, privilegios. .
., sino más bien esto que, en obediencia, debían a un tal Dios. ¿No es esto un magnífico ejemplo de fe en este remanente?
El primer pensamiento de sus corazones era Dios, y esto cuando ellos tenían miedo de sus enemigos que los rodeaban; pero este
temor, lo expresaban no en medidas humanas tomadas para protegerse, sino en acercarse a Dios para alabarlo. "Celebraron
asimismo la fiesta solemne de los tabernáculos, como está escrito" (Esdras 3:4). Destaquemos bien este cuidadoso
celo con relación a la Palabra de Dios. Esta no era para ellos un conjunto de ordenanzas, sino que la autoridad de esta llenaba
sus corazones. Veremos, ¡desgraciadamente!, la decadencia que sigue; pero retengamos la manera en la cual ellos comenzaron
en su retorno de la cautividad. "Celebraron asimismo la fiesta solemne de los tabernáculos, como está escrito". Destaquemos
que no existe ninguna falta de energía: esto no era un acto pasajero. El holocausto continuo era presentado.
REGULARIDAD A LAS REUNIONES
Estoy entristecido, amados hermanos, de ver a algunos hijos de Dios contentarse
en frecuentar la reunión por la mañana en el día del Señor, observando solamente un lazo puramente exterior con el Señor y
los Suyos. Admito que existen circunstancias que no pueden pasarse por alto -enfermedades graves, deberes profesionales, o
familiares de un carácter absoluto. No conocemos siempre los motivos, es por lo que debemos ser lentos en juzgar cada caso
individual. Aun así diría siempre que, en una manera general, la misma fe que nos hace apreciar la reunión alrededor del Señor
a Su mesa, debiese hacernos regocijar de encontrar al Señor en toda ocasión; más aún, a buscar por todos los medios crecer
en la verdad. ¿No es esta una de las grandes causas de nuestra debilidad en la adoración? Es que no progresamos en la inteligencia
espiritual. Si hiciésemos uso de la verdad de Dios y creciésemos en todas las cosas hasta Cristo, habría una más grande plenitud
en la adoración y, permítanme agregar, también una más grande simplicidad. Uno no encontraría la repetición continua de los
mismos pensamientos, sino nuevos, sin tener tampoco que reflexionar, ni esforzarnos, porque nuestros corazones estarían llenos
día tras día de Su verdad. Si, cuán importante es beneficiarse de cada ocasión
para instruirnos, y particularmente en las reuniones de edificación.
La iglesia primitiva sentía esto de una manera evidente, puesto que los creyentes
partían el pan cada día. Ellos se reunían cada día, y esto no les bastaba. Ellos tenían otras santas actividades. Ellos subían
al templo. Es un error pensar que el frescor y plenitud del gozo dependen de una gran suma de conocimientos, porque este no
era el caso de la iglesia en Jerusalén. Los creyentes estaban todavía muy ligados al antiguo estado de cosas en Israel. Durante
algún tiempo todavía, continuaban subiendo al templo. Una gran multitud de sacerdotes obedecían a la fe y admito muy bien
que ellos no cesaron de ofrecer inmediatamente sus toros y bueyes; aunque hayan comprendido bien el verdadero sacrificio.
Si ellos se hubiesen posesionado de la verdad de Cristo, seguramente que ellos lo habrían hecho, el día vendría cuando habrían
terminado con sus ofrendas de animales, pero jamás el día cuando hubiesen terminado con Cristo. Ellos conocían mucho mejor
y crecían más plenamente.
Dios puede darnos la verdad, sin que realicemos al instante todo su alcance:
pero el efecto de esta verdad será echar poco a poco de nuestra alma lo que es extraño a la verdad y contrario a la voluntad
de Dios. Es por eso que debemos dejar a los nuevos convertidos el tiempo de crecer. Tengan paciencia con ellos. Debiésemos
buscar más bien fortalecerlos, estimularlos a recibir la verdad. En vez de esperar enseguida todos los resultados, dejemos
actuar al crecimiento. Es muy fácil, y este es un método humano, acumular en su espíritu una cantidad de verdades; pero esto
no es la vida, ni el poder, ni el crecimiento. Lo que es Divino vive, y debe tener una raíz y debe crecer, y para esto es
necesario el tiempo. No es señal de crecimiento expandirse de un sólo golpe. El espíritu humano es capaz de registrar y guardar
muchas verdades. Si un hombre es dotado, puede comprender muy pronto; esto sin embargo tiene poco valor. Lo que un día puede
brillar, el día de mañana puede apagarse con la misma rapidez, mientras que lo que es de Dios vivirá y permanecerá.
Vemos entonces que la Palabra tenía un gran lugar en el alma de estos judíos
que componían el remanente. Esta ejercía Su autoridad sobre sus conciencias, y esto desde el principio. Ellos fueron de este
modo instruidos, no solamente en cuanto a la fiesta especial de los tabernáculos, sino en cuanto a las fiestas diarias que
representaba el holocausto continuo. Hablo naturalmente de aquello que concierne a los judíos, pero el relato tiene un eco
para nosotros también.
"Desde el primer día del mes séptimo
comenzaron a ofrecer holocaustos a Jehová; pero", se agrega, "los cimientos del templo de Jehová no se habían echado todavía." (Esdras 3:6). De este modo, les
quedaba progreso a hacer. Ningún remanente, llamado por gracia, ha venido de una sola vez a la verdad que Dios iba a revelarles.
Es una cuestión de crecimiento colectivo, no solamente de crecimiento individual. Ellos no alcanzaron inmediatamente la inteligencia
de la Palabra de Dios, ya que no eran capaces de hacer al principio lo que comprendieron después, y esto para que ellos recibieran
poder.
"Los cimientos del templo de Jehová
no se habían echado todavía". Pero en medio de este estado de cosas, vemos que, "Entonces en el año segundo de haber
ellos venido a la Casa de Jehová en Jerusalem, en el mes segundo, comenzaron a edificar Zorobabel hijo de Sealtiel y Jesúa
hijo de Josadac y el resto de sus hermanos, los sacerdotes y los levitas, y todos los que habían vuelto del cautiverio a Jerusalem;
y constituyeron a los levitas, de veinte años arriba, para que dirigiesen la obra de la Casa de Jehová." (Esdras 3:8-
V.M.). Cosa destacable, todo este trabajo realizado para la gloria de Dios fluía simplemente del hecho que estos hombres habían
obedecido para subir a Jerusalén y habían sido reconocidos como Israelitas.
CONVERSIÓN DE PECADORES Y REUNIÓN ALREDEDOR DEL SEÑOR
Esta constatación es de gran importancia; porque en el tiempo actual, numerosos
cristianos parecen pensar que la única bendición y el sólo trabajo digno en Su Nombre es la conversión de los pecadores -el
hecho de traerlos a Dios. Puedo dar gracias a Dios y regocijarme en que en la baja condición actual de la cristiandad, aún
el más débil de los santos siente la importancia de que un alma pueda nacer de nuevo de Dios. Me regocijo aún que los católicos
romanos tengan en sus corazones esto. Recuerdo haber escuchado hablar al hijo de uno de nuestros hermanos, en Alemania, que
después de haber sido mortalmente herido en una batalla él fue traído al Señor por medio del trabajo de un joven católico
romano. Este era un joven descuidado, que había escuchado la verdad pero que no se había arrepentido, sino que hizo esto solamente
cuando tuvo que enfrentar a la muerte y al juicio. La persona empleada para su conversión fue este católico, que seguía de
una manera evidente al Señor que amaba. Dios puede entonces servirse, y no sin razón -una razón humana para nosotros- de alguno
que pertenece a un sistema sumergido de muchas formas en la oscuridad espiritual, como instrumento para conducir a la luz
y a la vida de Dios a una persona que habría debido conocer infinitamente mejor que él mismo la verdad. Si, Dios es soberano
y puede emplear este o aquel de los suyos en circunstancias dolorosas. Él busca fidelidad, y se sirve de ella. Él bendecirá
siempre a aquellos que salen en el Nombre del Señor Jesús para ganar pecadores, y les concederá conversiones a estos.
Existe sin embargo otro trabajo particular para los hijos de Dios. No se trataba
simplemente, bajo Zorobabel, del retorno de los judíos a Jerusalén, ni del hecho de reconocer a los sacerdotes y levitas.
Sino que era un trabajo realizado para la casa de Dios, un gran trabajo en común, en vista de reunir al Nombre de Jehová. Habiendo tenido esto en el corazón, ellos emprendieron esta obra cuando llegaron a
Jerusalén y cuando cada uno fue a su propio lugar. Lo que los congregaba y reunía era el cumplimiento de esta obra, y lo que
les unía era este lugar central: el Nombre de Jehová estaba ligado a esto, había un lugar Divino sobre sus conciencias y corazones.
Es este trabajo de reunir que deseo ahora considerar de un poco más cerca,
hermanos. Creo que el Señor amaría ver más de esto entre nosotros. Lo importante para nosotros es que sin tener menos cuidado
por las almas, ni menos interés por su conversión, tengamos un sentimiento más profundo de aquello que concierne a la gloria
del Señor en aquellos que le pertenecen. Y esto es de gran importancia, porque ¿En qué medio se ocupan de esto? ¿Quién se
inquieta por ello? Encontrarán cristianos piadosos en diversas denominaciones que trabajan en la conversión de pecadores;
pero, ¿dónde están aquellos que disciernen la plena gloria del Señor en Su Iglesia? Por esto estoy persuadido de que somos
los más responsables, nosotros quienes por la gracia de Dios hemos sido traídos a comprender en alguna medida lo que es la
Iglesia o Asamblea. A nosotros, débiles rescatados, ha sido confiado de una manera muy particular la responsabilidad de dar
expresión a esta verdad. Allí está el cuidado y deseo de nuestro corazón para el bien de la Iglesia de Dios y del honor debido
al Nombre del Señor confiado al cuidado del hombre aquí abajo.
Consideremos por ahora a los israelitas reunidos para poner los fundamentos
del templo. Una diferencia destacable se manifiesta entre ellos: "Pero muchos de los sacerdotes y de los levitas, y de
las cabezas de las casas paternas, hombres ancianos que habían visto la Casa primera, al echarse los cimientos de esta Casa
ante sus ojos, lloraban en alta voz; y otros muchos alzaban la voz con gritos de alegría." (Esdras 3: 11, 12 - V.M.).
Para los viejos, esto era causa de lágrimas, porque ellos sentían cómo la expresión
presente de la gloria de Jehová en medio de ellos era pobre en comparación con aquella que habían visto anteriormente. Para
los más jóvenes era una ocasión de alegría porque ellos no habían conocido sino el profundo desprecio que rodea al Nombre
de Jehová sobre la tierra; ahora sus corazones estaban dichosos de que, a pesar de todo, se daba una confesión pública de
este Nombre, reconocido como propio para reunir a su pueblo disperso, aunque se tratase solamente de un pequeño remanente
aquí abajo. Ambos grupos tenían razón, y aun así, la expresión de sus corazones
era diferente. No era que los ancianos no hayan tenido gozo al ver nuevamente
los fundamentos puestos; pero su sentimiento de tristeza y humillación por el Nombre de Jehová era aquel que los dirigía.
Todos eran conducidos por Jehová, pero en medidas muy diferentes. Y estoy persuadido que de ambos grupos eran los ancianos
quienes tenían el sentimiento más profundo de la gloria de Dios.
LA ASTUCIA DEL ENEMIGO
Jamás se ha visto una bendición de Dios sobre la tierra sin que esto provoque
hostilidad de parte del diablo; y es esto lo que encontramos en esta ocasión. Hubo personas que se acercaron a Zorobabel y
los jefes, y les dijeron: "Edificaremos con vosotros, porque como vosotros buscamos a vuestro Dios, y a él ofrecemos sacrificios
desde los días de Esar-hadón rey de Asiria, que nos hizo venir aquí." (Esdras 4: 2). ¡Cuán amable parecía este ofrecimiento!
En fin, en vez del viejo antagonismo, vemos a los vecinos dispuestos a ayudar a edificar, y adorar y servir al mismo Dios
que ellos.
¡El pueblo sin duda se regocijaría por esto! No, amados hermanos. En este mundo
nos es necesario constantemente tener discernimiento. Cierto, debemos estar en guardia con relación a la manera en la cual
juzgamos, sin embargo debemos hacerlo. Tenemos que probar todas las cosas y retener lo bueno; y en esta circunstancia, el
pueblo actúa fielmente, Zorobabel y Josué no cayeron en la trampa, como lo habían hecho antes Josué y sus príncipes en una
ocasión algo parecida, cuando los Gabaonitas se presentaron como peregrinos venidos de un país lejano (Josué 9). Zorobabel
y Josué y el resto de los jefes de Israel, les dijeron: “No nos conviene edificar con vosotros casa a nuestro Dios,
sino que nosotros solos la edificaremos a Jehová Dios de Israel, como nos mandó el rey Ciro, rey de Persia." (Esdras 4:3). Sin ninguna duda, ellos enfatizaron su flaqueza
y debilidad al mencionar al rey Ciro. ¿Quién es aquel que tiene que tratar con el pueblo de Dios? ¡Qué anomalía de que el
rey de Persia haya debido mandar a Israel! Y así era. Los Judíos estaban humillados públicamente sobre la tierra y estos fieles
no intentaban substraerse ni evadirse de este estado de humillación. Pero, aunque bajo los poderes que estaban entonces establecidos
para su protección, ellos mantenían rigurosamente la Palabra de Dios relativa al lugar especial de Israel. Ellos estaban también
separados, sino aún más, que en los días de Moisés o de David. Jamás sin duda Israel probó un sentimiento más profundo de
su lugar aparte de otras naciones que en estos días de humillación y debilidad.
¡Qué lección para nosotros! Guardémonos de abandonar el lugar particular de
la Iglesia de Dios por el simple motivo de que somos solamente un remanente. Guardémonos de abandonar el principio de que
sólo aquellos que son miembros de este cuerpo, y que son aceptados como tales, tienen su lugar de responsabilidad en la obra
del Señor. No debemos ceder al espíritu del tiempo en el cual vivimos. En todo caso es esto lo que decidieron Zorobabel y
Josué, y tenían razón. "Pero el pueblo de la tierra intimidó al pueblo de Judá, y lo atemorizó para que no edificara. Sobornaron
además contra ellos a los consejeros para frustrar sus propósitos, todo el tiempo de Ciro rey de Persia y hasta el reinado
de Darío rey de Persia." (Esdras 4: 4, 5).
Un lapso de tiempo apreciable (15 años) transcurre aquí. Muchos reyes reinaron
entre Ciro y Darío; estos son nombrados al fin del capítulo, que constituye un paréntesis (v.6-23), para explicar lo que pasó
entre estos dos reinos. "Y en el reinado de Asuero, en el principio de su reinado, escribieron acusaciones
contra los habitantes de Judá y de Jerusalén. . . También en días de Artajerjes escribieron Bislam, Mitrídates, Tabeel.
. ." (Esdras 4: 6,7). ¡Lamentable! logran sus fines y por medio de estas
presiones y amenazas, el trabajo es interrumpido por largo tiempo.
LA FALTA DE FE DETIENE EL TRABAJO
Destaquemos sin embargo -y este es un punto muy importante- que Dios no atribuye
la detención del trabajo al mandamiento del rey, aunque este haya determinado esto, y cedido a las peticiones que le habían
sido dirigidas para que detuviese a los Israelitas. De hecho estos detuvieron la obra antes de la orden del rey. Fue su falta
de fe, no la autoridad del rey, lo que hizo cesar el trabajo: y queridos amigos ¿No sucede así también hoy? La detención de
la bendición entre el pueblo de Dios no es nunca la obra del enemigo desde el exterior, sino que esto proviene de la falta
de fe, por lo tanto, de la falta de fidelidad interior. Es de gran importancia que recordemos esto, porque comúnmente atribuimos
esto a nuestras circunstancias. En el caso que nos ocupa, eran los judíos los que fallaban. Dios habría estado con ellos si
su fe hubiese mirado y se hubiese apoyado en Él y les habría permitido proseguir el trabajo. Pero ellos estaban demasiado
ocupados de lo que se decía y hacia alrededor de ellos. En vez de mirar a Dios para perseverar en la buena partida que han
tenido al establecer el altar sobre su base, en vez de clamar a Dios, escucharon al adversario y detuvieron la obra. Entonces
solamente el enemigo logró obtener la orden del rey para sellar lo que ya había sucedido (cap. 4: 23).
LA VUELTA AL TRABAJO
POR MEDIO DE LA ACCIÓN DEL ESPÍRITU
Otro punto, de inmenso interés también es la forma en la cual Dios restablece
las cosas, no usando la autoridad del rey, sino interviniendo directamente por Su propio poder -aquel del Espíritu de Dios
por medio de los profetas (cap.5). El avance de Su obra no depende más del permiso de un rey, como tampoco la interrupción
de este depende de la prohibición del otro. El impulso no es dado por el rey Darío sino por los profetas. "Profetizaron
Hageo y Zacarías hijo de Iddo, ambos profetas, a los judíos que estaban en Judá y en Jerusalén en el nombre del Dios de Israel
quien estaba sobre ellos. Entonces se levantaron Zorobabel hijo de Salatiel y Jesúa hijo de Josadac, y comenzaron a reedificar.
. ." (Esdras 5: 1-2). ¡Cuán audaz es la fe! Y Dios justifica la fe que ha dado, porque aunque esto pudiese parecer
una falta de respeto con relación a la autoridad real, ellos tenían, de hecho, una autoridad también valerosa para proseguir
el trabajo. En efecto, si Artajerjes ha detenido la construcción de la Casa, Ciro, había autorizado antes esta obra. Los judíos
consideraban el obstáculo puesto por Artajerjes como un accidente debido a las circunstancias. No lo consideraban como un
mandamiento del reino Persa, sino del rey mismo y se refirieron a lo que Ciro había ordenado sabiendo bien que una regla suprema
de los Persas era lo que las leyes de los Medas y Persas no se podían derogar.
La oposición se hallaba en realidad entre ambos reyes, con esta sola diferencia
-una inmensa diferencia- que el primer rey, el más grande, el fundador de la monarquía persa, era aquel que había ordenado
la construcción del templo. Zorobabel y Jesúa estaban en derecho de actuar de acuerdo al edicto de Ciro. Pero, en verdad,
lo que ejerció una gran influencia sobre sus almas fue la Palabra de Dios por medio de los profetas.
Menciono esto para mostrar cómo Dios puede dar, paralelamente a la palabra
de los profetas, la justificación de lo que hacía Su pueblo; y esto es tanto más importante ya que, como lo sabemos, se hace,
de hecho, una alusión a los mismos profetas. En relación con Ciro, Isaías anuncia la construcción de la Casa de Jehová (Isaías
44: 28). No solamente la destrucción de Babilonia, sino la construcción de la Casa de Jehová están muy claramente ligadas
para él, de manera que los hijos de la cautividad estaban plenamente justificados al acusar de este modo. Dios concede siempre
a la fe Su protección, como también Su dirección.
De manera que los profetas se dirigieron al corazón de los judíos que actuaban
de acuerdo a la Palabra de Jehová. Y Dios se ocupó también del rey a pesar de la impresión desfavorable que la maldad de los
instigadores de Samaria había logrado producir con relación al pueblo y aunque Artajerjes fue traído a considerar y constatar
que Israel y Jerusalén en particular, habían sido antiguamente un pueblo y una ciudad rebeldes, una nueva se hizo ahora (cap.
5: 17).
Darío se ocupa de la cuestión (cap. 6). Es un hecho histórico conocido, del
cual hallamos aquí la confirmación, que Darío estaba siempre dispuesto a imitar a Ciro. Este tenía una gran admiración por
el fundador del imperio persa y deseaba hacer revivir todas sus instituciones. Darío no se preocupa de ninguna forma de las
decisiones de Artajerjes o de otro. Él va o se dirige a Ciro y descubre de este modo que este último autorizó plenamente lo
que los judíos deseaban, y lo contrario del deseo de sus enemigos. ¡Cómo Dios sabe usar todas las cosas para el cumplimiento
de sus designios! Nuestra tarea no es dirigir a un rey contra otro, sino de ir adelante en el Nombre del Señor y tomar Su
Palabra como garantía suficiente, plenamente seguros que si buscamos ser dirigidos por Dios, Él se encargará de guiar a los
hombres y las circunstancias. Es Su trabajo, no el nuestro. Nuestra parte entonces es avanzar por la fe. Dios se ocupará de
aquellos que se oponen a nosotros.
"Entonces el rey Darío dio la orden de buscar en la casa de
los archivos, donde guardaban los tesoros allí en Babilonia. Y fue hallado en Acmeta, en el palacio que está en la provincia
de Media, un libro en el cual estaba escrito así: Memoria: En el año primero del rey Ciro, el mismo rey Ciro dio orden acerca
de la casa de Dios, la cual estaba en Jerusalén, para que fuese la casa reedificada. . ." (Esdras 6: 1-3). Esto bastó a Darío; y ordenó entonces: "Ahora, pues, Tatnai
gobernador del otro lado del río, Setar-boznai, y vuestros compañeros los gobernadores que estáis al otro lado del río, alejaos
de allí. Dejad que se haga la obra de esa casa de Dios; que el gobernador de los judíos y sus ancianos reedifiquen esa casa
de Dios en su lugar." (cap. 6: 6, 7). Lejos de escuchar a sus adversarios, honra a los edificadores, da nuevas órdenes
y confirma todo lo que había sido proclamado el primer año de Ciro.
Los adversarios fueron completamente confundidos y detenidos en sus maquinaciones,
de manera que la Casa de Dios no fue solamente continuada (ya que el trabajo había sido retomado), sino terminada; porque
lo hermoso es que, como lo hemos visto, los judíos tuvieron fe para retomar la construcción de la Casa antes de recibir este
nuevo decreto. "Y los ancianos de los judíos edificaban y prosperaban," -no por el mandamiento del rey, sino- "conforme
a la profecía del profeta Hageo y de Zacarías hijo de Iddo. Edificaron, pues, y terminaron, por orden del Dios de Israel,
y por mandato de Ciro, de Darío, y de Artajerjes rey de Persia." (cap. 6:14). Porque
ahora que Dios les había dado poder, Dios controlaba también todos los otros poderes para que estos estuviesen en su favor.
"Esta casa fue terminada el tercer día del mes de Adar, que era el sexto año del reinado del rey Darío. Entonces los hijos
de Israel, los sacerdotes, los levitas y los demás que habían venido de la cautividad, hicieron la dedicación de esta casa
de Dios con gozo." (cap. 6: 15, 16).
EL JUICIO DE SÍ, MÁS
QUE EL PODER, EN UN TIEMPO DE RUINA
Aquí comienza una nueva parte del relato. Asistimos aquí a la misión de Esdras
que sube a Jerusalén, 47 años después, el séptimo año de Artajerjes, para visitar a los hijos de Israel. "Porque Esdras había preparado su corazón para inquirir la ley de Jehová y para cumplirla, y para enseñar
en Israel sus estatutos y decretos." (Cap. 7:10). Punto de partida de la más alta importancia, amados hermanos,
para aquellos que ocupan ahora el lugar de un remanente. Esto no es una vana demanda de poder, cosa que puede ser una gran
trampa en un tiempo de decadencia. Cuando la Iglesia comenzó, fue en poder; ahora ella está en un estado de ruina. No es poder
aquello de lo que tenemos necesidad, sino de juicio de nosotros mismos, de un corazón dispuesto a hacer la voluntad de Dios,
lo que va siempre a la par con el juicio de uno mismo. La diferencia es esta: si los cristianos piensan que es el poder lo
que se necesita, ellos arrojan la censura sobre Dios. Ellos toman por excusa la debilidad y flaqueza actual diciendo: <<no
vale la pena reunirse para adorar al Señor o para hacer lo que sea: no tenemos poder>>.
Pobre pretexto completamente erróneo y todavía menos excusable en aquellos que conocen lo que Dios ha hecho en y para
la Iglesia al enviar al Espíritu Santo para permanecer siempre en ella. Si el Espíritu Santo no basta como poder, decidme,
¿Qué es lo que puede bastar?
Queridos amigos, de lo que tenemos necesidad, es de tener fe en el poder que
hemos recibido, y de hacer callar estas murmuraciones incrédulas, como si Dios hubiese retirado hoy este poder, Su poder;
o que tengamos que ir adelante de acuerdo a nuestra débil y miserable medida reclamando a grandes gritos el poder. No. Lo
que tenemos que hacer cuando encontramos un obstáculo a la acción del Espíritu Santo, es tomar un lugar de real humillación
ante Dios. La gran cosa es buscar en el juicio de nosotros mismos, hacer la voluntad de Dios.
En estos años ha habido un trabajo realizado entre ciertos cristianos que suplican
a Dios que les dé poder. ¿De dónde viene esto? Ellos recurren mucho al poder; pero yo estoy persuadido que este poder provenía
en realidad del diablo, y no de Dios; y a pesar de los efectos espectaculares, ha habido una penosa imitación del don de lenguas,
este movimiento terminó como había comenzado, en un completo alejamiento de la verdad de Dios y por el más grande deshonor
arrojado sobre el Nombre del Señor.
No, queridos amigos, la verdadera obra de Dios de la cual, por Su gracia, participamos,
no consiste en pedir a grandes gritos poder y permanecer a la vez en desobediencia, sino en alejarnos del mal, y a aprender
de Dios a hacer el bien, a confesar el pecado de la Iglesia responsable y nuestras propias faltas para separarnos al instante
de estas, de acuerdo a la luz que Dios nos da, de aquello que sabemos no puede tener la aprobación de Él.
Este espíritu de humillación y de obediencia era precisamente lo que llenaba
el corazón de Esdras. Él viene, decidido a hacer la voluntad de Dios. "Porque Esdras había preparado su corazón para inquirir
la ley de Jehová y para cumplirla, y para enseñar en Israel sus estatutos y decretos." Esdras se presenta
con la autoridad de un rey, pero destaquemos que la gran cosa enfatizada aquí, es la decisión de su corazón para hacer la
voluntad de Dios.
Es lo que tenemos que desear para nosotros. Que nuestros corazones se vuelvan
al Señor, como era, por ejemplo, el caso de la iglesia de Filadelfia. ¿Cómo se presenta el Señor a ella? ¿Qué dice Él de su
actitud? (Apocalipsis 3: 8). Él tiene poder para abrir y nadie puede cerrar, y se sirve de este para poner una puerta abierta
ante los santos de Filadelfia. En el libro que consideramos, el rey Artajerjes se presenta como abriendo una puerta ante Esdras.
Dios lo permite porque el corazón de Esdras estaba dispuesto a hacer Su voluntad. El Señor dirige todas las circunstancias
exteriores y abre un camino cuando, interiormente, nuestro corazón está decidido a hacer lo que es bueno y agradable a Sus
ojos. No tenemos ninguna razón para lamentarnos de las circunstancias, mientras nuestro corazón sea recto ante Él. Él puede
y quiere ocuparse de todo lo demás.
Estoy persuadido que la gran necesidad de los cristianos hoy es el juicio de
sí mismos y no la demanda y búsqueda de poder. Tenemos más necesidad de esto para llevar la verdad que nos ha sido confiada.
¿No sabemos queridos amigos, que nuestro conocimiento va generalmente más allá de nuestro goce de la gracia? Somos tentados
en traspasar nuestra medida exterior, y de lanzarnos a la acción en lugar de dedicarnos simplemente a mantener fielmente la
verdad de Dios en la humildad de espíritu, amor y profundo sentimiento de nuestra insuficiencia. Esto es lo que nos conviene,
y lo que debiésemos buscar. En nuestra condición actual el poder significaría para nosotros la ruina, de esto estoy persuadido;
y es la razón de por qué doy gracias a Dios de que Él no haya juzgado bueno darnos más poder de este carácter. De lo que tenemos
necesidad es de la acción del Espíritu para juzgarnos a nosotros mismos; si es así, nuestra bendición fluirá como un río.
Esdras va entonces adelante y reúne a los jefes de casas paternas "Los reuní junto al río que viene a Ahava, y acampamos allí tres días; y habiendo buscado
entre el pueblo y entre los sacerdotes, no hallé allí de los hijos de Leví" (cap. 8:15).
Había allí insuficiencia en lo que se refiere al servicio, una falta de energía.
"Por lo cual envié a llamar a Eliezer, a Ariel,..., a fin de que nos trajesen sirvientes
para la Casa de nuestro Dios...Entonces proclamé un ayuno allí, junto al río Ahava, para humillarnos delante de nuestro Dios." (Esdras 8: 16-21 - V.M.). Lo importante, repitámoslo, no es pedir poder, sino
de afligirnos ante nuestro Dios para que Él pueda bendecirnos. "Entonces proclamé un ayuno allí, junto al río Ahava, para
humillarnos delante de nuestro Dios, a fin de solicitar de él camino recto para nosotros, y para nuestras familias, y para
todas nuestras posesiones. Porque tuve vergüenza de pedir al rey tropas y gente
de a caballo, para ayudarnos contra el enemigo; pues habíamos hablado al rey, diciendo: La mano de nuestro Dios está sobre
todos los que le buscan, para bien suyo; pero su poder y su ira están contra todos los que le dejan. Ayunamos pues, y rogamos
a nuestro Dios acerca de esto; y él nos fue propicio." (cap. 8: 21-23). En
consecuencia, en lugar de tener la protección de una tropa de soldados, Dios los protegió, lo que era mucho mejor. De esta
forma ellos triunfaron sobre todos sus enemigos.
Pero cuando Esdras se halla en medio del pueblo, un espectáculo doloroso le
esperaba, adecuado a sumergirlo en la humillación (cap.9). Esta humillación, Esdras la había sentido ya en el país de su cautividad,
pero cuando él llega al país encuentra a muchos de aquellos que han subido hasta allí antes que él en un estado vergonzoso
y se aflige, él se halla en presencia de pecados flagrantes y escucha los más alarmantes reportes.
COMO LOS PAGANOS
Que tristeza para el hombre de Dios encontrar tales cosas en aquellos de Su
pueblo. Aquellos que habrían debido estar profundamente compenetrados del sentimiento de la gracia de Dios, confiados en Su
mano protectora, habían caído en un estado de indiferencia, relajamiento y alejamiento de Dios; cerca de Él sin duda exteriormente,
pero interiormente bien lejos. Se encontraban personas en Jerusalén y no solamente de entre el pueblo, sino también de entre
los sacerdotes -que actuaban de acuerdo a las abominaciones de los Cananeos (cap.9). A veces somos sorprendidos, queridos
amigos, de constatar entre aquellos que están reunidos al Nombre del Señor Jesús aflictivos y tristes desarrollos del mal.
¡Y es así!, las peores formas de mal se encontrarán allí donde uno está exteriormente más cerca del Señor, si uno en verdad
no anda con Él, y si no es guardado por Él; porque el mayor esfuerzo de Satanás se concentra allí. ¿No es esto lo que éste
más odia sobre la tierra?
Cuando los cristianos andan mano a mano con el mundo, Satanás acepta esto y
los deja tranquilos. Él sabe dónde el mundo los conducirá; y si la carne y el espíritu se ponen de acuerdo para andar juntos,
es siempre la carne que guiará. La única forma de andar por el Espíritu es de juzgar la carne; no tratar con ella, denunciarla;
mortificar nuestros miembros que están sobre la tierra. Pero toda tentativa de reconciliación y de amistad entre la carne
y el Espíritu es condenada anticipadamente. Satanás no se opondrá jamás a un acuerdo de este género. Él sabe perfectamente
que, de concesión en concesión, lo que es carnal corromperá progresivamente lo que es espiritual y triunfará al final. Pero,
¿qué pasa cuando uno sale del mundo para ponerse sobre el terreno donde el juicio de la carne es profesado? Si el mundo es
tolerado en su corazón o si la carne es dejada libre para actuar, o si aún en la adoración a Dios y en la reunión de los Suyos,
intervienen sentimientos personales y la voluntad propia, uno verá el naufragio frecuentemente peor de aquello que se ve en
el mundo honorable. Este último conservará al menos una apariencia: mientras que allí donde nosotros mismos hemos aprendido
la vanidad de las apariencias, allí donde no existe otra alternativa que el Espíritu o la carne, si el mal es tolerado la
carne se manifestará bajo la peor de sus formas y Satanás arrojará el más grande deshonor sobre el Nombre del Señor.
Este era el caso aquí. No era en Babilonia sino en Judea que el remanente imitaba
a los Cananeos. El pueblo y los sacerdotes hacían de acuerdo a sus abominaciones. ¿Piensan, queridos hermanos, que estamos
exentos de estos peligros? De ninguna manera. Podamos confiarnos en Dios para ser guardados, pero sin perder de vista que
la bendición colectiva debe comenzar por una bendición individual, y que el secreto de esta bendición individual tendrá siempre
su raíz en el juicio de nosotros mismos ante Dios. Era así para Esdras que afligía su alma y esto mismo trajo a otros a afligirse
también con él, primeramente durante la cautividad, y ahora en Jerusalén.
CONFESIÓN DE LAS FALTAS
COMUNES
El principio del capítulo 9 nos ha mostrado al hombre de Dios tomando un lugar
de humillación más profunda que el anterior. No era simplemente un ayuno, se agrega a esta señal una humillación más grande:
el hecho de romper sus vestiduras y de quedar sentado, desolado, hasta la ofrenda de la tarde. Después extiende sus manos
hacia Jehová para orar por el pueblo y confesar sus faltas.
Esdras no se contenta en mandar a los otros de actuar de este modo, él mismo
lo ha hecho. En el siguiente capítulo constatamos que su ejemplo es seguido. El pueblo se reúne alrededor de él. "Y mientras
oraba Esdras y hacía oración, llorando y postrándose a tierra delante de la Casa
de Dios, se juntó en derredor de él una grandísima asamblea de Israel, hombres, y mujeres, y niños; porque el pueblo lloraba
con lloro grande. Entonces tomó la palabra Secanías hijo de Jehiel, de los hijos de Elam, y dijo a Esdras: Nos hemos portado
traidoramente para con nuestro Dios, tomando mujeres extranjeras, de los pueblos de esta tierra; ahora empero hay esperanza
para Israel tocante a esto." (cap. 10: 1, 2 - V.M.). Ellos miran a Dios
y se juzgan ante Él. De este modo el arrepentimiento se produjo y Esdras pudo actuar en consecuencia a esto. Dos veces se
levanta (vers.5 y 10), y los hombres del pueblo estaban reunidos, y él los confronta con su pecado.
"Entonces Esdras el sacerdote se puso
en pie, y les dijo: Vosotros os habéis portado traidoramente contra Jehová, tomándoos mujeres extranjeras, para aumentar todavía
más el delito de Israel. Ahora pues haced confesión a Jehová, el Dios de vuestros padres, y cumplid con su voluntad; y separaos
de los pueblos de la tierra, y de las mujeres extranjeras." (cap. 10: 10, 11).
Nos imaginamos fácilmente las escenas dolorosas que esta decisión iba a producir:
las mujeres apelarían al amor de sus maridos y los pobres hijos preguntarían porque sus padres los desconocerían. Pero en
verdad, no hay verdadero arrepentimiento sin aflicción y dolor. Y más particularmente cuando se trata del pecado, no de un
culpable solamente, sino de toda la congregación, y ellos tienen el sentimiento profundo que, como pueblo de Dios, ellos han
arrojado oprobio sobre Su Nombre, puede ser que esto haya sido durante varios años. Uno no puede seguir un camino de arrepentimiento
sin que esto cueste mucho, sin que lazos sean quebrados y sentimientos heridos, como fue el caso en este momento.
"E hicieron así los hijos del cautiverio; pues fueron designados a este
efecto Esdras el sacerdote, con ciertos varones de las cabezas de las casas paternas, según sus casas paternas respectivas,
y todos ellos por sus nombres; los cuales se sentaron el día primero del mes décimo para investigar este asunto; y no acabaron
con todos los hombres que habían tomado mujeres extranjeras hasta el primer día del mes primero.
Y se hallaron de los hijos de los sacerdotes
que habían tomado mujeres extranjeras, algunos de los hijos de Jesúa hijo de Josadac, y de los hermanos de él, Maasías y Eliezer,
y Jarib, y Gedelías; los cuales dieron su mano con promesa de despedir sus mujeres extranjeras; y siendo culpables ofrecieron
un carnero de los rebaños como ofrenda por el pecado." (cap. 10: 16-19 - V.M.). Y los otros de igual forma: "Todos éstos habían tomado mujeres extranjeras; y
había entre ellas mujeres que tenían hijos." (vers. 44 - V.M.).
Dicho de otra forma, mayor alejamiento de Jehová, más frutos se llevan de esto,
más profundo también el dolor. Así es siempre. Por tanto constatamos aquí que la gracia de Dios es proporcionada a cada dificultad.
Todo aquello de lo que tenemos necesidad es tener un ojo simple: así era también para los hijos venidos de la cautividad.
Pero, amados hermanos, esto nos concierne e interesa mucho a nosotros hoy. Somos aquellos, o entre aquellos, a los cuales
Dios dirige ahora semejantes palabras, quiera el Señor concedernos ser hallados fieles. Aunque en un día como este la fidelidad
no puede estar separada de la voluntad de buscar donde nos hemos entrampado, y reconocer esto, pero no puede separarse de
la disposición a sondear la Palabra de Dios y guardarla continuamente. Quiera el Señor concedernos la gracia de ser sumisos
a esta Divina Palabra.
W. Kelly
Traducción libre por R.O.C. – 1998
Santiago de Chile